Partida Rol por web

- Gracias por tu preocupación, Innos... - Respondió ella clavándole la mirada como si cuchillos en su espalda fuera. - Menos mal que no me ha pasado nada, porque de ser así, sin duda tu ayuda no habría valido para evitarlo. - Se apartó el pelo de la cara. - Sí, lo admito. Me perdí. En este condenado lugar las callejuelas serpentean como culebras y no llevan a ningún sitio. ¿Cuando nos vamos? - Preguntó.

Haldir no pudo evitarlo y soltó una carcajada que pronto disimuló con un carraspeo y una tos. El sentido de la orientación de las mujeres era legendariamente nefasto, pero esperaba algo mejor de una exploradora. Se levantó rápidamente de la mesa antes de incurrir en la ira de la elfa. Depositó una mano en el hombro del enano. 

—Ahem. ¿Maldito dices? ¿Estás seguro de eso? —le preguntó a Brogo—. ¿Habéis intentado con un conjuro para eliminar maldiciones?

Niren rió entre dientes.

—Como todas en el fondo—dijo—. Sí, descuida, sé a lo que te refieres. No hay ofensa.

Y entonces llegó Liadrel. Niren se habría reído de la ironía de la exploradora perdida de no ser porque los problemas no dejaban de reproducirse como setas y no quería sumar a ellos los reniegos de la elfa así que se conformó con hacer alguna reflexión absurda para sus adentros. Algo como que la exploradora debía vivir en una ciudad de calles rectas rodeada de bosques rectos con senderos rectos y tenía que visitar ese sitio algún día, estuviera donde estuviera.

Al menos ya había alguien menos a quien buscar. Algo era algo.

—Más o menos, sí—dijo de pronto en cuanto cayó que el enano le había hecho una pregunta.

Había perdido el hilo de lo que estaban hablando sobre el chico de Brogo por culpa de aquello, eran demasiadas conversaciones a la vez, así que decidió esperar al menos a ver en qué quedaba el ofrecimiento de Haldir.

Gambrinus frunció el ceño cuando Jonsy hizo ademán de golpearle pero no hizo nada más.

—Puedes probar—le dijo a Haldir respecto a su ofrecimiento de usar sus dotes sanadoras.

El mediano se dio media vuelta y se mantuvo al margen de las conversaciones, pero atento a ellas. Se habría llevado las manos a la cabeza al escuchar a Liadrel, pero con el temperamento que se gastaba la elfa y el malhumor que tenía en esos momentos lo mejor era quedarse a un lado.

Entonces oyó hablar de maldiciones y su atención se dirigió a la conversación entre Brogo y el Caballero Rubí.

- Podemos internarlo... - Respondió el enano al ofrecimiento de Sir Haldir, aunque en su voz se denotaba resignación. - No pierdo demasiado intentándolo de nuevo. ¿Verdad? - Miró al caballero arqueando una ceja. - ¿Por qué el precio no será abusivo, verdad? - Le preguntó un tanto a la defensiva. - ¿Tendré que trabajar a destajo durante meses para recuperar mi economía? - Añadió con una sonrisa.

- ¿Más o menos sí? - Insistió el enano. - ¿Eso que quiere decir, Niren? ¿Sabes o no sabes donde encontrar a ese tipo? - Preguntó. - El tal Dol-an Humdul... ¿Es un comerciante local? - Quiso profundizar en el tema. - ¿Un tipo conocido? Puede que tenga un negocio con su nombre en la entrada. Si ha comprado tabaco puede que tenga un fumadero o algo así... ¿No creéis?

Sir Haldir regaló a Brogo una sonrisa mientras depositaba la mano en su hombro.

—No te cobraré nada, tanto si funciona como si no —le dijo al enano.

El pergamino que extrajo de un recipiente cilíndrico, de acero bruñido y estanco, era prohibitivamente caro para un humilde posadero. En cambio, sus aventuras le proporcionaban tantos beneficios que podría permitirse hacerle un regalo a ese hombre. Si es que funcionaba, cosa que no tenía demasiado claro. Había oído hablar de enfermedades incurables por la magia convencional. Quizá Jonsy había nacido así, simplemente, y su retraso no era fruto de ninguna maldición o enfermedad que nadie, salvo los mismísimos dioses, podían cambiar.

—Sujeta al chico —le murmuró a Brogo —. No queremos que interrumpa el hechizo mientras lo estoy lanzando.

Dicho esto se acercó a Jonsy con una sonrisa tranquilizadora, pero atento a cualquier movimiento brusco.

—No te preocupes, Jonsy. No te dolerá y te pondrás bien con esto, ¿vale?

Tras asegurarse de que Brogo lo tenía bien sujeto, Sir Haldir desplegó el pergamino y lanzó el conjuro que estaba contenido en él. 

—Aguarda un momento Haldir.

¿Por qué había dicho eso? Lo cierto era que el mago podía lanzar ese mismo conjuro que el caballero rubí sin necesidad de gastar un pergamino. Pero de alguna manera eso no era problema suyo. Una cosa era que alguien se hubiera aprovechado del gigantón retrasado, cosa que para el enano era deleznable y otra ayudar como una hermanita de la caridad. Eso era típico de... Gambrinus, como no. El mediano frunció el ceño.

—No es necesario que gastes ese pergamino, yo mismo puedo lanzar ese sortilegio.

El mediano se acercó con las manos en los bolsillos y gesto grave. No le gustaban esas reacciones en las que parecía perder el control. No era la primera vez que le pasaba y aunque hubo un tiempo en lo que eso era más frecuente, pensó que ya había superado esa fase. Siempre lo relacionó a la época en la que su alma y los recuerdos del dueño original del cuerpo entraban en armonía. ¿Por qué se repetía ahora?

—Ayuda a Brogo, ¿quieres? Esto sólo nos llevará unos minutos—el mediano tomó aire y comenzó a recitar—. Frange vincula, erumpit finitus orestes, haec servitula, liberat condemnabites

Un aura azulada envolvió la figura de Jonsy mientras Gambrinus acababa de recitar aquellas arcanas palabras. El humano trató de revolverse hasta lanzó una dentellada en dirección al mediano, no obstante, en ese momento Brogo le sujetó dándole un abrazo y Sir Haldir le agarró de la cabeza tratando de inmovilizarla. Jonsy hacía mucha fuerza, pero entre el mesonero y el caballero rubí lograron que la sangre no llegara al río. Lo cierto era que la intervención de Haldir y Brogo sirvió para que el conjurador conservara su oreja que era el objetivo de las fauces del desequilibrado al que trataba de sanar.

Tras finalizar el conjuro, pareció que Jonsy se relajaba. Dejó de tratar de zafarse del abrazo de su padre adoptivo y las dentelladas que siguió lanzando al aire y que Sir Haldir pudo esquivar a duras penas, cesaron de pronto. Jonsy parecía estar agotado tras la intensa lucha y no era para menos pues el caballero y el enano habían empezado a sudar por el esfuerzo y sus brazos temblaban por la adrenalina que todavía corría por sus venas.

- ¿Pa... padre? - Dijo el muchacho alzando la mirada y localizando al enano tuerto. - ¿Qué, qué ha pasado? - Dijo aparentemente desconcertado. - ¿Quienes son éstas personas? - Dijo algo alterado mirando uno a uno a los allí presentes como si no los hubiera visto antes.

Brogo asintió con la cabeza al ver la reacción de Jonsy. Era un gesto destinado a los sanadores, un mero agradecimiento silencioso, pues en principio al menos parecía que su hijo en esos momentos, era bastante más consciente de lo que tenía a su alrededor. Cuando Jonsy empezó a hacer preguntas, aparentemente desconcertado, Brogo se acercó a él y se agachó a su lado abraznándole por la cintura.

- Tranquilo, Jonsy... - Dijo el mesonero. - Son amigos. Sólo quieren ayudar... - Le explicó. - Has vuelto a tener una crisis. Sólo es eso...

- He visto ésto antes... - Intervino entonces Sir Alois hablando en susurros para Gambrinus y Sir Haldir. - No creo que vuestras artes le hayan curado. Puede que haya mejorado, pero si como Brogo dice, ya habían tratado de sanarle y siempre acaba volviendo a empeorar... - Negó con la cabeza. - ¿Y si fuera un caso de posesión? - Dejó caer.

Sir Haldir se inclinó hacia Alois y le dedicó un murmullo con un tono que rallaba la incredulidad:

—¿Y tú sabes dirigir un exorcismo? Porque yo no estoy seguro de que pueda... quiero decir... ¿qué hay que hacer, enseñarle un símbolo sagrado o algo?

- Bueno... - Se notaba que Sir Alois estaba dubitativo. - No es que yo sea... - Carraspeó. - No es que yo haya... 

Era la historia de siempre. Sir Alois, el hombre que pudo ser y se quedó en el intento. El héroe que se ganó la fama gracias a los que le  rodeaban más que por sus propias hazañas. Alois es fracasado. Alois el perdedor. Bajó la mirada por un momento y vio las puntas de sus botas. Estaban desgastadas, sucias y embarradas, como su propio dueño. Pero esa misma mañana había decidido que su historial de desméritos y descalabros se había terminado. Alzó la mirada entonces y en sus ojos se pudo observar un nuevo fulgor.

-  ¡Claro que puedo dirigir un exorcismo! -  Exclamó con firmeza. - Es evidente que este hombre sufre algún mal  demoníaco. - Lo examinó de arriba abajo. -  Aunque ahora parece que está bien... 

- ¿Pero que dice usted? -  Preguntó Jonsy muy sorprendido.

Se notaba que aquel hombre estaba muy desconcertado. Era como si de pronto hubiera regresado de un lugar muy lejano sin saber ni como, ni porque y sin saber siquiera que se había ido. Aquello podía concordar perfectamente con lo que Sir Alois había descrito como una posesión, pero también podía tratarse de una enfermedad mental o de una maldición. Posiblemente nuncalo sabrían a ciencia cierta.

-  ¿Padre, quienes son estás personas? - Le preguntó a Brogo. - ¿Qué hacen en la bodega? ¿Po... por qué estamos aquí? -  Definitivamente aquel hombre estaba realmente muy desorientado.

- Tranquilo, hijo... - Le respondió el enano acariciándole la cabeza calva. - Sólo querían ayudar. 

Jonsy posó su cabezota sobre el pecho del mesonero. Parecía realmente agotado, pero la presencia de su padre adoptivo  parecía tranquilizarle por completo.

- Creo que mi niño necesita descansar... - Habló el enano. - Y yo  debo volver a la sala. Están invitados a lo que han consumido hoy. - Dijo con una sonrisa triste el mesonero. - Se que están de paso por Malaken, pero si no les importa regresar antes de su marcha... - Suspiró. - Si lo de hoy no ha funcionado... podríamos probar lo que sugiere el caballero... - Dijo  mirando a Sir Alois.

—Más o menos. Coma. Sí—había respondido Niren e un susurro al enano, enfatizando la existencia de la pausa.

Puede que a él le gustase soltarlo todo a los cuatro vientos pero ella no quería ponerse a hablar de ese tema con más gente de la necesaria delante. Le hizo un gesto de "luego" con la mano para que esperase.

«Hemos pasado de hablar de cervezas a hablar de exorcismos, ¿cómo lo logramos?»

Se cruzó de brazos con gesto ocioso justo cuando Gambrinus terminaba uno de sus hokus pokus que pareció espabilar a Jonsy. Aunque cuando Alois habló se le ocurrieron media docena de chistes sobre "males demoníacos" que viniendo de una tiefling eran absurdamente irónicos, Niren no sabía de exorcismos más que aquella vez que un clérigo borracho se había asustado al verla por la calle y se había puesto a lanzar versículos y gallos por igual mientras blandía una botella de licor de bellota como si fuese agua bendita. Hasta que se le vació y se dio cuenta de la tragedia que ello suponía porque se había olvidado de todo y había salido corriendo al bar más cercano. Al bar, no al templo, ¡al bar!

Aquello la había hecho reirse durante las siguiente hora entera.

A la propuesta de Brogo sobre volver después, se encogió de hombros. Mientras fuera tras terminar sus asuntos le daba igual si Alois quería intentar aquello, nunca sobraba una anécdota nueva que tener para contar y aquella tenía todas las papeletas para ser pintoresca como poco.

—Gracias por la consumición gratis, Brogo—dijo antes de carraspear diplomáticamente—Te dejamos con tus cosas...

Miró a los demás.

—¿Volvemos a lo nuestro?

- Yo estoy de acuerdo... - Dijo Sir Alois. - Es cierto que ahora parece haber mejorado, pero si dentro de unas horas vuelve a empeorar... - Hizo una pausa reflexiva mientras se mesaba la barba. - Podría ser lo que me temo... - Sentenció. - No se preocupe, Brogo. Antes de marcharnos de Malaken, volveremos para recompensar su generosidad de ser necesario, claro... 

Sir Alois miró a un lado y a otro. Lo cierto era que sus palabras habían sonado muy convincentes. Tanto que hasta parecía que era todo un ganador. No estaba acostumbrado a aquello, por lo que no haber metido la pata, le reconfortaba gratamente. Aunque sólo fuera por una vez, le gustaba sentirse útil y admirado, pues en los ojos... o más bien el solitario ojo del enano, sólo se podía ver admiración.

- Será mejor que partamos cuanto antes... - Dijo entonces aquel hombre. 

- Por mi bien... - Reforzó la decisión el enano. - Siempre es bueno marcharse con la panza llena y la cerveza de este lugar es de calidad. Además... - Miró fijamente al mesonero. - El dueño del local, me ha parecido un hombre bueno y agradable. Quisiera poder despedirme de él antes de seguir nuestra ruta... - Observó dándole la mano a Brogo y manteniendo el apretón unos cuantos segundos más de los estipulados por convención social, llegando a ser algo incómoda aquella situación. - Hasta más ver... - Se despidió finalmente devolviendo la mano a su legítimo dueño.

- Lo mismo digo, buena gente. - Respondió el mesonero. - Serán siempre bienvenidos a mi posada. Hasta más ver.

Brogo se agachó junto a Jonsy y le besó en la frente. Fue entonces cuando los primeros invitados empezaron a ponerse en marcha camino de lo que realmente importaba, la misión encomendada por el mismísimo rey de Bythuador, la cual pasaba por empezar a seguir unas exiguas pistas que podían conducirles a un callejón sin salida, a una trama que nada tenía que ver con su objetivo o simplemente a la primera de las pistas del paradero de Rataxes.