Partida Rol por web

Sorprendida al ver de nuevo el exterior, me quedé un momento absorta mirando el paisaje, la fortaleza, y sobre todo, sintiendo la brisa en mi rostro. No en vano me gustaba luchar en campo abierto, y no encerrada entre rocas y paredes. Después de un rato, me volví hacia Yhu-lien.

-Está bien. Tendré que reponer fuerzas porque si no, de nada nos serviría bajar esas escaleras. Hoy procuraré descansar. Mañana, en cuanto esté algo mejor, lo intentaremos -le dije, volviendo a tumbarme. Estaba claro que aún me encontraba demasiado débil y no le sería de ninguna utilidad a nadie, incluida aquella mujer.

Era curioso como el destino me había llevado hasta allí, a descubrir lo que estábamos buscando, pero no a Aenifer, y como además podía ser la salvación para aquella mujer.

-Cuéntame más de ti y de tu casa, por favor -le pedí, mientras me tumbaba completamente y adoptaba una postura relajada.

- Bueno, como verás son anzana. - Sonrió soltando una risita bobalicona. - Y tú por lo que veo eres de la región de los salvaj... - Se puso realmente colorada. - Eres de la vovitania. - Tragó saliva. No pretendía ofender a la única persona en todo aquel lugar que podía considerar amistosa. - El Gran Reino de Anza y vosotros los vovits... - Resopló. - ¡No tenemos porqué llevarenos mal, vaya! - Exclamó hecha un manojo de nervios. 

Un poco de historia.

Los pueblos vovits recibían su nombre por la península de Vovitania, también conocida por algunos como del Cráneo de Dragón, de dónde eran naturales. Aquella raza de portentosos guerreros era temida por el resto de pueblos de Gea. Los vovits no eran grandes estrategas y sus armas no eran las más poderosas y destructivas que se habían forjado hasta la fecha, pero lo cierto era que aquellas gentes parecían haber hecho un trato con las desoladas tierras qua habitaban y las heladas aguas que navegaban, pues ningún pueblo y no fueron pocos los que lo intentaron, logró doblegar les en sus territorios, a aquella raza de rudos y poderosos hombres de largas barbas y poderosos músculos.

Aunque lo cierto fue que los jargs que trataron de ganarse un nombre de conquistador en rara ocasión obtuvieron victorias notorias. La cruda realidad era que cuanto más se alejaban los vovits de sus dominios, más costosas se tornaban las victorias en batalla. Pronto asumieron que su lugar estaba en el norte y más concretamente en el noroeste del continente de Levante. No se veían amenazados por las naciones de Poniente, pues normalmente no estaban interesados en las tundras donde ellos moraban. Por lo tanto sus únicos enemigos reales eran los hombres del Gran Reino de Anza y ellos mismos.

Sonreí al detectar con relativa facilidad cómo iba a llamarme. Era lo que todos opinaban de nosotros, que básicamente, ni siquiera sabíamos comportarnos o hacer otra cosa que matar.

-Ya veo. No me refería a tu región de origen, sino a tu casa, tu familia y esas cosas. De todas maneras, sí, así es como nos dicen, los salvajes. Pero ¿crees de verdad que somos salvajes? Luchamos con ferocidad, valoramos el honor y la valentía, pero si eso es ser salvaje... supongo que sí que lo soy.

Me encogí de hombros y la miré con resignación.

-Pero no, no tenemos por qué llevarnos mal. Me has salvado la vida y yo procuraré salvar la tuya ayudándote a salir de aquí o al menos, luchando juntas para lograrlo.

- ¡Oh! - Exclamó. - Siento que te haya podido ofender. Suelo meter la pata con cierta facilidad. - Chasqueó la lengua. - Lo importante es que ahora estamos juntas y tenemos una oportunidad. - Sonrió. - Será mejor que descanses... ¿No crees?

No dije nada pero le sonreí, mientras me tumbaba y me dejaba llevar por el cansancio y el sueño.

-No te preocupes. No me ofendo con tanta facilidad como crees. Ojalá todo el problema fuese eso. Ahora... descansaré un rato, sí. Lo necesito. Y cuando despierte y coma algo... nos marcharemos -conseguí decirle, antes de caer rendida.

Estaba herida y sola; esperaba que los demás hubieran tenido más suerte que yo y hubiesen hallado a Aenifer, y por supuesto, que no hubiesen tenido que abrirse paso como yo, a base de sangre.

Yhu-Lien asintió con la cabeza. Ambas necesitaban descansar, especialmente Valyëvan. Las dos mujeres se acomodaron como pudieron en aquel antiguo torreón de vigilancia y cerraron los ojos tratando de conciliar el sueño. Estaba la vovit a punto de quedarse completamente dormida, cuando creyó recordar algo. Unas palabras que resonaron en su mente.

"Hemos encontrado a Aenifer, está viva. Venid a nuestro encuentro de inmediato, debemos proseguir".

¿Cuándo le había dicho aquello Belbara? Y sobre todo, ¿cómo? Era imposible que se hubiera podido comunicar con ella salvo... por intervención divina o de forma arcana. Si, podía ser aquello. Fuera como fuera, aquellas palabras parecían haber sido dichas tiempo atrás, horas atrás, cuando ella estaba inconsciente y no en ese momento no pudo atender al mensaje de la enana. No obstante, si su teoría era correcta, aquello quería decir muchas cosas. La primera y más importante, que Aenifer estaba a salvo. O al menos más a salvo que estando sola y a merced de aquel lugar lleno de peligros. La segunda, que Tarkhan tenía razón y que debería haberle seguido. La tercera era la que más dolía. Eliferum había muerto siguiéndole por un camino equivocado...

Lo sospechaba, pero nada había cambiado.

Saber que Aenifer estaba bien significaba que podía relajarme completamente y concentrarme por vez primera solo en mí. Eli había muerto como quería; su destino no era acabar aquel viaje, sino morir con honor y eso era lo que había conseguido. Ahora solo podía pensar en una sola cosa.

Salir de allí y llevarme conmigo a Yhu.

Aenifer estaba mejor sin mí, más segura, más tranquila y sobre todo, no necesitaba dar ninguna explicación sobre ella o sobre Alex. Así que... ¿para qué regresar?

Cerré los ojos intentando grabar su rostro en mi memoria, porque no esperaba volver a verla jamás. Nuestros caminos habían recorrido cuanto podían juntos y ahora... era el turno de cada una de encontrar uno diferente.

Así que ayudaría a Yhu y cuando saliésemos... no tendría ningún motivo para mirar atrás. 

Gracias, Belbara, pensé, por si era capaz de comunicarme con ella gracias a sus habilidades. Despídete de ella y de todos por mí. Y dile a Tarkhan que tenía razón. Cuidad de Aenifer.

Acto seguido, me dejé llevar por el sueño y por un olvido más que conveniente, pues solo deseaba pensar en lo que me esperaba, y no en lo que dejaba atrás.

Valyëvan finalmente despertó.  Estaba algo mejor, aunque todavía seguía muy malherida. El cinturón curativo todavía no podía ser activado, iba a necesitar otras ocho horas antes de poder volver a utilizar su poder. Eso significaba tener que seguir esperando para poder avanzar con garantías. Además, si descansaba un poco más, seguro que se encontraría mejor.

- ¡Has despertado! - Exclamó la anzana. - Hubo un momento que casi te desperté. Creí escuchar algo en las escaleras. Hace una hora más o menos, pero al final nada. Puede que me lo imaginara. No lo se. - Se encogió de hombros. - ¿Tú cómo estás? - Le preguntó. - ¿Estás mejor? ¿Crees que podemos salir de aquí ahora? He memorizado unos conjuros para pasar desapercibidos. Pero sólo duran unos minutos. Tendremos que usarlos justo en el momento preciso y una vez se hallan agotado... -  Resopló. - Entonces estaremos a merced de esas hediondas criaturas.

Me sentía cansada y sabía que aún me encontraba lejos de mi mejor forma. Si nos encontrábamos con enemigos, podíamos tener problemas nosotras dos, pero por otro lado, la paciencia no era una de mis virtudes.

-Espera que lo compruebe -le dije, poniéndome en pie, no sin esfuerzo. En cuanto lo hice, sentí como me mareaba y corría peligro de desmayarme, pero antes de que aquella anzana pudiera decir o hacer nada, alargué una mano -. Espera.

No podía avanzar hasta que no estuviese segura de que al menos, podía defender a aquella mujer. Si algo me ocurría en aquel laberinto que era el maldito lugar en el que nos encontrábamos, nada podría salvarla, así que debía cerciorarme de que todavía había suficiente fuerza en mi cuerpo como para luchar por ella.

Por mi honor, le debía eso a aquella mujer.

-Déjame un momento que vea si puedo estar de pie sin problemas.

Cerré los ojos, y me concentré en ver si mi cuerpo era capaz de luchar, en aquella ocasión, por mí y por aquella mujer, Yhu-lien.

Valyëvan se mareó nada más ponerse en pie. Seguía muy débil y salir de la protección que les ofrecía el torreón era una locura total. No obstante, ya llevaba allí casi ocho horas y no sabía donde podían estar sus compañeros. Si hacía lo que le pedía el cuerpo y permanecía otras ocho horas al menos descansando, estaría algo mejor, pero por otra parte, toda esperanza de reencontrarse con sus compañeros y principalmente con Aenifer, sería casi nula. No obstante, ya había dado por perdida aquella posibilidad.

- Te veo todavía algo... - La miró de arriba abajo. - Inestable. - Dijo finalmente. - No creo que sea conveniente marchar todavía. ¿Por qué no te recuestas un poco más? - Le preguntó.

Por mucho que me disgustara, sabía que tenía razón y no iba a discutir con ella. Asentí con la cabeza, me apoyé en ella y volví otra vez a mi sitio. Tenía que descansar. Aenifer no era en aquellos momentos una prioridad para mí porque estaría a salvo con las mejores decisiones de nuestros compañeros y su enamorado, y sin el mal genio de una amiga que no sabía dar su brazo a torcer.

Nuestros caminos se habían separado para siempre, estaba completamente segura.

-Descansaré un poco más. Pero cuando despierte, nos iremos. No puedo permitir que estés aquí más tiempo. También es peligroso -le dije, volviendo a cerrar los ojos una vez me hube tumbado.

De pronto, una voz, la voz de Belbarba, resonó de nuevo en su cabeza con un mensaje.

"Estamos todos en un truco de cuerda en la Sala del cofre. Venid aquí enseguida. 

Puedes responderme al mensaje, estaré escuchándote"

Me incorporé rápidamente, y pensando en lo que acababa de oír, procuré concentrarme en una respuesta. La magia era algo que todavía no comprendía bien, puesto que iba más allá de lo que podía tocar con mis propias manos.

Estoy al sur, en lo alto de una torre, recuperando las fuerzas. Si me marcho, no aguantaré mucho. Eli está muerto. Una anzana me salvó pero necesito descanso. No puedo ir a buscaros ahora o moriremos las dos por el camino.

Volví a echarme de nuevo y miré a mi acompañante. No dejaba de ser curioso las vueltas que daba todo y lo que el destino me había deparado. Casi envidiaba a Eli, con una muerte tan digna y honorable. Ojalá tuviese lo mismo para mí, porque no podía soportar la idea de morir de una manera apacible e indigna para una guerrera.

Valyëvan volvió entonces a escuchar la voz de Belbara en su cabeza

"Resiste, hazte fuerte allí. Iremos a buscarte y con refuerzos. Indícame un poco el camino para encontrar esa torre"

Vaya, pues sí que van a venir, pensé para mí. Entonces, me concentré en enviarles un mensaje, indicándoles en donde me encontraba.

Hacia el sur desde la sala de las columnas. Después, la puerta que está en el oeste. En esa sala hay unas escaleras que llevan a la torre. Pero tened cuidado. 

Me faltó decir, que no quería que muriese nadie más por mi culpa, pero algo en mi inetrior me decía que daba lo mismo y que vendrían de todas maneras. Yo lo haría.

No llevaba ni diez minutos dormida, cuando alguien le despertó. Era la anzana Yh-lien, quien parecía algo ansiosa.

- Creo que se están moviendo. - Dijo. - Escuché ruidos procedentes de la parte inferior de la torre. He bajado unos cuantos pisos y he vuelto a subir. - Comentó. - Algo pasa allí abajo y creo sinceramente, que podemos aprovecharnos de ello. - Hablaba con convencimiento, como si supiera de lo que hablaba. - Puede que no tengamos otra oportunidad. Una vez abajo puedo hacer que nos volvamos invisibles, aunque el conjuro no dura demasiado... - Le confesó. - ¿Bajamos?