Partida Rol por web

Alderic miró extrañado a ese enano. Frunció el ceño y acto seguido miró de nuevo a Thwain. Era cierto que estaba muy quieto. Quizás demasiado quieto como para estar vivo. ¿Cómo no podía haberse dado cuenta antes de que se equivocaba de enano?

- Nuestro capitán Thwain Manovieja, ha caído Alderic. - Intervino el otro superviviente. - Ha muerto. Por eso no le va a responder, al menos no en esa vida. - Miró a su compañero enano con gesto de incredulidad. - ¿Pero cómo puede ser que no lo vea? - Le susurró.

El otro enano se encogió de hombros atónito. Fue a responderle, pero entonces intervino de nuevo Alderic.

- Si... ha muerto. - Determinó. - Que Brokk, Manverû, Brogar y los otros dioses enanos le acojan en su seno. - Pronunció el asesino. Entonces miró a los dos enanos. - Sólo estaba comprobando si vosotros os habíais percatado... - Dijo tratando de escusar su fallo inexcusable. 

Y regresando al universo paralelo del cual se está narrando aquí su desarrollo...

- Mi rango es el de caballero. - Respondió entonces Eddrick. - No pertenezco al ejército, sino que he sido enviado al frente para proteger al Imperio de sus enemigos. - Dicho aquello se detuvo unos instantes a reflexionar. - Huían por sus vidas. Estaban aterrados y les comprendo. Eso no quita que hayan desobedecido las órdenes de un caballero y hayan desertado dejando a sus compañeros en la estacada. - Tomó aire. - No merecen la muerte, pero si un castigo y serán juzgados por un comité de guerra.

- No podemos hacer...nos. - El enano que trataba de responder se llevó la mano al estómago. 

Entonces empezó a toser y con cada tos un enorme coágulo de sangre salió de su boca manchando su armadura, sus ropas y el suelo. Aquel guerrero enano parecía estar en las últimas. Sin duda había sido herido de gravedad, pero aún así trataba de conservar su dignidad, aunque le costaba mantenerse en pie y debía apoyarse en su escudo para no desplomarse sobre el suelo.

- No tene... - Empezó a toser de nuevo con mayor virulencia y entonces miró al otro enano pidiéndole ayuda con lo que tenía que decir.

- Lo que pretendemos decir es que, no podemos hacernos cargo de una decena de soldados. - Confesó el segundo enano. - Tan solo somos dos y ellos, aún desarmados son muchos. Han presentado su rendición y conozco a la familia Bras. Él es uno de los hijos del señor. - Miró entonces a Guideon y a Alderic. - De él si podríamos hacernos cargo de su custodia. Podría ser una buena moneda de cambio, no obstante, no sería justo ejecutar al resto y si les dejamos marchar, puede que den con nuestro rastro antes de que lleguemos ante el magistrado. - Se mesó la barba. - La decisión queda en vuestras manos...

- La guerra entre Ultar y Umnia es posible. - Respondió entonces el caballero. - Muy posible de hecho. Existen tributos de guerra no satisfechos y tampoco, ahora que estamos en guerra contra Taerghodar, han devuelto la ayuda militar que nosotros les dimos contra el que ahora es nuestro enemigo. - Confesó. - No se mucho más. No soy un político y de noble tan solo tengo el apellido y los valores que me inculcó mi familia. No temo a la muerte. Podéis cobraros mi vida por la de mis hombres si así lo creéis oportuno, pero os imploro que les dejéis regresar a sus casas y que puedan conservar sus estandartes. - Tras una pequeña pausa. - Y me parece bien que los desertores caven las tumbas de los caídos. Pero nosotros les ayudaremos... - Dijo refiriéndose a si mismo. - Enterraremos a enanos y humanos en esta misma tierra, que es tanto suya como nuestra, si es que a todos los presentes les parece oportuno...

Aquel enano parecía conforme en cuanto a aquella medida. De no enterrar los cuerpos de los caídos y dejarlos allí abandonados, sin duda alguna acabarían siendo pasto de las alimañas. Enterrarlos junto a sus enemigos, no era algo del todo del agrado de aquel guerrero taerghodiano, pero no parecía que fuera a oponerse.

- No tengo demasiado inconveniente en ello. - Afirmó uno de los enanos. - Ya es más de lo que a priori pensaba que recibirían mis hermanos caídos. Los enanos deben reposar bajo la tierra que les vio nacer...

- No me gustaría que mis hermanos reposaran junto a ese... - Señaló el cadáver de Derrick Drain. - Conozco ese rostro y ya lo conocía de antes. Ha matado a muchos de los nuestros. - Afirmó con rotundidad. - No creo que haga justicia que repose en paz junto a camaradas enanos. Los otros cuerpos... - Escupió al suelo. - ...me da más igual...

- Quemaremos el cuerpo de Drain. - Intervino entonces el caballero de Terhes. - Si no tienen inconveniente. - Dijo entonces mirando a todos los presentes. - Es un templario de Seyran. Su credo dice que una vez muerto, sus restos deben ser quemados en una pira. Puede que fuera el azote de tu pueblo... - Le dijo entonces al enano. - ...pero era un hombre justo. La guerra nos ha separado a todos, pero estoy convencido de que de no haber banderas de por medio, todos defenderíamos los mismos ideales y Drain también lo hubiera hecho...

Desde que todo había terminado, la maga se había mantenido alejada de todo, porque a medida que el calor del combate se enfriaba, sus pensamientos volvían a hilarse uno tras otro. Empezaba a tomar conciencia de muchas cosas, cosas que no le gustaban, cosas desagradables; la sensación de estar donde no debía, la de haber entrado en un juego del que no conocía las reglas, la de perder parte del control, la de estar en medio de algo que ni le iba ni le venía. A eso se sumaba una revelación inquietante, la de su compañero Alderic, su letalidad. Es como si hasta ese momento no se hubiese dado cuenta de lo verdaderamente peligroso que era. Y Guideon, ¿también era peligroso? No era justo pensar así, bastó ese momento de duda para que Nindra estallara.

Se plantó delante de los prisioneros con los puños sobre las caderas.

-Solo sabéis hablar de guerra, de cumplir órdenes y de cobraros las vidas de otros mientras los gobernantes apoltronados en sus sillas hacen y deshacen a su antojo. Habláis de ofensas y pagos y ninguno se sienta a hablar para no tener que mandar a personas como vosotros a la muerte. La vida es algo demasiado valioso para ir sacrificándola por ahí frente al primero que se cruce por vuestro camino. Vuestros gobernantes os envían a luchar y obedecéis sin dudar, sin cuestionar si se equivocan o se pueden hacer mejor las cosas. Ellos no piensan que hay gente esperando en vuestras casas. Morís con honor, ¿de qué mierda os sirve el honor cuando ya estáis muertos? Tendrán padres, hermanos, esposas... hijas -dijo, pensando en ella misma, en un orfanato, sin nadie que la quisiera. Señaló con un dedo los fallecidos. Fallecidos que ella había dejado en bandeja para los demás. Ella no era una guerrera, su magia no servía para matar, pero había matado tanto como los demás aunque no tuviera las manos manchadas de sangre-. La guerra es lo más estúpido que he visto jamás, no sirve para nada, solo sirve para que los reyes y emperadores pongan a sus siervos a jugar sobre el tablero. Es... no tengo palabras para describir lo absurdo que me parece todo lo que estáis diciendo. 

Se dio la vuelta y se marchó en dirección a donde Thyga debía estar todavía escondida, alejándose con fuertes pisotones y lanzando bufidos.

Alderic escuchó las respuestas de todos, y levantó una ceja ante el estalido de Nindra. Miró a Guideon y negó con la cabeza, lo necesitaba allí y no educando a Nindra con respecto a la vida fuera de la torre. Ya tendrían tiempo de hablar los tres al respecto, cuando los tortolitos no estuvieran follando. 

Se acercó a Bras - Ya me habéis dado vuestra palabra de que no nos perseguiréis y me inclino a creeros, sin embargo necesito que vuestros hombres también prometan no seguirnos. También quiero estar seguro de que no matareis a los enanos ni impediréis que vuelvan a sus hogares. - Miro entonces a todos los presentes. - Hay muchas formas en las que puedo joderos la vida si no me asegurais que ambos bandos respetareis la vida de vuestros enemigos  y que no nos seguireis. Puedo llevarme todas las monturas y dejaros a pie en las montañas, puedo dejaros sin provisiones, puedo dejar que los enanos marchen primero y dejar que traigan más compañeros. Vuestras vidas, vuestra decisión ¿Que será?.

Los fue mirando uno a uno a los ojos y escuchando sus promesas. Cuando todos terminaron se acercó a Guideon - Es posible que algunos me hayais mentido a mi, pero no podreis mentirle a él. Todos tuyos Guideon, confiésalos y que Saule te revele sus corazones. - No era la primera vez que hacían esta pantomima, pero si la primera con tantos confesados

Nadie siguió los pasos de Nindra. Alderic bufó ante una nueva rabieta de Nindra. Sólo esperaba que Guideon no saliera de nuevo tras la pelirroja como el perro faldero que empezaba a considerarle. Era bien cierto el dicho que decía: "dos tetas tiran más que dos carretas", y aunque las de Nindra no eran demasiado grandes, al menos para el gusto de aquel hombre, había que reconocer que se trataba de una mujer muy atractiva y más cuando Karkaba no le había logrado proporcionar las meretries que Alderic había necesitado. Eso provocaba que estuviera de muy mal humor. Más del acostumbrado.

Fuera como fuera, Guideon se quedó junto a sus compañeros. Era un momento importante que podía decidir sus futuros más próximos y una mala decisión podía acabar siendo letal para todos ellos. Ya hablaría más tarde con Nindra y lo otro, si se dejaba, también. Una vez la joven arcana llegó hasta la cuerda, trepó por la misma y desapareció de la vista de todos en un abrir y cerrar de ojos.

Los soldados fueron asintiendo a las peguntas de Alderic y confirmando uno a uno los puntos del acuerdo. Parecía que con tal de vivir, iban a respetar cualquier condición que se les impusiera. Entonces habló el caballero en nombre de todos.

- Habló por mi, cuando digo que todo lo que os he dicho es cierto. - Declaró el caballero. - Y creo que también puedo hablar por mis hombres, que son leales a mi y no me dejarán en mal lugar. - Afirmó con rotundidad y miró a los soldados que allí permanecían atados. La mayoría de ellos asintieron levemente con la cabeza, otros simplemente no se pronunciaron en voz alta. - Si cree que Guideon puede discernir las mentiras, que lo haga. No hallará mentira alguna en mis palabras. - Y se quedó mirando firmemente al saulita.

Cuando Nindra accedió al espacio dimensional del truco de la cuerda, localizó a Thyga en un rincón, sentada mientras se agarraba las piernas con un brazo y se mordía las uñas de la otra mano. En un principio no se percató de la presencia de la arcana, pero segundos después, sobresaltada, se puso en pie de un respingo y corrió hacia Nindra abrazándola.

- ¡Nindra! - Exclamó. - ¿Qué ha pasado, cuéntame? ¿Y el resto? - La Infanta estaba a punto de romper a llorar. Estaba evidentemente muy nerviosa y casi no podía controlar sus propias emociones. - ¡Esta incertidumbre me está matando! - Le confesó a la pelirroja.

Guideon no había estado del todo de acuerdo con las palabras que había pronunciado Nindra. Era una perspectiva que le resultaba algo ingenua, propia de alguien que había estado encerrado en su torre toda una vida, alejada de la política, del pueblo y de sus gobernantes. A decir verdad, él pensaba que la guerra era el estado natural de una nación, que persiguiendo sus intereses chocaba con los de una nación vecina. Históricamente la paz había una excepción, que sólo había funcionado cuando la gente trabajaba realmente duro para conseguirla y mantenerla. 

No hizo nada por evitar que se fuera, a diferencia de lo que se temía Alderic. No hubo discusiones ni sexo en mitad de un grupo numeroso de potenciales enemigos. Simplemente, la siguió con la mirada mientras se iba y devolvió su atención a lo que estaba diciendo el caballero y los enanos.

—Soy un Inquisidor, Bras —reveló Guideon abarcando con la mirada a todos los presentes—. Sabré si intentáis mentirme. Sabré si intentáis resistir mi hechizo. Y si cualquiera de las dos cosas ocurren, tendréis que discutirlo con Alderic. 

Dejó un momento para que recapacitaran sobre el asunto antes de elevar una plegaria a Saule.

—¡Oh anillo circundado de luz! ¡Muestra con tu luz las mentiras!

La maga aceptó el abrazo de la princesa y la tranquilizó. Se sentaron en el suelo, la una frente a la otra, y Nindra le relató lo sucedido. Le explicó que los Umnios habían capturado a dos supervivientes enanos y que entre la caballería había templarios de Seyran, uno de los cuales estaba empeñado en matar a Guideon. Nindra había acabado con su vida de una forma horrible, por el momento mantuvo bloqueado aquel recuerdo, ya asimiliaría después lo que había hecho.

-La guerra es un asunto muy desagradable -le dijo-. Ahora más que nunca debemos llevarte a Umnia. Sin embargo, quiero que seas sincera, Thyga, ¿realmente deseas hacerlo? ¿Deseas ir a Umnia a casarte?

- ¿Pero todos están bien? - Preguntó Thyga. - ¿Lurzca y Murron están bien? ¿De verdad? 

Nindra asintió y la Infanta se lanzó a los brazos de ésta. Fue entonces cuando la joven ultariana empezó a llorar. El abrazo entre las dos mujeres duró unos cuantos minutos, en los que el hombro de la pelirroja sirvió como pañuelo y una leves palamditas en la espalda de Thyga, como consuelo.

- No... - Respondió entonces la Infanta a la pregunta de Nindra. Fue una negación que tomó completamente desprevenida a la arcana. Ya casi no recordaba haberle preguntado nada, pero era evidente que la Infanta se había guardado la respuesta hasta estar más tranquila y poder responder. - ¿Tú querrías casarte con un desconocido? Yo desde luego no, aunque asumo que es mi deber. Me he preparado toda la vida para ello. Sólo espero que no sea muy viejo y que podamos entendernos...

Las preguntas que de nuevo formuló Guideon iban encaminadas en la misma dirección. Preguntó si de abandonar allí a humanos y a enanos, unos y otros iban a tratar de matarse entre si, y también preguntó por lo que realmente les interesaba. De perdonarles la vida, si iban a perseguirles o a acusarles una vez regresaran a Terhes. La respuesta de todos los soldados y de los enanos fue unánime. Si les dejaban con vida, no harían nada en contra de ellos y todos regresarían a su lugar de procedencia sin más. No obstante, quedaba únicamente uno de los soldados por responder, ese era el caballero Sir Eddrick Bras.

- Dejaremos que los enanos regresen a sus tierras y nosotros regresaremos a Terhes. - Respondió al fin. - Doy mi palabra de caballero de que no saldrá de mi boca palabra alguna acerca de vosotros, ni os perseguiremos, ni os denunciaremos. - Hizo una breve pausa. - Por lo que a mi respecta, podemos decir que Derrick cayó en el combate con una patrulla enana y que le dimos la justa venganza acabando con la amenaza posteriormente. Aunque para ello, debéis dejar que conservemos nuestras armas y nuestros estandartes.

Guideon asintió en dirección a Alderic, para confirmarle que habían dicho la verdad, pero enarcó una ceja ante la última frase de Eddrick Brass.

—¡Vae victis! No estáis en situación de poner condiciones, caballero —le dijo atravesándole con la mirada—. Se os perdonará la vida, se os permitirá conservar vuestros estandartes y vuestras armas pero bajo nuestros términos, no los que vos marquéis. Para empezar nos llevaremos todos los caballos y vuestras armas, que esconderemos a un par de horas de caminata en dirección a Terhes. Marcaremos su posición con un pañuelo rojo, pero tendréis que buscarlas. 

Se encogió de hombros.

—Espero que entendáis que del mismo modo que vos veláis por la vida de vuestros hombres, yo tengo que cuidar por la seguridad de mi gente. No os deseo ningún mal, pero no puedo arriesgarme a que cambiéis de opinión y nos ataquéis —dijo, y como si hubiera sido su última palabra echó a andar hacia el cuerpo de Drain. Miró a su amigo por si tenía algo que añadir a sus condiciones—. ¿Alderic?

Guideon se arrodilló junto al capitán templario y buscó en su cadáver cualquier cosa que pudiera revelar sus planes o serles de utilidad.

Alderic negó con la cabeza, su amigo había dejado en claro las condiciones de la entrega de las armas y los caballos. - Tu, - señaló a Murron - Ve a reunir a los caballos y prepáralos para trasladarlos en grupo, elige los seis mejores para nosotros y a los más fuertes para llevar carga. El resto en reata y preparados para ser atados a algún árbol una vez estemos lo suficientemente lejos. Enviaré a Esmeralda a que te de una mano. 

Tu - señaló a Lurzca - recoge todas las armas y déjalas en una pila cerca de los caballos, las llevaremos y las esconderemos más adelante, déjales las herramientas que necesiten para cavar las tumbas y madera para la pira. Yo iré a esconder los estandartes y luego te ayudaré con la tarea.

Miró a Bras y señaló el cuerpo del Templario - Si quereis hacerle honores, encended la hoguera al amanecer, soy seguidor de Seyran y en mis tierras es la forma adecuada de entregar un alma al dios solar. Probablemente os retrase la partida de este lugar pero es vuestra decisión. Cuando partamos os soltaré personalmente y podréis liberar a vuestros hombres, vuestros estandartes estarán en aquella dirección. - dijo señalando hacia el área general del bolsillo. 

Buscó los estandartes y con ellos bajo el brazo se acercó a la mestiza, se acercó a ella y le susurró al oido - Asegurate de que mantengan la cabeza baja hasta que Esmeralda llegue a donde está Murron, no quiero que vean donde está el escondite ni que la vean de cerca. Sin nombres entre tu y Murron por favor. - Luego se encaminó hacia el truco de la soga, y esperó a que Lurzca les hiciera bajar la cabeza a los prisioneros para subir la colina y hacer los últimos metros