Partida Rol por web

- Aqui Jerome.

- La búsqueda ha tenido éxito, la estatua señala un nuevo enfoque. Reuníos con nosotros aqui.

- Discreción y vigilancia. Corto.

El arbites mantenía las comunicaciones tan cortas y precisas como acostumbraba.

Arcturus iba a preguntar más detalles a la sirvienta cuando recibió la comunicación de Hieronymus. Estaba valorando por qué el planeta en el que se encontraban parecía tan separado de los demás (¿cuestiones de escala?) y si no podría hallarse alguna especie de cuenta atrás en aquel mecanismo que indicase el advenimiento próximo de algún evento significativo. En todo caso, no dijo más. No hizo falta mediar palabra con los demás; o al menos eso creyó, pues se giró de inmediato y dejó la sala para reunirse con los otros.

En el mismo momento de escuchar las palabras del viejo por el intercomunicador dirijo una mirada al resto del grupo, y con un gesto de cabeza les señalo el camino por donde antes habían partido el resto de compañeros, me espero a que el último de nosotros se encamine hacia allí y sin descuidar la vigilancia cierro el grupo.

El acólito dio un respingo al ver como la pared se abría dando paso a un ignoto nuevo espacio.

-Creo que deberíamos bajar a echar un vistazo...- dijo distraídamente, más para sí que para sus compañeros- ¿Alguno tiene una linterna?- preguntó esperando respuesta está vez. 

¿Hacía donde irían a parar aquellas escaleras? Artemius sabía cuan raros y extravagantes podían ser los nobles imperiales. En la mayoría de los casos esas rarezas no quedaban en más que simples anécdotas, pero en otros la herejía era más que manifiesta y debía ser purgada. 

Sabían donde se encontraban, aunque eso no servía de mucho si no se hacían con una nave y alguien que la pilotara, pero sobre todo el problema podía ser que el Viudo cumpliera su objetivo, aunque la masacre que había hecho entre los enmascarados hacía dudar de todo a Isolda. Extrañaba la antigua vida en la que lo que no estaba de su parte era purgado, simple y sencilla.

-Vamos de camino -contestó Isolda mientras instaba a Arcturus, Gianna y Lady Melua a ir hacia su objetivo. Si el Viudo se hacía con la noble, e Isolda estaba segura de que la seguiría, todo se iría al garete. Así que, intentando no llamar demasiado la atención, se dirigieron hacia el punto de encuentro.

Tras anunciar el descubrimiento del acceso oculto esperáis la llegada del resto de acólitos, pero la espera no es en vano. La llamada de atención de Artemius sobre la iluminación atrae vuestra atención sobre unos orbes un par omnipresentes orbes incandescentes en las paredes; en ese momento estaban apagados, pero podían desprenderse y ser utilizados con una mano sin dificultades.

 Mientras examináis cuidadosamente el acceso ambos experimentados agentes os percatáis de la misma extrañeza. Las telarañas cuelgan lacias contra las paredes, pero no por el centro del acceso, y unas marcas en el polvo depositado en el suelo permiten adivinar que no sois los primeros en pasar por allí. Alguien más ha usado esos túneles.

El camino solo se tardaba un puñado de minutos en recorrer, pero para Hieronymus, Artemius y el académico que les esperaron pareció que fuese mucho más tiempo. Como había anunciado el Arbites discretamente por el comunicador, junto a una de las estatuas de los santos en la balconada exterior, llamada "los paseos de las Columnatas solares", un tramo de pared oculta una suerte de puerta secreta que se abre hacia el interior y las profundidades de la mansión.

El académico parecía entusiasmado, pero lady Melua no pudo evitar una queja al ver el polvoriento pasadizo cubierto de telarañas. - ¿Se supone que debemos entrar ahí? -

A Hieronymus le había parecido eterna la espera, la posiblidad de que algún curioso apareciera por allí y encontrara la entrada secreta. En cuanto llegaron los demás organizó la marcha para entrar.

No sabía cómo la entrada podría volver a abrirse desde dentro, pero era fácil de imaginar que así sería, algo que habría previsto su constructor para evitar quedar atrapado, asi pues, cerrarían la puerta a sus espaldas para evitar que un civil o peor aún, los enmascarados les siguieran.

El arbites sería el primero en entrar, empuñando el escudo y el orbe de luz. Una vez más lamentó haber perdido sus guantes sin retroceso, sin ellos, le resultaba imposible empuñar escudo y rifle al mismo tiempo*. Detrás de él iría una de las mujeres, Isolda o Gianna. Detrás de ellas, Artemius con sus dos protegidos y cerrando el grupo Arcturus y la otra guerrera.

Así, los potencialmente más vulnerables estarían más protegidos**.

Viendo a Hieronymus dudar entre el rifle, el orbe y el escudo, Arcturus apoyó una mano en su hombro para que aguardara un momento. Extrajo el pequeño servidor arácnido recién adquirido y tras unas cariñosas caricias y susurros de tono monótono* lo envio escaleras abajo, con un pequeño suspiro.

-Nos facilitará el trabajo, señor Homron.

Preparó el rifle, comrpobó la municióny musitó una breve plegaria al Omnissiah.

Ya todos juntos nos disponemos a seguir los escalones que descendían bajo tierra, dejo que mis compañeros vayan bajando para una vez pase el último cerrar la marcha, no sin antes mirar una última vez hacia atrás buscando con la mirada que nadie nos siguiera.

Isolda miró las escaleras "secretas" con resignación, pues parecía que iban a ir a parar al nido de cultistas. Había visto eso en otras ocasiones junto a sus hermanas, y siempre se habían quedado fuera, llenando el pasillo de promethium en llamas y matando a todo aquello que saliera de allí; pero ahora tenían que entrar.

-Sí, es necesario entrar y no puede quedarse sola -en cuanto vio al Viejo bajar por la escalera, ella se puso en una segunda posición y le quitó el orbe de luz- tu necesitas ambas manos para manejar tu escopeta, yo solo necesito una para mi pistola -desenfundó la pistola laser de duelo y se encaminó escaleras abajo, portando el orbe de luz con la mano izquierda y la pistola con la derecha.

El arbites cedió el orbe de luz a Isolda y más adelante se guardó otro en un bolsillo. Tras el paso de los acólitos, sin duda aquella sección quedaría a oscuras. Algo idóneo para retrasar a un potencial perseguidor.

Con la mano libre el arbites finalmente optó por empuñar el mejor de los cuchillos. La protección de aquellos que tenía detrás le pareció prioritaria a empuñar el rifle.

-Lady Melua, a veces hay que ensuciarse...-  dijo el psíquico mientras descendían bajo tierra. Aquello le olía a que podría encontrar algo desagradable allí abajo, si los Haarlock habían construido una entrada secreta seguro que quieren esconder algo y si quieren esconder algo seguro que hay seguridad... extra. Por eso sacó su espada y empezó a balancearla con la mano nerviosamente. Con la otra mano desenfundó la recortada... por si acaso.

A pesar de las defensas físicas las que de verdad temía eran las psíquicas y la presencia de más brujos o algo peor, así que el psíquico exploró mentalmente la zona en busca de rastros de la disformidad.

A pesar de las palabras de Artemius Melua no parecía muy contenta por tener que atravesar túneles cubiertos de suciedad como aquellos, pero no puso ninguna queja. Hieronymus había organizado a todo el mundo, de modo que los acolitos pudieron ponerse en formación antes de partir*, por desgracia el túnel solo permitía avanzar en fila de a uno.

El túnel desciende durante unos metros hasta lo que pensáis que es la altura del suelo, y continúa por un único camino durante un cierto trayecto, igual de estrecho que a su entrada. Nada revelan las paredes, que parecen estar construidas del mismo material y cubiertas de polvo. El grupo avanzaba con precaución, pero si temían encontrarse con alguien sus sospechas resultaron infundadas; no se encontraron con nadie durante aquél tramo del túnel, que finalmente desembocó en una habitación más amplia, con una larga mesa de tablero negro enmarcada en algún tipo de dispositivo mecánico; a su lado, un puñado de sofás apolillados y cubiertos de polvo, así como una estantería repleta de pergaminos enrollados en su parte superior y botellas de licor envejecidas y con las etiquetas borradas por el tiempo en la inferior.

El túnel continuaba más adelante en la misma dirección, como si la sala fuera solo una zona donde el túnel se ensanchase para más tarde seguir rodeando o introduciéndose en el edificio.

Inmediatamente identificas el tablero de la mesa como el mismo material que se usa para las placas de datos, aunque no puedes saber el propósito del dispositivo de la mesa sin examinarla. Tampoco recibe energía, por lo que para intentarlo tendrías que alimentarlo con las reservas de energía de tu propias bobinas internas*

Al emplear tus sentidos psíquicos notas un leve mareo, pero no por algo procedente de la mansión o del túnel. Era como si en términos de los 5 sentidos humanos acabases de notar que te encontrabas nadando en un pozo de agua estancada, fangosa y maloliente.

Había una leve influencia psíquica que no habías notado horas antes, y que aunque no era especialmente poderosa lo cubría todo hasta donde alcanzabas a percibir; aunque no parece suficiente como para influir sobre tu dominio de los poderes disformes, no puedes interpretarlo más que como un mal presagio. No llegas a percibir nada más en el ambiente.

Isolda caminaba lista para entrar en combate en cualquier momento, con la pistola laser de duelo en alto y apuntando con el orbe luminoso hacia delante. Ese lugar era un asco, pero había estado en sitios peores y en situaciones peores, pues en ese lugar no podían flanquearles de ninguna forma, tampoco huir por los lados, pero no todo era bueno siempre. Cuando llegaron a esa sala, lo primero que hizo fue pasar la luz por toda la estancia, buscando algún tipo de enemigo, pero al no haberlos caminó hacia delante.

-Arcturus, ¿puedes echarle un ojo a eso? -preguntó señalando la mesa que parecía tener un dispositivo mecánico- yo voy a echar un ojo entre los pergaminos esos.

Una vez entro en la habitación la inspeccionó de un vistazo rápido, tras ver que nada me llama la atención me acerco junto a Isolda donde están los pergaminos, busco en ellos algo de información, tras estar un rato buscando me acerco al pasillo por donde continua el camino intentando escuchar algún ruido mas allá de nuestra situación.

A Artemius no le gustaba nada lo que había sentido, cada vez tenía más la sensación de que se dirigían de una manera u otra hacia una trampa.

-Supongo que es redundante que lo diga, pero estad con los ojos abiertos, he sentido algo... algo que no me gusta, aunque no se muy bien que es lo que es.

Al ver las botellas de licor sintió una irrefenable curiosidad por lo que contenían así que enfundando la escopeta cogió una descorchándola con los dientes y olfateo su contenido.

-Si no está picado quizá tengamos algo bueno para una pequeña fiesta de la victoria cuando esto acabe, ¿eh?- dijo a sus compañeros recuperando su habitual tono de broma- Hermana, no me digas que no te gusta el vino.- dijo dirigiéndose a Isolda.

Se acercó a la mesa lentamente, como si no hubiera oído a Isolda. La acarició como a una amante dormida, pues efectivamente estaba sin energía. Se puso a murmurar unas salmodias que le llevaron algo así como un minuto. Comprobó si todo marchaba bien con ojo experto y cariñoso.