Partida Rol por web

El golpe de Gogri hizo temblar la puerta, incluso parecía ceder un poco más que antes, con las bisagras debilitadas pero seguía siendo impenetrable.

A la par que Gogri, Aiden golpeó con fuerza la puerta con su espada. Esa puerta no tardaría mucho en caer...

Viendo que la cosa se anima al fin, aprovecho los aperos del explorador y trato de auparme tras él. Aparte de poder controlar mejor la calle desde la altura, si la cosa se pone fea siempre podemos dar un buen susto a cualquier enemigo del interior...- Hugh, voy detrás tuyo.- Susurro a mi compañero mientras inicio la escalada.

Rislân no parecía capaz de ser de mucha ayuda en ese momento para abrir la puerta, con Gogri y Aiden ocupando las mejores posiciones y trepar sería para él demasiado peligroso, incluso si Hank no estuviera ocupando la cordada en ese momento, de modo que prefirió esperar a que sus compañeros hicieran hueco.

El tipo que había abierto el mirador gritó hacia dentro:

-"¡A las armas! ¡Nos atacan!" - y cerró la ventanilla, inmediatamente empezó a oírse ruido de carreras y gritos en el interior del almacén. Resultaba obvio que había un grupo nutrido de personas dentro, no menos de media docena.

Mientras Hugh había llegado hasta la ventana de carga, también parecía cerrada y atrancada, aunque la madera era menos robusta que la de abajo y estaba peor ajustada. Hank por su parte había empezado a usar la cordada, alcanzando la altura del portón de entrada de modo que liberaba suficiente cordada para un tercer trepador, aunque éste provocaría un atasco que dificultaría retirarse a los escaladores.

-Un último empujón... está a punto de caer - exclamó Aiden dándole un nuevo golpe a la puerta - Preparado - le indicó a Gogri mientras el mismo preparaba el escudo para el combate que estaba seguro vendría a continuación

No sabía quienes les esperaban al otro lado, ni cuantos serían. Pero estaba convencido de que no serían rivales para ellos, menos aun sin esperarse la entrada de sus compañeros desde la ventana.

La puerta seguía aguantando las embestidas. Obviamente la espada no era el arma ideal para aquel trabajo, de modo que los esfuerzos tenían pinta de ser poco efectivos; aún llevaría un tiempo, si Gogri no lo evitaba con su más eficaz hacha.

Sin pensarselo, intentó abrirla por todos los medios posibles.

-¡Abre!. ¡Demonios, abre!...

Tras probar con un par de patadas que la traba era consistente, Hugh pensó que tal vez sería más sencillo deslizarla forzando el postigo lo que se pudiera. Por suerte esas puertas no estaban en tan buen estado como las de abajo y no tardó en ceder un poco. Casi nada, en realidad, para intentar colarse... pero de sobra para pasar la daga y hacer palanca contra la traba. Una vez retirada, una sola patada abrió el postigo dando acceso al interior.

El lugar estaba en penumbras, débilmente iluminado por algunos candiles en al parte inferior, la cual no era visible desde el exterior de la ventana. Ésta daba a un altillo de unos 10 pies dónde sólo había una polea con poco uso. De él salían un par de pasadizos de 5 pies que corrían por ambos lados del almacén hasta un voladizo, a unos 40 pies, en el fondo de la estructura, ese voladizo tenía una profundidad de más de 20 pies y le ocupaban algunos cajones de gran tamaño, detrás de ellos, había tres figuras empuñando ballestas y apuntando hacia abajo, aunque enseguida hicieron fuego contra Hugh al verle asomar.

Entre esos corredores no había suelo y se podía ver la parte inferior, de dónde llegaba el sonido de más gente, al menos media docena más. Aunque desde fuera no se veía nada. Había un pasamanos en los pasadizos pero por lo demás no había barandillas de seguridad, la única forma de bajar parecía ser una escalera de mano apoyada en el voladizo del lado opuesto al que entraban.

Los tres virotes volaron hacia Hugh mientras Hank seguía colgando debajo de él. El primero se clavó en la parte alta de la pared, muy lejos de Hugh, el segundo rebotó contra su armadura de refilón completamente inofensivo y el tercero se hincó profundamente en la pared que le ocultaba, atravesando la madera unos milímetros justo en su ingle, dónde la armadura de cuero era muy ligera para permitir doblar la pierna. si no hubiera estado la pared, el virote se le habría encarnado.

El viejo clérigo veía los infructuosos esfuerzos de Aiden y Gogri por echar abajo la puerta, mientras dentro se escuchaban volar los virotes. Rislân tenía buen oído y reconocía aquel sibilante sonido como si no existiese un muro entre él y los enemigos. Hugh y Hank se meterían en problemas si el enano y el caballero sagrado no avanzaban al interior del almacén.

Con decisión, dio un paso adelante contemplando la puerta. Con rapidez, como una cobra golpeando, hundió un puño de hierro en la madera, tratando de abrir la puerta de una vez por todas, para luego dejar paso a Gogri y su hacha.

Los puñetazos de Rislân hicieron temblar la puerta de una forma sorprendente para ser asestados sin armas, pero no parecía que aquello hubiera servido para debilitar los recios tablones, probablemente gracias a los refuerzos interiores porque una de las tablas sí parecía haberse astillado.

-¡Roaaaaaargh!!!!!!! - fue el nuevo cántico del enano, gutural y ensombrecido por la rabia, a la vez que descargaba el arma una segunda vez sobre la obstinada cerradura.

Tras la librarse de la salva de virotes que tenian por destino su cuerpo, entró por la ventana y, tras deshacerse de la cordada, avanzó hacia sus enemigos amparandose tras el escudo que acababa de alcanzar de su espalda.

El impacto del hacha de Gogri dejó la puerta temblando, con varios tablones rotos y una de las bisagras a punto de ceder. Los hierros de refuerzo eran visibles entre las tablas rotas y uno de ellos colgaba inútil. Aún así necesitaría otro hachazo como ése para ceder del todo.

Hank pensó en tratar de engancharse a los ladrillos y pasar por debajo de Hugh y trepar a pulso para entrar por el hueco abierto, pero enseguida se dio cuenta que, a parte de peligroso y difícil, aquello le llevaría más tiempo del que el explorador tardaría en entrar. De modo que supuso que sería más razonable estar atento y seguirle al interior en cuanto terminase de entrar.

Para ese momento el explorador había conseguido entrar, embrazando escudo antes de que los tiradores finalizaran de recargar. Hank, atento como un búho entró un segundo después, rodando mientras sacaba su propia ballesta.

Para ese momento los ballesteros habían recargado y dispararon sus virotes, dos contra el explorador erguido y uno contra la figura tendida del recuperador. 

El primero voló certerísimo, imposible de esquivar y sorteando magistralmente el escudo. Los compañeros se quedaron sin aliento al verle hincarse con un plof ahogado en el peto de Hugh, pero los encantamientos de su fenomenal armadura aguantaron dando al cuero la resistencia del metal y dejando el virote clavado en la armadura sin haber llegado a encarnarse. El segundo, en cambio, pasó más cerca de Hank que de Hugh, perdiéndose por el ventanal en la noche y silbando sobre las cabezas de Gogri, Rislân y Aiden.

El último se clavó a medio metro del pícaro tendido, pues en aquel ángulo era muy difícil acertarle.

El impacto de un virote en su pecho le causó el suficiente dolor como para ver ligeramente ralentizado su avance. Pero no lo suficiente como para que el hombre de los bosques se amedrentara lo más mínimo. Su determinación era más peligrosa para aquellos bandidos que todos los virotes del mundo. Avanzó, confiando en que el ruido de los golpes en la puerta fuesen señal de que en breve la lucha estuviese más equilibrada en cuanto a números se refería. Desenvainó su acero y arremetió contra los tres hombres. Buscando que estos olvidasen al semielfo y le prestasen atención unicamente a él y la lluvia de estocadas que les dejaba caer.