Partida Rol por web

De amores, muertes y sueños

I. Vulgus veritatis pessimus interpres

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31/01/2012, 21:05
Martín Antúnez

Olvidándose Marcial de la pobre chica ahora manchada de vino, el tipo de la jarra le pidió al tabenero un trapo limpio, dio otro trago a la cerveza y con éste se aventuró a la mesa donde estábais. Se percató que le mirábais. Se impulsó, dio tres pasos, tomó una silla vacía de al lado de vuestra posición y la colocó junto a la mesa. Se sentó y entregó amablemente el trapo a la chica.

Séquese primero el pelo, señorita -dijo el tipo con una voz grave pero firme y guiñándole un ojo-, cuanto antes lo seque antes quedará mejor para un lavado.

Su aspecto era casi repulsivo y su altura dejaba mucho que desear, pero su saber estar denotaba una buena presencia y cierta educación. La verdad es que oírle hablar hacía callar los estereotipos más inoportunos.

Muy buenas, señores -dijo arrimándose hacia delante. Siento lo de antes, he visto que desde que entraron esos tipos ya estaban "echando pestes" de ustedes y se venía venir que os provocarían con sus burlas... Mi nombre es Martín Antúnez.

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01/02/2012, 16:55
Álvaro de Mesía

Que sean buenas Contestó Álvaro con voz torva. Dejó pasar unos segundos en los que observó al fulano de arriba abajo.

Que digo yo que qué mosca ha picado aquí al poblacho. Tener nueva gente en otros lares es motivo de negocio y no de gritos. Si habláis en román paladino os pago una cerveza que os caliente el gaznate.

Y el propio Álvaro tomó un buen trago de su jarra.

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02/02/2012, 12:01
Berg Van Eyck

Sonríe afable

- Gracias por vuestra intervención Martín, es un placer conoceros- dice demasiado educado y formal - nos has salvado de una buena según parece. Estamos en deuda con vos, pero... ¿qué ocurre en este pueblo? ¿por qué está todo el mundo tan nervioso y hostil aquí? jamás ví un recibimiento tan... malo.

Dice mientras tamborilea con los dedos encima de la mesa de madera, nervioso.

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02/02/2012, 21:26
Martín Antúnez

Miró a Álvaro y a Van Eyck con cautela, agachando su cabeza como para hablar bajito, prudentemente. Echó una mirada al fondo de la taberna llena de lugareños y os explicó algo.

Verán...-comenzó-, ciertamente que en esta aldea son todos bastantes raros. No son más que aldeanos sin nada que importarle más allá de sus huertos, vacas, cerdos y olivos... Pero, aparte de eso, tienen buena razón para no confiar en los forasteros.

Antúnez tragó saliva y comenzó a juguetear con el asa de su cerveza, mirándola fijamente mientras contaba.

Aquí donde la veis, tan pequeña y recóndita, en ésta aldea muere una doncella cada mes.

El tipo hizo regresar su mirada a la vuestra, a la de todos, pues sin duda quería ver vuestras muestras de sorpresa tras esta revelación ¡Y menuda la cual era!

Desde hace un año, forasteros. Viene ocurriendo desde hace un año, más o menos. Como que el sol sale cada mañana, tan cierto y veraz es lo que les cuento, aunque les pese y sorprenda. Cada mes, siendo un día cualquiera del mismo, una muchacha aparece muerta entre estas pequeñas calles, todas de forma brutal: mutilados sus pechos, cortadas sus nalgas, o descuartizadas sus extremidades, así como terribles tajazos en el cuerpo o degüellos... -se llevó la mano a la boca, pues le costaba contar tales barbaridades. Las primeras que aparecieron desconcertaron a toda Pardilla, pues siempre ha sido un municipio tranquilo según los habitantes, pero después de la segunda y de la tercera, las autoridades se dieron cuenta del ritmo de las muertes... ¡sí! ¡de un patrón temporal!

Antúnez dejó de mirar su copa para tragarse un buen sorbo de su jarra, espuma incluída.

Pero en este último mes... ¡Oh señores...! En este últmo mes han perecido seis jóvenes hembras... ¡Seis! Mucha gente se ha ido por temor de sus hijas, pero otros no conocen ningún otro oficio más que el campo y sería una aventura marchar lejos... ¿¡A dónde iremos a parar!? -Martín se limpió la boca con trabajo. Últimamente se cuenta muy entre los corrillos, que lo he oído yo con mis propios sentidos, que volvió al pueblo Lucencio "el Estaca", un hombre solitario, sin mujer e hijos, y muy huraño, que siempre ha vivido, según dicen, en el pueblo y que desapareció antes de los inviernos del pasado año, y mucho antes que el verano del mismo... mucho antes que estas muertes ¿quién sabe?

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03/02/2012, 00:50
Berg Van Eyck

Horrorizado sin poder dar crédito a lo que escuchaba - no soy hombre supersticioso y más bien creo en las causas mundanas de los problemas que nos acechan pero lo que decís es sumamente desconcertante. No es de extrañar que la gente esté así,- dice suspirando- ese o esos asesinos acaban con el futuro del pueblo, con los vientres fecundos. ¿No han intentado las autoridades investigar el asunto? ¿o se dedican a otros menesteres? ¿ Quién es el señor de estas tierras? ¿ocurrió algo más hace un año? - pregunta de carrerilla según le vienen las preguntas a la cabeza - ¿ Qué sabéis de ese tal Lucencio? ¿alguien le conoce personalmente? - una extraña mirada brilla en sus ojos - tenemos mucho camino por recorrer, pero quizás podamos serles de ayuda unos días- mira a sus compañeros - si a mis acompañantes no les importa claro. ¿Cuándo murió la última muchacha? Silvia entiende de curaciones y cataplasmas y quizás podría examinar el cuerpo, si es que no se le ha dado cristiana sepultura aún o quizás podamos hablar con el cirujano del pueblo.

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03/02/2012, 11:08
Alejandro Benavente

La Intervención del individuo, que dícese llamarse Martín, no atrajo el interés necesario de  Alejandro, no sin duda había sido un alivio evitar la trifurca pero nada más lejos de eso llamaba su atención el esmirriado individuo, ni siquiera la enorme cicatriz que tenía este le hizo prestarle la menor atención.
 

Siguió comiendo como si nada, con su mirada sombría mirando aquí y allá. Hasta que escuchó el relato de las doncellas muertas.
 

No puede ser… Sin duda Dios no obra sin razones.
 

- Tranquilícese Berg, amigo, no aturulle al paisano.- Su corazón latía a mas de mil por hora pero sabía que el nerviosismo y la precipitación no eran los mejores compañeros de aquellas circunstancias.
 

- Hable Martín, igual el destino ha jugado una partida de tute por nosotros reuniéndonos aquí.  
 

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03/02/2012, 14:41
Silvia Helguera

Silvia se va poniendo aún más blanca de lo que ya es de por si, al escuchar hablar al señor Antúnez. Incluso se queda un par de segundos sin respiración cuando escucha sobre las seis muertes de ese mes.

- ¿Un día cualquiera del mes pero con un patrón temporal? No sería raro pensar que pudiera ser por la luna llena, que es cuando más partos y más violencia hay. Pero qué persona en su sano juicio... vale, sin juicio, qué persona... o tal vez... ¿qué cosa?

- Si las autoridades ya han tomado parte, no sé que podríamos hacer nosotros, pero por poco que sea, claro que me gustaría ayudar. ¿Podríamos ir mañana a la casa del galeno del pueblo? Porque... ¿tendrán galeno, ¿no?

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04/02/2012, 02:51
Álvaro de Mesía

Álvaro pidió una jarra y la puso delante de don Antúnez.

Al cumplidor, la paga. dijo escuetamente.

Reflexionó el castellano durante unos segundos.

Me creo don Martín, que la gente de aquesta puebla tié motivos pa'sustarse de las cosas. Bajó el castellano la voz, como quien va a decir un secreto de terrible importancia.

Que digo que lo diablo, cornudo, cabrón y rabón dicin que tenta preñar vírgenes pa' traer el fin del mundo.

El soldado realizó energicamente la señal de la cruz.

Si de algo sirve aquesta mano es pa matar y si puedo, pos ajudo

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05/02/2012, 20:56
Martín Antúnez

Gracias, buen hombre -debido a la cerveza. ¿Las autoridades? Hacen lo que pueden, la verdad, pero no han dado y el caso sigue "en pie", por desgracia.

Si, bueno... ¿Galeno...? -respondió ante la mujer- lo que se dice galeno... más bien no. En realidad el médico que hay en esta aldea está al servicio del infanzón que hace las veces de alcalde en Pardila, Don Sacristán de la Osa. La gente, cuando está enferma, le paga unas monedas simbólicas y su médico les atiende en las cuadras, entre los caballos... poco más; si la cosa es de urgencia van a Palencia, señorita.

Luego subió las cejas en señal de sorpresa ante la avalancha de preguntas de Van Eyck.

Si, el tal Lucencio -comenzó-, que yo mismo llegué a verle nada más instalarme en la aldea, al poco despareció. La poca gente con la que solía hablar yo me contó que ese tipo no tenía hijos ni esposa, que siempre iba sólo a todos lados -Antúnez echó un trago a la cerveza-. Iba siempre con una estaca, si... una vara, con su perro y apenas se relacionaba con nadie. Cuando se esfumó (incluido el perro) nadie supo más de él. Ahora dicen que ha vuelto y es el que perpetra las muertes... ¡Que Dios nos asista!

Luego se paró intentando recordar todas las preguntas del comerciante para responderlas...

Los cuerpos, mi señor, han sido siempre enterrados con dignas oraciones, que haberlos visto vos o cualquier no fuera de honradez y sentido para las conciencias ¡si quedaban destrozados!

Martín se quedó sediento de hablar y echó otro trago, acabando el líquido. Miró la jarra y se levantó, dejándola en la mesa.

Bueno, señores -dijo despidiéndose mirando que las brasas de la chimenea se habían acabado por completo-. Es tarde y mañana traslado veinte ovejas de Aldonzo desde el monte del cementerio hasta el otro lado del pueblo, a ver si las anillamos. Si son madrugadores quizá nos veamos por ahi fuera. Que vaya bien. ¡Aldonzo, cuidese, hasta mañana! -dijo dirigiéndose al tabernero y éste saludándole y asintiendo amablemente.

Y el tipo esmirriado desapareció por la puerta raudo, internándose en la noche.

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05/02/2012, 21:00
Director

Justo después el tabernero se acercó a vuestra mesa para recoger los vasos vacíos y demás utensilios.

Cuando lo deseen pueden subir a las habitaciones -señores-. Éstas ya estan preparadas.

Tras retirarse, vísteis como la gente comenzaba a marcharse del lugar, no sin antes pasar a vuestro lado y lanzaros alguna que otra mirada algo más recatada y discreta que antes (aunque el peso de ellas sobre la nuca era presente, lo notábais presente. Los rescoldos del fuego apenas ya calentaban.

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05/02/2012, 23:30
Berg Van Eyck

Mira al tipo esmirriado alejarse mientras niega con la cabeza - ¡ Dónde vamos a ir a parar! ¿ es que la gente se ha vuelto loca y se dedica a matar a muchachas inocentes?- apura la jarra - bah! en todos los pueblos hay desapariciones y muertes, lo he visto constantemente. Pero nunca tantas como en este pueblo, tienen a un asesino suelto y las autoridades parece que no hacen nada o no tienen ni idea. Tenemos tiempo de sobra para llegar a Flandes, no tengo ninguna prisa. Quizás podamos quedarnos unos días y ver si damos con el indeseable. ¿Qué os parece? podríamos ir mañana a hablar con el alcalde y con ese Sacristán. A ver qué cuentan- entonces se da cuenta de que  todo el mundo se marcha, en ese momento interrumpe el posadero - sí, subiremos en seguida.

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06/02/2012, 10:48
Alejandro Benavente

Alejandro, con amplia sonrisa en su cara, no da crédito... por fin, Dios le tiende una mano amiga a su merced… en buena hora llega esta.
-Mismo patrón, mismas victimas… el azar me ha traído al lugar mas conveniente de la Península.
 

-Ese tal Lucencio, “el estaca”, por lo que ha dicho Antúnez de él no creo que sea el despiadado asesino ya que según parece los asesinatos están siendo cometidos por un individuo metódico e inteligente no por un bellaco como parece ser este… Aunque no lo descartaría solo por ello.

Al llegar el tabernero: - Subamos pues cuando lo veías oportuno.

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06/02/2012, 14:21
Álvaro de Mesía

Álvaro no sabía de sutilezas ni averiguaciones. Su oficio era matar mucho y bien, de modo que dijo en voz baja:

L'agarramus y ... se pasó el dedo índice de lado a lado acariciando el gaznate l'esgüello num suspiro.

Y se quedó tan pancho después de hablar bien a las claras sobre ajusticiar a un semejante a sangre fría.

El tabernero les invitó a subir a sus cuartos y el soldado asintió con la cabeza.

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07/02/2012, 18:35
Director

Con propuestas para el día siguiente, un ofrecimiento del tabernero por enseñarles sus habitaciones para dormir y con más sueño del que creíais, os fuísteis a la primera planta. Van Eyck entró con Silvia en una habitación, Alejandro y Álvaro en la otra. Tras cambiaros y soltar vuestras pertenencias (no por ello dejar de estar atentos a cualquier ruido), os tumbásteis en las incómodas camas de pajas.

Escena cerrada.