Partida Rol por web

El sonido de la palma de Tathtorn al golpear su frente despejada resonó por todo el barco cuando escuchó a la capitana mandar al mediano al barril.

—¡Pues claro, Jillip Ollas! —dijo sacudiendo al gnomuerto como quien intenta que caigan los cocos de un cocotero aunque, en este caso, lo que caían en pedazos de carne de Jillip. Tathtorn tampoco había visto un cocotero en su vida, pero esto no tiene nada que ver con el asunto—. ¡La profecía! ¡LA PROFECÍIIIIIAAAAA! 

Jillip termino por desarmarse al completo y Tathtorn terminó sacudiendo un par de antebrazos en el aire.

Maldición.

Tathtorn dejó caer los antebrazos de Jillip y agarró el grabado profético (que Jillip había dejado colgado en la sala de máquinas), saliendo al exterior enarbolándolo en el aire como una bandera. 

—¡La profecía, capitana! ¡Creo que lo que hace descender al barco son las mareas antientrópicas de nuestro destino incumplido!

Eso debería bastar. Nadie -y menos la capitana, que no destacaba por sus luces- debería tener ni la más remota idea de lo que acababa de decir, y Tathtorn esperaba con ello que nadie le discutiera; aunque sobre todo y ante todo, deseaba tener razón y habérsele ocurrido a él antes que a ese maldito gnomo.

—Debemos situarnos como en el grabado profético, así estos diablillos nos atacarán y podremos seguir avanzando en la Senda de la Profecía!

A medida que las palabras se registraban en el ingenio del gnomuerto el rompecabeza se armaba... casi tan rápidamente como el ingeniero se convertía en rompecabezas. Cuando Tato abandonaba la sala de máquinas sólo la cabeza permanecía unida al torso y eso gracias a que la gorguera de la armadura evitaba que se cayera.

Sólo en la oscuridad relativa de la bodega el gnomo que era enano pronunció dos palabras que no eran arcanas aunque lo parecían - sudo encuentra - la armadura pareció comenzar a fluir desde las junturas por el suelo de la sala de máquinas. Hilos de lo que parecía metal líquido fluía desde los hombros hacia los brazos, desde los codos a los antebrazos, y de las caderas hacia las piernas. - sudo une - mirar con detalle el fluido revelaba que no era tal sino miles de minúsculas partículas, y si uno pudiera ver cosas muy, muy pequeñas distiguiría pequeñísimos Jillips que ahora unían sus manos y tiraban para acecar las piezas del cuerpo de Ollas. Como si de un río de hormigas se tratase los nanojillips unieron las piezas de la armadura y acomodaron las articulaciones del cuerpo momificado. - sudo pega - Con una precisión quirúrgica los pequeños mecanismos aplicaron pegamento de diminutos tubos a los músculos resecos y unieron carne y tendones antes de volver a unirse nuevamente y competar la armadura.

Mientras recuperaba su casco y su hacha Ollas lamentó dos cosas... no haberles enseñado a los nanojillips a coser y no haber llevado su armadura cuando perdió su pichita.

Una vez en cubierta Jillip miró el grabado y descartó el casco antes de dirigirse a estribor para blandir su hacha. - Capitana, en cueros, como en el grabado... 

El pobre Filbert había abandonado la seguridad de su barril únicamente para echar una meadilla discreta por la borda contemplando aquel paisaje, y en un abrir y cerrar de ojos todo parecía haberse ido a la porra.

La aeronave empezó a dar saltos y tumbos de tal manera, que lograron hacer trastabillar al pequeño bardo, haciendo que su cabeza se estrellase contra la cubierta de tal mala manera, que incluso creyó perder la consciencia por un instante.

Al abrir los ojos se encontró sentado en lo que parecía un escritorio de extraño material. Sus manos reposaban sobre una especie de tabla alargada de color negro llena de letras escritas y frente  a él, una especie de espejo rectangular apoyado sobre un pie mostraba algo parecido a una página de un libro a medio escribir, con algunas imágenes en sus márgenes izquiedos así como en la parte de arriba.

Así como iba pensando palabras sus dedos golpeaban la tablilla negra y estas aparecían escritas en el espejo.

Por un instante la superficie del espejo mágico reflejó su rostro y, si bien era él, no era Filbert el apuesto mediano. Su reflejo mostraba a una especie de humano barbudo, del que el observador más amable diría que era duro de ver. En la barba, negra como la noche,  reposaban algunas migas de pan y los ojos estaba cubiertos por unos extraños lentes.

Filbert sintió miedo. más miedo que en el resto de su vida. Pero por suerte, un parpadeo bastó para regresar a la cubierta de aquel diabólico ingenio volador.

Aún algo abotargado por aquella suerte de pesadilla efímera, se tambaleó en dirección a la seguridad de su morada tubular, si bien al pasar junto a la tropa enana le pareció escuchar la sugerencia de alguno de los presentes encaminada a dejar en cueros a la capitana, si bien era completamente ajeno al contexto. Más se apresuró a participar en la conversación.

-Él tiene toda la razón-dijo sin saber a quién se dirigía precísamente. -Eso que ha dicho creo yo que es de importancia capital. Creo que tiene toda la razón del mundo, vaya.

Una vez el mediano regresó a su barril, la nave dejó de caer. El Tetanic se estabilizó y empezó a ganar altitud. Pronto superaron el límite de las nubes y se pusieron en la dirección correcta. Fuera como fuera, pese a que habían tratado de organizarse para situarse en las posiciones en las que marcaba la tablilla profética, no llegaron a conseguirlo. Los nuevos tripulantes no hicieron demasiado caso, en especial el tal Uku, que no parecía entender el lenguaje demasiado bien.

Quizás podían volver a intentarlo más adelante, cuando la capitana se dignara a asignar un puesto a cada uno de los tripulantes de la nave, pues eran evidentes algunos pero otros no. Jillip era el ingeniero, Tahthorn era el supervisor del tetanobium y el piloto a ratos, el mediano era la materia que estabilizaba la nave en el interior de su barril y la capitana era la capitana. ¿Pero que pintaban abordo Uku Dabrand y Thardo? Si querían emular la tablilla, solo uno de ellos podía quedarse sobre la cubierta y los otros dos... los otros dos podían encargarse de la sala de máquinas.

Fuera como fuera, surcaron el cielo durante algunas horas. Por suerte no amenazaba tormenta. El cielo se mostraba de un azul precioso y veían pasar a algunos pájaros sobrevolando cerca de su nave. El viento soplaba a favor y las velas, que a priori estaban únicamente de atrezzo, o eso creían ellos, servían para impulsar con mayor celeridad la nave. Estaban viajando a buen ritmo y no pasarían muchas jornadas hasta su llegada a destino. Esas eran realmente buenas noticias.

Jillip refunfuñó... el barril y el mediano, el mediano en el barril... abrió los ojos como platos y corrió hasta el barril, lo levantó, lo miró por todos lados y... - Ajá!!! - todo estaba claro... Por las dudas dejó el barril en su lugar y miró dentro, como sospechaba era mas grande por dentro que por fuera y el orden dentro del mismo era sublime. Empujo la cabeza del mediano para poder ver una cosa en una de las paredes, luego al otro para observar la otra pared...

- Maldito seas Vianda... ¿tenías que cambiar tu barril de encurtidos por el giroscopio de la nave? dime que no has tirado los mecanismos que había dentro... si lo has hecho ahora tendrás que quedarte en el barril mientras volamos... - Jillip resoplaba y refunfuñaba - Tentado estoy de buscar una tapa y clavos para asegurarme de que no salgas...

-En honor a la verdad-replicó Filbert desde el interior del barril-Puedes estar bien tranquilo. Realmente el mediano no sabía con quién estaba hablando pero en el fondo daba lo mismo pues el mensaje iba a ser el mismo.

-Si con mecanismos te refieres a toda aquella suerte de ruedas, muelles y demás cosas inútiles puedo decir que no, no las tiré por la borda... ¿Me tomas por estúpido?- refunfuñó lleno de indignación.

Pedí permiso a Fulkark y las vendí al peso al chatarrero y con el dinero compré manzanas para todos.. ¡De nada!- Jilip en su vida había oído hablar del tal Fulkark. Realmente era probable que no existiese pero aquello ya importaba poco llegados a ese punto.

-Las manzanas están en la despensa- Aquello sí que era indudablemente cierto. No había engaño en aquel asunto puesto que en la despensa había un pequeño saco con 5 manzanas verdes, de las baratas.

-¿Está por ahí la capitana? Querría cantarle una canción...

Jillip se hubiera puesto rojo de furia de no ser porque no tenía sangre en las venas, nabría sacado espuma por la boca pero su saliva apenas si alcanzaba para mantener la lengua húmeda. - Canta desde el barril, tienes prohibido salir de allí o nos desplomaremos... te hás condenado a ser el giroscopio de la nave mientras ésta vuele.. - el gnoenanomuerto levantó la mano para golpear al mediano y la bajó lentamente - Tato, vianda ha ascendido a giroscopio, no puedes comértelo... - se iba a volver a la sala de máquinas cuando recordó algo -  ... y sólo puedes follártelo cuando no estemos volando, no puedes entrara al barril y él no puede salir.

—No se hacen esas cosas con los medianos, y menos con un mediano tan mono.  —le recriminó Tathtorn a Jilip antes de poner una voz como la que utiliza todo el mundo para hablar con un bebé —. ¿Verdad, Filbert? ¿Quién es el medianito bueno? ¿Quién es un buen chico? ¿Quieres una manzana?

Si ella no ponía orden, nadie lo hacía. De verdad, no podía despistarse ni un segundo o acabarían estrellándose.

-Tú -señaló a Dabrand-. Quédate en la cubierta. Los otros dos, abajo con los demás. Los demás, a vuestros puestos. Quiero llegar antes de la cena.

Thardo miró a la capitana con cierto desdén, pero no dijo nada. Se encaminó a las bodegas para seguir sus instrucciones y pronto desapareció de la vista de todos. Uku en cambio tardó más en entender el mensaje. Tuvo que intervenir Dabrand explicándole lo que Misty había dicho para que se pusiera en marcha. De esa forma Uku se perdió también en la bodega de la nave quedando en cubierta cuatro enanos y un mediano en el interior de un barril.

En esos momentos, el número de componentes visibles sobre la cubierta coincidía con el número de componentes que salían en la tablilla. Cierto era que Misty estaba bastante mal representada en la misma, pues ni era calva, ni morena, ni iba con el pecho al aire, tampoco tenía el pelo canoso y se estaba cayendo por la borda del barco (aún), y por supuesto que no era un hombre. Así que era bastante improbable la teoría que Jillip Ollas se había sacado de la manga, fuera a resultar la correcta.

De hecho, de los que había sobre la cubierta, Tato si parecía estar bien representado como el enano canoso que se caía por la borda. De hecho, muchas veces acababa cayendo por la misma aunque no llegara a encontrar el firme suele como freno a su caída. Dabrand... bueno, podía asemejarse un tanto al enano calvo o al moreno, pero Jillip Ollas... ninguno de aquellos enanos se parecía ni remotamente a él. Al el enano de pecho al aire era pelirrojo como la capitana.

Aquella teoría estaba del todo descartada cuando algo sucedió. El primero en darse cuenta de ello fue el propio Jillip Ollas, pero muy pronto todos fueron conscientes de lo que estaba sucediendo. De entre las nubes surgieron una serie de figuras aladas con cuerpos humanoides. Se trataba de tres seres de apariencia humana, aunque de humanos terriblemente viejos y de rostro malvado. La parte inferior de sus cuerpos eran de apariencia reptiliana, al igual que sus alas. El pelo de éstos seres estaba sucio y enredado y muy pronto, aquellas tres alimañas voladoras, rodearon la nave.

Sucedió entonces que dichos seres comenzaron a emitir una extraña y cautivadora melodía que les envolvió provocando que únicamente pudieran pensar en ella. Se traba de una dulce melodía que imbuía a quien la escuchaba en una paz relativa, pues el monstruoso ser que la emitía, aprovechaba el aturdimiento que causaba para... bueno ahora aquellos buenos enanos y otras gentes pequeñas, lo iban a comprobar.

Dabrand reaccionó rápidamente agarrando su martillo, pero lo cierto fue que en cuanto aquellas criaturas empezaron a cantar, sufrió un fuerte impulso por bajar el arma. Aquel canto era bello y armonioso y toda la furia que sentía desapareció de golpe. Ahora tan solo deseaba empezar a caminar para acercarse a uno de aquellos seres, el cual le llamaba fuertemente la atención.

- ¡Ooooh! - Exclamó. - ¡Cuanta belleza!

Jillip observó a las criaturas con ojo crítico, dos de ellas parecían muy feas, pero la tercera era un ángel y él debía alcanzarla para - Mamaza, vení que te parto en cuatro y te hago un pibe - dijo en gnomo, olvidando que no tenía con que cumplir su segunda promesa.

—¡Eeeh pibón! —llamó Tathtorn a una de ellas en concreto—. Ven p'acá que te voy a dar una de amor enano.

Los oídos de Filbert realmente estaban entrenados hasta la extenuación en temas musicales. Las ondas de sonido producidas por aquellas criaturas apenas habían empezado a colarse en su conducto auditivo sus dedos ya se dirigían como el rayo al segundo piso del barril, donde reposaba su querido laud.

Aquella misma onda de sonido empezaba a acercarse peligrosamente a su tímpano cuando el melodioso sonar que produjo al rasgar las cuerdas de su instrumento, tras una cruenta batalla que a nivel microscópico pudo durar años si tomásemos en cuenta la teoría de escala de tamaño y tiempo defendida por algunos científicos teóricos, fueron las melodías propias las que se impusieron a las invasoras, expulsándolas para no volver a dejarlas volver jamás.

Del interior del barril, como si de una suerte de gran caja de música se tratase empezó a sonar una bella melodía que acompañaba la cristalina voz del mediano en una canción compuesta aquel mismo día en honor a su aventura voladora.

Gracias a los antiguos mecanismos de lo que había sido el giroscopio de la nave, realmente Filbert surgió del barril lentamente, rotando sobre si mismo como si de una autentica caja de música se tratase.

No es que cantase como método defensivo, simplemente fue su orgullo de artista el que se vio amenazado y le obligó a actuar, si bien su música podía considerarse un bálsamo para sus compañeros

-¡Mendrugos! Taparos los oídos -gritó la capitana.

Misty comenzó a caminar imbuida por aquel sonido. Sus pasos le llevaban directamente al abismo. Iba a caer desde lo alto del barco volador y aún teniendo un poderoso objeto mágico que lograría que la caída fuera menos dolorosa, seguía estando muy alto. Además, aquellos seres podrían agarrarla en el aire, jugar con ella, destriparla, desmembrarla y finalmente egullirla. Por suerte para ella, nada más llegar al límite de la embarcación, su avance se detuvo. No iba a tirarse hacia el vacío, eso lo tenía más que claro y ahora tenía una oportunidad de hacer algo contra aquellos seres.

-¡Pero qué nos dejéis en paz, malditos!

La sacerdotisa alzó los brazos con una plegaria hacia ningún dios en concreto, o al menos a un dios conocido, pues de todos era sabido que Misty tenía su propio credo sobre el tiempo y el espacio. Para la capitana solo existía un tipo de arma, por eso una enorme maza apareció flotando en el aire cerca de una de las criaturas y se agitó para golpearle en su dura cabezota. 

Una de las arpías, la que estaba más cerca de Misty y a la cual, aquel arma espíritual acababa de asestar un buen golpe movió sus alas con una mirada cargada de irse, y se abalanzó sobre la capitana golpeándole con una clava. El golpe fue duro, personas dura era ma cabeza de la enana.

- ¡Yiiiiiiiiajh! - Emitió un desagradable sonido.

Quién iba a decirlo, el bueno de Filbert se las había apañado para encontrar con público a aquellas alturas hablando en sentido literal. Y para mas inri parecía que aquellas horrendas señoras voladoras también se consideraban, como él, artistas de la canción.

Eso no podía consentirlo llegados a aquellas alturas ( metafóricas y figuradas a la vez) por lo que, tras rasgar las cuerdas de su laud, este empezó a emitir una tenue luz azulada y se empezaron a escuchar diferentes sonidos, semejantes a instrumentos de percusión, de cuerda e incluso un curioso efecto de eco en su voz. El propio sonido del laud sonaba distorsionado, como si estuviese imbuido por la mismísima  electricidad. A los pies del mediano unos haces de luz de diferentes colores empezaron a bailar.

Y así empezó su singular concierto en aquel barco volador que estaba siendo abordado por horrendas criaturas.

Por suerte para los aeroenanos, la contraoda que estaba interpretando el bueno de Filbert captó toda la atención de los allí presentes, sacando del trance en el que estaban inmersos algunos de sus compañeros. La melodía de las arpías ya no servía para conducirlos al abismo. 

- ¡Voy a por vosotras, zorras cantarinas! - Gritó entonces el antiguo Maestro de la Puerta de Karak- Belgarosh.

Corrió hacia la arpía que estaba enzarzados en combate con la capitana y lanzó un hachazo hacia esta, aunque falló por mucho. 

- ¡Vaya, estoy bastante oxidado! - Dijo al ver el resultado.