Partida Rol por web

Desapariciones en Puerta de Plata (Finalizada)

Capítulo I: La llegada a Puerta de Plata

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09/01/2014, 16:31
Alexandra

Eh, un momento—Alexandra se cruzó de brazos mientras miraba el papel acusadoramente, como si lo estuviese regañando—. ¿Cómo que "cebo"? No pienso hacer nada que tenga que ver con faldas cortas ni caídas de ojos. Avisados estáis.

«Y a todo esto. Si el abuelete quería venir, ¿no podía simplemente haberlo dicho y punto en lugar de montarse el numerito místico? Mira que a algunas personas les gusta complicarse... »

Carraspeó y se puso en pie sacudiéndose las manos.

Bueno pues estupendo entonces, ya tenemos oficialmente el grupo de arrojados héroes con enano, arqueros, acróbata, mago y caballe... perdón, paladín. Incluso a falta de bardo para entonar hazañas tenemos pintor para ilustrarlas. Si es que somos originales hasta en eso.

Rio entre dientes.

Es casi digno de un libro—se despidió con la mano—. En fin. No sé mi hermano pero yo por lo menos me voy a descansar ya, mañana hay mucho por hacer. Buena luna a todo el mundo.

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09/01/2014, 20:14
Xelaver

Ah, la indecisión. La maldición que traía consigo el conocimiento. Su padre le había dicho una vez que podría reconocer al más eminente de entre todos los filósofos porque probablemente no había hecho nunca nada en la vida. Nunca encontraban el momento perfecto, pero Xelaver no estaba dispuesto a investigar durante años la desaparición de su hermana. Le hubiera gustado ver a aquel anciano en la habitación-trampa de las ruinas bajo el templo del Dios Ciego. Había tenido unos segundos para encontrar la combinación que detenía el movimiento de las paredes los aplastaran a él y a sus hermanas. ¡Unos segundos! No años de estudio y reflexión sobre el mecanismo y todas las posibles combinaciones.

—Oigamos lo que ese anciano tiene decirnos. Pero no todo —suspiró y sonrió de soslayo—, o terminaremos planificando el plan.

Dedicó una respetuosa inclinación de cabeza a todos.

—Encantado de conocerles, señores. Y muy buenas noches.

Dicho lo cual, se fue con su hermana a la habitación compartida.

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10/01/2014, 18:43
Gogri Grimhammer

La sonrisa de Gogri, aunque oculta por su omnipresente barba, aumentaba a medida que leía el batiburrillo de dibujos, esquemas, garabatos y comentarios. Al final, se atusó el bigote e hizo un antiguo y discreto gesto de respeto enano al mensaje.

-Hasta mañana pues. Como digo, disfrutaré un rato del fuego y de la pipa, por si necesitáis algo. Dormiré junto a la chimenea. Mañana nos veremos.

Se dirigió tranquilamente hacia donde había dicho que reposaría y se sentó plácidamente, practicando poco a poco el arte de formar anillos de humo. Antiguamente, empezó a recordar, se decía que había un lenguaje enano que se basaba en las formas que se dibujaban unos y otros con sus pipas, para hablar entre los interesados en silencio, o entre una multitud de incautos. Si él hubiera aprendido aquellas cosas entonces, en lugar de abandonar tan pronto a los suyos...

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13/01/2014, 00:05
Aiden Stendahl

-Estoy de acuerdo, oigamos lo que el anciano quiere contarnos. - asintió Aiden - Parece entonces que tenemos un acuerdo todos nosotros, y lo que parece un grupo bastante capaz - esbozó una sonrisa torcida - Mañana trataremos con más detalle los pasos a seguir. 

Terminándose de un trago la poca cerveza que quedaba en su jarra se levantó, recogió del suelo su macuto, y tras tenderle la mano a todos los presentes a modo de despedida se retiró. 

-Va siendo hora de descansar, mañana nos espera mucho trabajo.

Caminó entonces hacia la barra para pagar lo que pudiese deber y a continuación siguió hasta la habitación que le habían asignado. 

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13/01/2014, 09:50
Jagg Hafferil

Jagg había estado observando el pergamino de reojo, pero prefirió fingir que tenía más interés en aquel arco mundano viéndolo desde varios ángulos, comprobando la flexibilidad de las palas, buscando restos de carcoma o burbujitas en el barniz, y buscando con los dedos algún grabado del artesano o recuerdo de una bestia poco amable.

- ¡Aja! -exclama el aventurero tornándose a Hugh y devolviéndole su instrumento-. Se nota que le has dado uso a este pequeño. Será interesante medir nuestras destrezas un día, ¡jajaja! -propone-. Podríamos coger a Gogri y ponerle una manzana en la cabeza o tal vez, aprovechando que no está, esa tal Alexandra tiene pinta de esquivar bien los proyectiles, ¿100 puntos para el que la acierte a una manzana atada a su cabeza? -al decir esto pone una pequeña mueca de maníaco, que inmediatamente cambia a su habitual aire de jolgorio-. ¡Jajaja! ¡Sólo era una pequeña broma! ¿Ya os pesa el sueño, eh? -pregunta terminando su jarra de cerveza del trago.

Acto seguido se levanta y realiza una pequeña reverencia.

- Jagg Hafferil a vuestro servicio se retira al camastro. Si alguno quiere compartir gastos de habitación, la mía es doble. Y así, además, estaríamos más calentitos, ¿eh, Hugh? -le propone con un guiño. Sin dilación, recoge su macuto y se dirige a los dormitorios.

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13/01/2014, 23:24
Hugh Triond

A medida que abandonan la mesa, va despidiendo a cada uno con un cordial. -Hasta mañana. Que paséis buena noche.

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14/01/2014, 00:17
Hugh Triond

Dubitativo, medita unos segundos su respuesta. -Ehh... os lo agradezco Jagg. Sin embargo, no será necesario.- Mira de reojo hacia ambos lados. -Tengo ya mi propia cama paga. ¡Que tengáis una buena noche!.-  Durante un rato, queda a solas en la taberna acabando su cena, ahora fría. Mientras, solo en la mesa, medita sobre lo que le pueda deparar el futuro. Pasa así largo rato hasta que el sueño se apodera de él, momento en el que da un triste -Buenas noches.- a los empleados de la taberna y se marcha a su estancia.

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14/01/2014, 18:27
Director

La noche transcurrió sin sobresaltos, pero no plácida. Ninguno de los recién conocidos tenía la mente en paz y, quién más, quién menos, tuvieron pesadillas relacionadas con las desapariciones. Terrores sin nombre, vagos y poco nítídos amenazaban desde sombras húmedas y pegajosas a sus desaparecidas en sus sueños intranquilos y cuando les despertaban, pensamientos funestos alimentados por la oscuridad hacían que les costase volver a conciliar el sueño.

El día amaneció luminoso y soleado, casi como si estuviera burlándose de su humor sombrío y su pena. Aunque no para Rislân que, demasiado mayor para dormir hasta tarde y más habituado a madrugar y no trasnochar, se levantó cuando el sol no iluminaba aún suficiente para distinguirlo. Aún así, los trabajadores de la posada estaban ya en plena actividad. No pocos mercaderes estaban en pie con el anciano, dispuestos a aprovechar el día y llegar cuanto antes al mercado.

A medida que los demás se fueron levantando, Gogri el último y bostezando a pesar del jaleo que había ya para ese entonces en el cuarto común, la posada estaba ya bullendo como una plaza del mercado. La mayoría se levantaron lo justo para ver salir los primeros carros y caminantes en dirección a la ciudad, pero a cambio llegaron en el mejor momento para tomar en su justa temperatura el desayuno que incluía la noche de posada.

Gachas de avena bien cargadas, pan negro tostado con tocino de cerdo fundido y cerveza espesa y amarga constituían la oferta de la cocina. Una sopa de verduras hervidas bien caliente servía como empujón final para enviar a los viajeros a emprender la marcha en la mañana, soleada y brillante, pero fría y ventosa.

Los últimos viajeros abandonaban la posada para cuando los ocho estuvieron listos frente a la casa de baños, en la que habían podido darse un remojón todos los que hubieran pagado por habitación, si estaban dispuestos a desafiar a las pulmonías saliendo con el pelo mojado a las temperaturas de menos de cinco grados de la calle. A lo lejos la carretera que llevaba a Puerta de Plata parecía una procesión, numerosos carros, burros y carretas habían partido de varias posadas más cercanas a la ciudad, o llegaban de otras más lejanas que la suya y no menos se incorporaban al camino desde las numerosas granjas y caseríos.

Otros viajeros - lugareños de esas mismas granjas - parecían llegar en ese momento, con carros para abastecer al local. Entre los últimos en levantarse, incluso más tarde que el último de ellos, estaban todos - o casi todos - los otros guardias de caravana que habían llegado con la caravana en la que vieron los seis compañeros - Alexandra y Xelaver no les conocían pero sí les habían visto llegar a la vez que sus nuevos camaradas. Muchos se marcharon de vuelta por el mismo camino que llegaron ellos el día anterior, algunos otros se quedaron en el camino, listos para ofrecerse a cualquier caravana que saliera de la ciudad como escolta armada adicional. Pero ninguno se dirigía a la ciudad.

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15/01/2014, 20:18
Xelaver

Xelaver había sido uno de los compañeros que más tarde se había levantado. No porque le gustara dormir, sino porque había estado dándole vueltas a aquel rompecabezas hasta tarde. Por suerte, las runas empezaban a ordenarse en su cabeza, y tenía una idea bastante clara de lo que debería poner en una de las caras una vez resuelto.

De modo que se levantó de todo el buen humor que podía, dadas las circunstancias. Y tras tomar un desayuno frugal se dirigió a la casa de baños. Cuando vio al anciano le sonrió y se acercó para saludarlo.

—Buenos días, Señor R, encantado de conocerle. Soy Xelaver, pero eso ya lo sabía —se presentó, con una sonrisa.

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15/01/2014, 21:06
Rislân del Valle

El tiempo avanzaba inexorablemente pero al anciano poco le importaba. Había salido con el canto del primer gallo hacia la Casa de Baños, gozando del espectáculo del sol peleando contra las brumas y la oscuridad que impregnaban todo y a todos en aquella región. Era reconfortante pensar que siempre había una fuerza más poderosa que uno mismo, y si uno mismo ya se sentía pleno y con fé ¿qué no podría hacer esa entidad superior? Rislân meneo la cabeza mientras se secaba los pies y las manos, que había lavado en una pequeña fuente cercana a las termas. Antes había ayudado en la cocina de la taberna a preparar el desayuno y las mesas, sugiriendo a la cocinera algunos condimentos que él mismo traía en su morral. Al principio las cocineras se mostraron reacias, pero el viejo estaba acostumbrado a tratar con la gente y un poco de azafrán, comino y suave pimienta no hacían daño a nadie y alegrarían el espíritu de los que viajaban. Por eso comió su pan negro mojado en su cerveza con avidez, sabiendo que se lo había ganado y con la certeza de que iban a ser unos "buenos días", tal y como había dicho según bajó la escalera del comedor. Pero los buenos días hay que crearlo, porque igual que una flor bella y de brillante color, pero sin perfume, así de estériles son las buenas palabras de quien no las pone en práctica. Luego se puso a reflexionar y a seguir sus estrictas rutinas: ejercicio físico leve y luego reflexionar sobre lo acontecido esta noche. Estaba descansado, sereno, pero sospechaba que sus contertulios no iban a tener el mismo semblante y que no llegarían demasiado temprano. No importaba. 

Rislân se aisló del ruido provocado por los caballos y los primeros viajeros que ensillaban los animales y preparaban las carretas. Luego se giró hacia su próximo destino Puerta de Plata, y cruzando las piernas se sentó en una posición relajada pero perfectamente estudiada. Atento entre los distraídos, plenamente despierto entre los dormidos, el hombre se dejó caer en una espiral de pensamientos del pasado y el presente.

...

Las pisadas de Xelaver sacaron del ensimismamiento a Rislân. Inspiró al sentir al arcanista acercarse llenando los pulmones de aire fresco y frío, sacudiendo imperceptiblemente las pestañas, el mostacho y la barba, llenas de escarcha matutina pese al sol que ya estaba bastante alto. Sonrió al escuchar la voz en su espalda. Había acertado.

—Buenos días, Señor R, encantado de conocerle. Soy Xelaver, pero eso ya lo sabía —se presentó el "desconocido". Rislân dedujo que sonreía.

Sin girarse dijo:

- Aaah... Xelaver, mente clara, corazón tierno. - dijo con voz tranquila y serena. - Me agrada saber que conoces tu propio nombre. El mío es Rislân. ¿Han llegado ya tus compañeros de mesa?

El viejo sabía la respuesta. Necesitaba que confiasen en él y un dibujo necio realizado a la luz de un candil no inspiraría los corazones de aquellos, ruidosos, aventureros. Él también les necesitaba para encontrar la verdad que llevaba tantos años buscando y aunque los augurios no habían sido buenos no quería hablar con uno y diluir la atención como la tinta se pierde en la pluma al mojarla una y otra vez. Esperaría a que estuviera el resto.

Xelaver miró a su alrededor y aunque había sido de los últimos en levantarse, sus compañeros no estaban allí, era obvio. Así que murmuró un:

- No. Aún no han llegado. Parece que soy el primero. - dijo con la misma sonrisa en la boca de antes, poniéndose al lado, de pie, del anciano y oteando a lo lejos la ciudad.

Cuando volvió a mirar a Rislân éste ya había cerrado los ojos de nuevo.

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15/01/2014, 21:39
Alexandra

Alexandra se había levantado fastidiada, no por nada en particular sino porque las malditas pesadillas tenían la cobarde costumbre de desaparecer en cuanto iba a darle un puñetazo a la fuente del problema y al abrir los ojos se quedaba con las ganas de hacerlo. ¿Por qué el subconsciente tan injusto? Se consoló pensando que al menos en el mundo real sus enemigos no podían deshacerse en una voluta de humo para evitarla.

Y quien fuera el responsable de la desaparición de su hermana iba a lamentar mucho eso.

Como se había despertado temprano, había desayunado temprano, no soportaba estar tumbada en la cama sin hacer nada aunque, tras desayunar, en lugar de salir afuera se había quedado esperando a Xelaver. Si salía fuera se iba a aburrir el doble y además con frío.

¡Ey, hermanito! No corras tanto—refunfuñó en ese momento saliendo al exterior por la puerta del local—. Si yo te he esperado sentada a que bajases durante hora y pico, espérame tu a que termine de pagar.

No estaba realmente enfadada pero Xelaver la conocía de sobra como para saberlo así que podía permitirse el refunfuño teatral.

—Que sepas que te has perdido al posadero preguntando si eras mi pareja—comentó llegando al lado suyo mientras se ajustaba bien la correa de la mochila—. Es decir, de nuevo. ¿Por qué todo el mundo pregunta lo mismo mínimo una vez al día?

Terminó de ajustar, se sacudió los brazos y sonrió de oreja a oreja dirigiéndose esta vez a los dos presentes.

—Oh, y buenos días, por cierto.

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15/01/2014, 22:02
Jagg Hafferil

Jagg abre un ojo perezoso. "Sigo vivo. Objetivo 1 cumplido". Tras remolonear un poco en el catre acaba desperezándose y se sienta en el borde de la cama. Observa la habitación. Esta a solas. Esa es la vida que eligió... o la vida que le tocó: la eterna condena a que nadie lo espere en casa. "En fin... siempre está la imaginación..." se dijo a sí mismo antes de comenzar a darse placer. Al terminar de quitarse una pequeña carga de encima, se vistió, recogió su macuto, se lo colgó, y bajó a desayunar.

Alexandra, "esa tipa de mucho cuidado que sudaba desprecio por este mundo cruel", acababa de salir por la puerta. Seguramente su hermano anduviera cerca, Xelaver, "a ese seguro que le pegaron un buen golpe en la cabeza de niño". Se preguntaba si Gogri y Hank seguirían dormidos. Hugh también le había caído en gracia, parecía esa clase de hombres de los que te pueden fiar. También estaba Aiden, "¿andará perdido entre oraciones?". Por último estaba su misterioso miembro por mensajería, "R.". Sin duda, aquel era el más extraño de todos los nuevos amigos que había hecho, "pero lo extraño es bueno y divertido".

Tomó su pan y las gachas sentado en la barra. Estos alimentos tenían un toque de sabor ligeramente especiado, algo inusual para ese tipo de establecimientos. No se demoró demasiado en engullir su ración y salir al encuentro en la casa de baños. Allí estaban, efectivamente, sus compañeros.

- Buenos días en Puerta de Plata, que es una fórmula de deseo más que una realidad -saludo cuando ya estaba cerca del grupo-. ¿No lo crees, guapa? -le preguntó a Alexandra guiándola un ojo. De vez en cuando era bueno despistar a los demás echando algún piropo a las mozas. La homosexualidad era un tema delicado-. . ¿Qué se cuece por aquí?

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15/01/2014, 22:43
Rislân del Valle

El viejo podía aislarse del ruido de las carretas, recordar tiempos pasados y desplazarse por ellos obviando el presente... aunque solo en sueños... y desde luego no en aquel lugar. Al escuchar la voz femenina de Alexandra abrió los ojos y sonrió de oreja a oreja al ver su esplendorosa juventud, ardiente como una llama, pero luego inconscientemente y muy a su pesar cambió la expresión por la de pena. Era la única mujer de aquel grupo de gente a punto de unirse por un bien común y Rislân temía por ella. Siempre habían sido mujeres las abducidas por el Mal y el hombre no soportaría ver el fuego de Alex apagándose por su culpa. Con rostro serio dijo:

- No hay incendio como la pasión; no hay ningún mal como el odio. Tú eres la pasión, Alexandra. Pelea contra el odio porque aunque parezca invencible en tu mente no lo es. Mi nombre es Rislân y si en algún momento necesitas ayuda puedes pedírmela como si fuese tu hermano.

La voz del arquero Jagg resonó interrumpiendo como un trueno la aparente quietud que había sido el exterior de la Casa de Baños. Era un mal menor, consideró Rislân.

-Jé. ¿Qué se cuece por aquí? - dijo con cierto tono de sorna el amigo del enano.

El anciano cerrando los ojos de nuevo añadió:

- Dice un proverbio que hay personas que se consolarían hasta del fin del mundo, con tal de que ellas lo hubiesen anunciado. Jagg, tu arrogancia será una virtud. Percibo que te falta, como a todos nosotros, una mitad de tu alma, pero nunca reconocerías que sin ese reflejo no eres todo lo bueno que podrías ser. Nos apoyaremos en ti y en el ímpetu de tus flechas.

Eran cuatro. Faltaban otros cuatro.

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16/01/2014, 09:57
Gogri Grimhammer

Junto a los restos de la hoguera humeante, Gogri se desperezó como si fuera un oso al acabar su sueño de invierno. El enano escupió un par de veces a los rescoldos y movió su cuello un par de veces hasta que crujió. Se colocó la melena con unas cintas y saludó con un breve movimiento de manos.

-Buen día, compañeros - dijo mientras recogía los bártulos que le sirvieron de almohada -. La mañana me da sed, sobre todo cuando es tan luminosa. ¿No sobra luz en el exterior? Daña mis ojos en los días soleados.

Se acercó a los demás después de pedir un desayuno contundente, aunque solo dos jarras de cerveza. Sonrió a los demás cuando empezó y ofreció previamente a quien quisiera.

-Tú eres el dueño de esa nota, ¿no es así? - el enano se dirigió a Rislân -. Soy Gogri y siento no haberme presentado antes del desayuno. Grimhammer es mi apellido, pero no siempre fue ése. Te saludo.

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16/01/2014, 12:01
Rislân del Valle

Con la llegada del enano a la Casa de Baños Rislân dio por finalizada su sesión de meditación, aunque no se levantó. Pero tal y como sus sueños y augurios habían predicho serían ocho los que emprendieran aquella aventura que el sabio esperaba que fuese la última. Eran ya demasiados años persiguiendo un final que no llegaba, avanzando en la oscuridad sin ver apenas la salida.

Desde el suelo, recogiendo sus enseres de concentración, helados al tacto, contestó al enano con un saludo típico de su lengua que había escuchado en sus viajes y se esforzó en intentar hablarle en términos de su raza.

- ¡Forth, Gogri Grimhammer! La nota no era más que una tontería. Desvaríos de un viejo. Tu filo de Grummnar será una baza muy importante en la lucha contra el Mal. Unidos somos más fuertes, como las rocas que se apilan unas sobre otras y pueden con el viento. Juntos extraeremos el mineral al asunto que tenemos en común. El valor de la amistad es lo más importante, mucho más que el odio, y esa será nuestra arma.

Luego inspiró varias veces muy seguidas y rápidas por la nariz llevando a cabo la respiración del dragón. Notó como sus músculos estaban listos para el viaje.

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16/01/2014, 14:36
Hank Daggerfell

No había dormido mucho, la imagen de Mara en peligro atormentaba mi sueño y me hacía despertar sudoroso y preocupado. Así que tras varias horas de leve descanso, decidí levantarme y aprovechar la soledad de mi habitación para realizar mis ejercicios de agilidad y estiramiento. Era la mejor forma que tenía de despejar mi mente de preocupaciones y centrarme en la tarea que estaba por llegar, y además estaba acostumbrando a la actividad nocturna. Muy acostumbrado.

Al rato, el sudor que que me cubria era fruto del trabajo y no de oscuros temores. Decidí bajar a los baños antes que amaneciera, para asearme y despejarme por completo. Fuera hacía un frío terrible, pero el agua limpia fué como un balsamo que arrastró mis preocupaciones y me llenó de una clara determinación. Volví a mi habitación cuando el alba despuntaba, me vestí y equipé, y bajé a tomar un fuerte desayuno.

Me sorprendió descubrir que la mayoría de mis "compañeros" ya se encontraba en el punto de encuentro, a excepción de Alden y el enano que caminaban por delante mío.- Buenos dias a todos.- Comenté con gesto afable.- Espero que hayais descansado, nos espera un día duro.- Luego avancé hacia el anciano y le saludé con un cabeceo.- Rislân ¿cierto? No nos hemos presentado en persona, sólo a través de un papel. Así que bienvenido a nuestra pequeña comitiva.

Escuché las palabras del anciano mientras caminábamos, y con cada palabra mi preocupación por mi querida Mara iba en aumento. Cuando el hombre finalizó su monólogo, su carcajada fué como un jarro de agua fría que alivió la tensión acumulada tras su disertación. Con la mirada perdida en el camino, comento con firme determinación.:- Imaginábamos que el asunto sería un tema serio, aunque quizá no nos habiamos planteado cuánto. No dudeis que por mi parte, emplearé toda mi habilidad e ingenio para desentrañar este mal que tiene preso a nuestros seres queridos.
 

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17/01/2014, 00:41
Aiden Stendahl

Se había despertado antes de la salida del sol, como siempre hacía. Como ella le había enseñado a hacer mucho tiempo atrás. Se habían acostumbrado a estar juntos contemplando las primeras luces que anunciaban el nuevo día. Incluso sin ella continuaba haciéndolo. Continuaba buscando cada mañana la salida del astro rey y contemplándola en silencio. Tratando de recordar cada detalle, para contárselo cuando la encontrara. Durante esos momentos se permitió una lagrima, que no se secó. Cada día se preguntaba por qué seguía haciéndolo, y cada día acababa con la firme convicción de repetirlo al día siguiente. No iba a renunciar a aquello. No iba a renunciar a ella. 

Se había dado un baño antes de llevar  a cabo su ritual personal. El aire estaba helado, pero el frío era una preocupación menor en su cabeza. En cuanto hubo puesto en orden sus ideas se vistió, echándose esta vez encima su armadura, a la espalda el escudo y la espada y al cinturón una bolsita con algunas cosas de utilidad. Confiaba en no necesitarlos por el momento, pero uno no desprecia así como así el poder de convicción que da estar visiblemente preparado para el combate. 

Antes de abandonar la habitación se echó al cuello el colgante de plata que durante toda la noche había permanecido en su mano. Su amuleto de la suerte, el regalo que ella le había hecho años atrás. Un pequeño puñal sin filo, cuya empuñadura la formaban dos serpientes enrolladas una sobre la otra y cuya hoja era una piedra de luz. Un símbolo de Nusemnee que rara vez enseñaba. Con cuidado lo ocultó bajo su armadura, a salvo de las miradas de los incultos y de los cortes de las espadas. 

Sin perder demasiado tiempo en ello comió antes de salir de la posada. Tenía una cita importante ese día y no pensaba llegar tarde. 

-Veo que ya estamos casi todos... No creo que tardemos demasiado en completar a la compañía - comentó al llegar al punto de reunión, y rápidamente enfocó su atención en Rislân - Usted debe ser el hombre que nos dejó pergamino. ¿Me equivoco? Me llamo Aiden, Aiden Stendahl - se presentó tendiéndole la mano.

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17/01/2014, 01:27
Rislân del Valle

Rislân vio como llegaba Hank, despejado, y Aiden un poco después. Con parsimonia se incorporó metiendo todos sus enseres en un desgastado morral, esperando a que los dos hombres se acercasen. Sólo faltaba una persona, cuyo nombre desconocía. 

El  chico de rasgos afilados saludó afablemente al grupo, cosa que agradeció mentalmente el viejo monje. Era bueno mantenerse unidos. 

- Rislân ¿cierto? No nos hemos presentado en persona, sólo a través de un papel. Así que bienvenido a nuestra pequeña comitiva.

Rislân sonrió asintiendo con la cabeza, sinceramente agradecido. No era fácil que un alma desgastada encontrase regocijo entre aquellos jóvenes. Frente a él entonces se extendió la mano fuerte y recta del que llamaban Aiden.

- Usted debe ser el hombre que nos dejó el pergamino. ¿Me equivoco? Me llamo Aiden, Aiden Stendahl.

El sabio cogió su mano con las dos suyas, cerrándole la palma y sonriendo agradecido. No le gustaba el saludo típico de los luchadores pues siempre había una parte dominante y otra dominada, por eso prefería este, mucho más maternal.

Se quedó observando las caras de los elegidos, los amantes, hermanos, hijos, esposos o amigos de las desaparecidas. Fueron unos segundos que supuso que al resto le parecieron horas. Él mismo se descubrió pensando también en su pasado mientras movía entre los dedos el medallón que colgaba de su fajín.

- Mi nombre es Rislân y provengo del Valle, al Este. Os agradezco vuestra paciencia y vuestra aceptación. Dicen que al corazón de los hombres se llega primero por el arte, mi dibujo, que con las palabras. Y en este caso así ha sido. Tengo una breve historia que contaros, pero aún falta uno más por escucharla.

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17/01/2014, 03:55
Hugh Triond

Pese a haberse ido muy tarde a la cama, no consigue conciliar el sueño. Es tal el nerviosismo que se apodera de él, que no consigue poco más que quedar ligeramente adormecido durante unos minutos para volver a despertar.  -Esperaba que tras tanto tiempo sin dormir en un buen lecho, la cosa fuese muy diferente. Parece ser que he perdido la costumbre.- Lo intenta durante un par de horas, pero acaba por desistir y darse por vencido.

Recoge sus cosas y abandona la estancia, atravesando el comedor para salir del recinto. Al llegar a la puerta se detiene, da la vuelta y pregunta por el desayuno que servirán por la mañana. -Podría pediros algo de pan y tocino. No importa que aún no estén cocinados.- Dice a la camarera.

Ya fuera, se dirige a los baños. -Al menos hay algo a lo que uno no puede hacer ascos. Y es de gozar de un baño en aguas templadas.- Otra vez fuera, la cosa cambia. Y aunque acostumbrado él, el frío golpea con fuerza.

Camina hacia la arboleda cercana y silba un par de veces. Al cabo de unos segundos, unos ojos amarillos aparecen en la negrura. -¡Eh, viejo!. ¿Pensabas que te iba a dejar solo?.- Dice sacando el tocino y poniéndolo frente al hocico del animal, que lo devora con ansia. Luego busca un hueco en la hojarasca donde tender el petate y las mantas y se acurruca.

Al alba, la claridad penetra entre los huecos de los árboles. Hugh lleva rato semiconsciente, escuchando las voces y ruidos del gentío en los alrededores de la posada, pero alarga el levantarse lo máximo posible. Una de ellas llama su atención, decidiendo hacerlo y recoger. -Sabía que ese Jagg, o si no el enano, me daría el aviso. Los tipos no pueden ser más ruidosos.- Dice mientras se sacude las hojas de la ropa.

Abandona la arboleda acompañado por Silent, apareciendo por detrás del grupo, casi al mismo tiempo que llegaba el caballero llamado Aiden. -Buenos días a todos.- Saluda a todos en general, llevando la mano bajo la capa. -Saludos. Mi nombre Hugh Triond y me parece que ayer se os dejasteis olvidado ésto.- Dice tendiendo su mano derecha al anciano, mientras sujeta frente a sí el pergamino esbozando algo que tal vez pudiera ser un amago de sonrisa. -Creo que soy el último. Disculpad, los árboles me pierden. Si queréis, por mí podemos marchar ya.

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17/01/2014, 09:47
Rislân del Valle

Cuando el extraño se presentó acompañado de su lobo el viejo apenas se inmutó, pensando que había acertado. Anoche había podido deducir que se trataba de un trampero, un hombre de bosque, por las hojas que aún colgaban de los bajos de su capa. También pelos grises y blancos, cortos y duros, continuaban pegados a las mangas de su camisa. No cabía duda que aquellos dos personajes eran uno solo, unidos por un vínculo de los que solo los años pueden lograr. Cuando le ofreció el pergamino, que había sido el medio para reunirlos a todos allí, lo recogió con una pequeña inclinación de cabeza, diciendo:

- Gracias, Hugh Triond. Y gracias por ser el transmisor de este humilde mensaje. Ya estamos todos. Pensaba en ocho pero veo que somos nueve - dijo, señalando al animal que acompañaba al explorador. Luego se encogió de hombros y siguió hablando. - Los augurios no son perfectos. Alcanzar la perfección es complejo y laborioso, y en este mundo sin dioses verdaderos, solo la fe en uno mismo puede ayudarnos a discernir lo cierto de lo inverosímil.

Luego, como si tratase con unos niños, se introdujo en el centro del semicírculo formado por los aventureros e intentó acaparar su atención con una voz profunda y calmada.

- Gracias por acudir a la humilde llamada de mi pergamino. Nos une a todos una causa común, como presupongo que ya habéis averiguado esta noche... - dijo mirando al suelo.-... una causa dolorosa. Ah... el dolor. El dolor es inevitable pero el sufrimiento se elige.

- Esa sensación de dolor se debe a que hay un mal, el Mal, que acecha en esta región, que impregna todo con su podredumbre, personas y cosas. Xelaver, tú que eres curioso y buscador de verdades perdidas, te habrás dado cuenta; ayer mismo intenté hacer mis rituales en la taberna y el conjuro se corrompió, como si fuerzas extrañas impidiesen que la luz pudiese crecer en este páramo. Y en mi modesta opinión, el epicentro de dicho Mal es esa ciudad. - terminó señalando con la mirada Puerta de Plata.

- Pero la luz y la sombra, el largo, lo blanco y lo negro son diferentes. Muy diferentes. - Miró con una sonrisa al enano - pero no son independientes uno del otro y creo, estoy seguro, que este mal espera también ser liberado...y para eso tiene que ser destruido. Ese es nuestro destino, amigos míos. El mal nunca se extingue por el odio en este mundo; solamente se apaga a través del amor, el amor a nuestros seres queridos desaparecidos. Tal es una antigua ley eterna.-continuó convencido de sus palabras mientras sacaba un bastón corto y negro de su mochila.

- Me gusta vuestro ímpetu, vuestra pasión. Ayer erais el corazón latente de la posada, el centro de atención. Yo era igual cuando empecé pero el tiempo ha pasado, apagándome. Creo que mi historia es la más antigua, no sé si la primera pues hay demasiados rumores, demasiadas mentiras. Hace tres años, nueve meses y tres días la desgracia se presentó en la puerta de mi morada cuando mi mujer y mi hija - hizo una pausa girando el medallón que lleva en la mano, de forma compulsiva - decidieron venir a Puerta de Plata, al mercado. No volvieron más. Mi esposa Mirta apareció en el borde del camino, asesinada. Profundos cortes y golpes horadaban su piel. Hice lo que pude por su alma. Pero mi niña, Melissa no apareció.

Rislân se detuvo, cerrando los ojos apoyado en el bastón.

- La he buscado desde entonces. Veintiún años tiene. Y algo me dice aquí - dijo señalándose el pecho - que está viva.

Luego siguió con la misma sonrisa paciente:

- Pero en todo este tiempo esta es la primera ocasión en que siento que la fé unida de todos nosotros será lo suficientemente poderosa para espantar todos los miedos y reticencias de la  gente a hablar del tema. Yo, recorriendo los caminos, he sido solo una chispa, una pequeña brasa. Pero con vuestro ímpetu y vuestro brazo - continuó mirando a Alexandra, Aiden y a Jagg - siento que tenemos la fuerza de una hoguera joven y luminosa.

- Solo existen dos días en el año en que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto hoy, ¡hoy!, es el dia ideal para unirnos y resolver de una vez por todas este misterio.

De repente, al alzar de nuevo la mirada y al ver los rostros distraídos de sus siete acompañantes se dio cuenta que estaba aburriéndolos soberanamente. Rompiendo su seriedad echó una carcajada, breve, sincera, sonora.

La primera en cuatro años.

- ¿Vamos? - dijo sintiéndose feliz, indicando el sendero de nuevo, seguro de que esta ocasión sería la definitiva.