Partida Rol por web

Miró con sorpresa la brutalidad de los golpes del enano, la potencia,fuerza y precisión necesaria para causar tanto daño en tan poco tiempo... jamás había presenciado un despliegue similar y entendió el poder de un ejército de enanos.

Bien, ahora comienza lo difícil. Lo primero es tomar una decisión, avanzamos con cuidado perdiendo tiempo o asumimos que no habrá más guardias y aceleramos el paso? Cada segundo puede ser la diferencia entre la vida y la muerte del mediano pero si damos un paso en falso puede ser nuestro final... y el suyo.

Tener al enano con ellos era una bendición, no había dejado de demostrar su destreza marcial en cada momento de cada combate. Entre los suyos debía ser un guerrero de renombre, sin duda alguna.

- Sin prisa, pero sin pausa. Muertos no ayudaremos al mediano. Necesitaremos que Fredegar y tú nos guieis por estos túneles para no perdernos y seguir la pista del pequeño. – dijo Miriel mientras no perdía el tiempo en registrar a los orcos. Dudaba que llevaran nada de valor, pero podían llevar algo como llaves si es que se habían preocupado de construir puertas para encerrar prisioneros hasta poder comérselos.

Ainar había creído que darían algo de combate. En cierta forma, se había aburrido. Nada que ver con el combate en el fuerte circular. Pero bueno, habían hecho bien su trabajo. Limpió el hacha mientras Miriel saqueaba los cuerpos, y una vez estuvieron listos todos, el enano habló.

-Propongo que avancemos más rápido. No creo que sean muy precavidos aquí abajo, y mientras antes lleguemos, antes saldremos a la superficie- hizo un gesto de asco -Ni a mí me gusta estar en estas cuevas pútridas. Es un agravio a la montaña que ojalá ésta se los cobre con un derrumbe... pero no ahora, no es necesario que sea ahora-

Lo que había escuchado de los orcos no le daba buena espina, y quería que avanzaran lo antes posible, y se notaba con la leve inclinación hacia delante que tenía el enano.

Vanwa pensó en ocultar los cuerpos, pero no había tiempo para eso y ni un orco lerdo dejaría de ver que allí habían trinchado sin piedad a los guardias.

- Sí. Hemos de darnos prisa. Las guardias se cambian. Hemos de bajar y subir antes de la siguiente guardia.- Desconocía lo rígidos que serían con eso de las guardias ni cuanto durarían, ni cuanto llevaban ya esos dos vigilando aquel paso. Lo único cierto era que si llegaban orcos a aquel lugar antes de que ellos salieran, sería como revolver un hormiguero con un palo. Las cosas se podían poner muy feas.

Preguntó a la piedra si conocía el camino a las cocinas de aquellas alimañas, pero o bien la pregunta resultó algo confusa para la piedra, que poco sabía de fogones y guisos, o bien los orcos llamaban de alguna forma terrible el lugar donde despedazaban y aderezaban sus platos.

La emboscada fue todo un éxito, lograron librarse de los orcos que custodiaban la entrada antes de que tuvieran el más mínimo resquicio para poder dar la alarma. Pero no había tiempo para celebraciones, Dinodas estaba en aprietos allí dentro y tenían que rescatarlo lo antes posible, ya habían perdido demasiado tiempo siguiendo a los orcos por los enrevesados túneles subterráneos. 

Miriel registró los cadáveres de los vigilantes pero no tenían nada a destacar: algunos huesos extraños en los bolsillos, una especie de naipes con los que matarían las horas libres y un pequeño pellejo lleno de un líquido extraño y maloliente. Pero ni rastro de llaves o algo de valor. 

El grupo se puso en movimiento, internándose en las cuevas de los trasgos. Notaron de inmediato un cambio en el aire del lugar, más viciado y apestoso que en el resto de las cuevas. Hasta Ainar, un enano acostumbrado a la vida bajo tierra, se sentía incómodo en aquellos pasillos subterráneos. Acordaron ir sin prisa pero sin pausa, sin dejar de moverse mucho tiempo pero sin precipitarse. Se metían de bruces en la boca del lobo, y cualquier error podría resultar fatal.