Partida Rol por web

Greeny había tenido suerte. O tal vez no. El cabrón sabía quienes le tenían ganas al cabrón de Joe y fue a buscar a uno de esos Arregladores, de los que estaban constantemente picados con Joe por pisarse las ventas y los territorios. Le quiso apretar las tuercas para comprarle la pistola por el mínimo, pero accedió a mejorar su precio a cambio de que Greeny le relatara la muerte de Joe con todo lujo de detalles. Una y otra vez. Con cada nueva narración Greeny le añadía más sangre y ácido y hacía parecer a Joe más nenaza, para mayor divertimento de su audencia. Así fue consiguió que le cambiara la pistola por unas cuantas cosas útiles.

- Yo estoy contigo. – dijo Greeny levantándose, ya que había estado escuchando en cuclillas a un lado – Yo iré. No esperaré a que vengan a aquí a saquearnos, a convertirnos en esclavos o en su próxima comida. Ese almacén está en mitad del Yermo, no es el Arca de nadie. Ellos no tienen más derecho que nosotros a esa comida y ¿si hay más armas allí como las que hemos traido? – apuntó.

- Diría que oigo hablar a alguien con miedo – continuó girándose para mirar a Lobo Gris – si no fuera porque el que habla es Lobo Gris y Lobo Gris nunca tiene miedo. – siguió mirándole directamente a los ojos a través de sus goggles – Ya saben de nosotros. Habrá guerra antes o después, así que preparémonos y si quieres podrás comerte a los enemigos muertos, si tantas ganas tienes de comer carne de persona como los gules.

Leech permaneció ajeno al debate, pero en una posición central en el auditorio, sentado frente a una mesa sobre la que había dispuesto un cuaderno para registrar los dichos de cada participante. Por el momento ninguna de las ideas  planteadas le parecía razonable. Aún así, se mordió la lengua y siguió en silencio con su tarea.

Siendo miembro del círculo de cronistas, tenía vetado intervenir en ese tipo de discusiones en carácter de orador individual. Si el Gremio tenía algo que decir, era costumbre que preparara de antemano una carta abierta bajo la firma de todos sus miembros activos, para ser leída en algún momento de la reunión.

—Algún día tenemos que dejarnos de tanta burocracia —masculló con hastío, en tanto volvía a colmar su taza con agua que había dejado de ser tibia hacía rato. En su interior flotó de nuevo un variopinto estrato de yuyos cansados, cuya única virtud restante era que ya casi ni aportaban su típico sabor áspero y terroso.

Si no asaltaban el almacén, tendrían que volver a salir una y otra vez, arriesgando el pellejo. Porque la alternativa era comerse los unos a los otros. Para Alfa estaba claro: había que ir a por ese papeo. Pero no iba a apoyar públicamente a Marlotte, quien intentaba ponerle la correa una y otra vez. Se limitaría a ver por dónde iban los tiros y quién apoyaba qué, para luego aparecer en el último momento cuando tocara salir. No iba a perderse esa oportunidad.

Se mantuvo callada, quizás recomponiéndose de la paliza que le habían dado minutos atrás. Por esa razón es que White se mantuvo prácticamente en un rincón, abrazada a sus piernas sin ser partícipe de la discusión. Lo bueno es que al menos había evitado que la maten, pero su cuenta regresiva estaba demasiado cerca como para fiarse demasiado en sobrevivir el resto de días que le quedan. La tenía muy difícil. 

En esta ocasión, la opción presentada por Lobo Gris había incrementado peligrosamente su popularidad, aunque la opción que más apoyo recibió fue nuevamente la de Marlotte. El hambre apremiaba y todos rechazaban la posibilidad de comerse unos a otros. Al menos de momento.

Reforzada en su posición gracias al apoyo mayoritario, Marlotte no dudó ni un segundo en que debían ponerse manos a la obra. Cada estómago que rugía era un pequeño paso en dirección a la postura de Lobo Gris, y no se lo podía permitir.

—Se irá a por ese almacén. ¿Acompañaréis a Moris nuevamente? —A pesar de la decepción que había sentido con ellos en su llegada consideraba justo que fueran quienes se encargaran de explorar el almacén si así lo deseaban, a fin de cuentas no se podía negar que habían regresado con valiosos artefactos y habían descubierto a Moris y todo lo que eso suponía—. Esta vez no os podré dar provisiones —puntualizó arqueando una ceja, no lo decía como disculpa, sino como velada reprimenda por haber gastado sus latas en un viaje tan corto y volver con tan pobres resultados.

—Bien, preparad el viaje. Partid cuanto antes. Las esperanzas del Arca están con vosotros —y con eso dio por finalizada la Asamblea.

- Estaré listo para partir al amanecer. – confirmó Greeny a Marlotte. No había más que añadir, por lo que se retiró a sus cosas una vez finalizada la asamblea.

Después de la asamblea Greeny se acercó a Leech. Por la forma de acercarse y la inhabitual sonrisa de su rostro el cronista pudo imaginarse en seguida que algo quería. Siguiendo su estilo directo habitual fue al grano sin preámbulos sacando un mapa que llevaba guardado en su chaqueta.

- Leech, tengo este mapa del yermo. Podría sernos útil en las expediciones fuera, pero también se puede perder, estropear o romper ahí fuera. ¿Crees que alguno de tus amigos Cronistas podría hacerle una copia mientras estamos fuera? Si quieres también te puedes hacer una copia para ti. – propuso tendiéndole el mapa.

Ash votó a favor de Marlotte. Todos conocían la opinión de los mecánicos, por lo que no era ninguna sorpresa. Tampoco le parecía mal acatar el castigo. Solo le quedaba una ración, pero sospechaba que Moris tendría algún medio para procurarse papeo a lo largo de sus viajes y que no estaba compartiendo por el momento.

No le hizo falta prepararse demasiado. Guardó las nuevas herramientas y las raciones que le quedaban de papeo y agua. Al menos no moriría de sed, pero tendría que andarse con ojo con el papeo. Mientras esperaba a los demás, aprovechó que estaba en el taller para mejorar su pistola casera, inspirado por las maravillas del mundo antiguo que había presenciado recientemente.

Después de la asamblea Greeny se acercó a la zona donde Alpha dormía con sus chuchos. Ni se molestó en intentar acercarse sin ser escuchado, incluso podría decir Alpha que hacía ruido adrede al andar para ser escuchado antes de estar cerca. Llevaba las manos a la vista y sin nada en ellas. Su actitud corporal en general quería decir “no busco problemas”. Esperó hasta que el sabueso de Alpha y el mutante hicieran lo que solieran hacer cuando recibían visita para recibir su visto bueno para acercarse.

- Solo quería decirte que aunque no estemos siempre de acuerdo, me alegro de que vinieras con nosotros. – sentenció directamente sin preámbulos – Creo que sería bueno para el grupo si vinieras mañana con nosotros. – no pretendía sonar a que le estuviera pidiendo permiso, simplemente reconocerle su valía y quizás una forma de mostrarle respeto. No parecía que tuviera mucho más que decir.

Después de la asamblea Greeny se acercó hasta la zona de Marlotte esperando que le dieran permiso para acercarse a hablar con ella en privado. No tenía gran cosa que hablar con ella, pero quería compartir con ella lo que había oído de que Joe trabajaba para Lobo Gris, ver que opinaba al respecto (podría ser que en verdad el que trabajaba para Lobo Gris fuera Leech) y tantear de una forma más concreta cuales eran las expectativas sobre aquel viaje y cuantos días consideraban que podrían estar fuera sin que se desatara un cisma interno entre si seguían con vida o no.

—También iré. 

No dijo mucho más, sólo intercambió alguna que otra mirada con Lobo gris y rápido se fue a preparar sus cosas. Estaba claro que poco tenía para hacer, pero al menos pondría un trapo más por si las dudas y esa lata de alimento que tenía guardada. No era fácil para White tener que andar con los ojos un poco más en la espalda por la pesadilla que era su Jefe. 

—No se preocupe, señor Greeny —respondió examinando el tosco atlas, antes de plegarlo en cuatro partes y meterlo en un bolsillo de su morral—. Justamente me dirigía al Gremio en compañía de mi aprendiz.

Viendo que la aludida ya se disponía a marcharse a otra parte, se despidió abruptamente del explorador, prometiéndole delegar el encargo a un copista, y apuró el paso para alcanzar a la pálida muchacha.

—¡Neófita White! —llamó alzando la voz a un nivel fuerte pero que estaba dentro del rango aceptable para un cronista en sociedad—. Tenemos cita en la Cámara de Escribas. En concreto, para su iniciación.

Al escuchar que Leech la llamó, rápido detuvo sus pasos mientras desvió la mirada hacia donde se encontraba su mentor. Si bien estaba un tanto preocupada por Lobo Gris, ya habían tenido su conversación así que prácticamente estaba libre de obligaciones. Al menos por ahora. 

—Mi mentor—dijo en ese tono sumiso, pero animada—. Entonces vamos, además quería hacerte una pregunta a solas. ¿Puede ser que podamos hablar en privado?

Seguro durante el camino, aquello era previsible. Así que esperó respuesta del cronista para tener un ratito a solas y a su vez acompañarlo para la iniciación en el camino de las letras. Esto último le hizo especial ilusión, más que nada porque nunca se habían ocupado en instruir a White y Leech era el único que tuvo la bonita intención de hacerlo. 

—Claro, sígame —asintió justo antes de echarse a andar con ligereza en dirección al abarrotado altillo donde pasaba buena parte de sus días—. Previo a ir a la Cámara, tenía planeado que pasáramos por mi estudio a buscar su sumario. Básicamente son hojas que detallan su perfil como Persona, y se necesitan presentar en el Gremio. Puede plantearme la duda allá o durante el viaje, eso queda a su juicio.

No dudaron en sumarse a la nueva expedición, lo cual congratuló a Marlotte que esperaba que fueran ellos quienes se hicieran cargo. Tras aquello, la Asamblea se dio por finalizada y cada uno se dedicó a sus tareas y obligaciones pendientes, aunque la atención levantada por Moris no había menguado un ápice y fueron mucho los habitantes del Arca que se acercaron a él para escuchar sus historias sobre la Zona. Poco a poco la gente fue abandonado el salón de audiencias y todos ellos se centraron en sus tareas o asuntos particulares. Los proyectos del Arca avanzaban lentamente, sin apenas progreso desde que se habían marchado. Aún así poco podían hacer ellos para mejorar la situación. 

White parecía tener el visto bueno de su jefe para sumarse a la nueva misión, pero en aquellos momentos fue con Leech a empezar sus clases para adquirir las habilidades de lecto-escritura que le fueran propicias para poder al menos llevar su propio diario. Muchos cronistas del Arca no se mostrarían de acuerdo con Leech en enseñar los secretos de su oficio a una extraña, pero él había visto potencial en la joven peliblanca. Tal vez incluso llegara a convertirse en un miembro valioso del Círculo de Cronistas.

Greeny tenía un montón de tareas pendientes antes de preparar la partida del siguiente día. Pero, justo cuando terminó la Asamblea, antes de que pudiera alejarse mucho de los demás, los matones Linch y Gregor se acercaron a él y le informaron de que Lobo Gris quería hablar con él inmediatamente. La postura corporal de aquellos dos engendros gigantescos no invitaban a negarse precisamente, y daba la sensación de que la reunión no era opcional. Afortunadamente, todos pudieron ver que la reunión entre Lobo Gris y Greeny fue breve, e incluso el Lobo se mostró amistoso y ofreció su mano para que se la estrechara. 

Ash había visto que las armas de los Antiguos que habían encontrado en la Zona tenían muelles percutores más potentes que las armas que ellos se fabricaban, así que utilizó ese conocimiento para instalar en su pistola casera un muelle más potente que tenía por el taller. No era tan potente como el que había visto en el revolver de los Antiguos de Moris, pero sí lo suficiente como para mejorar la potencia de disparo de la pistola. 

—Merodeador Greeny, sé que no tienes una buena impresión de mí— le dijo cuando se reunieron en el atril en el que pocos momentos antes Marlotte había estado hablando para la concurrencia—, pero no importa. Realmente yo solo quiero lo mejor para el Arca, y ojalá esta misión llegue a buen puerto y encontréis en ese almacén papeo suficiente para todo el Arca. Te lo digo de verdad— le dijo con una amistosa sonrisa—. Seamos sinceros, prefiero no tener que comerme a la población de este lugar. Pero ¿cómo era eso que decía el Anciano? Ante situaciones extraordinarias, medidas extraordinarias. En fin, no te entretengo más. Solo quería desearte buena suerte —añadió tendiéndole la mano amistosamente.

—¿Que Joe trabajaba para Lobo Gris?—dijo la jefa incrédula ante las revelaciones de Greeny cuando se reunieron después—. Imposible. Joe era mi arreglador. Lobo Gris y los suyos le dieron una paliza y yo lo salvé, me encargué de que no le molestara más. No me creo que trabajase para él. Alguien te ha engañado.

Marlotte se mostró tajante al respecto, que Joe fuera una especie de agente doble era algo inconcebible para ella. Estaba totalmente segura de que una deslealtad por su parte era imposible. Marlotte le dijo que Joe no le daba la impresión de ser un traidor, aunque pudiera ser que su lealtad fuera fingida. Nunca se sabía. Pero estaba claro que el odio que sentía por Lobo Gris no lo era. Cuando le planteó el otro asunto, Marlotte frunció el ceño y gruñó. 

—Id hasta ese almacén y comprobad si es cierto que hay papeo suficiente para todos. Volved en cuanto sepáis algo, y si lo hacéis con la comida mejor. Más nos vale que sea cierto, o Lobo Gris se saldrá con la suya...

La morada del cronista era más un archivo que un hogar. No había en ella nada que no tuviera un uso práctico para el oficio de registrar información. Casi la totalidad de la habitación estaba ocupada por gabinetes de diversas formas y materiales, que iban moldeando un pasillo angosto y más o menos recto hasta el fondo, donde un escritorio metálico y su silla se ubicaban bajo una ventana que tenía vistas bastante privilegiadas del Yermo.

Imagen más que nada de referencia. En el pasado el altillo era algo así, pero luego se mudó Leech, empezó a hacer trueque de muebles y terminó quedándose con dos hileras de archivadores y poco más. 

—Bienvenida a mi residencia —dijo abriendo la pesada puerta de la habitación, que chirrió de manera escalofriante, sumándose al viento que allá arriba soplaba como un lamento—. Siga de largo hasta el ventanal. Ahí tengo sus documentos a mano y puede aprovechar para realizar la consulta.

Esperó entonces a que la muchacha caminara por el pasillo de gabinetes mientras él cerraba la puerta, y luego hizo lo propio y se unió a ella junto al escritorio que miraba afuera. Del cajón de ese mueble extrajo una especie de carpeta acartonada  rotulada "Persona: White", la cual abrió de par en par y comenzó a revisar hoja por hoja, asegurándose que todo estuviera en su lugar llegado el momento de presentarla en la Cámara de Escribas.

Finalmente estaba sola con Leech, momento en el que cronista pudo observar como su pálida piel estaba llena de golpes y cortes, estaba claro que el encuentro con su Jefe fue muy lamentable pese a que la actitud de la chiquilla era bastante fuerte, se notó el dolor en su rostro y como le costaba un poco todo. 

No obstante como estaba en un sitio seguro aceptó la compañía y más aún la invitación del cronista a su morada. Una vez allí observó sorprendida como era una bonito hogar donde estar. 

—Gracias, es muy lindo—comentó sonriendo—. Prefiero que hablemos aquí a solas, más que nada porque están sucediendo cosas extrañas. 

Cuando le indicó que avance hasta el ventanal, lo hizo obediente mientras recorrió con la mirada cada rincón de aquel sitio, era muy interesante todo lo que tenía. Además el hecho de aspirar a algo bueno, podía ser un motivo para aferrarse cuando tenía la soga al cuello o mejor dicho, la muerte respirando en su nuca. 

—Leech tengo que decirte algo, es importante...