Partida Rol por web

De capa y espada.

20 de Febrero. 9:22

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30/04/2010, 21:40
Director
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30/04/2010, 21:55
Anabela Prieto

Despedía la ventana los primeros rayos del sol y el cantar de los pájaros antojaba el día tranquilo, y bien mentían, ya que la jornada sería brava, y por eso tal vez Inés descansaba en la cama sin que su cuerpo decidiera despertarse. Pero donde los pájaros cantan los hombres sigue muriendo, así que cuando el primer destello se posó en su rostro no le quedó más remedio que el de volver a la tierra, aquella que no estaba hecha para una España en ocio. Y lo primero que hizo fue morderse el labio, pues tranquila estaba en la soledad del lecho, y aventurarse a salir al primero de unos días de no poco ajetreo no era cosa en baladí.

El problema quizás era que no estaba sola. Que un rostro femenino escondido en parte la miraba con sorna y mucha flema, al lado de la ventana abierta. La confesora calzaba la ropa propia de su oficia, con su capa y capucha blanca, sus ropajes de soldados, y una jineta acompañada de una gumia en el cinto (filos no rectos, contrario al estilo de las toledanas españolas, sino curvados y adecuados al buen y certero corte). Su mirada parecía cortar con la misma intensidad que sus armas.

Y no era problema sencillo, pues si bien hace unos días Inés se había enfrentado a unos jaques en parecidas circunstancias y con probado cuajo, un confesor era cosa distinta. Se apoyaba con tranquilidad en la silla al lado de la ventana, y aun cuando se hallaban en un segundo piso, fácilmente pudiera huir por allí de un salto (no sería descartable, incluso, que hubiera entrado en la estancia de aquel modo). Y, en definitiva, que se decía de aquellos lindos cualquier cosa que no fuera santa, ni inofensiva.

-Buenas, y dios te salve, mi capitán de Flándes.

Su voz era grave y hermosa, con una cadencia lenta que recordaba al aceite de azahar resbalando por el cuero curtido. Sus ojos eran oscuros, segura descendencia Portuguesa, y sus labios carnosos, de esos que sin soltar sílaba ya te hablaban de pecado. Su cuerpo, delgado, pálido, y largo, se antojaba grácil y flexible, como las cañas con las que se baten los mozos, seguramente igual de peligroso.

Había algo bello en ella más allá de su cuerpo, sin duda.

 

 

 

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01/05/2010, 04:17
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Inmersa en las profundidades del ensueño, Inés renegaba a despertar removiéndose poco tranquila entre las sábanas. Creíase segura allí, lejos de la realidad tempestuosa contra la que debía acometer en las siguientes horas y días. Mas no lo estaba, aun sin saberlo.

Los rallos del sol recayeron molestamente sobre sus párpados, temblando estos por la intensa luz del alba que se colaba cual ladrona a través de una ventana abierta. Cubrió con su mano el rostro para abrir los ojos, e incorporose en la cama confusa y desganada, con el pelo rubio cenizo alborotado y oscuras ojeras surcando el inferior de sus ojos. Agitada estaba por los pensamientos y las pesadillas que había tenido, pues las preocupaciones de quien se haya en guerra y con familia secuestrada no son pocas y menos se resignan a desaparecer durmiendo. Y a falta de algo más triste, su galán malherido suspiraba dulces palabras para ella, palabras que enamoraban a la par que entristecían más su corazón. Se preguntó la joven a Santo de qué habría tenido que irse a fijar en aquel soldado, habiendo hombres mucho mas elegantes y cautos. La respuesta la halló pronto al recordar la tarde anterior cuando Marcos dio sin dudarlo su vida por ella.

Y entonces aquella melodiosa voz, cristalina y ruda a partes iguales, llegó hasta sus oídos haciendo que Inés se creyera la mujer más desgraciada del mundo, que en una semana podían saltarse su guardia dos veces para acosarla a espaldas de todos. Mas la frase que aquellos labios pronunciaron la desconcertó tanto que olvidó la incursión por unos breves instantes, permitiéndose fijar la mirada y contemplar a la mujer. La Grande de España, alerta, permaneció inmóvil examinando con sus ojos castaños a la desconocida.

Su actitud no era agresiva, aunque solo por su indumentaria ya se sentía en riesgo de muerte. No le cupo duda de que podría acabar con su vida con la misma facilidad con la que habría llegado hasta allí a plena luz del día, pero no parecía pretender aquello lo mas mínimo. O quizás llevara allí más tiempo esperando a que despertase, lo que hizo que se sintiera invadida e incómoda (más de lo que ya estaba).

- ¿Quién sois vos y con qué derecho acudís a mi, sobresaltándome de tal manera? – se atrevió a preguntar, temerosa pero tratando de mantenerse firme en su posición.

Retiró las mantas de encima y se movió despacio hasta el borde de la cama, sentándose con los pies rozando el suelo. Su mano rozó el frío metal de la daga que había debajo de la almohada, mas no la cogió. De poco le podía servir contra aquella mujer, y tomarla quizás la volviera violenta. Cosa nada deseada por la joven.

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01/05/2010, 16:36
Anabela Prieto

Su sonrisa, a medio lado, resaltó el lunar del rostro sobre la pálida piel.

-Acudo ante el dirigente de los tercios de Flandes ¿debéis de serlo no? - sus dientes eran blancos como las perlas traídas de América.- ¿Quién si no tendría la autoridad para ordenar que el Tercio de Harlemm no parta?

Su suave mano acariciaba el pomo de su espada, de marfil al parecer.

 

 

 

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01/05/2010, 16:38
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Entrecerró los ojos tratando de advertir en sus palabras a favor de quién apostaba aquella mujer. Mas poco se podía vislumbrar en ellas.
- Habláis pues correctamente con quien queríais. ¿A qué debo la inesperada y furtiva visita de vuesamerced?
Inés suspiró y se levantó alargando la mano hacia la bata, pero sin apartar la mirada de la confesora.

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01/05/2010, 16:51
Anabela Prieto

Anabela, pues aquel era su nombre, correspondiente a un padre portugueses de oficio marinero, juntó sus manos en el rostro, apoyando el mentón en sus dedos pulgares mientras posaba los índices en sus labios, pensando.

-¿Conocéis a algún ingles por curiosidad? Yo personalmente los detesto, me viene de joven, de verles actuar en el mediterráneo... El caso es que me viene de anillo al dedo, porque da la curiosidad que ingleses, holandeses y gente de Francia han tenido a bien pactar una alianza.- Sus entrecejo se frunció a la vez que se tensaba la sonrisa con sorna y ladeaba ligeramente la cabeza.- Pero mala jugada les ha dado dios al dejarnos fuera. Si el pastel no se reparte entre todos ¿para qué ayudar a partirlo?

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01/05/2010, 17:09
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

La dama se anudó el cinturón de seda con calma mientras meditaba aquella información. Cruzose de brazos mirando el cielo claro de la mañana y después se giró hacia la mujer, pensativa.
- No me despiertan especial simpatía ninguno de los que habéis nombrado… - comentó con sorna. - Así que a vuesamerced le interesa tomar partido en esta guerra… No es bando muy acertado el nuestro, que andamos en cierta desventaja con tantas naciones en contra.
Inés avanzó un par de pasos hacia ella. El tema pintaba serio y dificultoso.
- Me gustaría conocer vuestro nombre si no fuera inconveniente, antes de proseguir la conversación. Advierto que vos ya me conocéis, mas yo quisiera saber qué os mueve… y qué beneficios esperáis sacar de tan secreta reunión.

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01/05/2010, 19:27
Anabela Prieto

-Anabela sere para vos, pues los confesores han decidido que vuesaescelencia es apta para un trato comercial, en perspectiva a la desagradable perdida de influencia acontecida en estas tierras. Ya sabe vuestra merced, hay que diversificar... - Y con esa última palabra la sonrisa se le quedó bailando en los labios.

La alianza con los confesores resultaba harto peligrosa sin duda, se decía que se llegaban a establecer tantos lazos de unión entre dimes y diretes que al final no se llegaba a distinguir quien vendía servicios y quien hacía bien en comprarlos. En el reino español estaba penada con la muerte, pero se sabía que en las altas cortes eran frecuentemente usados, y en los corros se comentaba, con los alguaciles bien lejos, que hasta el mismo rey disponía de ellos.

En definitiva, contratar a estos mercenarios era tarea a sopesar, ya que entre beneficios y pérdidas al final todo se quedaba en un comido por lo servido y buena pascua para todos. Y lo peligroso era, en verdad, que solo se podía saber de ellos y del acierto del trato cuando todo era ya demasiado tarde, pues el funcionamiento de dicha asociación era ajeno a todo hombre que en ella no estuviere.

 

 

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01/05/2010, 19:51
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

- Eso, Anabela, sigue sin responder a los beneficios que esperáis. La bondad no brilla en vuestro oficio.

La joven tomó una silla y la acercó a donde la confesora estaba. Se sentó cruzando las piernas bajo el camisón y reposando los brazos en los lados. Desde allí podía contemplar por la ventana el claro cielo de la mañana y la verde pradera que pertenecía a sus tierras allí, en Brujast. Le hubiera gustado tener tiempo para respirar y caminar en compañía de Elvira un rato, mas no había cabida para el ocio en sus obligaciones.

- No negaré que el prestigio a decaído aquí. Nunca fuimos bien recibidos en estas tierras, y sin el apoyo de mi buen rey no durarán mucho mas. La decisión de mantener el tercio en Brujast, bajo mi criterio, es la mas acertada para la supervivencia. Flandes es el infierno y una locura.

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01/05/2010, 19:58
Anabela Prieto

Anabela se encogió de hombros como si tales lances no fueran con ella

-Vuestros ilustres asuntos en esta ciudad no nos incumben, Inés. Los confesores se dedican a ilustre deber de asistir, no de gobernar. Camino de Madrid anda esta misma mañana Don Eduardo, ilustre y bien intencionado secretario del rey, para dar parte y opinión de lo acontecido en su misión. Parte con el apoyo de aliados que resultan o resultaran en enemigos vuestros, y que por necia decisión entre ellos no nos encontramos. - Anabela ladeó la cabeza.- Os sacará notable ventaja en esto de los dimes y diretes de corte, y cuando llegues a Madrid encontrareis claras dificultades, que por añadidura diré que no serán fácilmente salvables. Tiempo tendrá seguro el malandrín para soltar su veneno.

Y era verdad lo que decía sin duda alguna. Que mientras Inés gastaba energías en el buen gobierno, Eduardo las emplearía todas en difamarla, con gran gasto de honra y recursos ante la inevitable audiencia con el rey al fin de dirimir lo que sería traición o gesto adecuado y correcto.

-Salvo que Eduardo se encuentre muerto en un burdel de camino a la ilustre Madrid, atraído por una cantonera cualquiera que le distrajo de su labor real, dejando al ilustre varón a las buenas noches cuando un jaque amigo le cosió en buenas y sendas puñaladas.-La confesora se paso la lengua por las labios, con húmeda malicia.- Siento entonces su voz la primera en ser escuchada, sin duda.

 

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01/05/2010, 23:36
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Inés apartó el pelo con sus dedos, colocándolo tras las orejas mientras de sus labios comenzaba a advertirse una sonrisa maliciosa llena de satisfacción. La voz de Anabela pronunciando aquellas palabras le agradaba enormemente, pero no podía dejarse llevar por la avaricia y la necesidad de demostrarse superior ante aquel despreciable y vil servidor del rey. Bien podía ser todo aquello una astuta artimaña para engatusarla y hacerla caer en males mayores.

Suspiró dirigiendo hacia la puerta sus ojos, oscuros y brillantes por los reflejos del sol. Permaneció durante unos instantes contemplativa hasta que volvió a mirar a la extraña confesora que permanecía sentada frente a ella, tranquila y con aquella elegante a la vez que misteriosa porte.

- Tal vez sea la espesura que llevo en la mente por estar recién levantada, pero si no son mis “ilustres asuntos” lo que os mueven a vos y a los confesores, no adivino qué beneficio sacaríais de dicho favor hacia mi persona. Si fuerais tan amable de explicaros…

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01/05/2010, 23:39
Anabela Prieto

-No teneis que dar nada a cambio Inés, y la oferta sigue, bella dama. Aparte de ese pequeño servicio crucial.-su bella voz produjo una inflexión al cruzarse con esa palabra, destacándola. - Me ofrecen a mi de mercenaria al servicio de vuestros deseos hasta que llegue el momento de hacer negocios. Entonces podréis retiraros si gustáis, considerando un regalo las ganancias obtenidas.

Tentador trato, sin duda, endulzado más acaso por la oscura profundidad de los ojos de Anabela, los cuales constituían barrera que Inés no podía saltar.

 

 

 

- Tiradas (1)

Tirada: 1d6(+12)
Motivo: Mentiras
Dificultad: 17-
Resultado: 6(+12)=18 (Fracaso)

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02/05/2010, 00:10
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

La dama movió el pie descalzo con impaciencia a la vez que se mordía el labio inferior, dubitativa. Que buen lance podía ser tener mercenaria particular a su servicio, mas los riesgos debían tenerse muy en cuenta. Tratar con los enviados del diablo no era pasado por alto por la iglesia, y Carmen andaba muy cerca suyo aquellos días. Disgustarla solo le traería problemas.

- No negaré que vuestros métodos de persuasión son altamente… tentadores. Los riesgos de mi situación no sé hasta que punto cambiarían a favor sin ese canalla de por medio y con vos a mi lado.

La voz de Inés se hizo a penas un susurro indagando en la inescrutable mirada de Anabela. Le intrigaban sus motivaciones, saber por qué los confesores habían fijado en ella.

- ¿Por qué no estáis vos y los confesores entre los aliados de Eduardo entonces? Tiene desde luego mas influencias que yo, y si vuestro objetivo es tomar partido en la guerra que se dispone es una opción mucho mas acertada.

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02/05/2010, 00:13
Anabela Prieto

Anabela se volvió a encoger de hombros, con un gesto de ignorancia y bella inocencia. Y ya fuera en una nación o en una mujer, la inocencia, la ignorancia y la belleza siempre serían atributos peligrosos a la hora de dejarse convencer.

-No me dan ese tipo de información, vuesaescelencia.

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02/05/2010, 00:43
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

- Si por “necia decisión” no estáis entre sus aliados, mucho me temo que debéis saber mas de lo que habláis. No es que no os den dicha información, es que no la queréis o podéis compartir.

Inés entrecerró los ojos y después hizo una mueca de disgusto. Aborrecía la incertidumbre, y eso era cuanto encontraba a su alrededor, y a cada paso gente nueva en la que confiar o a la que despreciar. Con gesto cansado y de preocupación se levantó de la butaca y se dirigió hacia la puerta.

- Tal vez debería irse vuesamerced, o tal vez no. Ni me convencéis ni me desagradáis con vuestras palabras, pero no tengo tiempo ni ganas para buscar enemigos, que con los que tengo me da para lidiar con ellos durante dos o tres vidas mas – se paró frente a la puerta y volviose para mirarla a aquellos ojos oscuros y enigmáticos. – Si pudiera confiar en vuesamerced, y ya no hablamos de deber hacerlo, solo de poder, os pediría que lo hicierais. La pregunta es ¿pudría fiarme de vos?

La dama permaneció inmóvil frente a la puerta, erguida y sosteniendo la mirada a aquella joven asesina. Por dentro temblaba de miedo, mas por fuera se mostraba fuerte decidida, aunque quizás no tanto como le gustaría. En sus ojos, para los atentos, se advertía la incertidumbre de quien se haya desamparado y navegando a la deriva.

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03/05/2010, 00:51
Anabela Prieto

-Per sempre, e ancora un altro giorno.

Y su voz sonó lenta y bella, como el batir de alas de un halcón, mientras agachaba el rostro sonriente con gesto docil, y que media España y parte de Italia habían estimado merecida una mojada solo por contemplar tanta belleza a la luz del sol holandés.

-Por siempre y todavía un día más.

 

 

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03/05/2010, 01:30
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Inés se quedó pendida en los ojos oscuros y extrañamente bellos de la joven, y embelesada por aquellas palabras en italiano que, a pesar de no comprender, sonaban a hermoso poema recitado con dulce voz.
Cuando Anabela lo repitió de forma que pudiera comprenderlo, los labios de la dama sonrieron con extrañeza. De haber sido un hombre hubiera considerado aquello un acto de pura galantería, y más en enrevesada situación. Mas no lo era: era una hermosa a la par que refinada asesina que le tendía mano amiga.
- Así lo espero entonces – hizo una pausa, ladeando la cabeza al contemplarla. - ¿Marcháis ya?

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03/05/2010, 21:35
Anabela Prieto

-No; todavía no...

Dijo Anabela mientras se llevaba la mano al cinturón, y aquí que la tensión y los prejuicios hicieron obra en doña Inés, que vio con pánico creciente, acompañado este de un vuelco de su corazón, como la blanca mano de la confesora se acercaba a su espada. Pero se demostró infundado y necio, pues Anabela obvió sus armas, gracias a Dios y a toda la cristiandad pensó seguramente Inés, y sacó una carta, entregándosela.

-Es una solicitud de trabajo en su ilustre casa, desde ahora soy una prima de una amiga lejana de la infancia de la que habéis decidido apiadaros, dándome casa y comida a cambio de asistirla en todo momento. Firmarla para que se la entregue a vuestra dueña.

 

Notas de juego

Por cierto, has de suponer que aunque no sabes con precisión el nivel de fidelidad de los confesores, estos se han ganado una reputación de instrumento útil por algo. Una traición a medio-largo plazo te parece posible, pero parece poco lógico que entre a tu servicio para espiarte o traicionarte directamente de alguna manera (eso les crearía mala fama).

 

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03/05/2010, 23:34
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Inés tensó durante largos instantes los músculos ante el movimiento de loa confesora, mas al ver la carta relajose de nuevo. No había motivos para tal atrocidad en aquella habitación, y sentirse amenazada a esas alturas era una tontería.
Avanzó hasta Anabela y cogió la carta, la abrió y leyó con suma atención. La miró con cierto estupor mientras leía los finos garabatos, era precisa y constaba con todo lujo de detalles que la hacían perfectamente creíble. Incluso ella misma habría jurado de la existencia de aquella prima de una amiga suya. Se acercó al escritorio y sacó del cajón tintero y pluma, la cual mojó para trazar con suaves movimientos su firma sobre el papel. Esperó unos instantes a que secara mientras guardaba de nuevo el material y después volvió a cerrarla, tendiéndosela a la joven.
- Aquí tenéis vuestra solicitud. Con esto no debería haber ningún problema.

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06/05/2010, 00:49
Anabela Prieto

La dama asintió con obediencia.

-Entonces solo queda marchar en pos de un atuendo más correcto.

Y allí fue Anabela, con pasos ágiles, a servir a Inés en un acuerdo que el demonio sabría cuales serían sus consecuencias.

 

 

Notas de juego

Escribe como bajas, te recomiendo bestirte antes, y llamas a alguien para que te informe de la situación (elige quien).