Partida Rol por web

-Mi prima me ha contado un poco sobre Hogwarts, pero no se mucho más.

-¡Ivy vamos!

Mira hacia la salida de la tienda. Parece que la están esperando.

-Ah... perdona. Tengo que irme. Me llaman. ¡Nos vemos en el tren!

Se despide de él y sale corriendo para encontrarse con una chica unos años mayor que ellos, quizá ya esté en cuarto, y una mujer adulta. Sin duda, su prima y su tía. Lo último que se ve de ella es la melena rubia flotando a su espalda mientras sale tras su familia.

Michael se despide de Ivy con una mano, mientras en su rostro persiste un ligero rubor.

Qué mona era... se sorprende pensando.

La cinta sigue haciendo su trabajo, y él no puede si no esperar a que termine, intentando quedarse todo lo quieto que pueda. Lo último que necesita es que sus túnicas tengan las mangas desiguales porque él se ha movido durante las medidas. Karen tendría para todo un año de bromas...

Aunque por la sonrisa que Michael puede ver en los labios de su hermana, seguramente ya ha encontrado alguna que otra excusa para burlarse de él. Sí, algo en ella le da mala espina. Pero poco puede pensar en eso porque la cinta acaba de tomas las medidas.

-Muy bien. Pues ya lo tengo todo. Tendré las túnicas para cuando acabéis de comprar todo lo que necesitáis.

Parece que ya está todo listo en esa tienda. Solo quedan otras tantas.

—Ah, qué bien...

A Michael le cogen casi desprevenido las palabras de Madame Malkin. Al final no han tardado tanto como había pensado. Se baja de la plataforma y va hacia su madre.

—¿A dónde vamos ahora? —pregunta, esperando que la respuesta sea que van a buscar su primera varita. Tiene muchas ganas de saber lo que se siente cuando por fin se tiene una.

-Volveremos luego. Gracias Madame Malkins.

Una vez terminado ahí, vuelven a salir al exterior. Parece que la varita tendrá que esperar porque van directos a la tienda del al lado a comprar todos los libros que necesitan ese año. Flourish & Blott's es la librería más grande que ha Michael ha visto nunca, aunque no es la primera vez que está. Las estanterías cubren las paredes. Hay libros por todas partes y casi no se puede caminar sin chocar con un mostrador de ellos.

Flourish & Blott's es el paraíso de las ratas de biblioteca.

Nada más entrar en Flourish & Blott's, el olor de los libros inunda la nariz de Michael. La tienda está tan atestada como la recordaba. Sonríe echando un vistazo alrededor. Los libros siempre le han gustado... aunque los que se lleve hoy seguro que le darán más de un quebradero de cabeza en el colegio.

Echa un ojo a la tienda, para ver si hay más futuros alumnos de primero. Quizá alguno de ellos acabe siendo su compañero de clase.

La librería no es un lugar donde se pueda encontrar a muchos alumnos. La mayoría están disfrutando de las distracciones del Callejón en lugar de estar rodeados de libros. Aunque siempre hay alguna excepción. Un chico de más o menos su edad está mirando la sección de cuentos mágicos. Aunque quizá solo lo está mirando para pasar el tiempo. Parece un poco callado y, también, un poco cansado.

Mientras tanto, su turno se va acercando.

Michael se queda un poco desilusionado al ver tan poca actividad infantil en la librería. Aunque no es que le sorprenda, la mayoría de niños de su edad no parecen demasiado interesados en libros...

—Espero que no tardemos mucho aquí —comenta en voz baja—. Karen, ¿qué libros necesitarás tú? ¿Son parecidos a los míos o tienes alguna asignatura que yo no tengo?

El resto de las tiendas no es que sean demasiado interesantes y tienen que esperar en la cola durante bastante tiempo antes de poder ser atendidos. Quizá lo más interesante, tras encontrarse a Ivy en la tienda de ropa, es la tienda de artículos de quidditch. Aunque Mama Cramson no parece por la labor de entrar. Pero Michael puede ver los nuevos modelos de escoba en el escaparate.

Quizá sea la suerte pero de la tienda ve salir a Sophie Allard, una de las mejores jugadoras de quidditch de la Selección Inglesa. A pesar de sus orígenes franceses, fue fichada por la Selección gracias a que su padre es inglés y ha pasado gran parte de su vida en Inglaterra.

Michael se queda de una pieza cuando ve aparece a Sophie Allard a pocos metros de él. ¡Es la auténtica Sophie, en carne y hueso, no es una foto en movimiento en un periódico! Agarra de la manga a Karen y la señala tímidamente, intentando que no se fije en él.

—¡Karen, mira! —sisea—. ¡Es Sophie Allard! ¿La ves, la ves? Guau, no me lo puedo creer... es ella de verdad...

Se le queda una expresión hechizada mientras mira a una de las mejores jugadoras de quidditch del mundo. Daría un dedo a cambio de llegar a volar una décima parte de lo bien que lo hace ella.

Karen está completamente ojiplática con la presencia de Sophie Allard. Nunca antes ha visto a una estrella del quidditch... bueno, a una estrella de nada. No puede hablar por la impresión. Y, además, tienen la suerte de haber captado su atención porque les mira al pasar por su lado y les lanza una sonrisa.

Justo detrás de ella, sale una niña de melena tan pelirroja como la se la jugadora de quidditch. Se ve un poco pequeña y un poco tímida. Sale corriendo para alcanzar a Sophie Allard y tomarle la mano para no perderse en la multitud.

Cuando Sophie Allard les sonríe al pasar, Michael nota que se le aflojan un poco las rodillas. Se agarra todavía más a Karen y agita una mano.

—¡Nos ha sonreído! —sisea, notando cómo la cara se le pone como un tomate.

Luego ve cómo una niña de melena pelirroja sigue a la jugadora de quidditch. Se parecen tanto que está casi seguro de que son familia.

—A lo mejor son hermanas. Jo, cómo me gustaría tener una hermana tan guay como Sophie Allard...

Al instante se arrepiente de haber dicho eso. Traga saliva y mira a Karen con una sonrisa torpe.

—Bueno... es decir... mi hermana de verdad tampoco está nada mal, claro...

Karen alza una ceja ante el comentario de Michael. Una ceja que no augura nada bueno para el futuro del chico y que debería hacerle temer lo que está por venir. Aunque no dice nada. Y su mutismo es lo que hace que su ceja alzada sea aun más amenazadora. Por suerte para él, aun le quedan unas cuantas semanas en casa. Bajo la protección de sus padres. Excepto cuando están trabajando, claro.

De todas formas, las dos melenas pelirrojas se pierden en la multitud. Algunos curiosos también se han girado para observar a Sophie Allard y, quizá, pedir algún autógrafo, pero no hay demasiada algarabía.

-¡Venga chicos! - dice mamá Cramson saliendo de la tienda de calderos -. Ya lo tenemos todo, menos la varita. ¡Ha llegado el momento!

Michael traga saliva ante el gesto de su hermana. Será mejor que piense algo que le pueda gustar antes de que tenga problemas... Pero entonces mamá dice que van a buscar su varita. ¡Por fin lo más emocionante!

—¡Guay! —dice, adelantándose de un salto—. ¡Vamos! Qué ganas tengo...

¿De qué le tocará la varita? ¿Pluma de fénix, nervio de dragón o pelo de unicornio? ¿O será alguna con un núcleo aún mas raro? ¿Y de qué tipo de madera será? Las de madera clara son las que más le gustan, aunque mientras sea buena, la verdad es que el aspecto es un poco secundario. Echa a andar con paso rápido para llegar cuanto antes a la tienda.

Aun con la penetrante mirada de Karen clavada en él, los tres se dirigen hacia la tienda de varitas de Ollivander. Una tienda que lleva en el Callejón desde los inicios de éste, pero el negocio, seguramente, tenga mucha más antigüedad de lo que Michael puede llegar a pensar.

La tienda por fuera no tiene nada de especial. Se ve un tanto vieja, pero se mantiene en pie. En el escaparate no hay expuestas varitas sino productos para cuidar de ellas. Al entrar, una campanita suena, informando que alguien esta esperando en la recepción. Tras el mostrador, se alzan estanterías y estanterías llenas de varitas.

-¡Un momento, ya voy! - se escucha desde algún punto de la trastienda.

Un señor mayor, de cabello blanco y algo despeinado, aparece desde uno de los rincones y se acerca a Michael.

-¡Ah! Señor Cramson. Le estaba esperando. Acérquese, acérquese.

Mientras habla, hace movimientos con la mano para que se acerque al mostrador.

-Creo que viene a por su primera varita. Que momento tan emocionante.

Michael se queda asombrado por el aspecto de la tienda, y la cantidad de varitas que esperan en sus cajas a que llegue algún mago o bruja para convertirse en sus dueños. Cuando el señor Ollivander aparece, se queda un poco intimidado al principio, sobre todo cuando dice eso de que le está esperando. Sin embargo, tampoco es algo muy raro teniendo en cuenta que en el mundo mágico, casi todos se conocen y él ya está en edad de tener su primera varita.

Cuando el señor Ollivander dice que el momento es emocionante, Michael tiene un nudo en la garganta por la emoción y no puede responder. Sólo avanza asintiendo con una sonrisa, expectante. Ya no falta mucho para que tenga su propia varita...

El señor Ollivander mira a Michael durante unos segundos y luego se adentra en la trastienda y comienza a buscar baritas de aquí para allá. Se acerca con unas cuantas cajas alargadas que deja sobre el mostrador.  Abre la primera caja y saca una varita de dentro con mucho cuidado.

Con la misma reverencia, se la pasa a Michael. Con suerte, será la buena.

-Haga un pequeño movimiento con la mano, joven Cramson.

Con la mano temblando un poco por los nervios, Michael toma la varita y hace lo que el señor Ollivander le indica. Mueve un poco la muñeca, tratando de ser delicado... por si acaso. Ha oído historias de varitas que se descontrolan, y le daría mucha vergüenza romper algo de la tienda.

La primera varita que tiene en la mano es de madera clara, como las que le gustan a él, pero no parece hacer nada. En su mano es como si la varita fuese un simple palo.

-Mmm... no, parece que esta varita no es para ti. La madera de abeto no se adapta a tu mano. No pasa nada... hay muchas varitas.

Ollivander toma la varita de la mano de Michael y la deja en su cajita correspondiente. La aparta y toma otra para dársela a Michael. La madera es un poco mas oscura que la otra y es bastante bonita.

-Pruebe de nuevo.

Michael parece un poco desilusionado cuando la primera varita no funciona con él. Era tan bonita... Pero bueno, es raro atinar a la primera con la varita de un mago, así que coge la siguiente con la esperanza de notar algo especial en esa ocasión. Hace un ligero movimiento con la muñeca, conteniendo la respiración.

A ver qué pasa...