Partida Rol por web

La disposición y decoración — por llamarla de alguna forma — de aquel lugar descolocó a Alfa totalmente. ¿Para qué demonios sería todo aquello? ¿Por qué mostrarían tanta carne esas mujeres antiguas?— ¿Las enseñaban... para qué? ¿También se comían a los suyos?

Las barras del fondo terminaron de dar forma a sus ideas. Seguramente allí ataban a los prisioneros y los torturaban, o lanzaban animales para que se los comieran.

—De esto no nos habló El Anciano, ¿eh? —dijo, acariciando las orejas de su sabueso. Se volvió a Greeny, que estaba farfullando—. Cuando revisemos esto nos sentamos y comemos algo. Estoy hasta los cojones de dar vueltas por aquí.

Ash paseaba entusiasmado por los distintos edificios en ruinas mientras seguía de cerca al grupo. Apenas prestaba atención al resto, pues estaba demasiado absorto con todos aquellos testimonios del pasado. Le pasaba siempre que encontraba ruinas en buen estado.

Cuando vio que la avispa y el tirador desaparecían en un par de vehículos, lamentó perder dos de los hallazgos que había hecho, pero se consoló pensando que todavía podrían usar las restantes.

El Love Ranch no tenía mucho más que ofrecerles salvo conjeturas de lo raros que eran los Antiguos y de aquellas costumbres que no conocían sobre las mujeres de poca ropa. Leech ya se disponía a desandar lo andando para ir al último de los edificios cuando Greeny se dio cuenta de una trampilla que había en el suelo, bajo una moqueta roja que levantó Ash sin querer. Al retirar la moqueta, la trampilla se mostró en todo su esplendor. Estaba cerrada con un grueso candado. El más grande que habían visto nunca. Abrirla sería seguramente complicado. 

—Dejadme probar —dijo, propinándole una serie de patadas a la cerradura que resonaron en la estancia. Después de una serie de infructuosos intentos, Alfa terminó por cansarse y se echó a un lado, molesto.

Ash seguía absorto contemplando las ruinas hasta que los gruñidos de Alfa le llamaron la atención. Greeny parecía satisfecho al haber descubierto una trampilla bajo la moqueta del local, pero parecía que el grandullón no era capaz de abrirla con la fuerza bruta.

El mecánico se acercó para observar mejor y se quedó maravillado de lo grande y complejo que parecía aquel nuevo candado. la emoción de saber qué ocultaría semejante medida de seguridad por poco hace le hace resbalar uno de los destornilladores de la mano.

—Déjame probar a mí —dijo con entusiasmo.

Más que un trabajo de cerrajería, Ash realizó una disección propia de un antiguo cirujano —aunque él no tenía forma de saberlo, mejor que la metáfora quede entre nosotros—. Ardía en deseos de saber qué se ocultaba tras la trampilla, pero también sentía una gran curiosidad por los mecanismos del candado.

—Creo que esto ya está. Es fascinante.

Probablemente si dejáramos tiempo suficiente Alfa acabaría por arrancar de cuajo aquel candado.

Greeny se había apartado para no recibir una patada él mismo. Observó atento como trabajaba Ash. Siempre le parecía que hacía magia con sus manos. Por eso le gustaba tanto cuando les acompañaba en sus expediciones. Estaba convencido de que con un par de expediciones más se acabaría acostumbrando a eso de las balas, las peleas con los gules y estar arriesgando la vida a cada paso en el exterior. Sí, seguro que acabaría cogiéndole el gustillo a la adrenalina y acabaría entendiendo que aquí fuera o matabas o te mataban.

Mira, parece que hasta se va a llevar a casa el candado grande.

Leech no podía ayudar con proezas físicas y, viendo que ya había tres de sus compañeros encargándose de revisar lo que se escondía debajo de la compuerta, decidió por su parte seguir camino hacia el Red Light, para agilizar el reconocimiento del complejo de edificios y poder así emprender el retorno al Arca lo antes posible.

Leech se fue al Red Light, el último de los edificios, mientras Alfa aporreaba sin éxito las puertas de la trampilla que habían descubierto. Los intentos del adiestrador de perros fueron en balde, pero como decía un viejo refrán que el Anciano solía repetir: más vale maña que fuerza. Y pudieron ver una aplicación práctica de dicho refrán cuando Ash se encargó del candado. Las hábiles y delicadas manos del mecánico sujetaron el candado para examinarlo y estudiaron con detenimiento, luego desechó la opción de forzarlo con su destornillador, pues creía haber comprendido su funcionamiento. Tomó unas finas pinzas de metal que llevaba consigo entre sus herramientas habituales y empezó a hurgar en la cerradura del candado hasta que se escucharon varios clics seguidos y quedó liberado. 

Abrieron la trampilla y al mirar abajo su sorpresa fue mayúscula, era una especie de refugio preparado por los Antiguos para una eventualidad como la que debió ocurrir cuando su mundo se terminó. Aunque quienquiera que fuera su creador no había tenido tiempo de usarlo finalmente. Aquella trampilla había permanecido sin abrir desde los tiempos antiguos, los caníbales de Amber no se habían dado cuenta de su presencia o no habían podido abrir el candado que Ash acababa de vencer. El búnker subterráneo tenía un par de habitaciones: una cama, algunas revistas y lo que les llamó la atención: papeo enlatado suficiente para que toda el Arca pudiera comer durante un par de semanas¹. 

Leech dejó a sus compañeros lidiando con el candado de la trampilla que Greeny había encontrado y se fue solo al Red Light, el último de los edificios que quedaban por explorar. Aquel edificio era algo más pequeño que los otros, tenía menos habitaciones que el Kitty Nevada pero contaba con un gran salón lleno de mesas redondas y una gran fila de taburetes junto a una mesa más estrecha y alargada cercana a la pared tras la cual había una gran colección de descoloridos y oxidados carteles metálicos con llamativas formas y letras de lo más extravagantes: oca-Col, Coron, Peps, Guine, y otras muchas más igual de inacabadas y medio borradas. 

Tras esa barra había una puerta que daba a lo que debían ser las cocinas. Un hedor intenso emanaba de aquella zona. Leech entró guiado por su curiosidad científica. Al otro lado de la cocina mal empleada por Amber y los suyos, había una puerta junto a la que se intensificaba el pestazo. Debía ser lo que el Anciano le había contado en una ocasión, una cámara frigorífica. Una especie de cuarto helado donde se conservaba la comida. Solo que este parecía averiado. Junto a la puerta había un generador de corriente como el que tenían ellos en el Arca. El suyo se había averiado tiempo atrás según recogían las crónicas, mucho antes de que Ash supiera hacer apaños, y este parecía igual de roto. 

De lo más profundo de su garganta surgió una risa ronca, propia de quien lleva mucho tiempo sin soltar una buena carcajada. Cuando sus ojos vieron aquel despliegue de papeo, Alfa agarró a Ash, zarandeándolo como si no le importara su integridad — Muy bien, hombre. ¡Muy bien! ¡Nos has llevado hasta un maldito tesoro!

Y es que si no hubiera sido por su afinada vista y sus hábiles manos, no estarían ante tamaña cantidad de comida. ¡Eso mantendría a los jefes callados como perros sumidos durante una temporada! 

Pero la risa se detuvo inmediatamente, como si se le hubiera ocurrido algo. Tomó su rifle y salió al exterior sin decir nada seguido de cerca de su fiel sabueso.

No le gustaba Leech. No sólo porque hablaba por los codos y era extremadamente molesto. Le había quitado a White. Hasta que él se unió al grupo, la esclava no se separaba de él, pero ahora... ¡hasta le miraba raro! Necesitaba una excusa para quitarlo de en medio.

Sigilosamente, se apostó en la puerta y, a través de la mirilla de su rifle, examinó los movimientos de la sanguijuela.

Mientra Ash lidiaba con el candado, Leech ya había llegado al Red Light y cuando Alfa salió al exterior siguiendo sus pasos el cronista ya se encontraba en el interior del edificio. Alfa lo siguió a través de la mirilla de su rifle mientras la sanguijuela se internaba en el Red Light, pudo ver sus movimientos gracias a los grandes ventanales del lugar.* Aquel edificio era algo más pequeño que los otros, tenía menos habitaciones que el Kitty Nevada pero contaba con un gran salón lleno de mesas redondas y una gran fila de taburetes junto a una mesa más estrecha y alargada cercana a la pared tras la cual había una gran colección de descoloridos y oxidados carteles metálicos con llamativas formas y letras de lo más extravagantes. Si Alfa no sabía leer la caligrafía normal que hacían los cronistas, mucho menos aquellas formas extrañas.

Tras esa barra había una puerta que daba a lo que debían ser las cocinas. Un hedor intenso emanaba de aquella zona. A través de un cristal redondo que había en la puerta de la cocina, Alfa pudo ver a Leech examinando el interior de la misma.

- Jo-der… - Greeny no tenía palabras. Palmeó un par de veces el hombro de Ash – Tuve suerte al ver esta trampilla, pero más suerte aún de que nos acompañaras, Ash. Muy buen trabajo. – lo felicitó antes de que Alfa lo meneara como una muñeca de trapo, para lo que Greeny se apartó para no llevarse algún golpe no intencionado.

De pronto se hallaba otra vez a solas con la repentina fuga de Alfa. Él sabría, pensó Greeny viéndolo subir a toda prisa.

- Oye, Ash, ¿serías capaz de volver a cerrar el candado, pero de forma que tú y yo sepamos volver a abrirlo con facilidad?* - le preguntó cuando se vieron de pronto solos.  

- Sobrevivieron algunos de esos caníbales. Si volvemos a poner la moqueta como estaba no deberían encontrarlo si no lo hicieron antes, pero más vale prevenir que curar. Tardaremos algún tiempo en llevar todo este papeo al Arca, salvo que seas capaz de hacer moverse esa caja enorme de fuera con ruedas. – le comentó Greeny siempre poniéndose en lo peor.

La fascinación por el mecanismo del candado se terminó de golpe cuando Ash contempló el regalo que les habían dejado los Antiguos en forma de papeo para varias semanas. De haber sabido cómo persignarse, el mecánico lo habría hecho todo el camino de vuelta al arca.

—Podría intentarlo —contestó—, pero creo que podría improvisar algo con ruedas que nos ayude a transportarlo mientras volvemos al arca en los vehículos de ahí fuera. Hay chatarra suficiente y esos… ¿motor-ciclos? Bueno, sé perfectamente cómo funcionan y parece que tienen combustible suficiente.

El cronista salió rápido del apestado Red Light, de nuevo sin haber encontrado rastro alguno de alimento. En su camino de regreso, pasó por el Kitty Nevada para buscar a White, que se había quedado rezagada ahí en soledad. Al salir ambos del edificio, se encontraron de nuevo con el cadáver horrendamente mutilado de Amber.

En un curioso gesto de civilidad, Leech pidió ayuda a su pupila y juntos cubrieron el cuerpo destrozado con rocas y guijarros de los alrededores. Minutos más tarde y con la tarea cumplida, se dirigieron en silencio hacia el Love Ranch, donde el resto del grupo se encontraba registrando lo que fuera que hubiera debajo de la trampilla antes oculta.

Un rato después todos estuvieron juntos de nuevo, Leech se había encargado de dar junto a White una digna sepultura a la que hasta hacia poco había sido su enemiga y que después había servido como merienda para el chucho de Alfa. Los restos que quedaban de su cadáver fueron colocados con cuidado en el suelo y cubiertos con guijarros por el cronista y White. Entre tanto, Ash no solo había conseguido abrir el candado de la trampilla, sino que además había desentrañado su funcionamiento y era capaz de abrirlo y cerrarlo a su antojo gracias a sus ganzúas. 

De los tres motor-ciclos, como los había bautizado el mecánico, que había cuando llegaron, ya solo quedaba uno. Los otros se los habían llevado la pelirroja y los otros supervivientes del grupo de Amber cuando huyeron levantando una polvareda que todavía no se había disipado del todo en el horizonte. Pero Ash estaba convencido de que con la cantidad de trastos que había en la cercana chatarrería sería capaz de construir algo que les permitiera usar el motor-ciclo para cargar cosas. Ya desde la distancia había visto ruedas y artilugios que podrían serle de utilidad a tal propósito. 

- Vayamos al otro – señaló el Red Light – Terminemos con la exploración y descansemos. – dijo reuniéndose con los demás.

- ¿Qué te ha pasado? – preguntó a Alfa cuando volvieron a estar juntos fuera - ¿Qué te preocupó?

Andando hacia el tercer edificio puso al día a Leech.

- Ahí abajo había una habitación subterránea escondida que los caníbales no habían encontrado. Habrá suficiente comida para toda el Arca para un par de semanas. Ahora debemos terminar de explorar este lugar, descansar para recuperarnos y decidir que hacer. – le fue explicando a la vez que hablaba para todos – Podemos seguir el rastro de esas cosas con ruedas para rematarlos. Sin comida les será difícil recuperarse de esas heridas y cualquiera que conozca este lugar es un peligro para nosotros. Podrían regresar y atrincherarse mejor, o encontrar de casualidad la habitación secreta y llevarse la comida a otro lugar. – estaba claro que por él irían detrás de aquellos cabrones y terminarían el trabajo – Otra opción es que Ash intente arreglar esa caja grande con ruedas y podamos llevarnos toda la comida de una vez al Arca. Con eso estaría solucionado. – esa idea no parecía desagradarle y le daba más peso que a perseguirlos, pero dependía de que Ash fuera capaz de arreglarlo – Si Ash no puede arreglarlo podríamos regresar al Arca a por más gente para llevarnos la comida, pero el camino ya visteis que es peligroso y tendremos que dar muchos viajes para llevarnos tanta comida. – concluyó antes de llegar al Red Light e iniciar su exploración del edificio.

—No me fío de él —dijo, cabeceando para señalar a Leech. Tampoco de Greeny, pero al menos el merodeador no le había dado muestras de que fuera un traidor—. No ha hecho nada raro, aún. Pero no le quitemos ojo de encima.

En sus palabras se apreciaba una gran cantidad de rencor.