Partida Rol por web

La fortuna se aliaba ahora con el enemigo, porque intentó esconderse. La rapidez entrenada de Matka debía de servirle de algo, e intentó que así fuese. Sería especialmente complicado disparar al decano si se escondía mejor, así que intentó aprovechar la oportunidad.

Vladko se las apañaba bastante bien, sin duda, y ella no pensaba quedarse atrás. Ese decano moriría, si no acababa con ella antes.

Maevis tuerce el gesto, pero escarmentada aún por lo ocurrido con Homoj, decide subir las escaleras. Ya la reprendieron por haberse separado de Homoj, y prefería arrepentirse de quedar atrapada por los guardias que por dejar a sus compañeros atrás.

Al fin y al cambo, casi tanto como su profesionalismo, se conocía a los balleneros por los estrechos lazos que los unían. Cada uno era irremplazable, y al mismo tiempo, por si solos, no eran demasiado importantes.

Con estas ideas en la cabeza, Maevis acudió a buscar a sus compañeros, deseando fuertemente que estuvieran bien.

Aquello estaba durando de más. La alarma — puta alarma — no dejaba de sonar, lo que prometía más Guardias si no escapaban de allí cuanto antes. Al menos seguían vivos, y los Guardias, aunque bloqueaban sus ataques, no eran especialmente diestros a la hora de golpearle.

Detuvo una estocada con la hoja y analizó los movimientos del que tenía delante. Había un patrón: no subía mucho el brazo derecho cuando golpeaba. Una lesión. Era algo instintivo, una buena práctica de asesino que le había asegurado muchas victorias y, lo más importante, le había mantenido vivo hasta ahora. 

El Guardia alzó el brazo. Ahora. Se abalanzó sobre él, golpeándole con la guarda de la espada en el rostro. Un puñetazo. Otro. No se lo esperaba. Los Guardias rasos estaban tan acostumbrados a los ladronzuelos y a practicar con el muñeco de entrenamiento, que no sabían defenderse de los trucos más sucios. 

Terminó su acometida con una patada en el pecho que lo mandó hacia atrás. No volvería a levantarse en unas horas.

Poco a poco la neblina que llenaba su cabeza se fue disipando. Quizá el cambio de altura, quizá los minutos que habían pasado, quizá el estruendo de la reciente pelea. Apoyó su mano en el suelo y pesadamente se levantó. Aún se sentía mareado pero sabía que debía hacer algo. El quemazón terrible que notaba en el pecho no había desaparecido pero parecía que, poco a poco, se hacía algo mas llevadero. Se incorporó del todo. Miró a su alrededor. Efectivamente Sara había entrado en acción. Observó al guardia en el suelo y se acercó. Se puso en cuclillas y recogió su espada. Escucho voces en el exterior de la habitación y de nuevo varios golpes. A los pocos segundos vio a la asesina entrar por la puerta. Por suerte sabía que estaba de su lado. En aquellas condiciones hubiera sido una presa muy fácil para ella. Intentó esbozar una sonrisa...

- Pa...parece que vuelvo al mundo de los.... vivos - dijo entrecortadamente - Estos mal nacidos no acabaran conmigo tan...... fácilmente. Gra...gracias por tu ayuda - dijo a la vez que se llevaba de nuevo una mano al pecho y con la que sujetaba la espada se apoyó en el escritorio - Debemos salir cuanto antes, pero quiero recuperar mi ropa. Esta ropa de decano apesta y, además, allí tengo mis cosas - observó la máscara de la asesina e intentó adivinar por su lenguaje corporal que pensaba - ¿Me... me ayudas a recuperarlo? - se volvió a poner completamente erguido y miró la espada que empuñaba. No era la mejor arma que había blandido pero podría sacarle de algún apuro. Aún así esperaba no tener que usarla. Volvió a mirar a la ballenera esperando su respuesta......

Uno de los guardias intenta hacer frente a Vladko, pero este aprovecha una debilidad para golpearle en la nariz. El crujido de huesos deja claro que se la ha roto. Luego apartándolo con un impulso con la pie sobre el pecho le hace caer escaleras abajo, inconsciente.

Al ver eso, el otro guardia intenta aprovechar que el tyviano se está ensañando con su compañero para darle un golpe bajo. Pero el ballenero se las sabe todas y se agacha dejando que su espada silbe sin llegar a cortar más que el aire.  

Matka que se encuentra en un tiroteo con el último de los guardias, espera pacientemente e intenta ser más rápida que él. Con rápidos reflejos lo consigue y antes de que dispare la pistola, el virote de la ballenera le impacta en un hombro, para tomar cobertura de nuevo. El guardia no parece rendirse, pero para cuando va a disparar, ella ya se ha agachado.

- Vamos, asómate... tengo un regalo para ti... - dice canturreando mientras apunta para asegurarse esta vez mejor el tiro.

De pronto oís como alguien sube las escaleras. Vladko puede verlo de reojo. Desde la segunda planta uno de los vuestros llega para echaros una mano, se trata de Maevis que había desaparecido sin avisar.

Es un único guardia y está asustado. Sara sabe que a veces es mejor dejar tranquilo a un animal que está acorralado, pero hace caso omiso. Presa del pánico el guardia comienza a lanzar espadazos sin ton ni son mientras da pasos hacia atrás. La ballenera no tiene problemas en esquivar esos ataques que le parecen ridículos. 

Pero cuando se dispone a darle un buen golpe para dejarle durmiendo durante un buen rato, el guardia tropieza y se acaba abalanzando contra Sara que no se espera eso...

Es entonces cuando Elian se asoma por la puerta hacia el Hall creyendo que todo ha acabado que contempla ese momento. La espada del guardia está clavada en el muslo de la ballenera. Es una herida sangrante y no tiene buena pinta. 

El guardia que ni siquiera se cree lo que acaba de pasar, suelta la espada de la empuñadura, trastabilla hacia atrás e intenta marcharse de allí aterrorizado.   

- Oh dios mío, no... yo no... Te dije que me dejarás marchar... - tartamudea mientras las alarmas de la guardia siguen sonando desde la calle.

¡MALDITO! ¡MALDITO! ¡MALDITO! ¿¡LE ATACABA POR LA ESPALDA!? sin duda aquel acto le costaría la vida, pero tuvo demasiada suerte, Elian l Pidió ayuda y no iba a rechazar una petición tan directa, ¡MALDICIÓN! MALDITO... llena de rabia se puso al lado del ballenero, dándole la espada que le cogió prestada y arrancando la de su pierna, para no ir caminando con tanto adorno. Lamió su propia sangre esperando calmar su irritación y asintiendo a su compañero comenzó a cojear hacia la cafetería.

- lo se, por eso aun estamos aquí, y no he slaido por la ventana contigo. Vamos, o no respondo por mis actos...

Si no hubiera quedado anonadada por ver incrédula aquel arma en su pierna, aquel maldito traidor ya no estaría vivo, ganas de seguirle no le faltaban.

La familiar figura de Gallaham asomó por las escaleras, añadiendo una baza más a su favor. Aunque si tenía que ser sincero, al escuchar los pasos la garganta del Ballenero se había resecado, pensando que eran refuerzos por parte de la Guardia. Pero su compañera, que había estado algo ausente durante la misión — y pensaba exigirle una maldita explicación al respecto — aparecía para ayudar a resolver el tenso duelo de disparos de Matka.

Porque el Guardia al que se enfrentaba él tenía los días contados.

Notaba que empezaba a cansarse. Sus estocadas eran más lentas, pero si bien él tenía más puntería, la gruesa coraza del dunwalliano estaba resultando un fastidio. Creo que la siguiente va a ir al brazo de la espada.

Maevis, dispuesta a redimirse por sus faltas en aquella y en la anterior misión reaccióno rápido apuntando al enemigo al cual se enfrentaba Matka y disparándole apuntando a su garganta con la ballesta. Acto tras el cual se llevó la mano a la espada para desenvainarla y acudir, ya fuera en ayuda de Matka o de Vladko, o de quien hiciera falta de sus compañeros.

Le molestaba como una misión que debería haber sido fácil y sencilla, simplemente para recabar recursos, se había terminado volviendo tan, pero tan tediosa, y en el fondo maldecía el maldito día en que aquel gordo chapucero y cobarde había decidido contratarles... Pero sobretodo se maldecía a si misma y su propia torpeza. Se suponía que ella era una profesional, refinada y letal... Desde aquel momento todo le salía de desastre en desastre. Pero ya no.

Sara estaba algo molesta, acabar herida no era su idea de una actuación perfecta, solo podía intentar no cometer más errores, su sigilo era una de sus mejores cartas, y fallar en ello al coger el arma de Decano que llevaba Elian fue su mayor fallo, el golpe con la mesa alertó a los guardias, ya solo faltaba que Elian se cambiara y salir haciendo gala de su habitual técnica de sombra.

Procurar que la herida cerrara bien, sería el próximo paso.

Maevis llega dispuesta a ayudar a sus compañeros. Y ese guardia que aguardaba para disparar a Matka se ve sorprendido por un virote que le atraviesa la garganta. Este se lleva una mano al cuello intentando evitar la perdida de sangre que brota sin cesar. Levanta el arma contra su asesina, pero las fuerzas le flaquean y cae de bruces sobre el suelo de frío mármol.

El otro guardia, sobrepasado por la situación, tira su espada que resuena escaleras abajo y finalmente se rinde. - ¡Por favor, no me mateis! No diré nada de lo que ha pasado aquí. - suplica a Vladko mientras se pone de rodillas, derrotado.

A todo esto, la alarma suena una y otra vez sin cesar. Es posible que hayáis derrotado a la primera patrulla en acercarse. Pero seguro que no tardarán en venir muchos más...

Os marcháis de la Academia de Filosofía Natural sin saber que será de vuestros compañeros. Las alarmas siguen sonando cada vez más lejos a medida que os vais delas inmediaciones.

Os intentáis ocultar por callejones oscuros para no ser detectados por la guardia. Podéis oír como un par de patrullas corren hacia el lugar para ver que ha sucedido.

Finalmente llegáis a un lugar seguro. Uno de vuestros pisos francos cerca del río. No es el mejor ni el que dispone de más recursos para curaros. Pero es lo suficientemente acogedor como para que podáis lameros las heridas y pasar una noche o dos de reposo...

No dudaba que no iba a decir nada... mientras no le preguntaran. Pero también sabía que allí había Decanos muertos, y la Abadía era muy quisquillosa con eso de que mataran a sus miembros. Si el Guardia moría, casi le haría un favor, porque si un Interrogador le ponía las manos encima, sería peor que la muerte. Los rumores que circulaban por los barrios pobres de Dunwall acerca de los métodos de tortura de la Abadía podían ponerle los pelos de punta a cualquiera.

Sin embargo, Vladko tenía sus principios. Y si no estaba ejecutando a aquellos que se defendían porque no eran objetivos, tampoco lo haría con quien había depuesto su arma. Con un rápido movimiento, le golpeó el cráneo con la empuñadura de la espada y lo sujetó de la pechera antes de que se rompiera el cuello cayendo por las escaleras.

—Buen tiro —dijo a Maevis, mientras palpaba las ropas de los Guardias rápidamente, buscando algo de valor — Vámonos de aquí. ¿Han conseguido escapar Sara y Elian?

Maevis niega con la cabeza. Ella había estado sola y esperaba que Sarah y Elian estuvieran también allí. - No lo se - dice - Pero yo creo que iría ya saliendo de aquí. Esa alarma va a atraer a más decanos y este edificio ya parece una carnicería.- dice hablando con rapidez al tiempo que claridad.

Espera que tanto Sarah como Elian piensen igual que ellos y encontrárselos fuera y lejos ya de aquel sitio. Y también espera que a pesar de todo el escándalo el encargo de la mujer haya podido cumplirse. Con todo aquella escabechina no duda que los decanos y demases podrían plantearse la idea de que era la profesora, en última instancia, la culpable.

Cojeando y trastabillando continuamente, Sara apoyándose en Elian y Elian en Sara, casi ni sin saber como, lograron huir de aquel lugar que por suerte, no fue lo último que vieron. Caminaron por callejuelas que a Elian, aunque conocidas, le parecieron interminables. Siempre mirando de reojo hacia atrás, siempre pendientes el uno del otro. Al final, aun heridos y con todas las dificultades que habían encontrado, llegaron a uno de sus pisos. No era el preferido por Elian pero sería suficiente para intentar recuperar toda la energía perdida en aquella misión. Y no era poca. Necesitarían un buen descanso.
 

Vladko se afana en rebuscar entre las bolsas de los guardias. Dos de ellos inconscientes y el tercero muerto por un certero virote en la garganta, están tirados por el suelo como si fuesen muñecos olvidados por un niño después de jugar. Pero todo esto no se trataba de un juego infantil, si no de jugar con la vida o la muerte de seres humanos. Y pese a llevar años siendo jurado, juez y verdugo al mismo tiempo, a veces incluso vosotros, los balleneros sentís cierta lástima por esas pobres almas.

Ya sea por que el esfuerzo no vale la pena, por que no se os paga lo suficiente o por entender que ellos también hacen su trabajo, de vez en cuando les dejáis con vida...

En esas cosas pensáis mientras bajáis por las escaleras de la Academia de Filosofía Natural. Un lugar de ciencia y conocimiento ahora manchado con la sangre de decanos y guardias por igual.  Pero la alarma sigue sonando en las calles y no podéis hacer otra cosa que salir de ahí, deseando que vuestros compañeros, Elian y Sara que no aparecen por ningún lado, hayan escapado y estén ahora a salvo.

Música

Pasan las horas y la noche deja paso al amanecer cuando llegáis a uno de vuestros pisos francos. Allí os alegra encontrar al resto del grupo. Están heridos, especialmente el ex-decano. Por suerte la vida de ninguno de los dos corre peligro. Sara tiene un corte profundo en el muslo, pero parece que ya no sangra. En cambio Elian parece tener alguna costilla rota y necesitará de cuidados médicos durante varias semanas si quiere reponerse.   

Sabéis que el tiempo apremia y con el amanecer de este nuevo día, termina el mes de la lluvia y llega el mes del viento. Tenéis sólo 2 semanas antes de que vuestro contrato con el Sr. Anthony Roseburrow expire. El joven Roseburrow cumplirá muy pronto los 13 años y toda vuestra recompensa y esfuerzos se pueden ir al cuerno.

Un camino duro sin duda, pero Sara jamás lo admitiría. Le decía a Elian que se relajara por el camino, estar tenso no servía de nada. En su caso procuraba que sus pasos y los de su compañero fueran sutiles, cargando a mneudo con parte del peso de ambos y procurando apoyarse lo justo para que su cojera no fuera un lastre.

Se dejó guiar por el veterano hasta un lugar en el que podrían descansar, cosa que uue aprovechada sin preámbulo alguno por la joven, que no dudó en tratarse con bastante tino su herida. Aun así se sentía desarmada, la espada de decano no cumplía con uus espectativas y esperaba ansiaba el retorno de su cimitarra.