Partida Rol por web

Te pongo en situación:

Conseguiste escapar junto con los aldeanos de Piedra Nocturna cuando los Gigantes de las Nubes atacaron y lo devastaron todo. Te fué imposible refugiarte en el Alacazar debido al ataque, por eso te fuiste con ellos (como tantos otros en realidad). Sabes que Lady Nandar contrató a varios aventureros por los problemas con los goblins de la zona y te es fácil deducir que en cuanto los aventureros sepan que los aldeanos no han vuelto Lady Nandar enviará a los aventureros en busca de los aldeanos y en cuanto los veas podrás saber fácilmente a lo que vienen. Por el camino hacia las cuevas os asaltaron 2 Ogros y varios goblins y quedaste inconsciente durante varias horas. Te has recuperado y has seguido el rastro de los goblins y los aldeanos (unos 30 sin contarte a ti) hasta las cuevas goteantes.

Te encuentras en las lindes de las cuevas en la cara sur de una colina cubierta de pinos. Estás pensando en cómo entrar, ¿Habrán entradas secundarias? Este tipo de cuevas suelen tener más de una entrada y quizá dando un rodeo encuentras algo. Justo cuando estás pensando eso oyes no muy lejos los pasos de 5 pares de botas que marchan por el bosque en hacia tu dirección. Los miras con gran interés pensando si serán los refuerzos de Lady Nandar.

La noche transcurre tranquila y parece que nada ha alertado a los elfos de vuestra presencia, o quizá os hayan permitido el paso. El caso es que no ha habido ninguna batalla, cosa que agradecéis tras las escaramuzas vividas en Piedra Nocturna y podéis descansar todo lo plácidamente que se puede descansar con el frío.

Llega la mañana y con los primeros rayos de luz el frío se disipa en pocos minutos y entráis en calor mientras vais siguiendo el camino hacia las cuevas. Os lleva un rato todavía llegar, pero finalmente veis la entrada a las cuevas en el lado sur de unas colinas cubiertas de pinos. Junto a la entrada, pero lo suficientemente lejos de ella para que los posibles vigilantes goblin no lo detecten veis una figura humanoide que os está observando con gran interés.

Era el segundo intento que había hecho a lo largo de la aventura para hablar a solas con el enano sin éxito esperando que él lograra aconsejar sobre su “problema de fe”, pero viendo que en ambas ocasiones hubo silencio o rechazo por su parte lo achacó a que Selune no quería que esa conversación se diera, terminando por aceptarlo.

Tal y como hicieron la otra vez, Nótt se quedó en la primera guardia mientras el resto dormía plácidamente, resguardándolos de cualquier tipo de amenaza. Aprovechó ese silencio para rezar, concentrando así sus fuerzas y concentración en no morirse de frío aunque, casi al finalizar su turno, soltó un pequeño estornudo que resumía toda su jornada.

Despertó al siguiente antes de buscar un lugar donde dormir. Tenía clarísimo que no iba a hacerlo junto a esa bestia come corazones y, si pudiera, volvería a la taberna para buscar una cama caliente, pero tenía que conformarse con una esquina aislada del refugio que habían encontrado. Sabiendo que no servía de nada, antes de tumbarse dibujó una línea vertical con el pie sobre la arena, una especie de muralla separadora entre la parte de la testosterona y de ella, protegiéndola. Por suerte no tardó de coger el sueño, quedándose dormida en apenas unos minutos…

Al llegar el día prácticamente la sacerdotisa estaba hecha un ovillo en su esquina, guardando el calor que podía. Ahogó un bostezo antes de estirarse mientras miraba de reojo la línea para comprobar que seguía en su sitio, como si eso sirviera de algo. Contuvo otro pequeño estornudo que más bien parecía el sonido de una ardilla antes de salir, recibiendo el calor con buen agrado.

No mantuvo especial conversación con ninguno y, mientras pudiera, estaría en el lado contrario que caminara Karag con tal de no tenerle cerca, estando más centrada en la distancia que la separaba del enano que del propio camino. Por suerte para ella las únicas veces que se chocó fue con Ed ya que, al ir detrás de él, se había comido la espalda del bardo en algún parón repentino que diera, además de que aprovechaba que él era un poco más alto para que le diera sombra y no comerse directamente la luz del sol. Algo bueno tiene.

Soltó otro débil estornudo, echando demasiado de menos su capa, aunque no se la pidió al mago. Pertenecía a su Iglesia y era un signo de su adorada diosa madre o de recuerdos de una familia perdida, eso sin contar que bajo su tela se sentía realmente protegida y, ahora que no la llevaba, no dejaba de verse expuesta al mundo.

En realidad tenía ganas de preguntar cada par de pasos “¿Falta mucho?” como si de una niña pequeña se tratase, mostrando la impaciencia de querer llegar cuanto antes a las cuevas pero, cuando quiso darse cuenta, ya estaban viendo la entrada… y un solitario hombre que no dejaba de observarlos. Hombres, todos hombres.- Empezaba a echar de menos la presencia de Darnys a pesar de no haber intercambiado demasiadas palabras, e incluso de Sharamy aunque ni siquiera tenía la certeza de que realmente fuera una mujer, pero eran compañeras con las que poder hablar y liberarse un poco. Las aventureras están extintas en este lado de Faerun.

El resto ya sabía la poca gracia que le hacían las nuevas incorporaciones, sobre todo teniendo en cuenta que todavía estaba intentando lidiar con la última carga, por lo que se mantuvo en silencio haciendo una batalla de miradas con el desconocido esperando que otro iniciara la conversación.

Edirian despertó con un bostezo, estirando los músculos ante el frío de la mañana. El bardo se había arrebujado en la capa de viaje, buscando un lugar tranquilo junto a los árboles para descansar. Acostumbrado a viajar y descansar en la intemperie, el frío era la menor de sus preocupaciones especialmente cuando tampoco era para tanto, como aquella noche.

Tras un frugal desayuno, se pusieron en marcha. El ánimo del semielfo estaba volviendo a su lugar por defecto, distraído y apacible. Las únicas personas que lo sacaban de ese estado de abstracción eran Karag, con su mirada de psicópata, y Nótt con su mirada de... ¿Psicópata? Era difícil de saber.

"Los elfos no parecen muy interesados en molestarnos" pensó, a medida que avanzaban por la foresta. Y así fue. El viaje discurrió con normalidad, hasta que por fin se aproximaron a las malditas cuevas. "Mas muerte" previno el bardo, maldiciéndose por dentro. "Lathander, ayúdanos a evitar una masacre innecesaria, por favor" rezó, mirando de reojo al enano tarado.

Para su sorpresa, una figura humanoide reposaba agazapada, analizando en la distancia las cuevas. Edirian alzó la mano en un signo de alto, y posando la mano en su estoque, avanzó hacia el observador con paso tranquilo, atento a todo lo que hubiera en derredor.

- Saludos - comentó en voz suave y amable, manteniendo la distancia. Luego observó las cuevas en la lejanía-. Imagino que estamos aquí por lo mismo... Quizás podamos ayudarnos mutuamente. Yo soy Edirian, y mis compañeros y un servidor hemos venido aquí para rescatar a los aldeanos de Piedra Nocturna de las garras de los trasgos. Rogaría que os identificarais y aclararais vuestras intenciones... Si son las mismas que las nuestras, podemos trabajar juntos, pero si vuestro propósito es distinto os pediría que esperaseis a que hubiésemos sacado a los prisioneros sanos y salvos para no ponerlos en peligro. 

Desde donde estaba, mantuvo la distancia, aunque observaba a la figura con curiosidad. Quizás debería haber sido mas prudente, pero si no era un trasgo, dudaba que fuese un enemigo. Y si el hombre actuaba por su cuenta podría estropear toda la misión. 

Fué una noche extraña... sinceramente, estaba desconcertado, despistado, disperso en general... pues de un momento a otro esperaba una flecha élfica clavada en el suelo en medio de ellos, como advertencia de que su presencia había sido ingrata para los justos dueños de ese territorio, en plan muestra de relativo disgusto, sin llegar a ofensa... cosas de elgos, vaya, que a veces se manifiestan de aquel sutil modo, y otras aparecen con un "propicios días" o algo similar, con su forma de hablar altanera en ocasiones...

... Pero no pasó nada... ni tampoco en el tránsito hacia la boca de las cuevas... nada de nada... O los elfos les hacían caso omiso, o no se habían percatado de su presencia -improbable no, lo siguiente-, o estaban ocupados en otros menesteres, o... no estaban, directamente. Elucubrando y haciendo cábalas de ello se le pasó el viaje hasta el lugar alque llegaron, donde vieron a un humano vigilando atento.

Viendo que Edirian se había presentado, lo procedente en este caso, era esperar la respuesta por parte del otro, de modo que Brummbar se abstuvo de hablar, y simplemente, de momento, curioso, se situó a la derecha del músico, observando curioso al desconocido....

Cuando le tocó el turno de vigilar, el enano se colocó algo lejos del grupo, oculto en unos arbustos, acechando, esperando que algún enemigo intentara algo. Pero nada pasó y pudo volver a acostarse en su pequeño agujero, el cual ensanchó poco con sus propias manos. Ninguno tuvo en cuenta su recomendación, teniendo más interés en alejarse los unos de los otros que en sobrevivir. Visto y considerando que el frio no era excesivo, lo dejó pasar. Pero sin duda en algún momento necesitarían hacer lo necesario para sobrevivir. Despertó en la mañana, listo para partir rumbo a las cuevas y partir algún goblin. Notaba varias miradas en su persona.

-Mmm- que el culo flaco le dedicara alguna mirada, era normal, así que simplemente se la sostenía alzando el mentón. De no ser porque de vez en cuando arrancaba algún sonido bonito a esa cosa que cargaba a todos lados, no toleraría una mirada como aquella. Por otro lado, la borrega le lanzaba miradas y esquivaba como si fuera la peste, en otro momento habría pensado que quería algo con él, pero su poca experiencia al buscar pareja le llevó a darse cuenta que esa mirada no significaba lo que él creía. Y también estaba el de los cuernos, que le miraba con verdadero horror y también esquivaba su presencia. De no ser por barba partida, se habría sentido… bueno, tampoco es que se sintiera mal, pero estar en una manada luego de tanto tiempo le resultaba agradable. Quizás con más luchas y derramando más sangre todos se uniera un poco más.

No pasó mucho hasta llegar a las cuevas, en donde otro culo flaco vigilaba el lugar. Como los demás prefirieron hablar primero, él fue detrás de ellos, dedicándole una rápida mirada. Armas, altura, pose, mirada, olor, todo fue a parar a la mente del enano, junto con posibles contingencias en caso de que la lengua de plata del bardo no funcionara. En ese caso, su acero hablaría.

Una noche complicada, la anterior. 

En la que, si era sincero con él mismo, no podía decir que hubiera conseguido demasiado. Salir con vida, además. Oh, y segar unas nueve vidas entre trasgos y ogros. Pero cuando hablaban de un éxito contante y sonante, no tenía nada para registrar... por eso estaba de nuevo en camino hacia la masa del poblado. En cualquier otra ocasión la Señora de Nandar hubiera sido su prioridad, pero los aldeanos eran tanto su fuente de riqueza como su responsabilidad, y ella tenía sus propias fuerzas para defenderla. Hubiera sido un insulto convertirse en su escolta dedicada sin que lo hubiera solicitado.

Encontrar a los aventureros no había sido un problema: eran un grupo grande, dejaban un rastro grande. Estaba contemplándolos en aquellos instantes conforme llevaban a la cueva, y estos se habían dado cuenta. Se habían dado cuenta porque el hombre no se estaba molestando en disimular ninguna de las dos cosas.

-Hrm. Saludos a usted también, Eridian.

Dijo. Miró a los demás, preguntándose si iban a intervenir, o si al menos iban a dejar que su heraldo les presentase. 

-Eso sería conveniente y era mi idea, en verdad -asintió- Nos estorbaremos menos mutuamente de ser así.

Siguió mirando. Quedarse de pie y mirando parecía ser una habilidad que el enorme humano tenía bien desarrollada. Hacía recordar más a la fauna que uno podía imaginarse en un callejón oscuro en la ciudad que a otra cosa. Observó de nuevo, esta vez a los lados de manera rápida, para ocuparse de posibles emboscadas o de la atención que pudiera atraer la conversación.

-Entiendo que son los refuerzos de Lady Nandar... espero que las preocupaciones de estas circunstancias no mellen en su estado de salud, sería del todo una inconveniencia. Mi nombre es Artorias, de la casa de Veltalar. No habrá de preocuparles que mi presencia en el grupo fuera contraproducente. He luchado. He matado.

Tras oir al desconocido, se quedó tranquilo... "Pues menos mal que ha matado, si no, vaya ayudita íbamos a tener...",pensó

-Si, venimos por encargo expreso de Lady Velrosa Nandar, y por lo que sabemos -señaló a las cuevas- los aldeanos de Piedra Nocturna, buscando refugio, se han ido a meter en esa cueva de ogros. Las gentes huían del ataque de unos Gigantes de las Nubes, que atacaron la villa desde su castillo volante... Si, hijo, si, como suena. Es lo que ha sucedido. Buscaban la desaparecida piedra de obsidiana que daba nombre al lugar... y se la llevaron. Ahora -abarcó con un gesto al grupo- venimos a liberar a los aldeanos y llevarlos de vuelta a la villa, pues ya es segura.... o más segura que el lugar donde están.

... Cayendo en la cuenta de que había que hacer las pertinentes presentaciones, tras haberlo hecho su interlocutor, se apresuró a presentar al resto del grupo.

-Edirian ya se ha presentado; los demás son Nótt, clériga de Selune, Reshi, de la Casa Cassalanter, Karag... de su propia casa, y yo, Brummbar, clérigo de Tempus. Para su tranquilidad, hemos también luchado y matado, así que, si no hay más inconvenientes,... deberíamos ponernos manos a la obra en lo de rescatar gente, ya que parece que tenemos el mismo encargo.

Edirian dejó que Brummbar hiciese las presentaciones, mientras oteaba desde la distancia las cuevas, pensando que hacer. "Si podemos evitarnos una carnicería..." rogó para si. Odiaba manchar su púa, notar la sangre de aquellas criaturas sobre si. Aquel mundo era muerte, muerte y más muerte, tanto que no le extrañaba que Myrkul hubiese vuelto para reinar sobre esa tierra de esqueletos... Ató a Morcillo a uno de los árboles y se volvió hacia el grupo.

- Quizás podamos ahorrarnos una masacre y liberar a los prisioneros sin causar una batalla campal -sugirió, sabedor de que más de uno no querría seguir esa ruta-. Podría colarme invisible en las cuevas hasta donde se encuentren, u ordenar a unos de los guardias que les liberen y escolten hacia la salida. O ambas opciones. En cualquier caso, deberíamos tener bien controlado el bosque antes de hacer ningún movimiento. Me acercaré a ver si veo algo... Vuelvo ahora. 

No sabía si sus compañeros investigarían los alrededores también o se lo dejarían a él, pero en cualquier caso, el bardo se cubrió con la capucha, ocultando sus cabellos rojos, y se adentró en la foresta.

"Silvanus, guía mis pasos" rogó, sin saber que el dios del bosque no estaba muy por la labor de ayudar.

Poco a poco veis avanzar muy decidido a vuestro Bardo en una dirección claramente contraria a las colinas donde están las cuevas.

La información que le daban encajaba con todo lo que había vivido, incluido el castillo en el cielo. Nunca le había dado demasiada importancia a la leyenda local, pero al parecer alguien sí que se la había dado. Dudaba que nadie a millas a la redonda hubiera podido no ver lo que había pasado, pero también dudaba que nadie viniera de inmediato a despachar el problema.

-Entiendo.

Una línea tiesa se había trazado en la boca del recién llegado al verse llamado como "hijo". Sin embargo, cuando el enano se presentó como clérigo del dios guerrero el hombre pareció relajarse. Al menos una chispa más. Se quedó mirando a Reshi durante unos largos segundos sin hacer nada, cerró los puños a la altura de su cintura, pegados a los músculos, y se inclinó protocolarmente hacia él.

-Mis respetos al noble vástago de la casa Cassalanter.

Después de cumplir con lo que era debido a las condiciones, el hidalgo siguió escuchando. Tempus no era un dios de su preferencia, pero su custodio parecía ser un hombre racional con las ideas claras; probablemente hubiera sido un soldado, o tuviera la bastante experiencia como para contar como uno en los momentos que importaban.

"En cualquier caso, deberíamos tener bien controlado el bosque antes de hacer ningún movimiento"

-Estoy de acuerdo. Sin duda puede haber entradas secundarias a la gruta; sería prudente que me permitierais reconocer el terreno dada mi familiaridad y-

"Me acercaré a ver si veo algo... Vuelvo ahora"

-¿Disculpad?

Preguntó, cuando el heraldo decidió tomar la iniciativa sin contar con nadie más de su grupo y ponerse en marcha. Buscó en los rostros de sus compañeros si semejante falta de disciplina y sentido común era algo común en el individuo, o acaso era alguna clase de prodigio cuyas múltiples habilidades le permitían tomar un osado plan sin prejuicios. Esperaba ver que se trataba del segundo caso.

-…

Observó como se marchaba por su lugar. ¿Estaba intentando dar un rodeo de consideración para evitar enemigos? ¿Prevenir a ningún centinela que pudiera verle obrar magia? ¿Se trataría acaso de aquello?

-...¿deseáis que vaya a escoltarle?

Entiendo que son los refuerzos de Lady Nandar... espero que las preocupaciones de estas circunstancias no mellen en su estado de salud, sería del todo una inconveniencia.

-Posh de salú muy bien no está- dijo el enano aun evaluando al extraño, ignorando la presentación que le dio barba partida. Espada, escudo, arco… mmm quizás era cierto que sabía luchar, no se le veía como un flacucho más. Pero su forma de expresarse y esos movimientos raros le hicieron arrugar el ceño. ¿Sería una forma de caer bien?-. Le cayó un pedrushco y murió- se encogió de hombros, como si fuera un “así es la vida”.

Entonces, culo flaco, decidió elaborar un plan y ponerlo en marcha. Eso de ahorrar una masacre le parecía una tontería. Esas cosas pasaban, le gustara a uno o no. No siempre se podía conseguir alimento o un refugio, así que tenías que darlo todo para conseguirlo, así sea matando o expulsando algo o alguien. Así es la vida.

-...¿deseáis que vaya a escoltarle?

-Nah, eshtará bien- dijo con una sonrisa… hasta que vio saltando detrás del bardo su instrumento musical, momento en el que el enano soltó un sonoro suspiro de rabia-. Mejo le bushcas. Yo me asheguro que no haya naa que mata- se detuvo mirando al nuevo, del cual no se acordaba el nombre-. Si encuentran otra entrada, nos avisan- a pesar de la obvia diferencia de altura, el enano miraba al sujeto como si fuera un trozo de carne al cual poder hincarle el diente. Algo que quizás hiciera de no seguir su indicación.

Vió claramente como el nuevo integrante del grupo seguía con la mirada a Edirian.... y sonrió; el gesto era el de quien se sorprende al ver que alguien tiene una idea, y la ejecuta de inmediato, esperando que el resto del grupo se adapte... Se notaba por detalles como este que aquel provenía de una casta de disciplinados guerreros, y no estaba familiarizado con la dinámica de un grupo heterogéneo como este...

-Estará bien; Edirian es listo como un gato, y sigiloso como un cuerv... ah, no, que era al revés... Si deseas seguirle para quedarte tranquilo, adelante, pero no te pegues a él... puede pensar que tiene a alguien que quiere soplarle el cogote, y es rápido con el acero ese que lleva... y sigiloso como lo que dije antes

Lo dijo con una sonrisa en la boca... al final, te acostumbras a adaptarte a los demás....

-Algunos nos quedaremos vigilando la entrada principal, y sobre todo, intentando ver si hay centinelas ocultos; no me fío de la desaparición de los elfos de este bosque, pues son sus dominios y ellos no renuncian fácilmente a lo que les pertenece por derecho.... así que... si véis elfos, no seáis brutos, y sed corteses ... Karag, no señalo a nadie.

Ya un poco más en serio, me dirijo a quienes quieran esperar el regreso de nuestro intrépido explorador...

-Intentad que no se os vea...

Ya ni siquiera disimulaban el hecho de que hacían falta manos extra para la batalla, o no pensaban en el típico test para saber si era fiable o no, imaginándose que con saludar era suficiente para que el grupo fuera en aumento. Ni yo lo hubiera pasado posiblemente.- Igualmente se olvidó de presentarse si no fuera que otros ya lo hicieron por ella, manteniendo todavía las distancias con el desconocido.

Iba a abrir la boca cuando escuchó a Ed y se fijó en que se marchaba a una dirección contraria a la que querían, alzando una ceja confundida.

No os preocupéis, iré con él.- Es mi semielfo, yo me encargo. Disimuladamente se acercó al bardo y, colocando las manos en su espalda, viró su dirección para reconducirle a donde era como si fuera un niño pequeño.

No pudo dejar de observar como la sacerdotisa no sólo no confiaba en su presencia sino que maniobró hábilmente para que no tuviera que acercarse siquiera a alguien en quien sí confiaba.

"Ah"

Aquello le agradó; indicaba fortaleza de carácter y criterio. Después de todo no tenía ninguna buena razón para confiar en un desconocido que por lo que sabían podía ser un topo de los zhent o un simpatizante de los mil veces malditos thayinos. Asintió cuando la mujer se puso en marcha y a las palabras del clérigo de Tempus: no le hacía gracia la iniciativa del heraldo, pero si era porque el hombre era competente y el equipo estaba de acuerdo con ello, suponía, suponía que debía ser para bien. Aunque el hecho de que estuviera dando un rodeo por completo inútil no ayudaba a tranquilizarle en ese sentido.

-No tengo mucho que rebatir a ese plan -concedió- Entiendo que prefieran la privacidad de su grupo a la presencia de un desconocido: tendré en cuenta no exceder mi familiaridad, no han de sufrir por ello. Y ahora, si me disculpan -hizo un gesto con la cabeza- Voy a reconocer el terreno y comprobar otras posibles entradas.

"Le cayó un pedrushco y murió"

Aquello otro, en cambio, le agradó mucho menos. La mirada se estrechó cuando lo oía.

-¿Perdón? ¿Es eso cierto?

Los que sabían ver en una persona* podían ver como la cara de póker del hombre se vio comprometida: sus músculos estaban tensos, su mandíbula apretada y su boca había pasado a ser una línea como trazada recta con la mano diestra de un escriba. Lo que vio en las reacciones del grupo debió convencerle de que era verdad.

-Eso es... inconveniente. Por supuesto, pagarán por ello -sentenció, como si fuera cosa hecha- Todos aquellos que hayan estado detrás del cobarde crimen, auxiliares y esbirros, serán erradicados si en mi mano depende -funció el ceño (más) y se dio la vuelta para proceder con el reconocimiento del que había hablado- Tengo que centrarme en mi cometido. Sabrán disculparme.

Comenzó a andar por los alrededores, separándose un poco del grupo, si bien menos que el otro semielfo había hecho, y empezó a ponerse en cuclillas, comprobando unos arbustos que había en el camino, dando unas zancadas para subir a una roca cercana. Sus dimensiones hicieron que no tuviera ni que molestarse en correr o acelerar el paso para hacerlo.

Pasan los minutos y ambos grupos de exploración vuelven junto al grueso del grupo con buenas noticias. 

Artorias ha encontrado una entrada en la parte este de las colinas siguiendo un pequeño riachuelo se puede entrar por una brecha lo suficientemente ancha para que quepáis todos. Edirian y Nótt han encontrado otra, se trata de un pozo vertical, que es fácilmente escalable y parece una entrada más céntrica que la encontrada por Artorias.

Así pues la cosa ha quedado en un total de 3 entradas. La principal, que podéis ver des de vuestra posición y las otras dos una al este y la otra hacia el norte. En ninguna de las entradas habéis podido observar actividad desde fuera ni oído ningún ruido procedente del interior, aunque eso no significa nada claro está.

El semielfo meditaba, mientras se alejaba del grupo.

Meditaba su plan. porque eso era lo que necesitaba. Un plan. Algo que permitiese sacar a los aldeanos sanos y salvos de la forma mas simple, sin arriesgar las vidas de su grupo y de los propios prisioneros. Y también meditaba sobre la canción. La canción que había tocado la noche anterior, y su significado, si es que tuviera uno.

El embrujo en el que andaba sumido se rompió cuando Nótt apareció a su lado, acariciando suavemente su espalda para que girase junto a un árbol. Edirian le devolvió a la sacerdotisa una sonrisa cálida y amable, una que salía de dentro y que no tenía ni el peso de los últimos días ni el cansancio habitual. Quizás, a su manera, el bardo distraído era el bardo más auténtico. Más puro. 

- Gracias, chica luna - le susurró a la muchacha con voz suave, mientras volvía su atención al camino.

Tras el paseo, el reconocimiento acabó resultando productivo: habían encontrado una ruta para acceder al interior de las cavernas por un pozo, del cual no parecía difícil ni entrar ni salir. Sin embargo, el explorador parecía haber encontrado un pasadizo más seguro. El bardo se apoyó en uno de los árboles, pensativo. Aquel individuo había aparecido en un momento muy oportuno, pero no veía la razón para desconfiar de él por ahora: si los trasgos se habían aliado con un batidor humano, era la primera vez.

- La entrada principal... Me parece un riesgo demasiado grande - explicó Edirian-. El pozo es una entrada amplia, podríamos dejar cuerdas preparadas para evacuar a los aldeanos, claro, pero también es una pequeña trampa en si misma. El camino que nuestro nuevo amigo dice haber encontrado me parece el más interesante para una infiltración sencilla. 

Esperó que el resto opinaran sobre las entradas antes de continuar.

- Yo evitaría el enfrentamiento directo. Podemos intentar sacarles con discreción. Podría usar mi magia para que los trasgos nos "ayudasen". Ordenar a uno de ellos que libere a los prisioneros y los haga salir por una de estas salidas, por ejemplo. También podríamos crear una distracción que atraiga a los trasgos por la salida principal y aprovechar a evacuar por otro lado. O si alguien está por la labor, puedo usar la invisibilidad para entrar y salir de las cuevas y explorar un poco en avanzadilla... Yo mismo o quien quiera entrar oculto. Como veáis oportuno... Solo insisto en que combatir o entrar a lo loco es un riesgo muy grande, no sé si seríamos capaces de salir de las cuevas con vida, y además pondríamos en peligro a los prisioneros...

Reshi había permanecido callado la mayor parte del rato. Respondió también de acuerdo a los protocolos ante el saludo de Artorias, pero no dijo mucho más.

Tenía la mente ocupada.

¿Vamos a meternos en esa cueva? ¡Pero ya he visto un ciempiés deslizarse hacia adentro y ni siquiera hemos movido un pié. Debe estar llena de, ugh, bichos y cosas que se arrastran. Y barro, y telarañas... y supongo que, ugh, la gente que vive ahí tendrá que usarla también como baño.

El mago se sobresaltó cuando una hoja lo rozó con el viento, su mente le dejaba intuir una asquerosa polilla antes de voltearse para ver que no había nada. Pero no era solo la mugre y el aroma a humedad de la cueva lo que le preocupaba. Hacía ya un par de días que Reshi había terminado de entender nuevos conjuros, y se moría de ganas de ponerlos en práctica, y no podía parar de pensar en cualquier excusa ridícula para hacerlo.

Podría detener a Eridian levantándolo del suelo para que no se vaya. Y explorar la zona a vuelo de pájaro quizás diera más información ¿Debería sugerir levantar a alguien por sobre las copas de los árboles? No, han dicho que no quieren que nadie nos vea... y las cuevas. La entrada del pozo parece prometedora para estrenar esto, pero es cierto que lo difícil será salir... No, no va a poder ser. Mejor no gastar mis energías si no es necesario.

—Estoy de acuerdo, lo mejor será tomar la entrada que no implique desde ya la posibilidad de caer y rompernos las piernas. Artorias, por favor, marca el camino— comentó el Tiefling con parsimonia teatral mientras se reacomodaba la capa, haciendola ondular. 

Después de haber logrado su objetivo, se reunió con el grupo. No había tardado demasiado en encontrar una entrada alternatriva, y no había sido el único, aunque su opción fuera una opción mucho más limpia y segura que un pozo.

"..."

Se vio sorprendido por la recepción de la idea. Sin duda sería la aprobación del tal Edirian el que la haría tomar como válida: la opción más eficiente no siempre es la opción más elegida, y todo depende de quién (y cómo) la presente. Agradeció de forma muda el hecho de que reconociese el mejor camino y lo presentase así a quienes confiaban en él, dándole su validación; la desconfianza era algo natural pero no por eso menos inconveniente, en ocasiones.

-Es una idea interesante -reconoció- Desconozco las capacidades arcanas de que dispone el grupo, pero sin más información disponible de lo que aguarda dentro deberíamos hacer un reconocimiento breve de la zona, batiendo en silencio, y guardar nuestros recursos para el caso de que exista una resistencia de consideración. 

Los ojos del recién no-desconocido llamearon por unos segundos al escuchar eso, y su contestación tuvo el tono cálido y receptivo de la tiza al restregarse contra la piedra pizarra.

-Apreciaría si tuvierais la gentileza de guardar el respeto debido a mi estirpe y tratarme por mi nombre familiar, Cassalanter.

Si seguía apretando así los dientes durante su vida podía acabar perdiendo alguno. Sacudió la cabeza, ayudándole a relajarse y centrarse de nuevo en su trabajo: su ira, pese a que comprensible, estaría mucho mejor dirigida hacia aquellas bestias subhumanas.

-Quienes tengamos una mínima capacidad a la hora de desplazarnos con discreción podríamos ocuparnos de entrar, reconocer y confirmar o denegar la presencia. Sugiero un equipo de dos personas por seguridad y coordinación, si se dispone de tales cualidades.
 

Karag masticaba una ramita, mirando con atención la cueva a lo lejos. La rama iba de un lado a otro, mientras era saboreada con deleite. Era una planta con un sabor fresco, que descubrió un día en el que tenía mucha hambre y sencillamente era lo único que había a mano. Era la última que tenia y siempre estaba masticándola usando estaba aburrido. Ya casi no tenía sabor y lucia lamentable luego de ser apretada por esos afilados dientes una y otra vez. Se giró y oyó todo lo que tenían que decir los exploradores y la idea elegida.

Yo evitaría el enfrentamiento directo

-Tsk- soltó pateando una roca que había cerca y mirando hacia las cuevas con gesto algo ausente-. Puedo sé dishcreto… cuando cazo algunas preshas ni me ven vení- y era verdad, era bastante sigiloso cuando lo requería, sobre todo en su juventud, cuando era un simple cachorro carente de dientes fuertes-. Si van ushtedes dos- un rechoncho dedo señaló al bardo y al de la mandíbula rígida-. Y algo les ataca, solo griten e iré a partir a quien lesh ataque.

Se ofrecía tanto para ir en la vanguardia y explorar como a quedarse allí mismo y esperar la señal para entrar y repartir muerte. Había visto moverse a los dos y suponía que eran sigilosos y rápidos… aunque sería difícil saber lo que haría el nuevo cuando comenzaran a desenvainar los aceros… Al menos el tipo cuidaba sus armas, lo que era algo agradable de ver, pues sus últimos compañeros eran unos cerdos. La sangre y grasa desafila un arma, y si le das al hueso se puede mellar. Uno debe tener sus herramientas en orden.