Partida Rol por web

Ricardo se colocó de cuclillas, en silencio, mirando al suelo. Observó las pisadas y, levantando despacio la cabeza, observó el camino que habían seguido. Acto seguido se levantó y, sin perderles la atención, comenzó a caminar siguiendo su rumbo. Con cautela, previniendo que fuesen a encontrarse con el recién llegado. 

-L....las tengo - indicó Ricardo - sígueme. 

Ricardo se fija en que los cascos de caballo son de 2 caballos desde la salida del pueblo hasta la taberna, y son de 3 caballos desde la taberna hasta los pasos que les llevan arriba (incluyendo la calle de la casa de Tordemoreno y más allá).

Rastrear también implica ver el rastro, y si queréis podeis seguirlo, pero ahora estáis plantados en la puerta de la taberna. Luz encendida pero sin jaleo dentro.

¿qué hacéis?

¿Vemos el Caballo de Marcial delante de la taberna?

No.

-Ent...tra a ver si está alg... alguno de nuestros compañeros - dijo dirigiéndose a Rodrigo - yo esp... peraré aquí.

Sin el caballo de Marcial atado delante era dudoso que se encontrasen en la posada, pero aun así deberían comprobarlo antes de seguir las huellas. ¿Sería ese el tercer caballo que se había unido a los dos primeros? ¿Estaría siguiéndolos? 

Asintiendo - Así lo haré compañero, vigílame las espaldas- y diciendo aquesto, entra sin más en la taberna con la mano derecha cerca de la espada que en tantas ocasiones le salvare la vida a Rodrigo.

Una vez más, espero no tener pendencias.

Nada más coger empujar la puerta de entrada te encontrastes con numerosos trozos de madera rotos e innumerables astillas junto a la salida. Algunos de los trozos eran alargados y planos y otros eran redondondo en forma cilíndrica. Cuando miraste mejor, entrando unos pasos más hacia el interior, te cercioraste de que era una silla de las de la taberna. Pero eso no fue lo que impresionó, ni tampoco el hecho de que no hubiera clientes en la taberna (de ahí que ya no se escucharan jaleos ni cantares propios de los estómagos más ebrios y dispares), sino que, ante tu enorme sorpresa, te percataste de que dos hombres se encontraban en el interior:

uno estaba tumbado sobre una de las mesas de la taberna, con los ojos cerrados y boca abajo, dejando caer su cabeza por un extremo de la misma, y otro que estaba justo a su lado y estaba de pie y además en contacto con su testa, como examinándole algo en su nuca y su cogote. Unas armaduras y una espada eran soportadas por el peso de una silla contigua. Era tu señor, don Marcial, el cual estaba postrado e inconsciente, mientras que el otro era el tabernero de aquel pútrido local de la aldea, junto a él. El tipo se percató de tu entrada, giró la cabeza en un rápido gesto y expulsó un pequeño jadeo de sorpresa, abriendo la boca y tragando saliva.

Desenvainando su espada - ¡ Por Dios! ¿ Qué es lo que ha ocurrido ?- dice nervioso , al reparar en su señor avanza con la espada presta hasta el tabernero- Don Marcial, pardiez ¿ estáis bien ? - pregunta mientras se acerca - Tú -dice señalando al tabernero - ¿  Qué demonios le has hecho a mi señor ?- pregunta rojo de ira y en su faz se vislumbra que va a ensartar al dueño de ese tuburio a la más mínima.

Ricardo oye unos gritos en el interior. Aquel juglar parecía encolerizado.

Yo na... no... él fue... él fue, el bo, borracho, le gol...gol... -estaba tan acongojado que apenas acertaba palabra alguna mientras te miraba.

Don Marcial no contesta, está como inconsciente. El tabernero te mira nervioso y vuelve la mirada al cuerpo del noble. No había rastro aparente del pastor en la sala.

- ¿Borracho? , ¿ Qué borraccho ? ¿ quién fue y dónde puedo encontrarle ?- mientras examina a Don Marcial a ver si puede descubrir qué le pasa , si está vivo y dónde le han golpeado.

Le, le, le... tranq...quilo, le estoy cu... cur... cur... -"decía".

El Juglar empieza a examinar a su Señor, pero jamás se le dio bien la anatomía humana, ni siquiera sabía buscar el jodido... - es inútil. ¡ Maldita mierda ! , a ver el tal Ricardo si sabe algo. - Entonces hace uso de toda su verborrea dialéctica para convencer al tabernero de que le cuente la verdad - venga amigo, siento haberme puesto así, yo sé que sabéis qué ha pasado... - y empieza a hablar y hablar y hablar...

Rápidamente, preparando el arco para lo que pudiese estar pasando, Ricardo se lanzó hacia la puerta de la taberna y, abriéndola con brusquedad, pasó al interior. 

Nada más coger empujar la puerta de entrada te encontrastes con numerosos trozos de madera rotos e innumerables astillas junto a la salida. Algunos de los trozos eran alargados y planos y otros eran redondondo en forma cilíndrica. Cuando miraste mejor, entrando unos pasos más hacia el interior, te cercioraste de que era una silla de las de la taberna. Pero eso no fue lo que impresionó, ni tampoco el hecho de que no hubiera clientes en la taberna (de ahí que ya no se escucharan jaleos ni cantares propios de los estómagos más ebrios y dispares), sino que, ante tu enorme sorpresa, te percataste de que dos hombres se encontraban en el interior:

uno estaba tumbado sobre una de las mesas de la taberna, con los ojos cerrados y boca abajo, dejando caer su cabeza por un extremo de la misma, y otro que estaba justo a su lado y estaba de pie y además en contacto con su testa, como examinándole algo en su nuca y su cogote. Unas armaduras y una espada eran soportadas por el peso de una silla contigua. Era tu señor, don Marcial, el cual estaba postrado e inconsciente, mientras que el otro era el tabernero de aquel pútrido local de la aldea, junto a él.

También se encontraba ahora Rodrigo, que hablaba con el susodicho.

Vino aquí..., y, y, comenzó a preguntar por la... ermita... ¡está embrujada! ¡embrujada! y le dijo a su sirviente que fuera, y, y, y... y corriera tras los caballos... que corriera tras ellos y desve, velara todo el mis...misterio que buscaban..., entonce se, se, se desmayó.

El tabernero volvió a girarse hacia Marcial, aún sin importarle siquiera la espada del juglar en alto. Fue luego a su barra y tomó un ungüento. Luego se acercó al noble y se lo ungió en la cabeza.

Tranquilos... en breve recobrará la conciencia. El estallido de la silla en la cabeza... le sentó bastante mal.

Os contó ahora con más detalle cómo Marcial ordenó antes de desplomarse que siguiera a dos jinetes que oyeron y vieron pasar hacia la parte alta del pueblo, seguramente yendo hacia el fortin del señor de la villa, habitada ahora por Fabio Arilla. Os dijo que el pastor fue presto en su mandato y así lo tomó, y así se fue tras su pista.

Extrañado - ¿ Desmayado así de improviso ?- pregunta - qué extraño... no queda otra que ir a ayudar al pastor.  Que se quede aquí Ricardo con Don Marcial, tampoco me fio del posadero esto por mucho ungüento que use.

Saliendo de sus pensamientos ordena a Ricardo- como si Rodrigo fuese el jefe de algo, qué ironía - Ricardo, quédate y vigila a Don Marcial - Señala al posadero - si este mentecato osa hacer algún movimiento extraño , lo mandas a dormir en la esperanza de la resurección ¿ queda claro? - en alusión a los dos.

- En cuanto se despierte, le cuentas todo lo que hemos descubierto y cuanto nos ha acaecido. Yo voy a buscar al pastor, no me fio lo más mínimo de quien tu ya sabes - sin querer mencionar al Hideputa delante del tabernero.

Espera unos instantes para que Ricardo entienda todo antes de irse.

os contó como estando ebrio uno de los clientes, al no recibir respuesta el noble de ellos al preguntarle, éstos le partieron una silla en las espaldas, mofándose y jactándose por culpa del alcohol.

(esto es verídico, la tirada de elocuencia tuya lo prueba).