Partida Rol por web

¡¡¡Quietoosssss!!! -resonó desde abajo, como una voz (o varias) subiendo por la escalera-.

¡¡MALDITA SEA!!  SOMOS ALGUACILES, NOS HABÇIAN ENCOMENDADO PEDIR AYUDA A JUAN DE HOCES Y LLEGAMOS TARDE. MALDITA SEA, TENÇIA QUE HABER LLEGADO CINCO MINUTOS ANTES— Diego hablaba en alta voz sin mostrar ningún gesto amenazador con las manos que pudiese dar a entender que iban a atacar.

- ¡HAY QUE BUSCAR UNA VENTANA PARA PODER DESCENDER A LA CALLE! ¡ VAMOS! - giró a la izquierda y se metió en la sala (11) para ver si encontraba una ventana -¡ID VOSOTROS POR EL OTRO LADO DE LAS ESCALERAS! - dijo señalando hacia la sala (10).

Había que buscar una salida de aquella casa lo más rápidamente posible o los guardias nos capturarían como a ratas. Sin dar tiempo a nada, Nâreh entró por una de las cuatro puertas.

Por suerte, éramos tantos como puertas, así que mientras entraba por otra de aquellas puertas, esperé que el todopoderoso estuviese de nuestro lado y en alguna de aquellas habitaciones hubiera una ventana por la que huir.

Ni tiempo había para decidir por dónde escapar pues las voces ya se oían cada vez más cerca. Había que tomar una decisión y, viendo las puertas cerradas que había y cómo sus compañeros se decidían cada uno por una distinta, abalanzose Bermudo por la que había al lado de la que acababa de abrir Abid, esperando encontrarse con una habitación con ventana y no en una ratonera donde no le quedaría más remedio que luchar si quería tener una oportunidad de salvar la vida.

Estabamos huyendo cuando subimos al segundo piso y jaleados por los gritos de Casimiro intentamos buscar una salida. Ante nosotros aparece un pasillo largo con varios giros, y según vamos pasando mis compañeros prueban suerte en casa uno de las habitaciones. 

Al ver entrar a Nâzeh en la primera estancia del pasillo, yo elijo la siguiente puerta después del giro, y me encuentro ante una estancia de mayor amplitud de lo que pensaba en un principio. 

- Han salido por arriba. No se cuantos son pero seguro que están armados. Todavía no me dio tiempo ni siquiera a leer lo que pone el papel que don Juan tiene en su mano. Dijo Zaif con calma y sin hacer ningún gesto brusco, que para excitados ya estaban los otros alguaciles bastante.

¡¡CALLAD, BANDIDOS!! -dijo el caballero calatravo que aún quedaba allí-. ¡Muerto el Comendador don Juan! ¡Qué tragedia! ¡PAGARÉIS SIN DUDARLO!... Alguaciles, ¡lleváoslos a las dependencias!

Ninguna objeción pusieron los dos alguaciles para levantar las espadas contra vosotros, miembros del mismo oficio. Ambos se limitaron a asentir.

Deponed armas -os dijo uno de ellos-. ¡Arrojadlas al suelo! ¡No os opongáis! ¡VAMOS!

Entraste a la sala junto a las escaleras (11). Aquella parecía una habitación bastante modesta, como de criado más bien. Quizá allí durmiera ese esclavo guanche converso, el tal Cristián que parecía haber traicionado con la su esposa al de Hoces. Los únicos muebles que encontraste fueron un incómodo catre (aunque alargado, por eso quizá era del criado alto) y un arcón donde parecían guardarse ropas, seguramente. Allí no había ventana alguna.

Entraste en una de las habitaciones del fondo del segundo piso (9). Aquella sala no parecía sino una alcoba de buen porte y comodidad: sin duda sería la habitación del Comendador. Junto a una cama con baldaquino que presidía la cámara, había un arcón de grandes herrajes. Y adosada a una de las paredes había un pequeño escritorio con sitial delante. Dicho asiento parece ser, en realidad, como un arca para guardar cosas. Hay un par de ventanas al fondo de la habitación.

Entraste en una de las habitaciones del fondo del segundo piso (8). Aquella no parecía sino una cámara de dama, quizá de la mujer del comendador, esa tal Soledad Gómez. Ciertamente debía ser así, ya que como era costumbre en familias nobles, los conyuges dormían en estancias separadas. La habitación no tenía mucho mobiliario: una cama con un pesado dosel, un arca a sus pies y un taburete con materiales para bordar. Las paredes y... las ventanas (que había dos), se cubrían con ricos tapices de colores llamativos.

Entraste en la llamada sala prima o "madornale" (ya que como mansión que era ese domicilio se dedicaba, también, a las grandes recepciones y banquetes para invitados). En el centro había una enorme mesa frailera, muy cerca de un fumero que subía desde la cocina (ubicada justo bajo esta sala). Junto a la mesa encontrábase un enorme aparador con una vajilla. No había ventana alguna en la cámara.

Diego lanzó la espada al suelo y se sacó el puñal que llevaba al cinto como medio de aumentar la confianza...aunque de poco valía eso cuando tu tamaño era con mucho mayor que el del resto. Las armas estaban limpias de sangre, señal que contaría a su favor, pensaba Diego, igual que el hecho de entregarse.

Iremos gustosos, más pensar que en lo que estamos hablando los asesinos de Don Juan escaparán.

Al ver que no había ventana me quedé un momento parado, pero en seguida escuché la voz de Casimiro y el entrechocar del yerro, si tenía problemas era mi deber ayudarle mientras el resto buscaba una salida, así que desenfundé y salí al pasillo para ayudar al calatravo a cubrir las escaleras.

¿¡Y vos, mediomoro!? -debió imaginar que era un infiel vestido de alguacil, al mirar a Zaif-. ¡DESARMÁOS HE DICHO!

¡VENTANA!- Grité en cuanto la vi. No había más escaleras, así que si queríamos salir de allí tendría que ser a través de ella. Sin perder tiempo, pues el calatravo ya se encontraba luchando en las escaleras, fui a abrirla y ver cuán difícil sería la huída.

Topose con lo que sin lugar a dudas era el cuarto de una mujer, quizás la esposa del comendador, aunque no pudo dejar de asombrarse de lo poco recargada que estaba la habitación, esperando quizás algo mucho más pomposo para una dama de alta posición. Quedose dudando unos segundos, si en verdad aquella era la cámara de la tal Soledad no sería mala idea entonces echarle un vistazo por si encontraba algo comprometedor, pero las voces de Casimiro y el ruido de las armas hiciéronle desechar la idea.

Fijose en lo que había ido a buscar y que no era otra cosa que una vía de escape... las ventanas que estaban frente a él. Asomose de nuevo a la puerta para avisar al resto y de paso saber qué estaba pasando con la refriega, quizás tuviera que ayudar al calatravo.

- Por aquí... Aquí hay ventanas.

Al entrar en la estancia me fijo solo en las paredes y veo que no existe salida, la estancia parece ser una sala de reuniones o de actos del dueño de la mansión. Se veían diversos platos dispuestos en los muebles. Al no ver ver ventana alguna salgo de nuevo al pasillo y me guío por los gritos de Bermudo para llegar dónde esta él, el cual parece que ha encontrado una posible salida. 

Esperaba actuar rápido y no toparme con los dueños de las voces que subían por las escaleras