Partida Rol por web

El merodeador Yassan, quien se había internado en la Zona mucho más que ningún otro merodeador del Arca y había regresado contando historias increíbles, les había hablado de unas bestias que vivían cerca de las zonas húmedas y que escupían un peligroso ácido. Greeny, quien sentía animadversión por Yassan, no le había dado el más mínimo crédito a las historias de Yassan, pero tanto el cronista como Alfa y White reconocieron a la criatura de las historias fascinantes del merodeador en cuanto vieron como humeaba el ácido verde en la cara deformada de Joe. 

Un lagarto gigantesco se abalanzó sobre Joe para rematarlo, medía el doble que el arreglador y tenía unos afiladísimos dientes con los que pretendía devorarlo. Y lo hubiera hecho allí mismo si no hubiera reparado en la presencia, al otro lado de la sala, del resto del grupo. Siseando y mostrando una curiosa lengua bífida de color azul, se giró hacia ellos listo para escupirles su peligroso ácido. 

Sin dudarlo Greeny se lanzó cuchillo en mano contra el lagarto para clavárselo, montarse en su cuello agarrándolo con las dos piernas, sacar el cuchillo y volver a atacarlo a una velocidad endiablada, pero con poca efectividad contra esa piel tan dura. Todo en ello en silencio, confiando en que sus compañeros atacaran a la criatura con la misma ferocidad que él.

Alfa se quedó boquiabierto al ver el amasijo de carne sanguinolenta a medio deshacer en que se había convertido la cara de Joe, pero el rugido de aquella bestia le sacó de su estupor. A su lado, el sabueso empezó a gruñir y ladrar, pero sin moverse del lado de su amo hasta que éste no le diera una orden. Por su parte, el adiestrador, visiblemente sorprendido, no acertaba a quitar el seguro del rifle.

Disfrutó de la cercanía con Leech pese a que al principio fue un tanto rara para White debido a la delgadez del cronista, aunque tras haberse relajado y compartido ese abrazo, todo resultó ser muy distinto. Por un breve instante cerró los ojos para disfrutarlo y cuando ya se separaron, sólo quedaron las palabras suyas. Le había encantado la idea de haberle enseñado algo, aunque sea un gesto que con el correr del tiempo prácticamente se perdió. 

—Sé que es un ida y vuelta, me gusta—comentó sonriendo.

Luego lo asistió en cuanto se lo pidió y hasta donde duró la proeza ya que de repente los ojos de la peliblanca se hicieron grandes al reconocer a la criatura que estaba atacando a Joe. En una primera instancia no supo que hacer, buscó con la mirada a Alfa y a Leech, ella era quien recibía órdenes y no actuaba por instinto propio. Así que prefirió ponerse detrás del cronista porque justa estaba a su lado mientras sacó su bate lleno de clavos. 

En cuanto el animal se acerque a ellos, se defendería pero de momento no iría a atacar por iniciativa propia. 

Ash reaccionó como una exhalación. Tenía ya la pistola casera en la mano y el objetivo era de un tamaño considerable. Sin embargo, había sobrestimado sus propia sangre fría y el terror que le provocaba la gigantesca criatura que acababa de acabar con la vida de Joe le hizo dudar y errar el tiro.

—M-mierda —maldijo por lo bajo.

Joe era un tarugo, sí, pero uno que bien podría haber acabado con la vida de Ash de una paliza. Ver a aquel reptil capaz de reducirle en cuestión de segundos había puesto muy nervioso al mecánico, que notaba cómo el sudor frío le recorría la frente mientras se esforzaba en aferrarse a su arma como si esta fuese un clavo ardiendo. La empuñadura le pesaba y sentía cómo el mundo a su alrededor empezaba a dar vueltas.

Greeny estaba acostumbrado a medirse con las criaturas del exterior, pero él no era más que un mecánico obsesionado con la chatarra. Tragó saliva.

Viendo cómo el merodeador se había abalanzado encima del desproporcionado lagarto, Leech desistió completamente de usar su arma de fuego (con la cual no tenía ningún tipo de entrenamiento), pero al recordar que su alumna poseía un arma para la lucha cuerpo a cuerpo, se giró hacia ella y la alentó a unirse a la brutal refriega:

—Señorita White, sería conveniente que aprovechara ahora mismo la apertura que tan heroicamente ha generado el Señor Greeny. Evite aproximarse de frente, prefiriendo flanquear a la bestia y descargue sus músculos con fuerza sobre el cráneo de la misma, en lo posible sobre sus órganos oculares.

Ni a si mismo le sonó convincente su propia palabrería, así que intentó darle mayor énfasis y claridad a su discurso y, tras darle un no muy suave empujón hacia adelante a White, exclamó visiblemente alterado:

—GOLPEA FUERTE, A LOS OJOS, CON EL PALO.

Se encontraba detrás de Leech cuando esté le habló dándole una orden directa, ella estaba tan acostumbrada a ese tipo de trato que si alguien no le indicaba que hacer se quedaba como ratoncillo asustadizo. Pero claro, las palabras fueron tan precisas, tan fuertes en los oídos de la peliblanca que sin decir absolutamente nada salió a intentar darle un golpe fuerte a la criatura que despedía ácido. 

Tal como le había indicado, aprovechando la distracción que ofrecía Greeny. Pensó en un punto sensible del animal, aunque daba igual en esas circunstancias, la idea era ofrecer un buen ataque y White gracias a las lecciones de su propio Jefe, sabía darlos. Lobo gris pese a su locura, lo déspota que era, la había educado bien para defenderle el trasero o morir en medio de ello. 

La aparición de la bestia escupeácido no intimidó a Greeny que corrió hacia ella con el cuchillo en una mano y pegó un salto para aferrarse a su cuello y clavarle el cuchillo repetidamente. El lagarto se movió hacia el merodeador con una velocidad inusual en una criatura de semejante tamaño, pero los reflejos de Greeny eran asombrosos. Con una velocidad endiablada se encaramó a la bestia y comenzó a acuchillar su cuello con una rapidez tal que apenas se podía ver el brazo del merodeador. El lagarto trató de librarse de Greeny pero no logró hacerlo, y además, el merodeador lo sujetaba con tanta fuerza que logró partirle una de las patas delanteras que había quedado atrapada entre el cuerpo del bicho y la presa de Greeny; tan sujeto estaba el merodeador a su cuello que la bestia ni siquiera podía escupir su peligroso ácido.

El brutal ensañamiento de Greeny con la criatura sirvió para dejarla inconsciente apenas unos instantes después de que el merodeador le clavara tres puñaladas increíblemente rápidas en el cuello. White llegó corriendo con su bate para darle el golpe de gracia al machacar su cabeza. La bestia yacía muerta en el suelo apenas unos segundos después de presentarse ante ellos. Había sido increíble. Pero también Joe yacía muerto en el suelo, con la cara todavía humeante y completamente desfigurada.

Como un pelele Greeny se quedó flácido encima de la bestia que había caído bajo el ensañamiento de su cuchillo y el bate de White. Esa velocidad tenía un precio, que normalmente no suponía ningún problema, pero el cansancio acumulado de toda la exploración… Greeny lo había subestimado. Sin embargo, su rápida reacción había evitado correr más riesgos.

Unos pocos segundos después consiguió centrarse de nuevo. Miró como el animal no se movía. Se quedó mirándolo pensativo, todavía quieto, pero cada vez con menos signos de desorientación, ignorando por completo la muerte de Joe.

Ash bajó la pistola despacio, todavía completamente fascinado por lo que acababa de suceder.

—Greeny, White, sois…, increíbles.

Se acercó con cuidado al ver que ya no corrían peligro, mirando de hito en hito el cadáver escamoso de la criatura y el de su compañero.

—Pobre Joe —se lamentó—. Planeaba boicotear nuestra misión por orden de Lobo Gris, pero no se merecía un final así. Deberíamos llevar ambos cuerpos al arca. La criatura puede ser una fuente de comida y Joe… Joe se merece un rito digno.

—¡Una magnífica demostración de brutalidad! —exclamó aliviado mientras caminaba hacia los victoriosos combatientes. Tras revisar que no estuvieran heridos, se dispuso a estudiar el cadáver del gigante ponzoñoso:

—Vaya, este lagarto mide no menos de cuatros menos de cabeza a cola. Inquietante...

En tanto decía eso, sacó su libreta amarillenta y comenzó a hacer algunas anotaciones y bocetos del animal muerto, los cuales completó en un par de minutos, dejando un detalle final de la tarea para que fuera completada por su flamante alumna. Acercándose a ella con aires solemnes, apuntó al finado bicho con su marcador negro y dijo:

—Escriba Pre-neófita White, le otorgo el compromiso de darle un nombre para la posteridad a esta especie de animal. Piense tranquila, yo iré a revisar el cuerpo del desdichado señor Joe.

Ya de cuclillas frente a los despojos sin vida del arreglador, no tardó en registrar en su diario la fatalidad y su causa principal. Durante ese sencillo trabajo, escuchó las palabras del mecánico y no pudo más que responder:

—Comparto el sentimiento, colega. Pero el señor Joe no es muy portátil que digamos. Lo mejor será rescatar cuanto sea posible de su equipo e incinerar sus restos para que no atraigan más alimañas.

Greeny se acercó a registrar el cuerpo de Joe sin miramientos junto a Leech.

- Ese mamón siempre me estaba jodiendo con las balas – masculló más para si mismo que otra cosa.

Mientras realizaba esta operación contestó a Ash.

- Leech lleva razón – por más que le jodiera dársela al cronista y no a su colega Ash – Joe es un tipo grande. Llevarlo encima nos retrasaría y nos cansaría. Yo, personalmente, ya estoy bastante agotado del esfuerzo hoy, pero si ingenias una manera de llevarlo y otros compañeros quieren llevarlo, no me opondré. – seguramente se refería a Alfa y a White, ya que Ash y Leech eran más delgados.

Cuando terminó con el registro del cuerpo de Joe, mostrar sus posesiones a los demás y concluir el reparto* se puso con la bestia.

- La bestia podemos trocearla aquí y llevarnos solo la carne aprovechable. No hace falta que nos llevemos las tripas, ni la cabeza, ni las patas, solo la carne y quizás la piel si conseguimos quitarla en un trozo grande, de lo contrario no servirá de nada – comentó conforme empezaba primero a hurgar en la boca de la bestia para quitarle los dientes más grandes; si eran lo suficientemente grandes podrían usarse de punzó o daga y si no siempre podría usarlos para hacerse un collar y recordar el día.

Luego le dio la vuelta a la bestia. Seguramente por la panza sería más blanda para clavar el cuchillo y abrirla. Tenía claro que obtener carne de la bestia era el objetivo prioritario, si además conseguía unos buenos trozos intactos de la quizás podrían usarlos para hacerse unas botas resistentes para las futuras expediciones.

- White, tú eres fuerte. ¿Me ayudas a sujetar a la bestia, por favor? – le pidió centrado en la tarea – Confío en que Alfa y su perro puedan montar guardia mientras terminamos con esto.

No le había dado tiempo a ponerse en una posición de tiro cuando Greeny y White habían acabado con esa bestia, y Alfa no pudo reprimir su asombro. Que el verdoso hubiera saltado sobre el lagarto y lo apuñalara rápidamente fue salvaje, pero dentro de lo esperable por la fortaleza física que había demostrado durante la exploración. ¿Pero White? ¿Que ese cuerpo frágil y delgado pudiera manejar un bate con tanta fiereza? Eso provocó sentimientos encontrados en el adiestrador.

—Que le den por culo al gordo —dijo, pateando el cadáver de Joe y esperando ver qué sacaban de su equipo. Volvió a patearlo y silbó a su sabueso, que se acercó babeando—. Lo dejaremos aquí, os aseguro que le voy a dar buen uso. ¿Pero este bicho?

Aproximándose al enorme lagarto guardó su rifle y se frotó las manos—. Esto va a alimentar al Arca durante un buen tiempo. ¡Carne de verdad! ¡Ja! Y así se acabarán esas gilipolleces de comernos unos a otros. Dejadme un cuchillo, que vamos a trocear esto como debe ser.

Tras haber dado el golpe de gracia, bajó la mirada un tanto agitada y se quedó en un rincón. Si los demás querían registrar, hacer lo apropiado, White no se opondría. Aunque le resultó llamativo que Greeny hiciera alusión de llevar a Joe, considerando que la peliblanca no llegaba ni al metro sesenta de altura y era muy delgada. 

Lo bueno es que su mentor le habló y rápido guardó su bate con tal de sacar la libreta para hacer su primer escrito. Aunque no tenía idea de como hacerlo. 

—El bicho cola larga. ¿Así puedo llamarlo? ¿Cómo lo escribo?—preguntó mientras Leech registraba y quedó pensativa—. ¿Tiene algo de valor?

Lo decía obviamente por Joe, ella no era muy sentimental con aquel sujeto y más allá de que una muerte no le daba igual, tampoco tenía un lazo muy cercano. 

Ash sopesó la propuesta de su compañero. Lo cierto es que por mucho que las enseñanzas del Anciano reverberasen en su cabeza, no se sentía con fuerzas como para ingeniar nada para cargar con el cuerpo de un traidor.

—Supongo que tienes razón, Greeny. No merece la pena y siempre es mejor centrarnos en el lagarto, que puede ser una buena fuente de comida cuando lo troceemos.

Para distraerse, cotilleó por primera vez la conversación de Leech y White.

—¿"Bicho cola larga"? ¿No crees que igual es muy largo? Además, no hace referencia a lo más importante —explicó, señalando la cara completamente desfigurada de Joe—. A cualquier merodeador le interesará saber que pueden escupir ácido, digo yo.

Al oír Leech el nombre propuesto por su discípula, su alma barroca de cronista insufriblemente snob murió un poco por dentro, entre horrendos aullidos de agonía. Por fuera, sin embargo, se limitó a tragar saliva y erguirse, dando luego unos pasos hacia White para decirle, mientras posaba una de sus huesudas manos sobre el hombro de ella:

—Este... déjeme que yo lo anoto, y cuando volvamos a casa ya habrá tiempo para que aprenda a hacerlo por su cuenta. Alternativamente, propongo que el bicho sea conocido también como "Lagargajo", respondiendo así a las inquietudes de mi colega Ash acerca de la literalidad conveniente para este caso en concreto.

De la boca ponzoñosa de la bestia surgía un líquido extraño que al caer al suelo humeaba amenazante, Greeny pretendía arrancarle uno de los dientes a la bestia pero se dio cuenta de lo arriesgado que era extraerlo sin ser alcanzado por el veneno que habitaba en su saliva.

Ante la disyuntiva de si cargar con el cadáver de Joe o con el de la bestia escupeácido, el grupo tomó la decisión de saquear el cadáver de su ex-compañero y extraer la carne aprovechable del lagarto. El cadáver del arreglador llevaba encima 4 raciones de papeo y otras tantas de agua, una pistola de bolsillo y 7 balas. Al parecer Joe había estado ahorrando, aunque ahora que estaba muerto de poco le valdría.

La bestia, rebautizada como bicho cola-larga momentáneamente hasta el reajuste a lagargajo por parte del cronista, tenía una piel realmente dura cubierta de escamas que suponían un arduo esfuerzo a la hora de atravesarlas incluso haciendo uso del cuchillo más afilado. La única zona blanda del cuerpo de la criatura era allí donde Greeny la había apuñalado con saña junto al cuello, y aún así les costó sacar algo aprovechable. Le dieron la vuelta y rajaron sus tripas, donde encontraron vísceras igual de emponzoñadas y algo de carne, aunque la pestilencia que emanaba del interior del lagargajo les hizo preguntarse si aquella carne sería realmente comestible. La tarea fue tan ardua que les consumió gran parte de aquella tarde. Para cuando finalizaron, el sol empezaba a bajar en el horizonte y las sombras se habían alargado considerablemente. Calcularon que le quedaría poco más de una hora a aquel día que agonizaba lentamente.

Si lo querían, aquellas viejas oficinas podrían ser un buen refugio para pasar la noche. Aunque nadie les aseguraba que el lagargajo campara solo por aquellos lares. Aunque siendo la Zona, eran conscientes de que cualquier cosa podría ser peligrosa. Especialmente en la noche.

El montón que habían formado con las pertenencias de Joe era un auténtico botín, y Alfa tuvo que reconocer que el culo gordo del Arreglador se las había apañado bien. De poco le sirve ahora, pensó.

—Propongo que hagamos noche aquí, lo más arriba posible —comentó, señalando por las escaleras—. La carne del... colalarga la llevamos al amanecer al Arca, y usamos las raciones y el agua de Joe para esta noche. El resto de sus cosas...

Sería complicado repartir las cosas considerando cuántos eran y lo valiosa que era tanto la pistola, como las balas. Él tenía la ventaja del número momentánteamente gracias al sabueso, pero ni siquiera era tan estúpido como para arriesgarse a ponerse al equipo en contra de una tacada. Y menos antes de dormir.

—Las llevamos al arca también, que los Jefes decidan o que vaya al montón. ¿Qué me decís? —mientras hablaba, el sabueso exploró y olisqueó los alrededores buscando algo que echarse a la boca, aunque seguramente Alfa le daría de comer "arreglador a la brasa" al día siguiente.

—Estoy de acuerdo. Aunque la zona no es especialmente segura, más peligroso aún intentar atravesarla de noche. Deberíamos organizarnos para llevar todo esto al arca de una pieza. No ha sido una mala expedición, aunque creo que necesitaríamos algo más para contentar a los líderes.

Echó un rápido vistazo al botín.

—¿Tú que opinas, Greeny? ¿Deberíamos regresar al amanecer o es mejor seguir explorando? —con ojo crítico, examinó la chatarra que habían encontrado en el lugar—. Creo que podría fabricar una trampa que nos alerte en caso de que algo extraño intenta atacarnos por la noche.

—Me sumo a la propuesta del señor Alfa. Creo que por hoy ya ha corrido suficiente sangre y tinta.

El cronista estaba un poco más pálido que de costumbre. Aquella jornada había sido de las más movidas que recordara en años, y la fatiga ya le estaba pesando en sus flacos hombros. Antes de perfilarse de regreso hacia las oficinas para encontrar un rincón donde echarse a descansar un rato, opinó sobre el destino de los despojos del finado: 

—Sobre las pertenencias del señor Joe, diría que lo más conveniente será entregarlas a la Jefa Marlotte. Tengo entendido que fue ella la que apoyó esta expedición. Seguro les dará el mejor uso colectivo.