Partida Rol por web

Alderic se había quedado solo en un abrir y cerrar de ojos. Nindra y Guideon no habían podido resistir más la pasión que llevaban encerrada en su interior y aunque quien buscaba en un primer momento un agujero oscuro, húmedo y acogedor donde meter su miembro, parecía que encontrar prostitutas en aquella ciudad, no era cosa fácil.

Nindra era muy hermosa. A Alderic no se le había escapado ese detalle. Le hubiera gustado probar sus mieles. ¿A qué hombre no? Era una chica alegre, simpática y bonita, sólo un necio diría lo contrario. ¿Cuál era entonces la razón por la que no se había lanzado a por ella? Lealtad y precaución. Alderic era leal a sus amigos y sabía que Guideon tenía el ojo puesto sobre Nindra. Esa era una de las dos razones. La otra era que Alderic era precavido y sabía lo que quería y lo que no. Quería un polvo para saciar sus instintos. El sexo para él era algo higiénico. Una necesidad de la que además, podía disfrutar. No quería compromiso y sabía que si tenía algo con Nindra, ésta lo podía llegar a malinterpretar.

Estaba todavía debatiendo en su interior qué hacer, cuando se fijó en la bella dama que se sentaba rodeada de guardias que trataban de camuflar sus armaduras bajo capas y pieles, y que también iba acompañada de una fea mestiza. Aunque para gustos colores, claro estaba. Aquel grupo le había despertado su interés desde un principio, aunque nada habían hecho desde entonces que reclamara su atención.

Ahora que sus dos compañeros de viaje se marchaban, aquellas seis extrañas personas también se ponían en pie y tras pagar la cuenta, se dirigieron hacia la puerta. Thaek y Hern seguían hablando con Alderic. Palabras necias sobre bebida, mujeres, prostitutas y comida, acompañadas de risotadas desmesuradas, choque de jarras y tragos de cerveza. Fue cuando el grupo pasó junto a Alderic, cuando pudo escuchar un fragmento de su conversación.

- ...te lo dije. No podemos estar aquí mucho tiempo... - Dijo la mestiza con gesto de preocupación. - Será mejor que prosigamos la marcha. 

Cuando aquella enorme mujer mestiza pasó por su lado, Alderic comprobó que portaba a su espalda una enorme gran hacha. Se trataba de una mujer guerrera. Posiblemente y por las palabras que acababa de dedicarle a la joven de cabellos rubios, su guardaespaldas.

- ¿Estás seguro de lo que dices? - Preguntó uno de los guardias que caminaba al lado de la mestiza. La pregunta se la hizo a otro guardia. 

Se trataba de un hombre calvo y con barba castaña. Parecía de todos, el líder del grupo. Un hombre de porte noble y de una altura considerable.

- No tiene porque ser así... - Intervino otro hombre joven de pelo corto y con unos ensortijados bigotes. - Puede que lo haya visto mal. No tienen porqué estar aquí. - Tomó aire. - Es imposible...

Lucía una armadura ligera bajo las capas de pieles que trataban de ocultarla. Además, portaba un estoque enfundado en la cintura. ¿Un espadachín?

- Os lo aseguro. - Respondió finalmente el joven guardia al que al parecer iban dirigidas las preguntas. - Los vi. Cuando fui afuera a coger aire, bueno... - Tragó saliva. Su voz era melodiosa, casi se podía decir que se trataba de una voz de mujer. Entonces, cuando se volteó hacia un lado pensativa, Alderic vio un abultamiento sobre su busto. En efecto era una chica, aunque llevaba el pelo inusualmente corto. - Bueno, fue solo una sombre pero... 

- ¡Tonterías! - Exclamó entonces el cuarto en discordia. - Te digo to, que no ha visto nada. - Resopló enfadado. - Nos va a hacer perder el tiempo. Con la comida servida, tener que salir de aquí... - Negó con la cabeza enfurruñado. De todos era el único que no hablaba en susurros. - Creo que irnos de Karkaba es un error. Tenemos tiempo suficiente para llegar a... - Miró en todas direcciones y se cayó. 

- ¡Por favor! - Exclamó entonces la joven que parecía ser la protagonista y protegida de aquel grupo. - Se que las expectativas de dormir una noche bajo techo y al calor de una hoguera eran interesantes. Odio éste clima. Odio la nieve, pero nuestro objetivo es... - En ese momento salieron de "La Cueva y la Doncella" y la conversación que estaban manteniendo le fue negada al bueno y curioso de Alderic.

Alderic vio partir a sus compañeros no sin un dejo de fastidio, no tanto por quedarse sin conocer el coño de Nindra como por el hecho de que se había quedado en compañía de los borrachos más habladores del continente y no estaba mucho por el plan. Por cumplir con una especie de protocolo les contó Thaek y a Hern algunas de sus "conquistas" mas raras, como por ejemplo Helga la enana del coño trenzado o Thalita la que tenía tatuadas sus posiciones favoritas. Como fuera tenía que hacer tiempo para poder ir a la taberna de los baños, lo cierto era que no le vendría mal sacarse la mugre antes de la cena y una cama limpia comenzaba a sonar muy bien.

Había acabado la primera cerveza y comenzaba con la segunda cuando una conversación robada llamó su atención, si había algo que entendía era el lenguaje de los perseguidos. No sabía que tipo de perseguidor podía preocupar de esa manera a un grupo que, a ojos vista, resultaría un desafío interesante a una horda de trasgos, pero su curiosidad estaba picada... a parte de que la excusa le venía bien para seguir viendo por un rato a la rubia.

Fingiendo una borrachera que no tenía revolvió su mochila bajo la mesa y tomó el juego de herramientas, la ballesta y el espejito, que fueron a parar a los bolsillos de su capa. Luego se paró y miró fijamente a Hern con ojos vidriosos - Voy a haaacer mas lu.. gar para la cer... veza. Cuiiidame la bolsa. - medio tambaleándose fue hacia la puerta, una vez traspuesto el umbral y en la penumbra del callejón se enderezó y ubicó a su marca. Estaban unos cuantos metros adelante recorriendo el camino con cautela y premura a un tiempo, cuando el que estaba en retaguardia volvió la vista no había nadie en el callejón.

Alderic había utilizado la Capa del Engaño para hacerse invisible por unos segundos, y aprovechando el momento dio un paseo por las sombras que lo dejó exáctamente arriba del grupo en uno de los techos. Escudriñó las inmediaciones para ver el terreno y asumiendo la postura del Paso del Viento comenzó a seguirlos. Con suerte la acústica del callejón le llevaría sus palabras, en caso contrario vigilaría los alrededores buscando gente que los siguiera. No estaba preocupado por sus pertenencias, sabía que las recuperaría cuando volviera y, en caso contrario, tenía suficiente dinero para volver a comprar todo.

Alderic comenzó a seguir al grupo a través de los tejados. Desde su posición no podía escuchar que era lo que decían. Hablaban entre susurros y lo cierto era que lo hacían poco. No obstante, los guardias que rodeaban a la chica, parecían nerviosos y agarraban con firmeza la empuñadura de sus armas aún sin desenfundar. Miraban de lado a lado, como buscando una amenaza invisible, algo que parecían esperar encontrar allí afuera y que podía ser letal para todos ellos.

Alderic también buscaba aquella amenaza, aunque lo cierto era que no tenía ni las más remota idea de que era lo que estaba buscando. Era evidente que se mascaba la tensión en el ambiente y que en cualquier momento se iba a desatar... ¿Un combate? Si, posiblemente, aunque Alderic no tenía ni la más remota idea de quien iba a ser el enemigo.

A decir verdad, las calles estaban bastante solitarias. Ya había empezado a caer la noche. En esa región del mundo y en invierno, las horas en las que reinaba Seyran eran bastante escasas. Todavía no era de noche, pero empezaba a caer el sol y ya podía vislumbrarse con cierta facilidad la silueta de Maahn. Fuera como fuera, de pronto Alderic fue testigo de algo que puso sus sentidos en sobre aviso, más todavía de lo que ya lo estaban.

Al llegar a una plaza, en la que a Alderic se le hizo imposible seguir al grupo a través de los tejados, pues ya no tenía a donde saltar, fue consciente de como un grupo de no menos de ocho individuos, todos ellos ocultos bajo capas con capucha de color granate, se acercaban desde todos los callejones posibles en parejas de dos y parecía que iban a confluir en el centro de la plaza, donde ahora se encontraba el grupo que protegía a la chica rubia.

- Volvemos a encontrarnos... - Dijo entonces una de aquellas personas.

Se trataba de una mujer que pertenecía a aquel grupo de extraños encapuchados. Alderic pudo verle el rostro desde lo alto del edificio donde se encontraba. Era una mujer muy bella, de fina piel blanca y de cabellos oscuros. Portaba algo entre las manos, algo que Alderic no podía distinguir bien desde su posición, pero que relucía con el reflejo del sol. Posiblemente se trataba de un arma.

- Sabes que es lo que queremos de ti, Dalla. - Estás rodeada. - Deja que tus hombres vivan...

Alderic había estado siguiendo al grupo lo suficiente como para saber de que pierna cojeaban, por empezar no miraban mas que hacia los costados lo cual le decía que o bien aquellos a los que temían no usaban los techos habitualmente, o ellos mismos eran unos capullos que no consideraban un ataque desde lo alto. Como fuera eso le convenía sobremanera, ya que le permitía seguirlos y vigilar el entorno sin ser visto.

Finalmente, en la hora en que sus dos maestros competían por el cielo, la trampa se cerró sobre los cautos pero poco afortunados viajeros. Alderic sonrió, era su hora, la penumbra del atardecer alargaba las sombras y ellas eran sus aliadas. Por la voz ubicó a la lider de los perseguidores, si bien su posición le permitía verle la cara, lamentablemente estaba estratégicamente del lado opuesto donde la necesitaba. No importaba, su maestro le había enseñado más de un truco para posicionarse sobre sus marcas. A un gesto de su mano las sombras circundantes se espesaron bajo sus pies y lo envolvieron en un torbellino que se redujo hasta desaparecer.

Un momento más tarde la misma nube de sombras se materializó sa 30 pies sobre la cabeza de la lider, y Alderic caía sobre ella intentando derribarla con el golpe y rogando que no fuera demasiado frágil.

Alderic puso en práctica su plan. Todo salió bien salvo una cosa. Una vez estuvo sobre la mujer que parecía mandar sobre el grupo de asaltantes encapuchados, calculó mal su trayectoria y cayó justo a su lado y no sobre ella. Al menos no se hizo daño por la caída, lo cual era de agradecer.

Lo que si que causó fue cierto asombro. Nadie sabía quien era él y mucho menos que era lo que pintaba en aquel lugar, en medio de aquella riña que muy posiblemente se iba a convertir en un cruce de filos y en derramamiento de sangre. 

- ¿Y tú quien eres? - Preguntó la mujer encapuchada que ya había desenvainado un estoque y un cuchillo curvo y que acababa de clavar su mirada sobre él.

Nada más caer adoptó la Postura del Asesino, una postura en apariencia inocua pero que permitía que las sombras le mostrasen los puntos débiles de sus oponentes. Sabía que tenía sólo una oportunidad de quitarse a uno de sus oponentes de encima y por lo tanto aprovechó el ligero instante de sorpresa para desenvainar y atacar al del escudo mientras respondía - Vengo a igualar los números en una pelea despareja - quizá fue el sonido del arma al dejar la vaina, quizá se había apresurado al evaluar el nivel de distracción de su oponente. Como fuera supo aún antes de que hiciera impacto que el escudo recibiría la estocada.

El combate se desató en instantes. De lo primero de lo que el bueno de Alderic fue testigo, fue de como uno de aquellos asaltantes, asesinos o meros encapuchados hacia era cargar contra la pobre e indefensa, además de preciosa joven de cabello rubio. Portaba una resplandeciente espada a dos manos, así como hacía el resto de aquella tropa de capas de color granate. Dejaba claro desde el primer momento que el objetivo de aquella banda era acabar con aquella mujer.

Pese a que la guardaespaldas mestiza y también el guardia calvo, quien parecía el líder de su guardia, trataron de oponerse a aquel desalmado, fueron demasiado lentos. Alderic fue testigo de como descargaba un fuerte espadazo sobre la joven. Un tajó perpendicular a su abdomen, abrió su carne en una fea herida que salpicó de sangre la plaza. La muchacha, presa del shock y el horror que le provocó aquella herida, cayó al suelo como muerta.

A partir de ese entonces, Alderic tuvo que centrarse en no morir. La mujer encapuchada y su aliado se centraron en él y empezaron a lanzar espadazos, estocazos y dagazos por doquier. Por suerte, aunque su plan y su ataque habían sido un fallo terrible, sus enemigos también fallaron sus ataques. Si algo tenía Alderic, era capacidad para esquivar los golpes de los enemigos.

El resto de combatientes, prosiguió con el intercambio de golpes. Ruidos metálicos, gritos de dolor, indicaciones entre compañeros para ganar ventaja táctica y pisadas resonaron por toda la zona. Raro sería si una patrulla no se acercaba pronto al lugar para comprobar lo que estaba sucediendo. Llegaron las primeras heridas por ambos lados y entonces también llegó el primer caído del bando de las capas granates. El combate estaba igualado y sobre todo porque Alderic había barrido a dos de los asesinos hacia él.

Alderic maldijo su suerte, no sólo su ataque había sido bloqueado sino que la mujer a la que había tratado de defender yacía en un charco de sangre. Claro estaba que ahora tenía un problema más urgente, los que podrían haber sido sus víctimas tenían dientes y los iban a usar.

El joven estaba entrenado principalmente para golpear y huir, y ese había sido su plan inicial, sin embargo como bien había remarcado su maestro mientras le arrojaba flechas en el entrenamiento para hir había que evitar los golpes. A pesar de estar en desventaja vió venir el golpe del estoque y sólo tuvo que desviar el cuerpo ligeramente para dejarlo pasar, al cuchillo apenas le dió importancia sabiendo que no se acercaría a su blanco. Un pequeño desplazamiento de sus pies lo apartó del camino del torpe arco de la espada, y cuando volvió a afirmarse le dedicó una sonrisa de lobo a sus compañeros de danza.

- Os quemais - dijo, y un torbellino de fuego apareció a las espaldas de sus atacantes, amenazando con quemar sus ropas y distrayéndolos brevemente. Una ventana que Alderic sabía bien como aprovechar.

Se concentró en la mas peligrosa de sus oponentes, sus dos armas habían fallado pero sabía perfectamente que podía derrotarlo. Las sombras hicieron su trabajo y le mostraron el camino hacia los puntos vitales de su presa, las sombras embutieron su arma en una funda de dolor. La estocada partió certera hacia su blanco, pudo sentir como la punta penetraba entre los huesos y viajaba hacia su destino, y un orbe de oscuridad se instaló sobre la testa de su enemiga.

Su segunda espada había sido desenvainada mientras removía la hoja de su vaina de hueso y carne, con ambas en las manos dedicó una mirada salvaje al de la espada y el escudo.

La mujer encapuchada había recibido una herida terrible. Dio un paso atrás atenazada por el dolor. Se llevó la mano al corte y observó que sangraba abundantemente. Tragó saliva y dudó un instante si seguir en el combate. Finalmente lo tuvo claro. Seguir luchado contra aquel inesperado adversario solo podía traerle la muerte. Por ello se retiró del combate en dirección a un callejón en dirección norte.

- ¡Te arrepentirás de lo que has hecho! - Le gritó mientras se alejaba del lugar. - ¡Matadlos, matadlos a todos! - Ordenó antes de perderse de vista.

El combate prosiguió sin necesidad de que la mujer que parecía liderar a aquella banda de encapuchados estuviera presente. El cruce de filos fue constante, los gritos de dolor con cada estocada recurrentes. Otro de los asaltantes cayó bajo el filo de la mestiza. Estaba liberando la zona en la que aquella pobre muchacha se encontraba.

Aquello fue enseguida aprovechado por la chica que pertenecía a su guardia. Aquella muchacha de pelo corto agarró a su protegida por debajo de las axilas y tiró de ella para sacarla del combate. Sus compañeros estaban sirviendo bien de parapeto y ella trataría de salvarle la vida a la joven rubia. Se situó sobre esta y trató de taponar la herida, pero la sangre seguía saliendo a borbotones. Era muy difícil sin tener el instrumental necesario o magia curativa.

Mientras tanto el joven de los bigotes enrollados recibió un certero tajo en el cuello. El muchacho dejó caer su arma llevándose la mano al cuello. Se arrodilló frente a la joven que estaba tratando de estabilizar a la rubia y le miró a los ojos con horror. Instantes después cayó de boca contra los adoquines. Muerto. Nada se podía hacer por él.

Ver como la gente moría a su alrededor le despistó por un momento del combate. Los gritos de horror y muerte eran aterradores incluso para alguien acostumbrado a la muerte. Eso bastó para que el bastardo que se había quedado a su lado encontrara el resquicio suficiente como para traspasar su defensa. Alderic notó como la punta de la espada de aquel tipo, traspasaba su armadura, por suerte la herida era bastante superficial.

- ¡Te mataré, payaso! - Le gritó aquel tipo al bueno de Alderic. - ¡No te habíamos visto! ¡Eres bueno, pero morirás igual!

Aquel encapuchado no era umnio, aunque hablaba umnio. Su acento era algo diferente. Más sureño. Fue lo único que sacó en claro Alderic de sus palabras. Eso y que se trataba de un jodido fanfarrón que iba a morir muy pronto.