Partida Rol por web

Mientras devoro mi cena, no puedo evitar asombrarme de tanta coincidencia. Varios de los viajeros que me habían acompañado durante el trayecto mostraron un vivo interés cuando Jagg y el enano que lo acompañaba se pusieron a hablar acerca de ciertas desapariciones. Tanta casualidad no se da a menudo, y quizá tuviera alguna relación con lo sucedido a mi querida Mara. Sin otro cabo al que agarrarme, decidí romper mi acostumbrada soledad. 

Tomé mi copa de vino y acerqué la silla al grupo que se estaba reuniendo en la mesa de al lado.- Es Daggerfell, señor Jagg, no es tán complicado- Digo mientras me siento con una sonrisa.- Tampoco he podido evitar oir el tema de las desapariciones, como aquí el caballero.- He indico con la cabeza a Aiden. El movimiento agita mi negro cabello, dejando entrever mis orejas puntiagudas, herencia de mi sangre medio-elfa.- Y debo decir que lamentablemente, es la razón que me ha traído hasta las puertas de esta ciudad.- Doy un sorbo de vino y espero para ver las reacciones de los presentes.

El anciano que había acompañado a la caravana se había sentado en un rincón, no demasiado lejos del grupo improvisado que se había formado. Llamaba la atención por su edad: no era un comerciante y, parecía ser, tampoco un lugareño dado que no había seguido con la caravana; era obvio que no tenía edad - ni se había presentado como tal - para ser guardia de caravanas.

Nadie le prestó mucha atención cuando encendió un trozo de incienso para tomar su cena, ni cuando le susurraba cosas. Pero unos instantes después la pequeña barrita aromática soltó una densa nube de humo negro como la pez, después de unos segundos el humo cambió de color a un vivaracho dorado muy bonito y, tras unos segundos suspendida, lunares negros absorbieron parte del dorado para dejar una confusa masa dorada y negra que permaneció unos segundos más antes de disiparse misteriosamente.

La joven camarera pelirroja, que se disponía a dejar un poco más de pan en la mesa, se había quedado petrificada y tardó casi medio minuto en reaccionar, antes de llevar el pan presurosa y alejarse lo antes posible, sin sonrisas ni palabras amables esta vez.

Rislân no podía dejar de mostrarse sorprendido. No es que usara el conjuro de augurio muy a menudo, no era barato ese incienso especial que había que sintonizar con las energías del universo empleando materiales muy caros, pero estaba bastante seguro de que lo que había pasado era muy raro. ¿Podía ser que las fuerzas primordiales se hubieran mostrado especialmente interesadas en esa pregunta? Podía ser. Podían ser tantas cosas...

El caso es que, para empezar, la barrita seguía allí humeando y perfumando, prácticamente entera, por lo que el anciano se apresuró a apagarla con el propósito de volver a usarla en futuro cuando la requiriera. Pero no menos extraño era aquellos colores, no los colores en sí, eso estaba claro: negro desdicha, dorado dicha, mezcla ambas, blanco inconcluso. Pero lo habitual es que el humo tomase un color, blanco si no era capaz de otro; o que sencillamente el humo no apareciera si el conjuro fallaba, lo que podía ocurrir y no es que fuera difícil. Aquellos cambios no eran normales, ¿qué podría haber pasado? No lo sabía, podía especular, si, pero sólo eso.

Rislân no podía dejar de mostrarse sorprendido. Durante unos instantes una mueca mezcla de frustración y curiosidad pasó fugaz por su rostro mientras agitó el humo con su gorro, intentando disiparlo. Pero rápidamente en su rostro lo que apareció fue una sincera sonrisa acompañada de una inclinación de cabeza a modo de disculpa, dirigida principalmente a la joven camarera pero también al resto de curiosos a los que pudiese haber llamado la atención su pequeño ritual.

Todo fue casi instantáneo porque pronto volvió a concentrarse en el placer de beber el tazón de vino caliente poco a poco, y en la mesa de ruidosos, no encontraba adjetivo mejor, a los que miraba con seriedad y el ceño fruncido mientras tomaba lentas notas con el cálamo en un pergamino doblado meticulosamente en cuatro partes.

-Muy amable. Dice mientras levanta la vista, clavando sus ojos verdes oscuros en los del tabernero. Da un buen trago al líquido, enjuagando así su reseco gaznate. Y tras exhalar el aliento en señal de aprobación a la bebida, contesta.  -Me hospedaré esta noche, si tenéis cama disponible. En ese momento siente algarabía a su espalda. Arquea una ceja y vira su cabeza para mirar de reojo. Algunos de los miembros de la caravana llevaban gran parte del camino, y desde que entraron en la posada, gritando y fanfarroneando. No obstante, ahora el cariz de la conversación había cambiado y otros miembros de la caravana empezaban a juntarse en torno a una de las mesas. Vuelve a encararse al tabernero. -¿Cuanto por la noche y la comida?. Paga un poco más de lo que el tabernero le pide. Coge su vaso y se dispone a dar la vuelta, pero primeramente hace un pequeño gesto de reverencia con la cabeza. -Gracias. Y tenéis razón, no soy un mercader. Pero ya lo que haga mañana es cosa mía, mi buen señor. Se vira y oteando la posada, se dirige a una de las mesas cercanas a donde se ha formado el corro. Allí toma asiento mientras espera la comida y, sin disimular, aguza la vista y el oído para no perder detalle de lo que se pueda decir. -Puede que al final lo de unirse a la caravana de ese viejo no fuese del todo un error. 

En apenas unos instantes, un mujer grácil como un felino, un hombre rudo con aspecto de guerrero, un tipo estrafalario con pinta de mago abnegado en sus pensamientos, y el bueno de Hank Daggerfell se habían inmiscuido en su conversación con Gogri. Jagg no percibió malintención en ellos, por lo que no hizo ningún amago de ponerles entre la pared y la flecha, y, de hecho... "Más gente guiada al Vertedero de Plata por las desapariciones... hogar, dulce hogar...", pensó.

Surcando su mirada a través de sus caras, el cazarrecompensas toma un trago sonriendo y se pronuncia:

- Muchachos, señorita, ¿no tienen seco el gaznate? Siéntense a tomar algo, alegren la cara, parezcan felices de "reencontrarnos", y quítense el cartel de "aquí está pasando algo, miradnos" -dice gesticulando ámpliamente-. Dentro de diez minutos nos vemos tras la casa de baños de ahí fuera. Y Gogri, por todos los dioses, no mates a nadie de camino si te recuerdan que eres feo como mil demonios, jajajajaja.

-Se mastica la cerveza para que el asado sepa mejor, mendrugo inculto - protestó el enano y guiñó el ojo a Jagg, divertido en el fondo, de esa forma sutil que sólo alguien que conozca bien a un enano sabe entrever.

Llegaron el resto de extraños y Gogri se esforzó en mostrar un gesto adusto. Hacían preguntas y se sentaban sin más, propio de la gente alta, sin guardar el respeto debido a las presentaciones. Él no sería menos. Si no conocían las buenas maneras, no sería él quien se las enseñara.

-Vaya, en este pueblo todo asunto de uno es asunto de otros - dijo Gogri, escupiendo la espuma que no había absorbido su ávido bigote -. Pues mis asuntos son míos, señores. No hablo de mis cosas con cualquiera con quien comparto trayecto. Jagg, ¿a cuántos de éstos conoces? ¿Te has dedicado a la lengua en lugar de a la espada todo este tiempo? Mejor no respondas. Me imagino lo que dirás. Espero no verte torpe, porque este asunto busca armas e ingenio afilados, botas firmes y brazos capaces.

Finalmente, su olfato captó la obra del mago y arrugó el gesto al reconocerla, sus ojos se entrecerraron aún más y resopló como un dragón molesto.

-Mmmmmffff...magos. Magia. Sí, magia por todos lados. Ya no hacemos falta los antiguos guerreros, ¿verdad? Venga, Jagg, responde. Si prefieres estas nuevas compañías a la mía estaré encantado de dedicarme a lo mío en paz.

Jagg sonríe para quitarle hierro al asunto.

- [En lengua enana] No seas tímido, taburete con barba. Si se nos han acercado para sonsacarnos información, podemos poner esta situación en su contra... con un poco de sutileza,... o un poco de buen acero -le dice-. [En lengua común] ¿Entonces qué? ¿Nos vemos en un rato caballeros y señorita?

Gogri mira a Jagg de reojo. Sigue con la jarra vacía a la altura de su boca como si verdaderamente fuera tímido y no quisiera mostrar su rostro barbado.

[en lengua enana]-grrrrr mmmmmmffffff.

Alexandra arqueó una ceja y miró a ambos lados como si se estuviese preguntando "¿Señorita? ¿Dónde?". Le dio unos golpecitos en el hombro con el dedo y se inclinó hacia Xelaver. Igual él sí la había visto. No obstante, tras unos instantes así, miró a Jagg.

—Si, ya lo creo que eres sutil. Tanto como un hachazo enano—resopló sin mal tono pero también sin eufemismos. No es que le hubiese resultado un alarde de educación precisamente que de pronto se hubiesen puesto a cuchichear en otro idioma—. Por si no te has dado cuenta aún, hay más de una persona aquí que sabe hablarlo.

Se cruzó de brazos y cambió el peso del cuerpo de pierna. Por comodidad, no por nada en concreto. La verdad es que no entendía cómo era posible que existiera gente tan paranoica.

—Se oían vuestras voces desde la otra punta del local por más que tu amigo asegure que no habla de sus cosas con cualquiera. Literalmente no hemos podido evitar oíros, eso es todo—añadió encogiéndose de hombros y señalando con un pulgar hacia atrás, como remarcando la otra punta del susodicho local—. Sólo preguntaba porque nosotros también hemos perdido a alguien, ha desaparecido, quizá no sea casualidad y podamos ayudarnos mutuamente a sacar algo en claro.

Aiden torció un poco el gesto ante la respuesta del enano. Estos enanos... no hay quien trate con ellos - pensó.

-Tranquilizate enano porque aquí nadie trata de meterse donde no le incumbe - intervino tras Alexandra - Deberías escuchar a la dama, porque tiene mucha razón en lo que dice. Estamos aquí por la misma razón, y eso debería decirte que vas a necesitar ayuda, como yo la voy a necesitar y por eso me he sentado en esta mesa... si es que de verdad quieres encontrar a la persona que ha desaparecido. En este pueblo está pasando algo, yo no creo en las casualidades - se giró hacia Alexandra en ese momento - y no es tarea para un solo hombre arreglarlo.

Se detuvo entonces haciendo un gesto a una de las camareras de que le sirviese a el una jarra de cerveza.

-No veo la necesidad de ocultarnos para hablar de lo que venimos a hacer, mis intenciones en este viaje son claras y transparentes. Alguien ha desaparecido, alguien a quien quiero - en ese momento se llevó la mano a un amuleto plateado que le colgaba del cuello y lo apretó con fuerza - y voy a encontrarla. Cueste lo que cueste. Pero si estais más cómodos discutiendo en otro lugar no seré yo quien lo impida. Mientras tanto aprovecharé para beber y comer algo, ha sido un viaje muy largo. 

Cuando la camarera morena se acercó con su jarra se lo agradeció con amabilidad y, dedicándole una sonrisa le pidió un plato de estofado y una hogaza de pan. Habían sido muchos días en caravana y echaba de menos una comida caliente y bien preparada.

-Antes de que continuemos, me presentaré, soy Aiden Stendahl, guardian del templo de Pelor en Velkoměsta, muchas leguas al este de aquí.

Xelaver suspiró. Hablar en otro idioma delante de la gente no era precisamente un alarde de modales, y menos cuando hablaban de engañarte o recurrir al acero. Tampoco lo era cuchichear, así que el mago volvió a suspirar cuando Alex se acercó a él para que le tradujera lo que habían dicho. Suponía que, al final y al cabo, el tal Jagg se lo merecía, así que le cuchicheó la traducción con algo de reluctancia y después se mantuvo en un discreto segundo plano.

Dedicó un gesto con la mano al anciano que había encendido el incienso, que estaba a medio camino entre "no pasa nada" y "disculpe por las molestias". Era una excusa como otra cualquiera de mirar para otro lado después de lo incómoda que se había hecho la situación. Aunque le gustaba como hablaba el hombre de las cicatrices. Con claridad y sin tapujos, de frente y presto a cooperar.

—Bien dicho —tuvo que admitir Xelaver, tendiéndole la mano —. Un sabio dijo una vez que cualquier poder que no se base en la unión es débil.

Expuso sus argumentos.

—Algunas de las desapariciones se remontan a meses o a años. Si la guardia no ha podido localizar a los raptores es por que no es tan sencillo. Quien mejor que los afectados, unidos, para resolver el misterio.

El posadero pidió el dinero con una sonrisa amable y una ligera genuflexión:

-"Una moneda de oro por todo, caballero. Si lo desea incluye servicio de baño en la casa adjunta. Puede pagar una moneda adicional si desea una habitación de lujo, que incluye agua caliente para el baño y que le lleven la tinaja a su cuarto, además de cordero asado para la cena y tanta cerveza ligera como pueda trasegar o vino en lugar de cerveza ligera" -

Su rostro amable y preocupado cambió al recibir la respuesta cortante a su insinuación. Con mirada ofendida, asintió secamente y con un resoplido respondió:

-"Mis disculpas, caballero. No pretendía entrometerme en sus asuntos. Líbrenme los dioses de volver a preocuparme." 

Gogri escuchó estoicamente a los demás. Tranquilamente, tomándose su tiempo, estrelló la jarra vacía en la mesa, destrozándola.

-No estoy seguro de que sepáis lo que es un hachazo enano, ninguno de vosotros. Si lo sabéis, creo que sabréis igualmente que el número da igual cuando uno se enfrenta a un filo de Grummnar. 

El enano entrecerró los ojos aún más, dejando apenas un resquicio de ellos para saber que estaba observando fijamente. Su nariz bombeaba aire de forma obstinada, como un vendaval que pudiera controlar sólo con esfuerzo.

-Para haber dicho apenas que vengo por una desaparición, parece que te empeñas en creer conocer los detalles, humana. La mitad de los que estamos aquí ya ha dicho que viene por lo mismo, así que dudo que esperéis que un enano se acerca a este pueblo por placer o por estar de paso. Tanto da. Yo no he necesitado "evitar vuestras conversaciones", si tenéis necesidad de compartirlo, hacedlo. Si creeis que "uniéndonos" seremos más fuertes, unámonos.

Gogri se echó el cuello hacia atrás y soltó aire.

-¡Camarera! - bramó -. He roto una jarra y quiero disculparme por desatar mi furia con lo que no lo merecía. ¿Cuánto debo?

Se volvió tranquilamente después. Parecía distinto, como si hubiera terminado una tarea y se dispusiera a comenzar otra.

-¿Va a ser la unión, entonces? ¿O cada uno por su lado? A mí me da igual una cosa que la otra, pero decididlo todos, y que no haya dudas. No quiero dar mi espalda a alguien de cuya lealtad desconfíe.

Trato de mantenerme sereno, aunque reconozco que las formas y el "mal genio" del enano me dejan un poco boquiabierto. Imagino que esta forma de actuar es algo típico de esta raza, ya que no estoy acostumbrado a tratar con ellos. Carraspeo un poco para llamar la atención y comento.- Ejem... Bueno, yo últimamente estoy más acostumbrado a actuar en solitario, pero la experiencia me dicta que la unión hace la fuerza. No sé si es por azar del destino, los dioses o mera casualidad, pero parece que todos los aqui presentes hemos venido hasta la ciudad en busca de una persona cercana desaparecida.- Levanto las manos en plan conciliador.- O al menos eso me ha parecido entender, no deseo ofender a ningún presente en caso contrario. Para mayor coincidencia, esas personas que buscamos deben formar parte del grueso de desapariciones que se han producido en la capital, según apuntan los rumores que todos hemos oido.- Cruzo los brazos y me acaricio la barbilla pensativo.- Si todo esto forma parte de un único ardid, el asunto debe ser complejo, quizá demasiado para una sola persona. Puede tratarse de alguna red esclavista o algo peor.- Ahora mi expresión es de clara preocupación.- Así que por mi parte, estoy de acuerdo en asociarme con cualquiera que desee investigar en grupo todo este asunto. Dados los hechos, sé que yo a solas quizá no pueda encontrar a la persona que busco. Entre varios, es más facil que tengamos éxito y que cada uno localice a la persona deseada.- Terminada mi opinión, me reclino en la silla y espero las respuestas de los presentes mientras pido algo más de vino.
 

Alexandra se quedó mirando largamente al enano. Si las demostraciones de fuerza la impresionaran lo más mínimo, habría elegido hace mucho la senda del guerrero. Aunque lo cierto es que lo sentía por la jarra.

—Ahá—comentó, sin contagiarse de la verborrea de Gogri—. Y somos nosotros los que nos empeñamos en conocer los detalles.

No dejaba de resultarle irónico: ella había preguntado si estaban hablando de una desaparición y se había topado con toda aquella manía persecutoria, con que asumían que en su vida se había enfrentado a nada más peleón que un licor élfico y con que quería "sonsacarles" información. No contento con ello, el otro tipo se había puesto a hablar de engañarles delante de sus  narices en otro idioma con la clara intención de que no se le entendiera por a saber los dioses qué. ¿Y ahora hablaban precisamente de desconfianza sobre lealtades? ¡Que la aspasen si aquella gente no era peculiar!

Se rascó la melena como si estuviese pensando en algo trascendental aunque enseguida pareció desechar el hilo de dichos pensamientos y manoteó el aire con esa misma mano.

—Si prefieres seguir bebiendo, te avisaremos en algún momento—resumió. No tenía ni intención ni tiempo de andar detrás de nadie: A quien le interesara resolver aquel condenado misterio, que se acercara, qué diablos. Miró al tipo de las cicatrices que de momento era quien había tenido la reacción más práctica—. Un placer conocerlo, señor Stendahl. ¿O es ser Stendahl?

Para ella un guardián se le antojaba una especie de paladín así que no tenía muy claro lo del título.

—Mmm... —meditó, luego arqueó ambas cejas, sonrió, y propuso:—. ¿Puedo llamarte Aiden?

En ese momento, otro de los hombres hizo un inciso y la espadachina levantó las manos con el desparpajo de quien festeja algo maravilloso.

—¡Y nosotros estamos encantados de contar contigo... ! em... —carraspeó diplomáticamente, tomó una silla y decidió sentarse entre Aiden y el chico que acababa de hablar, al cual susurró con el aire confidente (y teatral) de quien le pide linea a un apuntador—. Perdón, ¿cómo dijiste que te llamabas?

Conforme vino el pequeño deje de humor para quitarle hierro al asunto, se fue, Alexandra volvió a ponerse seria.

—Has dicho que vienes de Velkoměsta, ¿verdad?—preguntó mirando a Aiden—. Eso está muy lejos... ¿Esa persona de la que hablas también desapareció aquí, en los alrededores de Puerta de Plata? Es donde nos ha ocurrido a nosotros.

Luego miró a Hank, confirmando la suposición que había hecho antes.

—En nuestro caso, nuestra hermana mayor.