Partida Rol por web

Mientras esperaba una respuesta de White a sus comentarios, Greeny había regresado informando de la escasa información que traía sobre el lugar.

- Está bien que estés de pie de nuevo – le dijo a Leech - ¿Has traído papeo? – le preguntó esperando que el cronista hubiera sido un poquito previsor. Lo mejor que podían hacer ahora era descansar y recuperarse mientras la tormenta de lagargajo escampaba.

Negó con la cabeza. 

—Dudo que una situación favorable me salve, ya tengo la sentencia y todo porque no quise robarle un artefacto a Ash. No quiero hacerles daño, ni traicionarlos, pero como bien saben... Eso se paga con muerte. 

Tras aquella confesión, no quedó demasiado para decir porque la recuperación de Leech fue más importante en ese momento. Les agradeció con un gesto a sus compañeros que se habían preocupado y le regaló una caricia al cronista en la mejilla. 

—Aquí estás... Bienvenido. 

Fue un recibimiento, al menos era algo bueno y sintió un inmenso alivio. 

Cuando volvió en sí, lo primero que notó es que estaba embadurnado de tierra desde la cintura hasta la frente, sensación poco agradable pero más llevadera que el ardor infernal que había sentido durante la última hora. Logró incorporarse un poco, apoyando ambos codos sobre el suelo, y así trató de entender de lo que hablaba el resto.

—Neófita White, el susodicho rufián no podrá hacerle más daño, básicamente porque en breve estará muerto o exiliado por traición al Arca —dijo con  toda la solemnidad que su pringoso estado le permitía.

Sin dar más detalles y ante la pregunta de Greeny, rebuscó en su gabardina hasta extraer de ella una especie de barrita verde, presumiblemente hecha de algas y hongos compactados. Estaba envuelta en un papel semi-trasparente y no era muy apetitosa que digamos a la vista, a pesar de lo cuál el cronista la mordió como al mejor manjar.

—¿Traición al Arca? —el adiestrador bufó, masajeándose el hombro dolorido—. ¿Por qué? ¿Alguien va a creer las palabras de White? ¿Una esclava antes que un jefe? Pareces nuevo, joder.

El mal humor de Alfa no se difuminaba ni viendo el aspecto de Leech con el barro que había desperdigado por su cuerpo usando tierra y su propia sangre. Incluso el sabueso parecía sentir curiosidad por aquella criatura "nueva" que olía tanto a su amo, moviendo la cola nervioso a su lado.

—Yo la creo, y vosotros —señalando con el dedo—. Pero necesitáis algo más para quitar de en medio a Lobo. Y eso se consigue poniendo de vuestro lado a los demás Jefes. Para eso es toda esta misión: esa basura de Marlotte nos apoya, y si sale bien, conseguirá más peso que Lobo Gris.

Ash se alejó del resto, pensativo, en cuanto Leech ya se encontraba estable. Era la primera vez que ayudaba a salvar una vida y no sabía cómo sentirse. Además, las palabras de cronista ante el anuncio de White resultaban desconcertantes, todo un cóctel de emociones que el mecánico nunca había tenido que gestionar.

De pronto salió de su ensimismamiento, como si recordase algo, y se incorporó. Al menos podía empezar por algo sencillo.

—Gracias por ayudarme antes, Alfa.

- Opino como Alfa – añadió Greeny llanamente mientras sacaba su propia ración de comida. Tocaba recuperarse.

- Si tenéis papeo aprovechar para recuperar fuerzas ahora. – sugirió siguiendo su propio consejo.

El adiestrador miró a Ash como si fuera la primera vez que reparara en su presencia. Parecía esperar algo: una réplica, una queja, o incluso una amenaza. Pero sólo llegó un sincero y directo agradecimiento. Alfa tardó unos tres largos segundos en reaccionar, clavando sus afilados ojos en las gafas oscuras del mecánico.

—Sí. Vale. Lo que sea —respondió, agitando la mano. Era evidente que no estaba acostumbrado a algo así y no sabía cómo responder.

Leech volvió en sí, y aconsejado por sus compañeros sacó algo de comer mientras otros hacían lo propio para recuperar sus propias energías tras la inesperada complicación de la lluvia. El parón obligatorio les permitió descansar. Hablaron poco después de que el tema de Lobo Gris les sumiera en un extraño silencio. Todo lo relativo al siniestro jefe terminaba en silencio, y eso incluía a quienes tenían tratos con él. Simplemente se sentaron a descansar y a esperar que la lluvia ácida dejara de arrasar el yermo.

Pasaron cinco largas horas hasta que el cielo se despejó y el sol de la tarde logró colarse entre los nubarrones, un tiempo en el que no tuvieron mucho que hacer más allá de contemplar la lluvia caer o conversar entre ellos, encajonados en la pequeña edificación. Al menos aquella circunstancia les había permitido descansar y recuperarse. Cuando el sol terminó por salir y no quedó rastro de nubes en el cielo, pudieron recoger el improvisado campamento para continuar su camino. Aquello les había retrasado considerablemente, pero todavía podrían avanzar algo antes de que la noche cayera. 

Mientras la lluvia caía, Leech aprovechó para tomar notas adeudadas en silencio y recostado contra una pared del refugio. Se sentía demasiado débil para andar, pero con el paso de las horas fue recobrando la vitalidad y, un poco antes de que el cielo dejara de escupir ácido, logró incorporarse sin ayuda.

—Ya perdimos mucho tiempo, es menester que sigamos hacia el objetivo —señaló sin quitar la vista del cielo, viendo en ese momento como las últimas gotas terminaban de regar el Yermo.

Recuperado ya del cansancio y del dolor causado por la lluvia y la inesperada transformación, Alfa había comido en silencio mientras la lluvia remitía. Hasta que rompió la quietud con su voz rasposa dirigiéndose a Morris.

—Eh, viajero —le espetó, señalando al cielo— ¿Esta mierda pasa a menudo? ¿Cómo narices se las apañaban los antiguos con cosas así? Veo mucho campo abierto para que fuera seguro salir con esta lluvia.

El adiestrador no hacía más que acumular preguntas y dudas desde que salieran del Arca por primera vez.

Después de charlar con Morris al respecto, emprendió la marcha junto con el grupo.

—Normalmente la lluvia no suele ser tan… destructiva —respondió Moris encogiéndose de hombros—. Pero he visto algo similar una o dos veces. No sé cómo harían los Antiguos para convivir con esto pero una vez conocí a un mecánico que aseguraba que los Antiguos tenían una especie de máquinas adivinadoras del tiempo que decían con precisión cuando iba a llover, aunque fuera dentro de una semana.

Ya un poco más aliviada por el estado de Leech, aprovechó que los hombres estaban hablando para consumir una ración de su papeo durante esas horas de espera, tiempo tenía de sobra. Necesitaba un poco de energía, luego de todo el esfuerzo se lo merecía. Incluso al escuchar que el cronista quería seguir camino, se quedó mirándolo un tanto preocupada. 

—¿Estás seguro? 

Al estar el cielo despejado, era una buena oportunidad para salir. 

- Es hora de ponerse en marcha – confirmó Greeny viendo como había escampado la lluvia. ¿Jugaría a su favor? ¿Sería una complicación para los vehículos que usaban en esa otra Arca?

Escuchó con atención las explicaciones que daba Moris. Como todas las historias de los Antiguos se las tomaba con precaución. Poder predecir el clima siete días antes le parecía algo fantasioso, pero sabía que los Antiguos fueron capaces de muchas cosas que ellos aún creían imposibles.

Fuera como fuese, su misión estaba adelante, para lo que necesitaban saltear los charcos de agua de lagargajo que abundaban por todos lados. Encontrar los lugares más altos y las piedras que no suponían embarrarse con el pie hasta medio gemelo en esa agua ácida era más complicado de lo que había anticipado al principio, y cansado. Muchos ir y venir por diferentes posibilidades para acabar cada dos por tres en caminos sin salida al estar demasiado lejos de otro posible salto, como si fuera un laberinto de agua y barro. En un par de ocasiones incluso tuvieron que ayudarse de la cuerda y el gancho que había llevado Greeny al poder engancharlo en la rama baja gruesa de un árbol, que se había quedado pelado tras la lluvia ácida, y usarla como si fuera un balancín para saltar hasta el siguiente lugar seco.

Al final de la expedición Greeny se veía cansado una vez más, pero, como de costumbre, demasiado orgulloso para reconocerlo o querer aflojar la marcha.

—Sí, deberíamos seguir —combino Ash, que todavía no las tenía todas consigo respecto al destino de White, pero se alegraba de que Leech hubiese recuperado la consciencia.

Cuando Moris habló de la máquina que predecía el tiempo, volvió a sentirse maravillado por la tecnología de los antiguos. El artefacto más parecido que conocía era la "piedra mágica" de Turbina, que consistía en un pedrusco atado a una piedra. Si ésta se mojaba es que estaba lloviendo, si estaba seca hacía buen tiempo, si repiqueteaba era granizo, si golpeaba la pared es que hacía mucho viento. Si el ingenioso de Turbina desaparecía solo podía implicar dos cosas: o algún desalmado la había afanado o era mejor ocultarse.

Avanzaron con dificultad por el cenagal formado tras la lluvia, siguiendo a Greeny e intentando apartarse de los charcos y el barro corrosivo. Encontrar algo seco en lo que moverse era una tarea complicada, por fortuna el terreno cambió rápidamente. La tierra del erial daba paso repentinamente a una enorme zona asfaltada, uno de los caminos gigantes de los Antiguos. Coloreado con líneas blancas y con flechas confusas que apuntaban en una dirección y en la contraria justo al lado. Ya habían visto antes algunos de estos enormes caminos, pero hacía tiempo que no veían uno tan deteriorado como aquel. El camino continuaba siguiendo la misma dirección que ellos llevaban, por lo que les fue útil para evitar los charcos. En aquel terreno asfaltado se formaban también, pero al menos no había barro.

Cuando ya llegaban un buen rato siguiendo aquel camino, encontraron que se ensanchaba y tomaba un pequeño desvío hacia una edificación pequeña de planta baja con un enorme porche. Bajo aquel porche, en el exterior de la pequeña caseta, había unas cajas rectangulares alargadas de las que colgaban unas cuantas mangueras. Parecía estar ideado para que los Antiguos hicieran allí un alto y, según les explicó Moris, "repostaran sus vehículos" fuera lo que fuera lo que quería decir aquello. La edificación tenía un enorme cartel verde con dos letras similares pero invertidas y los enormes ventanales mostraban en su interior estanterías vacías, desvalijadas mucho tiempo atrás. Aunque Greeny bien sabía que en aquellos lugares todavía se podía de vez en cuando encontrar algo de utilidad olvidado por los Antiguos y los saqueadores. Y lo primero que encontró, en el suelo junto a las mangueras, fueron dos balas en perfecto estado.

- Quienes estuvieron aquí venían armados. – dijo recogiendo las dos balas y guardándolas – Revisemos el lugar por si pasaron algo por alto. – indicó poniéndose en pie y girándose a Moris - ¿Este es el almacén de papeo que decías? – esperaba que no fuera así o estaban jodidos porque aquello no parecía una jodida despensa. Aunque dijo algo de un poste con un gato y otro con una mujer, cosa que no había visto aquí por lo que no debería ser ese sitio, pero igualmente les vendría bien asegurar el lugar para tener un sitio seguro donde pasar la noche. No era probable que pudieran aprovechar muchas más horas para avanzar.

Todavía dolido en su andar, Leech llegó algo retrasado a la curiosa estructura de las mangueras colgantes. Aún así, pudo registrar a tiempo y con gran interés los comentarios de mercader acerca de los usos de aquél lugar y sus instrumentos. Aquello renovó bastante sus ánimos y le ayudó a olvidar sus dolencias. aunque también a percatarse del estado de despojo en el que se encontraba el supuesto almacén de suministros.

—Tss, tss... Atentos —llamó discretamente a sus compañeros mientras Greeny hablaba con Moris—. Existencias de papeo, nulas. Balas encontradas, intactas. Posibles salvajes en la zona.

Aunque no entendía las letras ni entendía el concepto de repostar, para Alfa aquello tenía más pinta de abrevadero que otra cosa. Esos conductos, aunque tenían un olor intenso y desagradable, seguramente llevaban agua desde el interior de aquellos extraños aparatos. Había visto los vehículos de los antiguos y tenía sentido que se movieran con ella. 

El sabueso se quedó a su lado, dedicando miradas de cuando en cuando al cielo. Al igual que su amo, había aprendido a las malas que los peligros no sólo podían venir a su espalda, sino también de las nubes. Y era un peligro que no podías predecir, por mucho que dijera Morris que los antiguos podían predecir con varios días de antelación el clima. Gilipolleces.

Entró en el edificio a ver qué encontraba.

—Todavía es pronto para tirar la toalla —le respondió a Leech—. Aprovecha para descansar mientras exploramos el sitio. Si encontramos algo inusual, te informaremos.

Ash se acercó a una de las mangueras para examinar su funcionamiento. Recordaba que el Anciano había descrito artefactos similares que los antiguos usaban para transportar agua, por lo que igual todavía podrían encontrar alguna fuente de líquido cerca.

—¿Qué quiere decir "repostar", Moris? ¿Y donde está el agua de estas mangueras?

La pequeña se mantuvo cerca de Leech mientras llegaron a ese lugar, no tenía demasiada idea pero sí se interesó en explorar los alrededores. La advertencia del cronista le había quedado rondando en la mente y por esa razón, se dispuso a recorrer los alrededores cercanos en busca de posibles amenazas.