Partida Rol por web

Aprovecho la pequeña tregua para tratar de discernir mejor que es aquella cosa. Estoy nerviosa y miro a Nix tratando de decirle con la mente un "¡Acercate con la luz, coño!". Pero, obviamente, Nix aún no es telépata y entonces acompaño el pensamiento con un gesto con el brazo y mi voz.

- Alumbra... - le indico, apuntando hacia la jaula con la pistola.

Cuando es iluminada por el haz de luz se ve que aquella cosa está lejos de ser la señora Pritchett. Lejos de ser cualquier cosa que hayáis visto nunca en realidad. Aquella piel tenía una textura difícil de explicar, pues era seca, como la de reptil, y viscosa a la vez, como si una babosa recubriera parte de aquel cuerpo con forma humanoide. Esa baba también se encuentra en el suelo, en gran cantidad y da un olor de putrefacción a la estancia curioso.

No huele como la materia orgánica siendo descompuesta por bacterias, sino que la baba del suelo desprendía un fuerte olor amoníaco mezclado con el de tejidos no tan vivos ya. La criatura huele a muerte y condenación. Y también ligeramente a tostado tras haber enchufado la batería a la jaula.

La línea entre la realidad y la locura a veces era muy fina. Mirar a la cara de ese ser hacía que la cordura fuera un vago recuerdo de cualquiera.

Era imposible quedar impasible.

Nix dio un par de pasos hacia atrás al ver a aquella cosa enjaulada.

—¡Joder!

Dejó pasar unos segundos de desconcierto. ¿Qué era aquello? Alumbró para intentar comprenderlo. ¿Un imbécil realmente bien disfrazado? Había gente que se lo curraba realmente bien. Y casas del terror donde se simulaban sitios como aquel sótano. No era descartable, en principio, que fuera una estupidez de aquellas.

También cabía la posibilidad de que fuera una persona enferma. Algo congénito, genético, raro. Un mutante nivel pueblerino.

—Putos catetos endogámicos...—murmuró.

Avanzó uno de los pasos que había retrocedido, sin dejar de apuntar.

—Eh, tú. Espabila. Esto... eh... ¿quién eres? —No tenía ni idea de qué estaba preguntando.—¡EH! ¡Pritchett! ¿Qué coño es esto, maldita sea?

La cosa chilla como respuesta al alumbrado de la linterna por parte de Nix, no parecía ser amigo de la luz o quizás no estaba precisamente contento con su situación.

-¿No lo entendéis?- dice el señor Pritchett riéndose de una forma maníaca desde arriba. -¡Ellos se los llevaron!!- grita enfadado, seguramente porque la impotencia ante tal situación era inimaginable.

Nix dejó de alumbrar al mutante endogámico.

—¿Y quiénes son ellos? ¿Qué ha pasado aquí, Pritchett? ¿Quién se los ha llevado, a dónde? ¿Y qué tiene que ver esta... cosa con todo esto?

-Son lo que ves, ¿de verdad pensaba que alguien entendería la verdad, agente? Ni ustedes pueden soportar la verdad, lo tienen delante y no lo creen- sigue hablando desde arriba.

La combinación entre la visión y el olor, hace que mi cuerpo actué de forma autónoma, sin pedirme un mierda de permiso. La arcada es violenta y me hace echar sobre el suelo el escueto contenido de mi estomago: una mezcla entre café, whisky y jugos estomacales.

- Joder... - murmuro. Nix hace preguntas a Pritchett y las palabras del pobre hombre gestan en mi cabeza ideas que mi mente racional no puede asimilar. Instintivamente me alejo lo más posible de aquella cosa, volviendo a apuntar con la pistola - ¿Me estás diciendo que este bicho se llevó a tu familia?

Pritchett sigue arriba esposado y dejáis de escuchar su voz. Quizás está cansado de gritaros desde arriba o puede que bastante tuviera con toda aquella situación que le superaba. Que le estén preguntando aquello una y otra vez cuando para él era evidente era tedioso. O quizás la había palmado, a saber.

-Soltadme de una puñetera vez- añade tras unos segundos eternos de silencio.

Nix no podía liberar a aquella... criatura... sin saber bien a qué atenerse. Primero debían llamar a los sanitarios, en el caso de que fuera una persona enferma, una degeneración pueblerina. Sacarla de la jaula no parecía ortodoxo en aquella situación. ¿Y si le era un trauma?

Eso era lo que se quería decir a sí mismo. Que tenía que venir una ambulancia, los bomberos y un equipo de psicólogos para tratar a aquella víctima encerrada en el sótano.

Esa era la explicación racional, sencilla. La fácil de tomar. La de asumir que ahí solo había otro caso más de cosas de pueblo, de enfermos deformes encerrados en el desván para no avergonzar a la familia. Esa era la explicación fácil. Culpar a los pueblerinos.

Era la explicación deseada. Pero Nix sabía que por dentro no la sentía como la explicación posible. Algo en aquello le decía que nada iba bien. Que no era ni por asomo lo que deseaba que fuera. Que algo había ahí que desafiaba los límites de la comprensión y la cordura.

Quizá por eso no dejaba de dar pasos atrás, hasta llegar a las escaleras, y subir titubeante escalón a escalón. Quizá Pritchett estaba loco. Pero no cabía duda de que las cadenas en esa puerta eran un acto de lucidez necesaria.

—Ella...—¿Ella?— Eh... ¿es tu mujer?—No, no lo era. A eso ya había respondido y Nix tardó en recordarlo unos segundos. Estaba confundido.— No, no lo es. Eso se ha llevado a tu mujer y a tu hijo, ¿es así?

¿Era posible comunicarse con un loco?

—¿A dónde? ¿Y de dónde viene esta... criatura? ¿Qué hace aquí?

Nix sube escalera arriba y a mi simplemente me da cagalera de pensar en quedarme sola con aquella cosa. Explicación racional o no, la presencia de lo que tenía delante seguía revolviéndome las entrañas y amenazaba con volver a manifestarse en forma de arcada. De modo, que sigo los paso de Nix, acercándose a Prittchet.

- Nos lo vas a explicar todo... - añado, si es que había explicación posible... Pero desde luego para mi no era tan sencillo asimilar lo que estaba diciendo aquel individuo. - Y después te soltaremos, pero primero nos vas a decir que coño ha pasado... con pelos y señales. - señalo de nuevo el sótano, con la voz aún medio quebrada y manos temblorosas. 

Lo que hay ahí abajo desafía la lógica y lo esperado. Pues mientras que debían esperar que Pritchett era un puñetero asesino a sangre fría que había liquidado a su familia, enterrando sus cachitos en aquellos campos baldíos que rodeaban su casa, que un ser del espacio fuera el culpable del todo no estaba para nada contemplado en aquella ecuación.

Pritchett asiente a las palabras del federal, ni era su mujer y claramente “ellos” se los habían llegado. Esa era su conclusión y por muy descabellado que sonara, la prueba de ellos estaba en su sótano. Las palabras de la detective no le gustaron tanto, que se negaba a soltarlo.

-Vaya, entran a mi casa, me esposan y exigen… No me sueltes, entonces no diré nada, arréglate tú con lo que hay ahí abajo, guapa- escupe al suelo como señal de desaprobación, como una vieja de Europa del Este reafirmando su maldición sobre la persona de Perkins.

Nix empezaba a impacientarse. Se mordió el labio y se acuclilló hasta quedar a la altura de Pritchett. Le buscó la mirada.

—Amigo, estás jugando con fuego. Te recuerdo que estás esposado por agredir a un agente federal. Y seguro que ahora mismo la pena de cárcel por eso es la menor de tus preocupaciones, sí. Soy consciente de eso. Pero déjame recordarte que ahora mismo somos tus únicos amigos aquí. Más vale que colabores, ¿entiendes? Te quitaré las esposas, pero eso no cambia nada: sigues detenido. Y a la primer gilipollez que hagas, date por jodido. Ya puedes ir contando todo lo que ha pasado aquí, de pe a pa. Todo lo que sepas. ¿Entendido?

Se enfundó la pistola confiando en que la detective estuviera atenta a cualquier moviento.

—Gírate y cuidadito con lo que haces.

Y, clic, le quitó las esposas.

Nix opta por soltarle y yo no digo más. El otro había amenazado con no hablar, pero lo cierto es que de no hacerlo él es el más perjudicado. Yo podía llamar a mis superiores o dejar las cosas en manos de los federales y que ellos se ocuparan... Aun siendo la cosa tan jodidamente bizarra. Mientras que él había perdido a su mujer e hijo y asumia querría encontrarlos... si es que eso era posible. 

Sigo apuntándole con la pistola en lo que Nix le suelta y luego espero a ver que coño nos tiene que decir.

El señor Pritchett se frota las muñecas en cuanto lo soltáis y la cosa de abajo comienza a chillar antes de que el hombre pueda abrir la boca y contestar cualquier pregunta. Fuera se oyen truenos como si fuera a comenzar una tormenta bastante importante.

-Han vuelto- dice mirando hacia arriba, no al techo sino como si la tormenta estuviera relacionada con esas cosas. Se levanta, ignorando que hay un arma que le apunta y va a asomarse a una ventana, las cuales tienen tablones mal clavados desde el interior. Era una ilusión pensar que clavar tablones serviría para asegurar nada.

Los truenos me pillan de sorpresa, pues no dejamos fuera ningún día que pudiera deparar tormenta. Mas de sorpresa me pilla que el tipo pase del arma y se levante como si nada.

Perkins, gatillo fácil... Estoy muy tentada a hacer honor a mi honorable apodo del pasado, pero sigo un poco aturdida por todo y más por lo que dice, sumado a los chillidos de aquella cosa. No obstante, no dejo de apuntarle.

- ¿Pero que coño... ? ¿quien ha vuelto? - pregunto un poco alterada. 

El zumbado aquel no soltaba prenda ni parecía conocer autoridad alguna.

—Joder

Colmaba la paciencia de Nix. El agente se acercó a la ventana con cuidado para mirar afuera. ¿Quién se supone que volvía? Se pegó a la pared y se asomó ligeramente sin exponer el cuerpo. Viendo el percal que tenía Pritchett en su casa, la cosa de abajo, lo raro que era todo... a Nix no le extrañaría que ese «han vuelto» se refiriera a una panda de locos paletos sectarios.

Y lo último que quería era llevarse un tiro en una cabaña asediada por una panda de locos, aislados de todo lo bueno de la civilización y con una tormenta a punto de caer. Así que miró con cuidado entre los tablones.

—Quién viene, Pritchett—preguntó, sin tono.

El hombre no parece atender a razones mundanas y podría ser normal teniendo en cuenta lo que tenía en el sótano. Cuando capturas un puto alien lo que menos te preocupa es que te apunten con un arma, porque seguramente ese bicho del sótano pasaría a ser problema de otra persona. Una salida fácil, quién no la tomaría.

Fuera parece que se está formando una tormenta de MIERDA. Sí, así con mayúsculas. El cielo no solo está gris sino bravo, como si de un mar en pleno tsunami se tratara. Las nubes se arremolinan sobre la granja y los truenos suenan como si se fuera a caer el cielo. Aquella casa maltrecha no parece que pueda aguantar algo así.

-Ellos- responde y abre la puerta asomándose. Es en ese momento que un rayo cae no muy lejos del granero donde está escondido el coche.

El cariz del asunto hacen que simplemente deje de apuntar con el arma. El ser de abajo, sumado a lo que parece que se venía sobre la granja, hacen que me quede un poco paralizada por momentos. No es lo que se espera de un agente de la ley... pero tampoco se instruyen en la academia para hacer frente a esta PUTA LOCURA.

El rayo me saca del trance, tensa como el acero.

- Joder, la casa no va a aguantar, tenemos que irnos. - acabo diciendo.

Afuera se estaba liando una buena. Y había dos opciones: esperar a que pasara todo o pirarse. Como mínimo, en Devil´s Gate habría mejores pareces, mejor café y una mejor cama.

—Sí, vámonos. Y tú te vienes con nosotros.  —Había que tomar declaración largo y tendido a ese hombre. Había muchas explicaciones que dar. Volverían al pueblo y lo interrogarían. Una ambulancia y un psicólogo de asistencia (¿habría algo así en ese pueblo de mierda?) irían a esa cabaña con la policía para llevarse al bicho raro de abajo al hospital.

Harían algunas pesquisas, descubrirían el misterio de los desaparecidos y con suerte el agente Nix podría estar en Nueva York para pasado mañana. Con un buen café y la chorbagenda esperando una llamada.

Apuntó al tarado.

—Vamos, tú delante. Se acabó la visita.

Salís para fuera, con el señor Pritchett esposado y os encontráis al abrir la puerta de frente con aquella tormenta. Apenas dais los tres un par de pasos hacia el exterior que un rayo cae frente a la casa. Aquel fogonazo de luz es cegador y os hace apartar la mirada un momento de forma irremediable. 

Cuando volvéis a mirar al frente, oís al señor Pritchett hablar.

-¿Maria?- pregunta extrañado y es que frente a vosotros, tirada en el suelo está la figura de una mujer desnuda que trata de incorporarse desorientada.