Partida Rol por web

- ¿¡QUÉ SI NECESITO ALGO!? -me levanto furiosa y gritando-. ¿Me has estado escuchando, posadera? Tienes hasta que cuente 3 para contarme lo que pasa. 1, 2 y...

Y si no respondía, pensaba tirarle dos venados a la cara por la cena de ayer y el desayuno de hoy, subir inmediatamente a mi habitación, recoger mis cosas y marcharme con mi corcel. Y cuando estuviera alojada en otra posada, se iba a enterar Vane quién era Paula Piedra, igual que algún día lo sabrían los Payne. Se acabaron las concesiones: una cosa era no matar a una criada desarmada en mitad de un callejón para robarle, y otra muy distinta que una plebeya se atreva a tratarme así. "¿Se creen que me he ido del Valle y he recorrido tantas millas en el mar para ser una buena chica? Mis enemigos van a obtener lo que se merecen, ya lo creo que sí...".

En ese momento un hombre con barbita de chivo sale de la puerta que da a la trastienda. Deja en el aire un tufillo a vino rancio y en general no te inspira la menor confianza.

¡Vane! ¿Se puede saber que ocurre aqui? Por el Desconocido, ¿que son estos gritos? ¿Quien eres tu muchacha y que buscas aqui?

- ¿Qué quién soy yo? -en el fondo de mi corazón me reconforta que esta persona no me inspire confianza, porque se va a tragar parte de mi furia por la situación actual, y sería más injusto que fuera alguien como Meera quién tuviera que aceptar el chaparrón.- Yo soy Paula Piedra. ¿Quién demonios eres tú? ¿Qué pasa en la posada, que lleva dos días llena y hoy esta vacía? ¿Y por qué hasta ahora la simpática camarera aparece de repente con moratones y me insulta? ¡Exijo una respuesta, y como no la tengas más vale que vuelvas por dónde has venido!

No me importaba que fuera un hombre y por lo tanto pudiera pegarme allí mismo, iba a armar un escándalo como no accedieran a mis pretensiones.

El hombre sonrie en la manera en la que lo haria una vibora. Su voz es sibilante y desagradable al oido.

Mira ramera deforme. No me importa en que corral se vendiera tu madre al primer caballero miserable del Valle qu etuvo unos cobres sueltos. No me importa tu opinion sobre mi taberna, sobre mi manera de tratar a mi camarera y por descontado no tengo ninguna intencion de responder a tus preguntas. Asi que contare hasta tres y te echare a patadas de aqui. O aun mejor hare venri a al guardia para que te den una manta de bastonazos.

- ¿Llamar al guardia? ¿Qué pasa, no puedes con una chiquilla quemada? Si no fuera porque me ensuciaría las manos yo misma te enseñaría lo que es bueno, rufián de medio pelo. Pero deja de temblar, que cuando recoja mis cosas me marcho de este antro.

Dejo dos venados de plata en la mesa para el pago de la cena y el desayuno (que no he tomado) y me dirijo a mi habitación. Allí cojo uno de mis pergaminos y escribo sobre donde pueda (si no hay otro lugar, el suelo):

Mi muy estimada señorita Meera Rollingford de los Rollingford de Puente del Príncipe;

Le traigo un obsequio como compensación de su magnífico regalo. Dele las gracias a su nueva ama de llaves, que me aconsejó sobre sus gustos y obtuvo la pieza por su riesgo antes de recomprársela para regalársela a usted, asegurándome de que sea del gusto de mi señorita y no caiga en el error de regalarle algo inmerecido (aunque de todas formas, así ha acabado siendo) teniendo en cuenta su generosidad.

Espero que lo acepte, y su estancia en la Fortaleza Roja sea tan reconfortante como lo es su presencia para los nobles, señoras, criados y criadas y gentes en general.

Un afectuoso saludo de una chica a su servicio,
Paula Piedra

Al acabar, doblo el pegamino y me la guardo en el vestido. Me acerco a las sábanas de la cama y arranco un trozo pequeño de ellas, donde envuelvo la redecilla de pelo y me la guardo junto con el pergamino. A continuación saco todas mis cosas del baúl y me preparo para marcharme. Pero antes tenía algo que hacer.

Seguramente la escena de abajo no había tenido nada que ver conmigo, y empezaba a sospechar que el hombre, fuera quién fuera, era quién había pegado a Vane y por eso mostraba esa actitud. Vane ha sido buena conmigo hasta hoy, pero le dí la oportunidad de disculparse y no la ha aceptado. Y los 7 bien sabían que yo no me detendría porque me tratara muy cortésmente hasta hoy.

Cuando todas mis cosas están cerca de la puerta, intento hacer saltar chispas en la cama, hasta que empiece a arder. Si lo conseguía, trataría de expandir las llamas durante los primeros momentos, y luego volvería a la puerta para contemplarlas antes de marcharme. "Si, esto es lo que me pasó a mí, Vane". Cojo mis cosas, cierro la puerta para que el incendio tarde en detectarse, dejo la llave en el suelo y voy hacia los establos, dónde me espera mi caballo.

Con un poco de esfuerzo consigues encender la yesca y con ella la paja que rellena el colchon de tu cama. Rapidamente una pequeña columna de humo empieza a crecer. Cuando llegas a la puerta ya hay unas cuantas llamas que empeizan a lamer el suelo de la habitacion.

Bajas por la escalera auxiliar dodne esta tu caballo comiendo del pesebre. Lo desatas y de un par de tirones lo pones en marcha por las calles de Desembarco del Rey.

Avanzo hacía la Fortaleza Roja no con satisfacción, pero si con orgullo de haber cumplido con mi amenaza. "Si siempre soy tan dura, los Payne acabarán pagando por lo que hicieron...". Intentar quemar el Dragón Furioso no era justicia, pero tampoco era el mayor de los pecados, teniendo en cuenta como de engreído era su propietario y como podía cambiar Vane de aptitud. "En todo caso es una etapa que dejo atrás; adiós, posaderos. Más me vale conseguir un puesto en la Fortaleza, aunque sea como cocinera, porque exponerme al exterior durante los próximos días puede ser poco seguro".

Una vez en las cercanías de la Fortaleza, busco a algún criado que reconozca de vista cerca de la entrada. Si no veo ninguno, me dirigiría directamente a las puertas. "Aunque es posible que me detengan si el ama de llaves ha dado mi descripción... Pero ahora mismo es igual, incluso con suerte es posible que la situación sea incluso mejor".

Uno de los guardias te detiene, pero en su actitud notas mas desgana y animo de cumplir las formalidades que un verdadero celo de vigilante.

¿Que os trae por la fortaleza moza?

- Traigo un regalo para la señorita Meera Rollingford de los Rollingford de Puente del Príncipe, por lo que busco a algún mozo que busque propina y sea de fiar -no se lo propuse directamente por si lo tomaba como un insulto, pero dejo la oferta en el aire por si la considera válida-. También quiero aceptar un trabajo en las cocinas que el jefe de personal me ofreció. Soy Paula Piedra, ya estuve dentro los últimos dos días -añado por si vale para algo. De todas formas, si no me ha reconocido por mi descripción o al darle el nombre de Meera, no creo que mi nombre levante sospechas; a no ser que el ama de llaves describiera a Meera como era su asaltante y hayan dejado aviso de arresto.

El guardia se rasca la cabeza. Debe reconocer el nombre de Meera por que con una señal te indica que pases antes de vovlerse al siguiente de la cola, un mozo que arrastra a una cerda que no deja de emitir pateticos chillidos, como si realmetne supiera que esta de camino al tajo del carnicero.

Miro con curiosidad a la cerda a la que precedo antes de seguir adelante: "Espero que no sea una metáfora de lo que me espera, entrar al matadero...".

Una vez dentro busco las cuadras para dejar mi montura y, ya de paso, intentar buscar allí algún mozo que conozca a Meera y pueda encargarse de mi recado. Procuro pasar inadvertida y no voy mirando a los que deambulen por mis alrededores, temerosa de que me pueda pasar algo antes de que Meera lea mi carta.

Dejas tu caballo en manos de un criado con la promesa de recompensar ese esfuerzo con algunos cobres luego. El mismo mozo te informa que si quieres que lleven algo a la Torre de la Mano deberías dirigirte hacia la misma torre y contactar con alguno de los criados de ahí. Miras con aprensión la puerta al patio interior dudando si seguir o no este consejo.

"Uhm... ¿debería hacerlo? Una cosa es que me cojan y tenga que enfrentarme al ama de llaves, y otra cosa era forzar ese duelo, porque es imposible que la criada altanera no haya denunciado el robo y dado mi descripción. Y en principio no tendría a nadie de mi parte...".

Opto por no ir directamente al encuentro: tarde o temprano, el destino me llevaría ante señorita y criada. Por ahora veo más importante regresar a las cocinas y conseguir el trabajo que rechacé anteriormente con orgullo. "... Y por lo tanto ahora tengo que volver con la cabeza baja. Pero ya sonará el nombre de mi padre en esta Fortaleza, aunque sea como eco, y conseguiré un marido aceptable".

Vuelves a entrar en las cocinas y de nuevo te encuentras con un ambiente bullicioso, trajín de platos y marmitas mientras el orondo mayordomo dirige y controla este pequeño reino.

Me dirijo hacia el mayordomo, algo recatada pero con aplomo:

- Señor, ¿ha cubierto la plaza por la que negociamos recientemente? Porque tengo que decirle que, aunque me marché con malas maneras al considerar desmerecedora su oferta hacia una bastarda reconocida con dote nupcial, problemas personales me han hecho recapacitar y tomarme más en serio de lo que debería la posibilidad de trabajar en las cocinas.
¿Por dónde íbamos? ¿Le escuché finalmente hablar de 8 venados semanales y 1 día libre? -añado con rapidez. Seguramente no se acordaba de nuestra conversación anterior; de hecho yo tampoco la recordaba exactamente, pero si sabía que nunca me llegó a ofrecer días libres, que era el motivo principal por el que finalmente decidí buscar en otro lugar.

¿Problemas personales? ¿No estarás preñada verdad? Con lo fea que eres... Serán solo 5 venados y medio dia libre. Dice el obeso mayordomo mientras paladea unos dulces de una enorme fuente que se encuentra junto a él.

- ¿Preñada? Por favor, no esparza rumores por los que se pueda arrepentir; mantengo mi virtud intacta, más le vale recordárselo a cualquier noble con el que tenga amistad, porque más tarde podrían recriminarle no haber actuado como mediador ante la oportunidad que dejan escapar... -poco me ha durado mi actitud servil, pero tampoco pierdo gran cosa: de lord Stefon Hayford me importa su trabajo y alojamiento, no su nombre, si es que acaso tiene, en la corte. Una vez casi aceptado el negocio por ambas partes, podría volver a intercambiar pullas con él-.
¿Rebajas las condiciones, eh? -digo como sopesando la propuesta. Pero no lo hacía, ya la tenía aceptada desde que incluye algo de tiempo que pueda dedicar a mi uso personal. Era muy poco, pero yo mismo me lo había buscado. Además, no sé cuanto duraría en la Fortaleza Roja si me achacaban el incidente del Dragón Furioso y, sobretodo, cuando se resolviera mi enfrentamiento con la ama de llaves de Meera.- Muy bien, acepto -añado esperando sus indicaciones para saber donde están ahora mis aposentos. "Supongo que compartidos, pero menos da una Piedra. Je", sonrío para mis adentros.

Lord Steffon te pone a las ordenes de una cocinera ya entrada en años y tas dejar tus cosas en los aposentos comunes de las criadas te ponen a fregar una enorme olla. Poco acostumbrada al trabajo manual la sosa del jabón y lo duro del estropajo, junto a lo frio del agua, no tardan en dejarte las manos rojas. Cuando por fin te dan un descanso te sientes agotada tras tu combate con las ollas cubiertas de grasa.

"Lo bueno de esta situación es que puede que mis manos pierdan su suavidad, pero de todas formas nadie me va a querer por mi cuerpo...", pienso mientras froto con intensidad aquella olla.

En el descanso, prefiero hacer alguna tarea útil que no reposar: "Porque si no aguanto la intensidad del primer día de trabajo, no duraré ni una semana, con descansos o sin ellos...". Por eso, si veo que tengo tiempo, voy hasta el granero y le digo al criado que por ahora voy a habitar en la Fortaleza Roja; y aunque sea como criada, me gustaría que cuidara de mi corcel con algo de atención, mientras le paso las monedas de bronce prometidas y algunas extra por la nueva petición. Si tengo aún más tiempo, intentaría encontrar algún criado o cocinero que conociera a Meera para que le entregue mi regalo.