Partida Rol por web

Epílogo 1. Antes de partir del campo de batalla.

Alderic había agradecido el gesto de sus compañeros al quedarse mientras enterraba la última parte buena de su pasado. Tras remover de los cuerpos de los caidos todo objeto de valor que pareciera identificable cavó una fosa no muy profunda bajo un árbol, de forma que las raíces quedaran expuestas. Le hubiera gustado tener tiempo de preparar su cuerpo adecuadamente, pero lo cierto era que estaban con el tiempo contado y si bien no creía que vendrían refuerzos no podía jugarse a que lo hicieran.  Esperaba que sus compañeros se encargaran de recuperar el dinero y los objetos mágicos, cierto era que les pagarían por el trabajo, pero un aventurero debía ser capaz de financiar sus aventuras.

Acomodó el cuerpo de Tasha en la tumba y se aseguró de que la cabeza quedara sobre sus hombros, cruzó sus brazos sobre el pecho y apoyó sus armas a su costado. Buscó en su morral un paquete atado en una tela basta y del mismo sacó un diario encuadernado en cuero viejo y ajado. Era la primera vez que alguien veía e objeto, incluso Guideon, sin embargo el paquete mostraba señales de haber sido abierto recientemente. De dentro del diario sacó una flor seca, aplastada entre las páginas del mismo, tanto que su especie ya no era reconocible. Con cuidado desprendió dos pétalos y cubrió los ojos de Tasha, y luego puso la flor entre sus manos. 

- Adiós amor mío, que esta vez encuentres la paz que te mereces, descansa. - susurró mientras un par de lágrimas resbalaban por sus mejillas y caían sobre el cuerpo de Tasha. Luego cubrió el cuerpo con la tierra removida y con piedras traídas del río, no dejaría que las alimañas mutilaran su cuerpo aún más de lo que estaba. Una vez terminado talló su nombre y la fecha en el tronco del árbol y se paró.- Guideon, no se si ella seguía a algún dios y el aspecto que conozco de Maahn no me parece adecuado para pedirle que la guíe, si pudieras pedirle al tuyo que lo haga te lo agradeceré. - Guideon asintió y dedicó una plegaria a Saule por el alma de Tasha, y tras la corta ceremonia partieron.

Lo que el muchacho había contado tenía sentido, había comerciantes capaces de cualquier cosa con tal de obtener ganancias, y según Alderic el hecho de que fuera consejero del Rey lo hacía aun más propenso a la falta de escrúpulos.

Lo que contó de Mediocrus lo ponía en liga con el tal Leclerc. - Supongo que tu padre deberá conseguir un consejero nuevo. - Le dijo a Thyga - Si necesita alguien que rastree a Mierdonius y le de caza, puede que lo haga como favor personal, es hora de acabar con tus miedos Nindra.

Epílogo 1. Antes de partir del campo de batalla.

Guideon había asentido a la petición de Alderic, había depositado una mano en su hombro para confortarlo y se había puesto a hacer los preparativos. A Guideon no dejaba de resultarle irónico aunque completamente comprensible que los no creyentes como Alderic buscaran el refugio de la religión en la inmensidad de la muerte de un ser querido.

—Saule, tú eres equilibrio entre Seyran y Maahn —había empezado el sacerdote—, permite que esta sierva descarriada de Maahn vuelva a encontrar el camino abandonado. Acompaña su alma al más allá, y permite que descanse en paz.

Tras las palabras dedicadas a la memoria de la asesina, Guideon recitó los versos sagrados del rito funerario de Seyran. Al fin y al cabo, era los que más conocía.

Epílogo 2. La parte final del viaje.

Durante el camino hacia la capital del denostado Imperio Umnio, interrogaron al joven al que habían perdonado la vida. No parecía un mal chico, aunque se había alineado con gente terrible y su castigo, el castigo que recibiría por parte de las autoridades una vez fuera entregado ante ellas en Umnia, sería casi con toda seguridad, la horca. No obstante, tendría la oportunidad de confesar ante un sacerdote, arrepentirse de sus pecados y de ser bendecido antes de su muerte.

El chico dijo llamarse Andreas...

- Fue captado por los Encarnados de la Sierpe hace siete y ocho meses... - Comenzó a contar su historia. - Ella me reclutó. - Dijo refiriéndose a la encapuchada que había dirigido el ataque, primero en las calles de Karkaba y ahora en el camino a Umnia. - Elsabeth la llamaba Serafin. - Confesó. - Serafin es... era el clérigo que... - Se encogió de hombros. - Que ella... - Miró a Lurzca. - ...partió por la mitad. No se mucho de la misión, solo que un comerciante afín a la corte de Ultar, nos había contratado para acabar con la Infanta. Un importante contrato de venta de armas estaba a punto de cerrarse, pero no se cerraría si se evitaba la guerra y...

- ¿Un comerciante de armas? - Preguntó entonces Thyga. - ¿Sabes su nombre? - Le preguntó. Si era una persona afín a la corte, ella por fuerza tenía que conocerlo. - ¿No se llamaría por una casualidad, Oskar Le...

- ¡Lecrerc! - Exclamó entonces Andreas. - ¡Si, así se llamaba! 

Thyga resopló y miró a Murron y a Lurzca. Ellas abrieron los ojos asombradas, al igual que la Infanta. Era evidente que conocían a ese tipo. Se la había jugado por un contrato comercial. Eso era lo que valía su vida, lo mismo que un contrato comercial para vender armas. Si no había guerra, no se comprarían armas y Lecrerc perdería una importante suma de dinero.

- ¿Estás seguro de eso? - Preguntó entonces Murron. - Lecrerc es un importante consejero del rey. Dicha acusación es realmente grave. Si estás dispuesto a confesar lo mismo frente a un jurado en Ultar, puede que logremos salvar tu vida. - Miró a la Infanta y ésta asintió con la cabeza. - ¿Lo harías?

- ¡Si, por supuesto! - Enfatizó en aquellas palabras. - No soy un mal chico, pero... - Se llevó la mano al pecho. - La vida me llevó por el mal camino. Quizás si hubiera estado mejor aconsejado o hubiera tenido otras oportunidades... - Miró entonces a la Infanta. -  Lo siento alteza... - Se disculpó. - Se que lo que hicimos está mal. Merezco todo el castigo que se me imponga, pero si puedo ayudar...

Lurzca era ruda y muchos consideraban de ella que era estúpida, pero no lo era en absoluto. Quizás reservada y posiblemente se guardaba sus opiniones para si siempre que podía. No obstante, ver la preocupación en el rostro de Nindra, le bastó para saber cual era su preocupación principal. Se había encontrado con aquel hombre del que había hablado durante el viaje. El mago Mediocrus, que visto como se había comportado durante el combate, le pegaba a la perfección. La joven arcana sin duda quería saber que pintaba ese mago en todo aquello.

- ¿Y que hacía el mago con vosotros? - Preguntó. - ¿Qué pinta Mediocrus en todo ésto?

- No lo sé... - Respondió el joven asesino. - Bueno... creo que escuché algo. - Todos le miraron apremiándole para que lo soltara. - ¡Está bien, está bien! - Soltó. - ¡Pero no lo puedo confirmar! No me lo contaban todo y sólo lo escuché de pasada... - Tragó saliva. - Creo que se inventó una patraña para evitar que la Infanta fuera teleportada hasta la capital Umnia. Convenció al rey. Supongo que le pagaron algo o no lo sé...

Lo que el muchacho había contado tenía sentido, había comerciantes capaces de cualquier cosa con tal de obtener ganancias, y según Alderic el hecho de que fuera consejero del Rey lo hacía aun más propenso a la falta de escrúpulos.

Lo que contó de Mediocrus lo ponía en liga con el tal Leclerc. - Supongo que tu padre deberá conseguir un consejero nuevo. - Le dijo a Thyga - Si necesita alguien que rastree a Mierdonius y le de caza, puede que lo haga como favor personal, es hora de acabar con tus miedos Nindra.

Epílogo 2. La parte final del viaje.

Guideon había permanecido en silencio durante el interrogatorio de del prisionero. Aquello era política, y la detestaba, de modo que permaneció sumido en sus pensamientos: en concreto en el siguiente paso a dar en la inmensa misión que Saule le había encomendado.

Epílogo 3. La llegada a Umnia.

Tras sonscarle toda aquella información a Andreas, no tardaron demasiado en llegar a la ciudad de Umnia. Se trataba de una majestuosa ciudad de edificios austeros, altos y de planta cuadrada en su gran mayoría. Desde luego no era la más pintoresca, ni la más bella ciudad en la que habían estado, pero si una de las más modernas y hacía justicia a lo que fuera en décadas pasadas el mayor Imperio humano que había conocido el continente de Harvaka.

Fuera como fuera, penetraron en el interior de la ciudad sin hacer demasiado ruido. Al menos hasta la muralla interior, la cual estaba bastante más vigilada que las zonas de las afueras de aquella gran capital. Varios guardias les pidieron por sus nombres a la entrada y al ser informados de la naturaleza de su viaje, fueron inmediatamente conducidos al palacio imperial. 

Se trataba de una enorme construcción con paredes de mármol en dos niveles. La planta baja del patio tenía un total de treinta y dos columnas estriadas de piedra y la planta superior otras treinta y dos columnas y cubriendo el edificio una enorme bóveda de mampostería. Fuera como fuera, se veía un edificio robusto, práctico más que destinado al lucimiento. 

Allí fueron recibidos por un burócrata, quien tras cruzar varias palabras con ellos, decidió que Andreas fuera prendido por varios guardias y llevado a un calabozo de un cuartel cercano y a la Infanta la trató con agasajos, invitándola a pasar al interior del palacio junto a su escolta. Fueron conducidos a una amplia recepción, donde pudieron descansar sus posaderas en cómodos salones y se les sirvió vino, fruta y queso casi de inmediato.

No tardaron demasiado en ser recibido por las máximas autoridades de la ciudad.

De nuevo, el mismo siervo que les había atendido, un hombre viejo, calvo y con monóculo, fue el primero en hablar. 

- Ante ustedes, se presenta la máxime autoridad umnia, el Emperador Mathius I, Primero de Umnia, de la familia Hamthyron. - Hizo una leve reverencia hacia un hombre de pelo oscuro, pero veteado por las canas, de gran porte y ropajes nobles, quien miraba altivo al grupo, no tanto a la Infanta. - Su hermano, Redard Hamthyron, Primer Mariscal del Imperio y esposa, Betwerdda de Herbar. Junto a sus hijos Tomthor y Rega. - Y tras las presentaciones se hizo unos pasos atrás dejando el protagonismo a la familia Imperial.

- Primero de todo, bienvenidos a la capital del Imperio. - Dijo con tono solemne el Emperador. - Os estábamos esperando. - Miró entonces a Thyga, pues aparentaba saber de forma inequívoca, que ella era la mujer que iba a contraer matrimonio con su sobrino Tomthor. - Infanta Thyga, es un placer tenerla aquí y más por el motivo que nos atañe. - Se acercó a ella, tomó su mano y tras realizar un gesto de extrañeza al ver que estaba sucia como un condenado plebeyo, no tuvo más opción que besarla. - Veo que sois tan bella como me dijeron. - Entonces se giró hacia su hermano y su cuñada. - Por favor hermano, no perdáis más tiempo en conocer a la que será una nueva hija para vosotros. - Y tomando de la mano a Thyga, se la entregó a sus futuros suegros.

- ¡Si que es bella! - Exclamó el futuro suegro de Thyga. - Creo que nuestro hijo Tomthor será muy feliz a tu lado. - Le dijo a Thyga besando su mano al igual que había hecho el Emperador. - El enlace será la semana que viene a más tardar. Será el fruto de una alianza entre el gran Imperio Umnio y Ultar. Una alianza que reforzará nuestros lazos en común y que dotará de un nuevo esplendor a ambas naciones. Un esplendor del que ya gozó en tiempos pasados.

- Thyga, soy Betwerdda, tu futura suegra. - Le dijo tratando de simular una sonrisa sincera. - Deseo que nos llevemos bien y sobre todo, que Tomthor y tú seáis muy felices juntos. - Le ofreció la mano a la Infanta y entonces fue ésta quien se la besó. - Te entregaré a mi hijo, lo cual no es fácil para una madre. Lo sabrás cuando tengas a los tuyos propios, que espero que sea pronto. - Llevándola de la mano, acercó a Thyga hasta quien debía ser su marido, Tomthor Hamthyron, sobrino del Emperador.

Thyga realizó una reverencia hasta el suelo y no fue hasta que el propio Tomthor se lo dijo, cuando se puso de nuevo en pie. Ambos se miraron a los ojos. Tomthor no parecía el más espabilado de los hombres, de hecho algo se intuía que no funcionaba bien en su cabeza, pero no parecía una mala persona y desde luego, por como miraba a Thyga, parecía que le había entrado por los ojos.

- Don Tomthor, es un honor estar aquí con motivo de nuestro futuro enlace. - Le dijo Thyga muy correcta. - Ha sido un viaje lleno de peligros, pero ha valido la pena. Estoy convencida de que seremos felices juntos.

- Y yo también lo estoy. - Respondió de inmediato el sobrino del Emperador. Fue entonces él quien se agachó y le besó la mano, la cual no había soltado. - Y ésta será la última vez que uno de los dos deba agacharse ante el otro, pues a partir de la celebración de nuestro enlace matrimonial, uno y otro seremos iguales.