Partida Rol por web

Sin mediar más palabra Greeny siguió a Alfa dentro del lugar para registrarlo a fondo. No consideraba conveniente que ninguno fuera solo por ahí y cuatro ojos veían más que dos.

—No, desde luego que no es este. El lugar que os digo es mucho más grande —dijo Moris respondiendo la pregunta de Greeny tras guardarse las balas y estudiar la disposición de aquel sitio.

Ash tomó una de las mangueras y sintió en ella un olor intenso y dulzón que había perdurado a pesar de los muchos años que llevaban inactivas. Multitud de preguntas acudieron a la mente del mecánico, y enseguida sospechó que aquello que fluía por aquellas mangueras no debía ser agua. Moris se lo confirmó con una explicación llena de lagunas, el mercader solo había escuchado relatos y no tenía conocimientos de mecánica, pero Ash se imaginó algún tipo de motor de combustión que pudiera funcionar provocando que el líquido extraño que allí había moviera los mecanismos del motor de un vehículo. Aunque se preguntó como harían los Antiguos para controlar esas combustiones y no terminar en llamas o provocando una explosión.

Se disponían a entrar en el lugar para explorarlo, de hecho Greeny y White se habían adelantado un poco y el merodeador ya pudo ver un objeto de forma extraña que le llamó la atención, pero antes de que pudieran siquiera cruzar el umbral de la puerta se escuchó un disparo y una bala impactó en la espalda de Greeny. Inmediatamente después, un par de detonaciones más alcanzaron a Ash y Moris. Se escucharon varios disparos que impactaron contra los surtidores de los que colgaban las mangueras rebotando en ellos con ruidos metálicos y silbantes. Leech tenía razón, si Greeny había encontrado balas intactas en la zona, era probable que cerca rondara algún peligro. Y ahí lo tenían, les habían emboscado sin que se dieran cuenta, sin que ninguno de ellos lo hubiera detectado. Y esta vez les llovían balas.

Al girarse hacia el origen de los disparos apenas alcanzaron a ver a unos individuos tumbados en el suelo al otro lado de la carretera. Eran cinco, cubiertos de negro y embutidos en unas extrañas prendas que les cubrían las caras, apuntando con sus armas hacia ellos.

Ash reaccionó como una exhalación. Buscó instintivamente una cobertura y preparó su pistola casera. Había estado haciéndole retoques, inspirado en el revólver de Moris y el arma alargada que habían encontrado en las ruinas poco antes de toparse con el lagargajo. Ahora reaccionaba mejor, estaba acostumbrada a su tacto y conocía cada pieza de su preciada maquinaria.

Como si actuase impulsado por un resorte, apuntó a uno de los asaltantes y disparó sin darles tiempo a réplica. Ignoró el daño de la detonación. Debía proteger a sus compañeros a toda costa.

Se había olido que estuvieron aquí armados por las balas, pero no esperaba que siguieran aquí si el lugar ya estaba saqueado. ¿Quedaba algo que saquear y por eso les atacaban? ¿O simplemente habían tenido mala suerte?

Daba igual. Si quería sobrevivir a esto más le valía tomar cobertura detrás de un muro y devolver los disparos, aunque el esfuerzo de las últimas horas le estaba pasando factura.

Esto había salido muy mal, es que incluso en su intento de explorar pecó de curiosa y cuando quiso acordar los disparos comenzaron a surgir demasiado rápido. White decidida a resguardarse, buscó cobertura detrás de la pared más cercana mientras sacó su bate. Ella no servía para atacar a distancia, así que debía ser paciente para ello. 

Al menos, manteniéndose lejos de la línea de tiro. 

Cuando los disparos comenzaron a sonar, Leech se apresuró a entrar en el edificio de las mangueras colgantes y resguardarse detrás de una pared. La guerra no era una de sus áreas de competencia, así que se limitó a esconderse y a estar atento por si alguno de sus compañeros resultaba herido de gravedad y él podía ayudarlo.

Reconoció inmediatamente el sonido de los disparos, pues estaba habituado a ellos, pero ni de broma esperaba verse rodeado y emboscado de una forma tan alarmante. Como se encontraba a punto de entrar al edificio, se tiró al suelo mientras gruñía y la cara se le llenaba de polvo. El sabueso no tardó en correr tras él, aunque Alfa sabía que en cuanto ubicara a los asaltantes se aseguraría que probaran los colmillos de su manada.

Luego se palpó rápidamente, ¡no estaba herido! No confiaba en la suerte así que sospechó que tenía que ver con lo dura que era su piel. Tomó el rifle y se preparó para disparar.

—¡Eh, sanguijuela! —gritó a Leech, emocionado y cabreado al mismo tiempo—. ¡Tenias razón!

Greeny se colocó dentro de la construcción, tras el muro de donde en tiempos debía estar la puerta y sacó su rifle para disparar sin éxito hacía los extraños individuos. Greeny reconoció inmediatamente qué eran aquellas criaturas, había oído hablar de ellos a sus compañeros merodeadores, se trataba de gules de la zona. Los merodeadores del Arca que se habían cruzado con ellos contaban horrorosas historias junto a los fuegos de los bidones. Agresivas y extrañas criaturas que vivían como nómadas en el Yermo, moviéndose en las sombras y atacando sin previo aviso, como ellos mismos habían podido comprobar. Se decía que despellejaban y se comían a los mutantes que capturaban. Eran seres algo más bajos que los humanos y que se movían en grupos grandes. Al igual que los que tenían al otro lado del antiguo camino disparándoles, los gules se cubrían los rostros con capuchas y máscaras caseras de la Edad Antigua y llevaban raídas capas de plástico y las manos y los pies envueltos en telas para protegerse de la luz solar y de las lluvias ácidas.

Ash saltó por una de las amplias ventanas del lugar y se parapetó tras el muro, sacando su pistola como una centella se asomó lo justo para disparar. Su precisión fue increíble, a pesar que el gul estaba tumbado en suelo junto a un trozo desprendido de asfalto logró darle en la cabeza justo cuando se asomaba para apuntarles de nuevo. Entre tanto, White preparó su bate y se parapetó junto a la puerta, al otro lado de donde estaba Greeny. La esclava no tenía armas de fuego y sujetó con fuerza el bate, esperando que se diera la ocasión de poder usarlo. Al mismo tiempo, Leech, Alfa y el chucho se metían en el edificio y buscaban la mayor cobertura que pudiera proporcionarles la pared.

Los gules volvieron a disparar. Uno de los disparos destrozó un gran trozo de pared donde se cubría Greeny e hirió al merodeador. La bala le dio en la mano y su rifle salió volando hacia el exterior, quedándose junto a los surtidores. White sintió como un pequeño trozo de pared caía sobre ella cubriéndola de polvo cuando una bala atravesó la pared. Leech no tuvo tanta suerte, el cronista creía estar bien cubierto pero una bala le dio de rebote y le hirió en la pierna. Alfa sintió que una bala le rozaba el hombro tras agujerear el trozo de pared con el que se cubría. El polvo quedó flotando en el ambiente mientras los gules recargaban sus armas para disparar de nuevo.

—Están preparando otra ráfaga, sería menester cargar ahora para no acabar como tamices fuliginosos —recomendó entre gruñidos de dolor, luego de asomarse apenas por una ventana para evaluar la situación—. Neófita, crearé una distracción, aproveche para acortar distancia y apalear a esos granujas.

Lo siguiente que el grupo vio fue como el maltrecho cronista se ponía de  pie y saltaba a través de la ventana, corriendo como avestruz parda del Yermo a una velocidad endemoniada contra la formación enemiga, mientras gritaba palabras demasiado vetustas como para ser entendidas en medio del caos reinante. A escasos metros de entrar en contacto con los gules, sus largas piernas realizaron una muy estrafalaria e inesperada serie de regates o gambetas, esquivando a cada uno de los combatientes antes de seguir andando en línea recta y perderse raudo en la distancia.

- Son gules. Carroñeros. No pienso quedarme aquí a que me cacen como a un conejo para mordisquear después mis huesos. – declaró Greeny poniéndose en pie y preparándose para seguir la estela de Leech en dirección a los gules, pero él sin intención de ir más lejos.

- Vamos White, como con el Lagargajo. Juntos podemos acabar con ellos. – con un tono a caballo entre orden y darle ánimos.

Greeny corrió todo lo rápido que le permitieron sus piernas desenfundando su cuchillo.

- ¡No os dejaré que comais mi carne! – les gritó antes de atacar con una saña terrible a uno de los gules.

El cuchillo volvió a verse como un borrón atacando a otro de los gules con la misma saña. Con suerte sus compañeros acabarían con los demás o los acojonarían lo suficiente para que se largaran corriendo.

Con un poco más de suerte se harían con las balas y las armas de los gules, que luego podrían revender, y con todavía más suerte tendrían papeo y agua encima que les servirían para curarse por la noche.

Ash dejó que Greeny y White se ocupasen del combate cuerpo a cuerpo mientras el seguía parapetado y manteniendo la posición. Prefería la comodidad de una cobertura y atacar a distancia. Además, necesitaba que alguien les cubriese.

Con un movimiento igual de rápido, apuntó y disparó a otro de los gules. La perspectiva de tener a esas cosas cerca y masticando sus preciadas piernas le hizo desear acabar con ellos cuanto antes.

El disparo sobre la pared que le daba cobertura la llenó completamente de polvo y no tuvo más opción que abandonar ese pequeño rincón ya que la haría toser en demasía. Lo bueno es que cuando estaba dispuesta a salir de su posición, escuchó las palabras de Leech y a ello fue. 

Con su bate rápidamente avanzó con muchísimo coraje e intentó dar batazos al primer gul que tenía a su alcance. Fue una cuestión de dar el golpe más fuerte, preparada a enfrentarse cuerpo a cuerpo con ellos. Más aún cuando el Cronista se estaba arriesgando para distraerlos mientas ella y Greeny los atacaba. 

Leech era insoportable, y Alfa le tenía entre ceja y ceja por su relación con White desde que había entrado en "el grupo", pero el adiestrador reconoció que era valiente. ¿Hasta el punto de la estupidez? Seguramente, pero al menos era rápido y eso le permitiría salir bien parado de la lluvia de balas.

Alfa aprovechó para ladrar una orden al sabueso, que salió disparado dando un rodeo con intención de hincar los colmillos en el asaltante más cercano. El adiestrador sonrió: si sobrevivía a la primera dentellada, estaba muerto porque su manada nunca soltaba a la presa, y eso le permitiría pegarle un buen disparo entre ceja y ceja. O lo que tuviera en la cara en ese sitio.

Greeny había perdido su arma, veía como a su alrededor llovían balas y trozos de la pared que se desprendían. Sabía que ante situaciones desesperadas había que tomar medidas desesperadas, y levantándose de un saltó salió por la puerta y se lanzó al ataque blandiendo su cuchillo. Su primer tajo se coló debajo del brazo de uno de los gules, pero fue suficiente para cortar una de las arterias principales y dejarle agonizar hasta su muerte. Moviéndose como un rayo, se deslizó hasta el siguiente gul y le hincó su cuchillo en la pierna, alcanzando de nuevo otra arteria importante. El gul, retorciéndose de dolor se llevó la mano a la herida, pero ya era tarde, la vida se le escapaba allí mismo, y ninguno de sus compañeros tenía tiempo para curarle. 

Ash volvió a disparar y su bala acertó con precisión al gul inmediatamente siguiente al que había apuñalado Greeny, justo cuando éste se incorporaba para hacer frente al merodeador. La bala le atravesó el muslo de la pierna y la herida que le produjo fue tan crítica como la del afilado cuchillo de Greeny. Un instante después, White corrió tras Greeny para enfrentar cuerpo a cuerpo a los gules que quedaban, pero para cuando llegó ella ya solo quedaba en pie uno al que no dudó en enfrentar con su bate. Aún así, la pequeña y escurridiza criatura esquivó el golpe lanzándose a un lado. 

El gul alzó su arma y disparó a White sin que mediara nada para proteger a la esclava, aunque afortunadamente la bala solo pasó solo rozando su hombro. En ese momento Leech atravesó la zona corriendo a toda velocidad hacia la nada y probablemente eso lograra distraer al gul lo suficiente. Ya se preparaba la sucia criatura para disparar de nuevo cuando el chucho de Alfa saltó sobre su brazo e hizo que los huesos de la mano del gul se quebraran bajo sus poderosas fauces. El dolor fue tan fuerte que el gul cayó inconsciente. 

Greeny se apresuró a desarmar a los moribundos que seguían conscientes. Siempre con el cuchillo entre él y ellos por si se les ocurría una estupidez acabar rápidamente con sus vidas. Puede que ellos fueran unos salvajes caníbales, pero las personas (del Arca) no eran así, al menos no todas.

Salvajes, caníbales, pero lo suficiente listos como para usar armas de fuego y usar protecciones para la lluvia de Lagargajo. No eran bestias sin cerebro. Quizás podrían hablar y si podían comunicarse quizás pudieran sacarles información de aquel lugar y de la zona. Cuando uno se estaba muriendo era capaz de soltar todo lo que sabía incluso tan solo por la mera promesa de intentar salvarle la vida. Si no funcionaba aquello siempre podrían rematarlos, aunque ya se morirían ellos solos en unos minutos. Sólo tenía que mantenerse precavido de que no intentaran acuchillarlo mientras se arriesgaba, aunque conociendo a Alfa intuía que pronto su chucho acabaría con otro de los moribundos.

Se acercó hasta uno, el que tenía más cerca, sin dejar de mirarlo a él y a los otros dos, para quitarle la máscara. Quería ver la cara de aquella criatura si pretendía hablar con él.

- ¿Habláis? ¿Podéis hablar? ¿Entendéis lo que digo? Podemos intentar curaros, salvaros, si habláis. Si tenéis información. ¿Me entendéis? – les increpó con el cuchillo aún entre él y ellos preparado a saltar a un lado o sobre ellos para defenderse si se comportaban como los perros rabiosos que contaban las historias.

El peligro parecía haber pasado por el momento, pero Ash decidió no abandonar su posición. Prefería no bajar la guardia y cubrir a Greeny y a White si las cosas se ponían feas. El combate había sido fugaz, pero habían hecho ruido y era pronto para cantar victoria.

Notó que, pese a sus arreglos en el Arca, había sometido a la pistola a demasiada presión. Era un arma casera al fin y al cabo, y no una maravilla de los antiguos. Requeriría de una revisión urgente si el peligro cesaba realmente.

No había podido hacer demasiado cuando enfrentó al Gul, dado que la atacó sin más a través de un disparo que le rozó el hombro. Por suerte el resto pudo encargarse y ella rápido se fue a un rincón para revisar su herida, incluso también quería ver cómo estaba Leech ya que en un acto de osadía se había expuesto un montón. 

—¿Estás bien?—preguntó al cronista—. Yo solo tengo esto... ¿Me ayudas?

Al terminar el combate, Leech volvió renqueante junto a sus compañeros. Esfumada la adrenalina del momento, empezó a sentir un fuerte dolor en la pierna derecha, alcanzada por un proyectil de los guls. Por fortuna no se trataba de una herida seria, así que se limitó a limpiarla con un poco de agua y luego la vendó firme.

—Viviré, la bala parece haber atravesado limpiamente el músculo. Lo que sí, se acabaron las carreras por un rato para mí, je —explicó a su aprendiz al ser cuestionado por ella, luego procedió a revisarle el hombro lastimado—. También ha tenido suerte, neófita. Bastará con un poco de pasta de hidra negra.

La medicina en cuestión se preparaba en base a la hoja de una planta con alta capacidad regenerativa y de gran toxicidad. Para contrarrestar esa otra cualidad, se ahumaba la especie quemando más de una docena de plantas benignas, y las hojas disecadas restantes luego debían ser preparadas al momento de la curación, molidas y mezcladas con un emulsionante natural, de lo contrario no tenía efecto alguno o hasta podía ser dañina.

—Esto puede arder entre mucho y demasiado, vale la aclaración —advirtió mientras sostenía en la mano una cucharilla recubierta del engrudo color alquitrán—. Ahora, relaje el hombro, respire profundo...

Con los últimos disparos y las actuaciones de Greeny, White y el chucho de Alfa, aquella reyerta llegó a su final. Los gules habían caído derrotados y el grupo aprovechó para recomponerse, aunque sin fiarse del todo de que no hubiera más peligro rondando cerca. Aquellas criaturas podían tener amigos por allí cerca y ellos ser sólo una avanzadilla. Con la mosca detrás de la oreja, Ash se quedó en la seguridad que le proporcionaba el edificio y revisó su arma, la cual necesitaría pronto de algún arreglo: había presionado de mala manera el gatillo y había sentido que el mecanismo se había resentido endureciéndose. White y Leech estudiaron sus heridas, nada grave por fortuna, aunque necesitarían de descanso y algo de comida para recuperar fuerzas.

Por último, Greeny intentó dialogar con los moribundos gules que se retorcían por sus heridas pero sus palabras cayeron en saco roto. Cuando le retiró la máscara de plástico al primero encontró un rostro deforme, lleno de extraños bultos, ojos saltones negros como los de un ratón y colocados de forma asimétrica, dientes pequeños que sobresalían de una torcida y prominente mandíbula. Un rostro muy desagradable. El gul gortoteó algo ininteligible mirando con sus ojos de ratón a Ash y después escupió un sanguinolento gargajo al suelo antes de desfallecer.

- Antes de lameros las heridas deberíais aseguraros de que vuestros enemigos están bien muertos. – dijo al aire en tono general sin quitar ojo a los dos que seguían muriéndose en el suelo por si intentaban alguna estupidez fruto de la desesperación de la muerte.

- Moris, ¿eres capaz de entender lo que dicen? – le preguntó mientras le quitaba la máscara a otro de aquellas criaturas grotescas. Eran repugnantes, pero aun así tenían los conocimientos para usar armas… algo los diferenciaba de los animales y, sin embargo, no eran personas... Greeny estaba fascinado por aquellas criaturas con un sentimiento que aún no era capaz de describir.