Partida Rol por web

Isolda cedió su revolver al viejo, mejor en sus manos que en las de aquellos harapientos y malditos delincuentes. Guardó silencio durante todo el registro hasta que soltó la pregunta tras encontrar la granada de Gianna.

-En los peores -fue la seca y directa respuesta de la sororita al portero. 

Cuando la tocó a ella ser registrada, se mantuvo tensa y mirando al tipo, que si se pasaba de listo, acabaría con un puñetazo de su brazo implantado en la cara antes de que se diera cuenta, pasara lo que pasara después; pero parecieron más entretenidos con sus proyectiles bolter, lo que la hizo resoplar.

-Si llevara un bolter encima yo sería la más feliz -espetó mientras sufría un segundo registro. Una parte de ella daba por perdidos los proyectiles y se arrepentía de no haberlos gastado para equiparse mejor en el local de Maddox; pero al final se los devolvieron- Gracias -cogió sus proyectiles y se dispuso a entrar en el local.

Paseó la mirada por el interior del local y no pudo pensar en que ese lugar debería de ser purgado. ¿Podría mandar un mensaje a su antigua superiora? ¿Debería hacerlo? Llevaba camiando mucho tiempo entre grises cuando durante toda su vida todo había sido blanco o negro, y empezaba a temer perderse en ese camino que solo los más rectos y puros podrían seguir sin ser corrompidos.

-Eso podrías haberlo dicho antes -contestó la sororita a Arcturus- vamos a hacer un par de preguntas, si obtenemos algo bien, sino pues bien también.

El arbites se acercó a la hermana, mucho más de lo que acostumbraba con la religiosa pero temeroso de oidos ajenos o dispositivos de escucha con los que sin duda contaría aquel local donde se comerciaba con información - algo me dice que esta gente ha visto pasar vuestro sagrado bólter... aunque es posible que ya no esté en su poder.

- Ahora, busquemos a quien hemos venido a ver - si Papa Grist era el propietario del local, no sería difícil encontrarle, ni tampoco un secreto. Manteneos juntos y evitad pelea, en estos sitios siempre ha alguien buscando una excusa...

Encabezó la marcha, empuñando el escudo y empleándolo a modo de improvisada cuña fue fácil atravesar la masa gente, que se apartaba y les dejaba pasar con facilidad.

Con ganas les partiría la cara a los tres gorilas que había en la puerta, pero por desgracia lo ultimo que nos convenía era meternos en mas problemas de los que ya teníamos, así que tragando saliva aguanto con una falsa calma los comentarios sobre las partes que porto de la armadura de caparazón, aunque no puedo evitar esbozar una pequeña sonrisa desafiante ante la sugerencia de poder pasar con ella, ante la petición de entregar la granada la cojo y se la lanzo, Bommm, ten cuidado con ella no estalle y te conviertas en pulpa.

Una vez dentro del edificio permanezco atenta a cualquiera que tenga intencion de acercarse demasiado al grupo con intencion de buscar problemas en el sitio menos indicado, como bien había dicho el viejo aquel lugar incitaba a buscar problemas, [B]si tienes razón y por aquí ha pasado el bolter o cualquiera de nuestras armas, cuanto menos tiempo estemos aquí mejor, demonos prisa y hablemos con ese tal Papa...[/B]

Plex entró en el local esperando encontrar respuestas a todas las preguntas y sobre todo, al académico blanco... sea como fuera ese personaje. Le hizo gracia el apego que podían llegar a desarrollar las Sororitas, y en general los soldados de élite hacia sus armas. En realidad un objeto no es nada, y eso lo sabía bien Plex. Una herramienta si no se usa bien no es nada. Todo el poder que un servidor del Emperador necesita viene de dentro de él mismo. Todo lo demás sobra si se tiene fe 

-Compañeros, acerquémonos a la barra, los camareros suelen saber todo lo que se cuece en estos lugares.

Se acercó, buscó un taburete, y literalmente se desplomó sobre él. Buscó ávidamente al hombre que sirviese bebidas, esperando que no fuese un servidor mecánico el que realizase aquella tarea.

Maddox: ...en nombre del gobernador regente.

La última frase del comerciante os resuena en los oídos y no se os va de la cabeza, aunque no tenéis claro por qué; es una sensación extraña, como si las palabras estuvieran mal pronunciadas, o como si volviérais a ser infantes y fuera la primera vez que las escucháis creyendo que entendéis su significado pero sin ser realmente así.

Tras algunos minutos de andar y darle vueltas, finalmente caéis. Gobernador Regente, fue lo que dijo, Regente y no Planetario, aquello es lo que fallaba en su frase, y es lo que tiene unas implicaciones tan importantes.

Solo se considera regente al líder temporal de un mundo recién conquistado, en pañales, hasta lograr una colonia lo suficientemente grande como para proporcionar diezmos al Imperio, y a plena vista parecía evidente que ese mundo hacía mucho que superó ese punto. Aquello daría total sentido a la explicación de Maddox sobre la potestad de las patrullas de defensa en aquél planeta, pero implicaba muchas preguntas ¿estaba aquél mundo pagando sus correspondientes diezmos al imperio? En teoria era posible haberlo ocultado, pero solo si la presencia de los cuerpos de autoridad (Administratum, Arbites, Eclesiarquía, etc.) en aquél mundo era mínima o inexistente, ¿y quién era ese misterioso gobernante regente que no había entregado en control del planeta cuando era su deber?

A pesar de la sugerencia del tecnosacerdote, los acólitos no se lo pensaron dos veces en continuar con lo que habían ido a hacer allí. La parte inferior del local resultaba agobiante, pero aun así permitía moverse por aquél lugar sin demasiados problemas. Tras adentrarse un poco en el local resultó evidente, por los gritos de jolgorio, los aullidos de dolor y los rugidos de alguna bestia salvaje, que el local contaba con su propio pozo de peleas personal, y un corredor superior lleno de otros individuos no más nobles que los que había en el piso inferior indicaba que el local era aún más grande de lo que parecía, aunque no vislumbrásteis ningún acceso desde donde os encontrabais.

Distribuidos entre la multitud, algunos firmes en su puesto, y otros más relajados, compartiendo bebidas y chanzas con los clientes, había más matones del propio local; era imposible no pasarlos por alto ya que eran los únicos armados con rifles en el interior; Maddox y los porteros no habían mentido, ni siquiera los nobles ni sus guardias personales en sus balcones semiprivados llevaban a la vista armas de fuego superiores a una pistola.

Finalmente, aunque tuvisteis que atravesar el local casi hasta el extremo opuesto, alcanzásteis el inevitable bar, donde multitud de hombres de baja estofa se lamentaban por las pérdidas de las apuestas o celebraban sus ganancias, ambos con consecuencias similares. Tras la barra, un tipo de aspecto hastiado y malas pulgas repartía jarras rotas u otros recipientes a medida que le pedían un trago, y de vez en cuando, él mismo se servía. Prácticamente ni prestó atención a los acólitos cuando se acercaron, hasta que él mismo debió de hartarse de tenerlos allí, y espetó al que tenia más cerca - ¿Es para hoy o qué? Tengo trabajo, dime lo que quieres. -

Mientras los demás se encontraban un poco perdidos entre la multitud Hieronymus no perdía ojo de todos los detalles. No le resultó difícil percatarse de un noble en particular que mantuvo la mirada echada sobre el grupo más tiempo de la cuenta, y susurró algo a uno de sus guardias, un tipo particularmente enorme, vestido con gruesas chaquetas de lo que parecía cuero y tejidos rasgados, y ambos brazos y ojos bionicos, difícilmente reconocible como el guardaespaldas de un noble, antes de que desapareciera tras él.

Sus temores se vieron confirmados cuando, poco después de acercaros a la zona del bar, el mismo hombre apareció en el extremo de la multitud fumandose una varilla de lho mientras se acercaba por la espalda a un todavía temeroso Arcturus, que aún no se había percatado de nada, y con una expresión en su rostro que solo indicaba problemas.

Plex quedó aliviado al ver un humano tras la barra. Concentró sus energías y las fuerzas del Inmaterium y lanzó el poder que ya le ayudara en el pasado para soliviantar ese pequeño problema de ser del vacio a la hora de relacionarse con otros.

-Muy buenas caballero, somos nuevos en el local y queremos saber como funciona esto exactamente, lo de participar y tal...y Si Papa Grist pasea por aquí de vez en cuando. Nos gustaría conocerlo y presentarle nuestros respetos- dijo elevando la voz tanto como podía- Además, mi amigo quería hacerle unas preguntas...-dijo acercando para sí a Hyeronimus...

Arcturus se mantuvo en un discreto segundo plano, mirando alrededor, y ls esquinas de la barra; había visto en una pictograbación hacía tiempo que allí solían acumularse los problemas en este tipo de garitos. Por lo demás, parecía distraído. Parecía darle vueltas a algo en la cabeza. El arbites y él habían intercambiado recientemente una mirada de inteligencia, y el tecnosacerdote parecía... absorto en sus pensamientos, simplemente.

Isolda estaba atenta a todo lo que podía, pero eran demasiadas personas, demasiadas luces, demasiados sonidos, demasiado de todo. Se mantuvo cerca de Plex; pero tampoco estaba pegado a él mientras hablaba. Ahora mismo Isolda en la mente solo tenía una cosa, que de verdad su bolter estuviera o hubiera estado allí. Miraba a todos los presentes como si pudieran llevar el bolter aunque solo llevaran pistola y arma corta; pero los vigilantes no, por lo que su mirada empezó a posarse sobre ellos en busca de su arma. 

Poco o nada podía hacer en este garito, mejor dejar al viejo y al nuevo que se encargaran del asunto, mientras ellos hacían su trabajo me mantengo un par de pasos alejada controlando el perímetro, y fijándome que nadie nos estuviera observando mas de lo normal.

El arbites abrió paso entre la multitud, pero a diferencia de Plex, que parecía encantado en aquel jolgorio, el arbites se sentía en medio de unos disturbios de la subcolmena, con la masa, anónima, estúpida y violenta, a punto de explotar. Conocía aquella sensación y sabía que estar en el medio de aquello era la peor forma de salir indemne. Entre los asistentes había desde villanos y desesperados tan pobres como ellos, como nobles con sus séquitos de guardias de seguridad, algunos de los cuales parecían gladiadores del pozo y no soldados.

Uno de aquellos tipos de la peor catadura pareció acercarse al grupo y el arbites se dirigió, casi casualmente, para interponerse entre Arcturus y éste, utilizando el escudo como una cuña, sin agresividad pero firme para abrirse paso. Se vió interrumpido en su avance por Artemius, que tiró de su hombro llamando su atención. El arbites se detuvo y se dirigó hacia el psíquico, que parecía haber empezado a charlar despreocupadamente con el barman.

Arcturus parecía sumido en cábalas mientras que Gianna e Isolda parecían a punto de saltar y aquel gladiador, guardaespaldas o lo que sea seguía mosqueando al arbites.

- Gamma, Inés, cubridnos las espaldas y echadle un ojo a ese - señaló discretamente con la cabeza - si se pasa freidlo, rápido y claro. No sé si nos echarán de aqui, pero nadie volverá a tocar a uno de nosotros sin atenerse a las consecuencias - las nuevas pistolas láser de Maddox a quemarropa sin duda serían capaces de freir a aquel cromado.

Dicho esto alcanzó la barra y se situó junto a Plex.

- Nos gustaría hablar con Papa Grist. Nos envía Maddox. Nos ha dicho que es la persona más importante de al menos medio subsector - la importancia de aquel individuo quizás no fuera tanta, pero sin duda era importante y reconocerla les abriría más puertas que ninguna otra cosa - ¿sería posible? - Amabildad, tacto, algo poco habitual para el arbites, pero lo que necesitaban era evitar enemistarse con aquel tipo. De hecho lo ideal sería un acuerdo similar al alcanzado con Maddox.

Ante la respuesta de Artemius el barman levantó una ceja, tal vez preguntándose si ese hombre siempre se iba tanto por las ramas antes de pedir un trago. Tampoco pareció muy contento cuando puso al frente de la conversación a otra persona, dando órdenes como si fuera el dueño del lugar.

- No conozco a ningún Maddox. - Fue su primera y tajante respuesta - Y vais listos si creéis que podéis entrar aquí y pedir hablar con el jefe como si tal cosa. ¿Quién os creéis que sóis? - Se detuvo un momento para dar un trago de una botella indeterminada, aunque por su olor, parecía un licor matarratas cualquiera; después de dejarla de sopetón sobre la mesa se inclinó hacia Hieronymus, dejando claro que no le impresionaba - Queréis pedirle algo ¿no es verdad? ¿Tenéis tronos? - por su mirada aguda se adivinaba que no era una frase casual, tal vez el barman fuera más inteligente o tuviera más intuición de lo que aparentaba, o simplemente no era la primera vez que aparecía alguien en la misma situación - Nadie ve a Papa si no tiene algo que merezca la pena su tiempo. Pero eh, estáis de suerte, si queréis hacer dinero no podríais estar en un mejor lugar. - Su tono aún era algo sarcástico, pero señaló hacia una pictopantalla donde en ese momento se veía en primer plano la muerte de un cibergladiador.

- Lo que quiere aquí la gente es ver un buen espectáculo. Dejáis satisfechos al público y podréis pasar a ver a Papa. -

Si Hieronymus no lo hubiera dicho no os hubierais dado cuenta, pero de entre la multitud a vuestra espalda salió un hombre de piel curtida y ancho de espaldas con ambos brazos y ojos sustituidos por implantes biónicos, peligrosamente dirigido hacia el despistado Arcturus que cerraba la marcha. No ocultó una pizca de sorpresa al ver a la sororitas y la guardia imperial preparadas y en guardia, pero de algún modo eso le provocó una sonrisa.

Arrojó al suelo la varilla de lho que estaba fumando y la pisoteó antes de acercarse, hasta un par de escasos metros del grupo. - Vaya, he estropeado la sorpresa. - comentó despreocupadamente como quien habla del tiempo que hace. - Está bien, seamos claros. Mi amo os ha fichado nada más entrar, le gustan los novatos, así que no vais a salir de aquí sin que haya una pelea, os guste o no. - Si a alguien le pareció que ese tipo tenía algo más que decir, se equivocaba. Se cruzó de brazos (haciendo un curioso sonido al rozas los metales) mirando al grupo como si aquella simple explicación fuera suficiente.

El arbites dejó la conversación con el barman, que estaba claro que no iba a llevarles a ningún sitio y se interpuso entre Arcturus y el desconocido. Con el escudo entre ambos, el arbites metió la mano en la cintura y como un rayo desenfundó el revólver de Isolda y apuntó al desconocido a la cara con el arma ya amartillada y el dedo presionando el gatillo.

- Espero, por tu bien, que tu amo tenga muy buena impresión de ti. Si no es así, entonces más vale que estés en paz con el Emperador -

- No haremos, ni dejaremos de hacer nada salvo lo que nos plazca y si mueves un músculo que no sea para marcharte o haces el menor gesto que no me guste, tu amo tendrá que buscarte un sustituto - era una declaración en voz alta y todos los que estuvieran cerca podrían escuchar sus palabras tanto como ver el revólver. De hecho, no haber abierto fuego directamente ya debía ser entendido como una declaración de buena voluntad.

- Perímetro - se limitó a ordenar a los demás acólitos. Sin duda, si las cosas se ponían feas no saldrían de allí indemnes, rodeados de desconocidos y por tanto potencialmente enemigos. Pero Hieronymus moriría antes de permitir más abusos.

Artemius no daba crédito a lo que estaba pasando... Él no había aprendido a actuar así cuando se trataba de pasar desapercibido para conseguir un objetivo, estaba claro que esta gente tenía un método diametralmente opuesto al suyo. Dejó la barra y se metió entre medios de los dos hombres rápidamente.

-Lo que mi compañero quiere decir es que estaremos encantados de luchar, pues para eso hemos venido y estamos ansiosos por demostrar lo que valemos en la arena- dice clavando sus ojos en los del arbites, cogiendo su brazo y bajándole el arma y luego mirando a la sororitas- Si no, ¿para que hemos venido aquí?- 

Isolda echó mano a su pistola sin llegar a desenfundarla, pues el viejo se adelantó y no pudo hacer más que gruñir ligeramente ante las palabras del matón. Todo eso era perfecto, perfectísimo, querían que lucharan y ella quería volarle la cabeza a ese bocazas y a todos los malditos herejes que poblaban ese planeta.

Al escuchar a Hyeronimus, la sororita dio un paso hacia el lado para cubrir el flanco del arbitres y se dispuso a liarse a tiros y machetazos con todo aquel que no fuera de sus conocidos.

Allí todos eran enemigos.

Manteniendo la posición no le aparto la mirada a nuestro nuevo amigo, escucho aquello que ha venido a decirnos con esa sonrisa en la cara, mi mano no para de acariciar el arma mientras utilizo toda mi auto-disciplina para no borrarle esa puta sonrisa de su cara, haber brazitos plateados, y quien es tu amo, mientras no le aparto la mirada intento mirar mas allá por si alguien nos observa desde el fondo.

Una vez dado la espalda, el barman bufó de indignación y volvió a sus quehaceres. A pesar de las amenazas nada veladas de Hieronymus el matón continuaba impasible, mostrando aquella sonrisa casi bobalicona, y agitando sus dedos sobre los biceps metálicos, provocando una leve melodía tintineante que terminó muy pronto.

Ignoró deliberadamente tanto el comentario de Hieronymus como su arma, y continuó hablando a Artemius, que no parecía poner reparos a solucionar las cosas al estilo de los bajos fondos.

- Bien, eso me gusta más. Elige como quieres morir, enano. - sin embargo, su última frase se vio interrumpida por un súbito estallido que llamó la atención de todo el local. En el piso superior, un guarda había disparado el techo con aquella misma intención, y antes de que os dieseis cuenta, había al menos una docena de rifles, escopetas y pistolas apuntando a los acólitos, una de ellas sostenida por el barman, directamente a hacia vuestra espalda.

- Tu, largo. - el matón puso una cara como si le hubieran obligado a beber vinagre, pero accedió a irse, no sin antes echarle una mirada asesina al viejo hieronymus. Cuando se fue, el barman continuó hablando, pero nadie había bajado todavía las armas - Te dije que era tu día de suerte viejo. Papa quiere veros, dice que sabe a qué habéis venido, así que entregad todas las armas. -