Partida Rol por web

Tu teléfono suena. Al contestar oyes una voz de una mujer joven.

-Quizás no debería llamarte, no te conozco, pero que intriga saber que tienes que ver con mi madre.

El teléfono de Alberto suena y él contesta.

-Entonces hay que buscar a esa tía en ese despacho y contactar con ella, ¿o qué? -miró a Luisa, como si comprendiese ahora. Pensaba lento.

-Mañana, vale. Buena idea. Vamos a verla, le decimos que su mami la echa de menos y que se de un volteo por el cementerio.

En voz alta sonaba medio raro.

Se dejó caer sobre el sofá, al lado de Alberto. -¿Qué haces? ¿Facebook? Joder, tío, eres una antigualla, eso es de boomers.

Un trago más- Me estoy quedando sobada.

En medio de la conversación sonó el teléfono de Alberto. No se había fijado en lo que estaba haciendo, así que desde la perspectiva de Daniel podría ser tanto un demonio, como su madre.

—¿Quién es? —susurró entre señas.

La pantalla del móvil, si la veía, tendría un número desconocido; a no ser que la llamada fuera desde la aplicación en donde figuraba el nombre de la abogada.

- ¿Necesitáis saber algo más?

Luisa estaba cansada, muchas sensaciones en una sola noche. Además, el alcohol comenzaba a hacer estragos.

— No, señor Frank, gracias por su ayuda. Con cualquier cosa le llamamos. Si alguien quiere preguntar algo antes de colgar... — comentó Luisa dejándose caer en el sofá de espaldas.

Aquel parecido del que hablaban ya no empezaba a hacerle gracia, pues se sentía muy partícipe en toda aquella movida.

- Me agrada haber podido ayudaros, pero no me llaméis si no es muy urgente.

El hombre cuelga sin esperar ninguna respuesta.

Alberto vio el móvil sonar momentos después de enviar el mensaje privado.

Joder. Me está llamando. Eh. Eh. Tíos - dijo alterado moviendo la mano para que sus amigos le hicieran caso y cogió el teléfono.

- Ho.. Hola Margarita. Yo... Esto... - carraspeó y puso el manos libres para el que resto lo pudiera oír - No sé cómo explicarlo. Esta noche mis amigos y yo hemos ido al cementerio, ya sabes, Halloween, espíritus.. Vamos, lo habitual. Y... Hemos hecho una pequeña sesión de espiritismo. Antes de que digas nada - se apresuró a decir - Nosotros tampoco creíamos del todo en esas cosas. Algunos más que otros. La cosa es que el espíritu que nos ha respondido decía llamarse Guadalupe Posadas y... - Alberto se detuvo buscando algo de apoyo moral. Lo que estaba diciendo parecía de locos - la cosa es que al llegar a casa, mis colegas y yo la hemos visto. Estaba justo ahí y te estaba buscando desesperadamente. Creemos que hay alguien o algo que trata de evitarlo ¿Por qué dejaste de ir al cementerio? - le preguntó con el corazón en un puño. 

La mujer titubea antes de contestar.

- No se de que apariciones me hablas. El caso es que dejé de ver a esa mujer, por qué me ocultó la verdad.
>> Me hubiese gustado que me dijera que era adoptada, en cuanto tuve uso de razón.

La conversación con el viejo senil terminó al mismo tiempo que el teléfono de Alberto sonó con la voz de Margarita. Al parecer, no huyó espantada por la historieta tan subreal que les había pasado, sino que se mostró receptiva a tener una conversación. Eso en la mente de Daniel significaba que ella tenía creencias instaladas de todo los fantasmagórico.

—A ver, a ver, pero ¿cómo te enteraste? Quiero decir, después de morir, ya enterrada. ¿Por algún documento o porque alguien te lo dijo? —había un poco de encierro en este gato—. También vimos como una sombra negra que decía "no os entrometaaaaaais", no sé si será tu padre o algo.

Aunque sumida en lis vapires etílicos, Sara pillaba algo de la conversación. Se quedó flipada con la guapa chica, que no pasara de ellos y como si nada con la conversación.

-Margarita, oye, cariño. Tienes que visitarla de nuevo, Guadalupe está muy apenada. En serio, no descansa si no vas. Porfa. Que además se nos está apareciendo y es un rollo.

— ¡Escúchame, Margarita! — dijo acercándose mucho al teléfono, en un claro ejemplo de que estaba perdiendo los nervios —. Lo siento... estamos un poco cansados — se disculpó bajando la voz —. Sé que todo suena loco, pero es así, no te conocemos de nada, no es una broma y Guadalupe nos ha perseguido durante toda la noche... Me confunde... me confunde contigo. Dice que nos parecemos.

- Pero... ¿Quiénes sois vosotros? ¿De que sombra habláis? - la mujer está a punto de colgar- Espero que esto no se trate de ninguna broma.

- Por si os interesa, fue mi madre biológica la que lo contó. Tiempo después de la muerte de mi padres adoptivos.

Alberto meditó sus palabras antes de hablar. Notaba la irritación de Margarita al otro lado de la línea.

- ¿Y no crees que si quizás hubieran estado vivos te habrían dado sus razones por buenas o malas que fueran? ¿Acaso el amor y el cuidado que te dieron a pesar de no ser su hija biológica no habla por sí sólo? Quizás si estás dispuesta a escuchar aún puedas preguntarle. Mira... - hizo una pausa para dar énfasis a sus palabras - personalmente no me quiero involucrar pero esta noche nosotros hemos terminado enmedio. Somos cuatro. Y los cuatro la hemos visto. No es ninguna broma y me pone los pelos de punta admitir esto en voz alta. Así que dime ¿Estás dispuesta? 

Contiene un sollozo pensando en todos los momentos buenos que pasó con sus padres adoptivos.

- Está bien ¿Qué queréis hacer?

A veces Alberto hablaba muy bien. Sus argumentos convencieron a la chica.

-Nos acompañas al cementerio. Si no ahora, mañana, con el sol y la luz. - el ron le infundía valor, pero esta noche ni loca.

-Hablas con ella. Te quiere mucho -supuso.- 

Quizá el humo aquel era… era… era la muerte. La esencia de la muerte. El guardián de la muerte. De la cripta. ¿No había una serie viejuna de eso? 

Un brazo sobre el respaldo. Con el otro, dio unas cuantas caladas a lo que fuera que estaba en el cenicero de latón. Alberto se ganó a la chica con sus agradable carisma, era receptiva a su juego, y Daniel no tenía que hacer nada más que seguirle la corriente.

—Esto tiene la pinta de que vamos a tener que desenterrar el tablero ese de nuevo —dijo sin energía.

Aunque las drogas ya le estaban dejando el cerebro frito, aun tenía ideas newtonianas. Mientras Margarita atendía a los demás, el chico se acercó al oído de Luisa para contarle lo que pensaba.

—Trae más cámaras, debemos grabarlo todo... Por la ciencia...

- Podemos quedar mañana por la tarde.

Luisa cerró el puño mientras se recostaba en el sofá agradeciendo a Alberto su persuasión. La verdad es que demasiado habían conseguido, por las horas y por el tema. Seguro que a aquella chica no le hacía mucha gracia lo que le estaban contando.

— Muchas gracias, de verdad — dijo Luisa volviendo a acercarse al teléfono.

Luisa compartía con Sara volver al cementerio, pero se había olvidado de la tabla. Daniel lo comentó, y tenía razón.

— ¿Qué os parece si lo dejamos para mañana? — un escalofrío recorrió su cuerpo —. O... mejor lo hacemos ahora.