Partida Rol por web

Las cosas se torcieron un poco, pues no había ninguna carreta por aquel lugar. El templo debía quedar relativamente cerca, y los sujetos habían llegado ahí sin ayuda de transporte alguno, seguramente a pie. Las puertas de Middenheim estarían a un par de horas andando o quizás tres si cargaban con peso, aproximadamente lo que habían recorrido para llegar a aquel lugar. Por suerte tenían un caballo en el que se podía cargar algún peso más, y un experto jinete para montarlo equilibrando los pesos.

Nada, ahí no había ni carro, ni carreta ni animales.

Volker volvió a entrar en el edificio para comunicárselo a sus compañeros.

- No hay medios de transporte, habrá que usar el caballo para llevar a la prisionera. Disculpadme un instante-

dijo el mago. Luego sacó el libro -a partir de ahora aquel pequeño tomo se iba a convertir en su amigo inseparable- y leyó un pequeño fragmento del mismo. El necesario para delvolver a la vida a un par de cadáveres.

- ¡Aknar viater animus mundi!-

musitó el mago. Acto seguido, como insuflados por arcanas y oscuras fuerzas, el cadáver del viejo y el del joven, se pusieron en pie.

Volker sonrió.

Le entregó al joven la espada que le había hurtado. Luego ordenó al viejo:

- Toma tu acero-

para que cogiera la suya. Era ampliamente conocido que los zombies eran seres de escasísima inteligencia -aún así, se decía que superaban la de los orcos- de modo que solo se guiaban por órdenes sencillas dadas por su amo.

- Subíos al caballo, no en la silla sino en la grupa. Tumbaos y no os mováis ni hagáis ruido-

les dijo imperativamente.

-Cojamos a la prisionera y marchémonos cuanto antes-

les dijo a sus compañeros mientras salía para supervisar y en su caso, ayudar a los zombies a que cumplieran con su mandato.

-¡Quietos estúpidos!-

les dijo Volker cuandos e acercaban al caballo. Quizás le dieran miedo y ya sería la última faena posible que el equino se largara dejándolos con tres palmos de narices.

- Esperad-

el mago entró de nuevo en la casa y fue directo a una habitación que había registrado previamente. Tomó dos grandes mantas y volvió a salir.

Con ellas, embozó lo mejor que pudo a los zombies, sin que se vieran sus heridas. Parecían mendigos o simples caminantes.

- Preparáos para seguirnos y no hagáis ruido-

les ordenó.

Aquello fueron ya palabras mayores. El mago estaba jugando con poderes oscuros, oscurísimos, tenebrosos a más no poder, y lo hacía como si hubiera nacido preparado para ello. Tras haber desangrado un par de cadáveres y haber restaurado su buena salud a su costa, fue más allá y volvió a dar vida, por decirlo de alguna manera, a los cadáveres del joven y el anciano, que se levantaron sin más del suelo. Ya no eran los mismos, y se notaba desde luego. Sus cuerpos estaban blancos, sus ojos no enfocaban ni parpadeaban, sus heridas estaban abiertas pero no sangraban, y bastante sangre oscura manchaba sus cuerpos. El anciano tenía un boquete en pleno cuello por el que había entrado la lanza de Magnus por el que se veía el otro lado, y el joven tenía la garganta que parecía un dispensador de caramelos Pez. Estaban muertos, se notaba, pero ahí estaban, de pie frente a su nuevo amo, sujetando dos espadas que les habían ordenado sujetar. Y a cada paso que Volker daba, aquellos dos seres tambaleantes le seguían con pasos inseguros a dos metros. No decían nada, y el mago no sabía si era por el estado de sus gargantas o porque estos seres no lo hacían nunca.

     - ¡Av gudene! Exclamó Surga dando un paso atrás. - Cuando has... dijo con los ojos muy abiertos mirando al mago. Él no había visto las anteriores muestras de magia negra de Volker, enfrascado como estaba en sus asuntos con la muchacha... y ahora que lo había visto no sabía si le gustaba. - ¿Es seguro que juegues con la vida y la muerte de esa manera? Esas criaturas me ponen los pelos de punta.

- Pues si a tí te dan respeto, imagínate a cualquiera que se nos oponga-

le contestó el mago al nórdico.

- Esto es lo que he aprendido del texto de la chica, realmente interesante, como podéis observar. Supongo que no tendréis ningún reparo en que estos caballeros nos acompañen a realizar la entrega ¿no? Simpre viene bien un poco de músculo extra. Además, puedo hacer cosas aún más oscuras, pero tranquilos, eso lo reservo para ocasiones especiales-

dijo Volker con una sonrisa.

-¿Nos ponemos en camino? Ardo en deseos de cobrar nuestro oro, la verdad-

les sugirió a sus compañeros.

     Surga gruño algo ininteligible. - No me gustan pero reconozco su utilizad. Visto lo peligrosos que son éstos caminos incluso para mercenarios curtidos como nosotros, mejor que pierdan ellos un brazo a que lo pierda yo, eso lo tengo claro. Solo un consejo: no creo que nuestro empleador deba saber que has desentrañado los secretos del texto y mucho menos que los dominas... mi instinto me dice que no sería bueno para nosotros. Creo que deberíamos tomarnos algo mas de tiempo en disfrazarlos para que el ojo ocasional no detecte nada extraño. Vendajes para cubrir las heridas mas evidentes serían un bien comienzo. Que aparenten ser apestados y lo parezcan de verdad sin mostrar tan evidente la herejía que se oculta debajo.

Y ese momento, Berger, lo recordará para los restos.

Aún a sabiendas de lo condenada que estaba su alma, incluso albergando una mínima esperanza para el arrepentimiento, un último aliento de humanidad, de misericordia, de compasión... todo aquello murió en ese instante.
Sintió un chasquido eléctrico por todo el cuerpo que le erizo el bello, le sobrecogió el corazón y le lleno la boca con un sabor nauseabundo... reprimió cualquier gana de vomitar y mirando al producto de las artes más oscuras jamás vistas por él escupió con desprecio.

No se casaba con poderes impíos, los desconocía, no sabía nada de ellos, no sabía nada... solamente leyendas, rumores y cuentos para asustar a los niños antes de dormir. Berger ya había perdido todo sino de salvación... había pasado de un criminal de poca monta a un traidor a su tierra, a su especie ¿merecía la pena? ¿tan poco valía su alma? Magnus no quería ni pensar en ello, pero notaba como su alma se tornaba oscura, densa como el aceite sobre una balsa de agua infecta y eutrofizada... un camino andado por el mismo y que no quiso rectificar... podría haber muerto, tratado de acabar con sus compañeros pero no lo hizo, las voces se lo dijeron, pero el prefirió abrazar a lo ruinoso impelido por un instinto de autoconservación... pero... a que precio.

Una ráfaga de aire frio le removió el grasiento y sucio cabello mientras miraba desafiante a los zombies... su respiración era tranquila, se preparaba para pelear, sus nudillos estaban blancos, sus manos cerca de sus dos pistolas cargadas y dispuestas para disparar... otra corriente de aire lo empujó y Magnus volvió a escupir... condenación o muerte, esas eran sus dos opciones, y aquella era la decisión más dura de toda su vida... enseñó los dientes a ambos, al mago corrupto y al Norse que aceptó aquello con demasiada facilidad; alzó la cabeza y los miró, en cierto modo por encima del hombro, pelear o seguir adelante... pelear... o... seguir adelante.

Fueron unos minutos tensos, sobre todo para Berger, quizás los otros dos ni le dieran importancia, pero al final... el hombre, corruptible de nacimiento... cedió - mi destino... vaya escusa - pensó para sus adentros con amargura para después silbar con fuerza llamando a su yegua. Se montó con facilidad pasmosa y una agilidad que antes no se había visto en el patrulla de caminos, había cambiado del todo.
Acarició el cuello del animal, lo palmeó un par de veces y después fijó bien al fardo que llevaba en los cuartos traseros, la chica, la pobre chica que tendría más suerte que él.

Una voz ronca surgió de entre sus labios, una voz apagada, desprovista de calidez... desprovista de ese humor que solía tener - vamos, andad - les ordenó sin inmutarse

La oscuridad... Los mercenarios habían escogido, ¿Pero era la oscuridad su elección? ¿O quizás fuera la luz? Fuera lo que fuese hacía que ya no temieran a los caminos oscuros que recorrían en esos momentos en busca de su transporte. ¿Cuánto había transcurrido desde que dejaron aquella dirigencia a las puertas de la ciudad? ¿Quizás diez horas? ¿Doce...? El paso del tiempo había sido efímero, pero los astros se habían movido. El atardecer los acompañó en su partida como el cercano amanecer los escoltaba ahora por caminos oscuros. En aquel pequeño periodo de tiempo, sus vidas habían cambiado, habían hecho elecciones difíciles, habían llegado a una encrucijada, y como grupo de nuevos hermanos habían tomado una misma dirección. Lo notaban, algo, había cambiado.

Con Berger a la cabeza montando como el jinete consumado que era y cargando el saco con la joven que permanecía quieta como si estuviera muerta, la comitiva se puso en marcha hacia su destino. Surga en medio, siempre vigilante y seguido del mago que indicaba a aquellos seres camuflados con mantas y vendas que los siguieran. Un extraño grupo, un peligroso grupo...

Apenas tres horas tardaron en volver por el camino desarbolado que bordeaba la ciudad vigilante, y encontrar el campamento que cuando se fueron se estaba organizando. Ahora estaba bien pertrechado, con cantidad de hogueras en un nutrido y concentrado grupo, rodeado por algunos palos y estacas apresuradamente colocadas. Los mercenarios salieron del camino y se aproximaron bordeando el campamento para no llamar la atención, lentamente, sin ocultarse pero sin aproximarse demasiado. Como solo ellos sabían hacerlo.

Lejos, aislado de todas las demás y apartada, ardía una solitaria hoguera. Sus propietarios, tres de ellos, se encantaban sentados, tensos a la luz y el calor de la hoguera encendida en el centro. Uno de aquellos tres sujetos estaba tumbado y un perro grande y poderoso le lamía la cara. Un cuarto sujeto se encontraba de pie, con las manos levantadas y el cuello muy estirado. Era a todas luces, algo inusual. La hoguera aparatada, la actitud tensa de los sujetos...

... El grupo de mercenarios se detuvo, mirando, olfateando que algo estaba sucediendo, y lo más importante, notando una extraña sensación de incomodidad, inquietud, y un calor proveniente de su "tatuaje" a fuego.

Al fin se pusieron en camino, quizás, con algo de suerte, la diligencia aún estaría esperándoles. Solo les quedaría subir y marchar a buscar a Von Luster.

Volker ardía en deseos de cobrar de una puñetera vez. ¡¡Oro, oro, oro!!

Al llegar a las cercanías del camino, ya vieron las hogueras y la aglomeración de gente. Parecía que no habían abierto las puertas. Mejor para ellos. No obstante, algo llamó la atención del mago, un pequeño grupo de gente, apartados del resto y en torno a una hoguera.

El mago entrecerró los ojos para mirar mejor, Volker tenía una vista de halcón y podía distinguir detalles a distancias bastante considerables.

- Mirad eso compañeros.-

dijo mientras hacía una señal a sus camaradas, señalando la hoguera y los tipos.

Berger avanzaba tranquilo con su caballo, miraba con gesto ausente los árboles que había rodeando el camino y no prestaba demasiada atención a sus compañeros que iban tras el... obviamente iba a marcha reducida para no dejarlos atrás, pero sobre todo no quería contacto alguno con los convocados... cuanto más lejos, mejor

     El norse caminaba pesadamente casi cerrando la marcha. Estaba harto de andar y solo quería deshacerse de aquellos bultos... tan la chica como los "resucitados". Aunque estuvo de acuerdo con el mago en su utilidad, no quería pasar mucho tiempo en su compañía. Su mente no dejaba de recordar leyendas de su tierra sobre magia oscura... y ninguna terminaba bien. De repente el mago les llamó la atención sobre un grupo que estaba apartado del resto, y él fijó su vista privilegiada sobre ellos buscando algo interesante o peligroso.

De todos los presentes el que más os llamó la atención fue el hombre que se encontraba de pie, frente a los otros tres que estaban sentados en el suelo. Aquel tipo, se encontraba con los brazos separados del cuerpo y el cuello muy estirado. ¿A qué se debía? Os preguntasteis viéndolo. Todo transmitía nerviosismo, tanto en él como en los que estaban sentados. Y no era para menos, pues el hombre que estaba de pie tenía al cuello un cuchillo largo y afilado. Una sombra, oscura como la noche, lo mantenía inmovilizado desde atrás con una daga en la mano izquierda, presionándola contra su garganta, mientras que con la derecha sostenía una ballesta de repetición que apuntaba contra los sujetos sentados. El sujeto era un escudo humano, solo que desde lejos había sido imposible percibirlo.

¡¡No puede ser, es ESO!! ¡¡¿No lo hueles?!! ¡¡Es ese sucio Elfo Oscuro que casi nos lleva a la tumba!! Oculto en las sombras, acechando... Quizás deberíamos ir a hacerle una visita, por los viejos tiempos. Nunca olvidamos la promesa que nos hizo, ¿Verdad? Quizás la cumplamos nosotros antes que el. Sucio Elfo Oscuro...

¡¡No puede ser, es ESO!! ¡¡¿No lo hueles?!! ¡¡Es ese sucio Elfo Oscuro que casi nos lleva a la tumba!! Oculto en las sombras, acechando... Quizás deberíamos ir a hacerle una visita, por los viejos tiempos. Nunca olvidamos la promesa que nos hizo, ¿Verdad? Quizás la cumplamos nosotros antes que el. Sucio Elfo Oscuro...

¡¡No puede ser, es ESO!! ¡¡¿No lo hueles?!! ¡¡Es ese sucio Elfo Oscuro que casi nos lleva a la tumba!! Oculto en las sombras, acechando... Quizás deberíamos ir a hacerle una visita, por los viejos tiempos. Nunca olvidamos la promesa que nos hizo, ¿Verdad? Quizás la cumplamos nosotros antes que el. Sucio Elfo Oscuro...

- Hostia puta-

dijo Volker en cuanto reconoció al tipo que estaba de pie y, al parecer, atracando vilmente a un grupo de refugiados. Aquél mamón era el elfo oscuro desertor, ese personajillo por cuyas actuaciones casi resultaron linchados todos ellos en el primer villorrio en el que se hospedaron tras su combate con los salteadores de caminos.

Hammet no había olvidado en ningún instante al tocapelotas del elfo oscuro, con su prepotencia, su aire de perdonavidas y total desprecio por sus compañeros -ni que decir tiene que aún era muy superior el desprecio que tenía sobre los demás ciudadanos del Imperio- se había hecho un huequecito en el negro corazón del mago.

En resumen, Volker se la tenía jurada, aún tenía cuentas que ajustar con aquél hi-de-puta y le comenzó a hervir la sangre por dentro en cuanto lo reconoció.

Desde una perspectiva puramente estratégica, aquél bastardo era un peligro, tenía la información referente a la prisionera y seguro que estaba intentando lograr la misión por sí mismo, de modo que no dudaría en rebanarles el pescuezo a todos los Mercenarios del Mal camino.

- Aquél hijo de puta es el elfo oscuro de las narices. Desde mi punto de vista, es un jodido peligro andante, de manera que considero que debemos eliminarlo. Creo que deberíamos atacar ahora, que contamos con el factor sorpresa y superioridad numérica. A los tipos que tiene de rehenes supongo que también habrá que darles muerte, no es bueno que haya testigos contando cosas sobre nosotros.-

les propuso el mago a sus compañeros.

Berger no se lo pensó dos veces, desenfundó sendas pistolas y espoleó su caballo directamente hacía el elfo oscuro, el reo le importaba poco, pero el tipo, el despreciable ser que era kalith si. Magnus condujo el caballo hacía donde estaba él, pero no dijo nada, su actitud ya denotaba violencia al tener las pistolas fuera. 

No cargó directo, se limitó a aprovechar la velocidad de su yegua para flanquearle y empezó a trazar círculos cuyo radio era de unos cinco metros, dejando una distancia prudencial para aprovechar distancia y alcance de sus armas - Perro, deja las armas y arrodillate, prometo darte una muerte - sonrió con violencia y desprecio - ... lenta y dolorosa - las voces en su cabeza se lo habían dicho claro, y el propio Berger estaba de acuerdo con ello

SURGA neceisto tu tirada de INICIATIVA con tu mensaje compañero.

Los seres que seguían a Volker también se detuvieron un segundo cuando su amo y señor lo hizo. Mantenían una distancia precisa y exacta de dos metros con respeto a Volker, sin quitarle la vista de encima. Sonidos silbantes salían de sus bocas cuando a veces se doblaban un poco y los pulmones exhalaban algo de aire, pues la función de la respiración no les era necesaria y no la llevaban a cabo.