Partida Rol por web

—¿Guía? ¿Ese?—Niren rio sin ganas—. Tiene fama de ser un tipo peligroso, un matón, un asesino a sueldo. E incluso se rumorea por ahí que trabaja de forma encubierta para las capas blancas. Si es verdad o no, no lo sé. Lo que si sé es que no me da buena espina.

Conforme hablaba su expresión se volvía cada vez más hosca, hasta que se cruzó de brazos sobre la mesa con la misma expresión enfurruñada de alguien a quien acabase de caerle un chaparrón encima justo después de peinarse.

—Hay malas noticias—soltó de golpe—. La puerta de la casa de Tavriss... de mi contacto estaba reventada. Había polvo como si no se hubiera pasado el paño en una semana, estaba todo revuelto y encontramos una silla con cuerdas enrolladas. Aparte de salpicaduras de sangre en el suelo como si hubiesen atado a alguien a ella y le hubiesen dado una paliza.

Metió la mano en el bolsillo para sacar algo y mostrárselo: una escama del tamaño de una uña humana.

—Hombres lagarto—resumió—. La única otra "pista" que encontré fue un documento en el que al parecer le vendió a un tal Dol-an Humdul un paquete de tabaco de Arkarm, aunque la cantidad es bastante excesiva: 700 rublos. Unas 60 coronas bytheñas o 15 monedas de oro para que nos entendamos. Por lo que o es el paquete de tabaco más grande que he visto... o no es tabaco.

Guardó de nuevo la escama. No era como si aquello tuviera que ver necesariamente con Rataxes pero siempre cabía la posibilidad. Aparte, de no hacer nada estaban en las mismas: Sin Tavriss no tenían la información que buscaban de Rataxes o del artefacto. Eso, y que no es que la hiciera sentir precisamente feliz la idea de dejar aquello así y largarse sin más.

Gambrinus había permanecido en silencio. No había que ser un lince para saber que no se trataba de un guía ni mucho menos. Después el magodiano Gambrinus echó un vistazo a la mesa llena de jarras de cerveza y miró a Oripell con gesto de amonestación.

—Haciendo amigos, ¿eh? En fin...—entonces posó su mirada en Sir Haldir— Parece que no hay nadie honesto en toda la ciudad, así que cuanto menos tiempo pasemos aquí, mejor. ¿Crees que podremos comer algo salubre en este lugar Niren? ¿O mejor salimos ya para buscar a Dol-an Humdul?

—¡Eh!—replicó— ¡Sólo intento romper mi maldición! Y lo más importante, ¡cerveza gratis! ¡GRATIS! No parece este un lugar en el que sea fácil conseguir un regalo y no me han dado una jarra, ¡me han dado cuatro! Así que dame un poco de crédito, ¿quieres? Tú sólo tienes una escama de un hombre-lagarto. Está claro que te gano por goleada...

Oripell alzó la ¿cabeza? de forma altanera esquivando la mirada de su amo.

Esta vez Gambrinus no miró a su familiar como si lo fuera a estrangular y se limitó a poner los ojos en blanco. Estaba claro que no era ese un lugar en el que ponerse a discutir con el elemental.

—Vaya, gracias por la parte que me toca—resopló Niren—. Apuesto que de donde vienes hasta el último ciudadano es un dechado de virtudes y cuando mea sale colonia.

Malaken no era la mejor ciudad, pero su hogar también tenía cosas buenas. Aunque por otra parte, se había acostumbrado a juicios de tapa como para ofenderse realmente a aquellas alturas.

—Si tenéis hambre podéis comer, no os voy a sacar a empujones... pero a mí al menos me gustaría ir a indagar a ese Dol-an Humdul en cuanto podamos—confesó esperando la respuesta del resto—. No aprecio nada que se lleven a Tavriss aunque sea un tío raro. Es mi amigo tío raro. Y hace más ameno el negocio.

- ¿Lagartos? - Preguntó Innos sorprendido. - Vi uno una vez cuando era pequeño. Mi familia vivía en las llanuras al oeste de Dique Ursim en el reino de Angluna. ¿Lo conocéis? - Dio un nuevo sorbo a una de las jarras esparcidas sobre la mesa. - Se había estado alimentado de gallinas de las granjas. Los granjeros acabaron por dar con él. Hicieron falta ocho hombres para reducirle. Recuerdo que le rompió la mandíbula al viejo Braunsch. Desde ese día le llamaron Braun el quijada partida. - Soltó una risotada. - No eran muy originales... - Apuró su cerveza. - No hablaba lengua conocida y finalmente fue ajusticiado en la plaza. Son seres fuertes y sigilosos... - Afirmó. - ¡Pedid algo de comer! ¡Niren, se te ve muy flaca! ¡Come algo mujer! Total, Liadrel todavía no ha llegado...

En ese momento el mozo se acercó a la mesa donde se sentaba aquel variopinto grupo de bytheños acompañados de una única malakina. Aunque lo cierto era que Innos se acababa de desvelar como angluno.

- Que... - Dijo con voz gutural aquel hombretón estrábico, de aparente poca inteligencia, pero grande como un armario ropero. - Co... Co... Co... - Gruñó, parecía que empezaba a ponerse nervioso. - ¡Qué quieren comer! - Les gritó con la fuerza de un feroz león.

En ese momento el mesonero, un enano que portaba un parche en el ojo salió corriendo de detrás de la barra y se acercó corriendo hasta donde se hallaba aquel mozo. Abrazándolo de inmediato y pidiendo disculpas a los clientes con la mirada. Entonces el hombretón comenzó a llorar recostado sobre el hombro de aquel enano. Para ello tuvo que doblarse sobre sí mismo quedando en una posición aparentemente muy incómoda.

- ¡Ay, ay, ay! - Sollozaba entre lloros. - ¡Malos, muy malos con Jonsy!

- Ya está, mi amor... - Dijo el enano para sorpresa de todos salvo de Niren.

En ese momento Jonsy comenzó a aporrerarse la cabeza con fuerza con la mano izquierda, mientras en la derecha abrazaba al enano. Durante unos instantes prosiguió autolesionándose, hasta que el mesonero pudo contenerle.

- Ya pasó todo. Ves a tu cubículo y descansa un rato. - Le dijo el enano mientras acariciaba la cabezota calva de aquel semigigante. - Venga ves y duerme un poco, cariño... - Y le dio un beso en la frente.

Jonsy miró al grupo con mala cara unos instantes antes de fruncir el ceño y dedicarles un gruñido. Acto seguido se marchó cojeando del lugar mientras realizaba aspavientos con las manos. No volvió a girarse hacia el grupo y finalmente abrió una trampilla detrás de la barra y se introdujo en ella.

- No está muy bien últimamente... - Confesó el enano algo preocupado. - Cada vez le pasa más a menudo. Ya no sé que hacer con él. - Suspiró angustiado. - Por favor, disculpen las molestias. Les invitamos a una ronda de bebidas. ¿Desean comer?

—¡SI! ¡SI! ¡SI!—Oripell comenzó a bailar moviendo la ¿pelvis? mientras movía los brazos hacia adelante y hacia atrás— ¡CERVEZA GRATIS!

—¡Cállate!

La orden de Gambrinus pareció muy diferente a cualquiera que anteriormente hubiera lanzado al familiar. Aunque pareciera increíble el mago miraba al tabernero discapacitado con ternura.

—Jonsy, ¿verdad?—le preguntó con cariño mientras se acercaba a él—¿Quién ha sido malo contigo Jonsy? ¿Quién te ha hecho daño?

Sir Haldir miró a Gambrinus con extrañeza. Si hubiera conocido el término trastorno de personalidad múltiple, hubiera pensado que le venía como anillo al dedo. De pronto, no sólo había convenido inmediatamente con Niren que debían invertir una valiosa e indefinida cantidad de tiempo en localizar al contacto de la tiefling cuando ni siquiera sabían si tenía realmente información relevante para la misión que les había encomendado la corona de Bythuador. Sino que también se había puesto a simpatizar con el dolor de aquel retrasado. 

Intercambió una mirada inquisitiva con Alois, y le hizo un gesto con el mentón preguntándole por su opinión. ¿Qué debían hacer? No quería dejar colgada a Niren, desde luego, pero ahora estaban inmersos en una misión que estaba por encima de ellos mismos. Si fracasaban moriría mucha más gente que el amigo de la tiefling. 

Gambrinus interrumpió a Jonsy ante de que pudiera cerrar el portón que accedía a la bodega tras la barra. Ante la preocupación del mediano, aquel hombretón no pudo hacer otra cosa que girar su rostro y mirarle aparentemente con uno de sus ojos, pues el otro miraba al infinito, o al menos esa fue la sensación que Gambrinus tuvo. La otra sensación fue que aquel hombre le miraba con cara de pocos amigos.  No parecía haberle gustado para nada que aquel extraño se acercara a el.

- ¡Malo, muy ma... ma... malo! - Dijo y cargó el brazo para darle un topetazo a aquel pequeño ser entrometido.

- ¡No, Jonsy! - Chilló desde la mesa de los clientes conflictivos el posadero. - ¡Ves abajo! ¡Ves y duerme! -  Le ordenó.

El gigantón miró de nuevo con cara de pocos amigos a Gambrinus y poco a poco fue bajando el brazo. No obstante, su incómoda mirada permaneció algunos segundos también muy incómodos sobre el pequeño arcano. Finalmente lanzó un gutural rugido y descendió varios peldaños cerrando la compuerta tras de sí. Gambrinus, algo desconcertado regresó con el grupo.

-  Perdonen por todo... - Suspiró muy preocupado el enano. - No siempre ha sido así... Adopté a Jonsy cuando lo encontré hace cuarenta años en la madriguera de unos condendos trasgos...  Estaba atado, desnutrido, desnudo y en las últimas. Pero lo salvé y lo adopté como hijo mio. - Suspiró ahora melancólico. - Era un chico normal, bien listo y espabilado, pero luego le pasó esto... - Sollozó. A punto estaba de empezar a llorar. - Le he llevado a sacerdotes y curanderos de todo tipo. Al principio mejora, pero luego... ¡Cada vez se pone peor! - Golpeó con el puño sobre la mesa. - Por cierto, soy Brogo. Para lo que necesiten y perdón de nuevo... - Justo después se marchó en a encargar la comanda.

- ¡Vaya historia! - Exclamó Innos demasiado fuerte, hasta el punto que Brogo lo escuchó, pero no dijo nada. - ¿Tienes alguna idea de donde encontrar a ese tal Dol-an Humdul?  - Le preguntó a Nien. - Por otra parte... ¿Dónde está Liadrel? Está tardando demasiado... - Hizo crujir sus nudillos. -  No es propio de ella... - Afirmó.

Sir Alois había permanecido absorto y ojiplático ante los extraños y aleatorios acontecimientos que estaban teniendo lugar a su alrededor. Desde luego no siempre se reunía uno en un bar de rufianes, con un hombre cerveza, una semiinferal, un mediano sospecho de no ser del todo fiel a la corona y un enano risueño del que poco sabía.

Si se sumaba a esa extraña ecuación, un camarero impertinente de casi dos metros de altura y con un severo retraso mental, cuyo padre era un amable enano dueño de un local en medio de una ciudad donde nunca se veían enanos y que de repente Gambrinus parecía tener cor
azón, el resultado era obvio. Sir Alois se había quedado petrificado.

Por suerte no se quedó petrificado de la manera en que uno se queda petrificado ante la mirada de un basilisco, sino petrificado de forma figurada. Sólo un antídoto podía sacar al caballero de su trance y ese no era otro que su fiel amigo Sir Haldir, la única persona en la que confiaba más que sí mismo.

Sir Haldir iba por su enésimo gesto con el mentón, si hice tenido que recurrir a un nuevo gesto este hubiera sido un capón o una colleja, pero por una vez en su vida, Sir Alois tuvo la suerte de su cara y se percató de lo que estaba sucediendo justo a tiempo.

- Si... - Dijo entonces. - Bueno, no... - Se contradijo. - Si a buscarlo y no a dejarla en la estacada, quiero decir. ¿Me explico? - Carraspeó. - No, creo que no... - Hizo una pausa para ordenar sus propias palabras. - Lo que quiero decir es que tampoco tenemos nada mejor... ¿Verdad? Busquemos a ese tipo entonces. ¿Sí?

Sir Haldir observó a Brogo marcharse y, cuando se alejó se dirigió a Gambrinus:

—Podría intentar echarle un vistazo, si se deja —le propuso al mago, ya que tanto parecía importarle el gigante retrasado—. No soy un sanador experto. A decir verdad, la sanación no es mi fuerte. Pero...

Se encogió de hombros justo cuando Sir Alois salió de su ataque de introspección. Asintió.

—Está bien —suspiró, antes de dirigirse en último lugar a Innos—. Podría haberle pasado algo. No te ofendas, Niren, pero esta ciudad es peligrosa para los extranjeros. Deberíamos preguntar por la zona del mercado, a ver si alguien la ha visto. Es donde dijo que estaría. 

Brogo regresó a la mesa donde se sentaba aquel variopinto y extraño grupo de extranjeros. Portaba consigo la comida. Había sido excesivamente rápido. Sin duda aquella comida debía estar preparada desde la mañana y la recalentaban una y otra vez. No obstante, parecía que tenía buen aspecto y olía bastante bien.

- He oído que podrían hacer algo por mi buen Jonsy... - Dijo el mesonero. - Lo he intentado con todo. He ido a sanadores, clérigos y charlatanes... - Puso mala cara. - He pagado mucho oro y aunque en ocasiones ha mejorado... - Sollozó. - Luego vuelve a estar como antes. ¡No hay remedio alguno que valga! ¡Mi Jonsy está maldito y maldito estará!

Justo en ese momento apareció la última miembro de aquel grupo. Liadrel entró por la puerta sulfurada. Estaba sudorosa y con cara de muy malas pulgas. Algo que no era nuevo para el grupo por otra parte. Alzó la cabeza buscando a sus compañeros y cuando los localizó avanzó hasta donde se encontraban.

- Hola... - Dijo de forma seca y se sentó en una silla vacía. Aprovechando que el mesonera estaba allí le miró y abrió la boca para pedirle algo. - Agua fresca. Por favor. Y algo de comer... - Dijo señalando la pitanza que acababan de servirle al resto. 

Brogo alzó una ceja y miró a la elfa. Acto seguido dedicó una mirada al resto de los presentes. Dicha mirada hablaba por si sola. Decía algo así como: "estáis apañados".

- ¡Oye! - Exclamó el enano casi inseparable de aquella malhumorada mujer. - ¿Dónde has estado? ¿Te has pedido o algo? ¡Ya empezaba a preocuparme! - Soltó una risotada. - ¡Casi he pensado que te habían secuestrado! Ya es que no te aguanta nadie que si no... - Tras decir aquello abrió los ojos de par en par y tragó saliva. Demasiada cerveza corría por sus venas y como si fuera presa de un hechizo de zona de verdad, no pudo aguantar aquel comentario.