Partida Rol por web

- ¡Maldita sea! - Gritó aterrado Voran Tak. - ¡Estos malditos canes del infierno nos han visto! - Añadió llevándose la mano ala empuñadura de su espada.

- ¡Desde luego que nos han visto! - Contestó Shalt algo enfurruñado.  - ¡Sólo faltaba hacerles señales con una bandera! - Comentó ironicamente. El shaltiano. - ¿No crees que hubiera sido buena idea esconderse?

Como era de esperar, la enorme mole que era Roht no se movia muy bien por la nieve, y lo cierto era que su armadura tampoco ayudaba. Así, uno de los lobos le detectó, abalanzándose con sus enormes fauces y garras sobre el gran trasgo, que portaba su martillo de guerra. Haciendo oídos sordos a las estupideces del Shaltiano, agarró fuertemente a Ultima Sombra y lo hizo girar para atizar un tremendo golpe al cánido y quitárselo de encima.

Shalt armado con su espada salió a la carrera realizando un rodeo. Su intención no era itratque la de ocultárse entre los árboles ysalir pora espalda del canido. Así ganaba una ventaja táctica gracias al flanqueo que realizaba con sus compañeros.

Nada más acercarse al animal, el cual gruñía furioso mientras lanzaba dentelladas al aire, Shalt golpeó sobre el lomo de la bestia con bastante destreza. Un gemido de dolor detuvo los gruñidos solo por un instante, aunque lo cierto fue,bque pese a la herida sangrante, aquel bicho seguía teniendo muy malas pulgas a tenor de cómo le miraba ahora.

- ¡Voran, ensartalo antes de que llegue el resto! - Aconsejó el shaltiano.

- ¡Descuida, eso haré! - Respondió el vigilante de caminos.

Lo cierto fue, que fue dicho y hecho. Un certero golpe de espada fue directamente hacia la boca del lobo. El filo del veterano vigilante se incrustó en el paladar del canido surgiendo la punta de la espada por la parte superior del cráneo, habiendo destrozado sin duda el cerebro del animal.

Ni el mismo Voran Tal podía creer lo que Voran Tak acababa de hacer. Miró a sus compañeros con una mezcla de orgullo y asombro antes de pisar la cabeza del difunto loboz ayudandose en la extracción de su propia arma, de la cabeza del caído.

Fue entonces cuando otro de los guardianes de la cueva corrió tratando de encerrar a Shalt entre él y su compañero. Aunque la muerte del segundo, no supuso una mayor dificultad. Pese a todo, cuando el lobo de abalanzó sobre el humano, poco pudo hacer para amedrentarse. Sus fauces iban directas al cuello del shaltiano y tuvo que interponer su antebrazo para evitar daños mayores. No obstante, aquel caza tesoros metido por las circunstancias a guardia de un Nav, sintió los colmillos penetrar en su piel y aunque no lo hizo, no le faltaron ganas para chillar. Suerte tuvo que pudo zafarse, pues la intención del lobo era la de derribarle para darse un festín.

Viendo el percal, parecía que podían ocuparse solos del lobo tres, le preocupaba más el que atacaba a Shalt ahora, pues era el que aprovechaba la distracción de los demás en su compañero para atacar por la retaguardia. Apunto al lobo dos y disparo.

Cavatina se movió rauda y sigilosa hasta encontrar una posición favorable desde la cual descargar su ballesta en contra de uno de aquellos inmensos lobos. Cuando tuvo a tiro al animal no lo dudó y disparó. El virote se incrustó cerca del cuello del animal, provocándole una delicada herida de la que tardaría tiempo en recuperarse de ser lo suficientemente inteligente como para abandonar el combate, antes de que fuera demasiado tarde.

Los problemas no tardaron en llegar, pues los últimos lobos siguieron a los primeros y se emparejaron con Roht y Shalt. Aquellas bestias furiosas mostraban sus afilados colmillos mientras gruñían, babeaban y les miraban de forma desafiante. Tanto el uno como el otro fueron rápidos a la hora de lanzare sendas dentelladas. Tanto el gran trasgo como el humano no olvidarían fácilmente ese día, pues se acababan de llevar un recuerdo en forma de cicatriz.

Con cara de pocos amigos, el enorme trasgo vió como las fauces del lobo arañaban parte de su antebrazo, dejándole una fea herida que rápidamente comenzó a sangras.

- ¡Maldito saco de pulgas! ¡Toma esto! - Le espetó al cánido, dándole un soberano golpetazo con su enorme martillo de guerra.

El blanco tapiz de nieve que tenía bajo sus pies comenzaba a teñirse de rojo por la sangre de las heridas. Estaba por verse si era más por la pequeña herida de Roht que por la caída del lobo.

Shalt se encontraba rodeado por aquellas tres fieras. Pese a que tenía dos frente a él, decidió atacar al que se encontraba a su espalda. Roht le había golpeado con dureza, con un poco de suerte, podría rematarlo y quitarse de encima a una de aquellas bestias.

Un primer golpe con su espada larga le golpeó en la pierna provocando que su morro tocara contra el suelo. El shaltiano aprovechó el momento para hincar su espada corta en el cráneo del cánido y acabar con su vida. El lobo trató de emitir un aullido, que se quedó en un rumor que se fue apagando hasta que todos los músculos de aquel ser dejaron de luchar por su vida.

- ¡Acabemos con ellos! - Gritó embravecido el guardia de Nav Hidad.

El vigilante, liberado del hostigamiento del lobo gracias a la intervención de Shalt, se movió rápidamente dando un rodeo para situarse a la espalda de otro de los animales. Dicho movimiento captó la atención del cánido, que fue rodeado por Voran y fue en el momento en que se giraba hacia él, cuando el tuerto lanzó un ataque contra éste.

La espada del vigilante impactó contra el lomo del animal abriendo una herida de consideración. Voran satisfecho sonrió, tenían más cerca librarse de aquellos seres casi sin sufrir heridas de gravedad y en su caso, aún ni un solo rasguño.

- ¡Muerde el polvo! - Exclamó y entonces escupió al suelo en señal despectiva.

La sonrisa del rosto de Voran se borró de golpe cuando sintió los afilados colmillos de aquel lobo penetrando en su piel. El lobo acababa de agarrar la mano del arma del vigilante y apretaba con fuerza mientras gruñía y le tiraba su pérfido aliento. El vigilante logró zafarse de la mordida y para cuando volvió a alzar la vista, vio lo que el resto de sus compañeros.

Tres trasgos armados con escudos y espadas cortas surgieron del interior de la cueva alertados por los ladridos, los gritos y el sonido de la batalla. Tardaron un momento en adaptar su mirada a la luz que se filtraba a través de las copas de los árboles y entonces localizaron a los agresores de los que sin duda eran sus lobos. Lo más curioso era que los tres vestían unos curiosos abrigos rojos con capucha con una borla blanca en la punta a juego con los adornos de las mangas y bordes del abrigo.

Uno de ellos dijo algo en su blasfemo idioma antes de que los tres emprendieran una carga contra los invasores de la zona en la que habían acampado junto con sus mascotas. Si es que a aquellos sanguinarios lobos, se les podía considerar animales de compañía.

Viendo que se acercaban otros tres enemigos y que tarde o temprano llegaría el combate cuerpo a cuerpo, Cavatina decidió dejar su ballesta en el suelo, para desenfundar sus fieles espadas, una larga y una corta. Ella era muy eficaz en el combate cuerpo a cuerpo, casi más que a distancia. Pese a todo le gustaba pelear alejada del núcleo de la batalla. No le gustaba que lacerasen su bonita piel azabache, por lo que casi siempre optaba por usar armas a distancia.

Dio un paso lateral y aprovechando que el lobo estaba entretenido con  el shaltiano, atacó por la espalda tratando de hacerlo en uno de los puntos débiles del animal. Escogió una de sus patas traseras, pues diezmando su movimiento, sin duda tendrían mucho ganado. 

El golpe de Cavatina fue terriblemente efectivo. Ella fue la primera sorprendida cuando la pierna del lobo fue cercena por la mitad y salió despedida, cayendo a varios metros y salpicando de rojo el campo cubierto por un manto blanco. Aquel animal acabó en el suelo y tras menearse unos instantes, finalmente dejó de hacerlo para siempre.

El único lobo que todavía quedaba intacto, la había pillado con el joven humano. Una nueva dentellada se cebó con él. Le alcanzó la mano del arma y a punto estuvo de tirarla, no obstante, logró zafarse de la presa y de un tirón recuperó el control de su brazo y mantuvo agarrada su espada.

Uno de los trasgos corrió hasta la posición del enemigo más cercano. En este caso fue Voran. Trató de golpearle con su maza, pero el vigilante esquivó el ataque de forma más que efectiva, al interponer su propia arma entre la maza y su propio cuerpo.

- ¡Guru, Sang Niklas! - Gritó aquel trasgo mientras se lanzaba a la carga contra Voran. Los otros dos pareció que le contestaban algo, pero dudaron un instante antes de poner en práctica lo que el primero les había ordenado.

Viendo que otro trasgo se aproximaba, Roht no lo dudó y decidió aprovechar el flanqueo que le ofrecía Voran para tratar de acabar con el último de los lobos que les atacaban. Al llegar a su altura trató de propinar un tremendo golpe con Última Sombra, sobre el lomo del animal.

Pese a ser de la misma raza, a Martillo Invencible no le caían nada bien los trasgos, y mucho menos después de oír lo que estaban hablando entre ellos¹.

Rápidamente uno de los trasgos se introdujo de nuevo en la cueva. Pese a que sólo Roht había entendido el mensaje que el trasgo que había cargado le acaba de comunicar a los otros dos, era evidente, que éste iba en señal de alarma.

Debían darse a la hora de acabar con aquellos enemigos que permanecían junto a ellos, pues no tenían ni la más remota idea de lo que les podía aguardar en el interior de la cueva. Podían ser unos pocos trasgos más, hasta una horda entera. Aunque lo más probable es que no superaran la decena de trasgos en total, a tenor de que sólo custro lobos hacían guardia en el exterior y a que las dimensiones de la cueva, tampoco parecían demasiado grandes.

Shalt no iba a perder el tiempo. Estaba cansado de aquellos apestosos lobos. Ya había sentido demasiado cerca su aliento y había podido comprobar en su propia carne que sus infecciosos colmillos cortaban su piel como un cuchillo la mantequilla. Ya le bastaban los recuerdos que había obtenido durante aquella batalla.

Trató de ensartarle primero con su espada larga, lo cual logró fácilmente, para luego rematarle con la espada corta. El segundo ataque no tuvo éxito. El lobo se revolvió para seguir luchando un poco más.

Llegó el momento de Voran Tak. Pese a que aquel vigilante estaba ahora enzarzado con aquel trasgo que portaba un sombrero tan extraño, decidió tratar de acabar con el lobo. Si le daba muerte, sería algo menos de lo que preocuparse. El certero golpe de aquel veterano fue directamente al cuello el lobo. No lo cercenó por la mitad, pero poco le faltó. Un lobo menos.

- ¡Muere escoria! - Gritó cuando la sangre del animal salpicó su rostro.

Fue en ese preciso momento, cuando el otro trasgo que quedaba en las inmediaciones cargó contra él. El vigilante casi fue tomado por sorpresa, pero la suerte estuvo de su parte. Vio por el rabillo de su ojo bueno, como el trasgo descargaba un ataque por su espalda con aquel filo mellado. Pudo reaccionar a tiempo para evitar el impacto interponiendo su espada.

No obstante, no tuvo tanta suerte cuando el otro trasgo golpeó con su maza contra su pierna. Dolorido, Voran pensó en dar un paso atrás. Pero él no era un cobarde y mucho menos podía demostrarlo. Aquel cuerpo de guardia de aquel pequeño Nav, debía saber lo que era un Vigilante de los Caminos. Él se lo demostraría.