Partida Rol por web

La subida, pese a no ser tanta distancia, pareció durar una eternidad. Subir por el hielo mientras el viento les cortaba como cuchillas requería un gran esfuerzo. El frío terrible comenzaba a ser preocupante y afectarles la salud. Por fin lograron traspasar una densa capa de niebla y aguanieve. Casi no podían respirar, pero por fin habían logrado llegar a la atalaya, que se levantaba entre la bruma y desprendía una carga de iniquidad que les hacía erizarlos pelos de la nuca.

Silenciosa y oscura, la antigua torre parecía ser un vestigio de un puesto de vigía de la baja Edad Media. No había puertas ni ventanas sino más bien oquedades ruinosas. Una de ellas, la más grande, parecía ser donde antiguamente se encontraba la puerta. Durante un instante les pareció ver como si una figura, alguna especie de animal grande, reptara por la pared de la torre, pero antes de que pudieran ver bien de que se trataba la criatura había desaparecido.

El ascenso fue tortuoso y duro; mucho más de lo que hubiera podido imaginar. Robert empezaba a notar seriamente los achaques de la edad y el sobrepasar la sesentena. Los jadeos cansados y entrecortados fueron una constante y, por si esto fuera poco, el frío hacía mella en su cuerpo, complicando sobremanera el dar dos pasos seguidos. Apenas sentía sus extremidades, caminando a duras penas, únicamente impulsado por el estímulo de llegar hasta la cima de la atalaya, la cual quedaba dibujada entre la neblina, en una postal digna de la portada del mejor libro de terror que pudiese existir en ese momento en el mercado.

Creyó ver algo en la pared principal, una figura extraña e inquietante, aunque lo terminó atribuyendo al cansancio y a la propia inclemencia del tiempo. "Voy a volverme loco en este sitio..."

—Miremos dentro antes de que suframos una hipotermia severa —tosió con debilidad, mientras comenzaba a tiritar sin poder remediarlo. Allí en el interior de esas ruinas tal vez existiera el mal, pero fuera de ellas moriría si continuaba unos minutos más a la intemperie.

Aquel viaje había sido la peor decisión de su vida. Sin ninguna duda. Durante la subida, que desde abajo y en su intento por verle algo positivo a todo esto no le habría parecido tan dura, no paraba de darle vueltas a qué supondría llegar allí. Porque el día anterior cuando se habían topado con la carreta, al menos creían que estarían a salvo... pero ahora ni siquiera podían pensar eso.

Caminaba con dificultad, con una mano en el bolsillo y la otra tan cubierta como podía, agarrando el abrigo por el cuello para taparse lo máximo que pudiese de su cara. Tiritando, trataba de respirar todo lo despacio que podía para evitar que el frío le llenase los pulmones, aunque la subida no estaba haciendo fácil controlarlo pues cada vez estaba más cansada.

Al llegar por fin a la cima le costó mirar hacia aquella maldita atalaya, porque sabía que allí estaría el fin. No sabía cómo sería este, pero estaba segura de que su viaje acabaría allí. Quizás fuese comidos por aquel vampiro del que hablaban o a lo mejor congelados porque nadie diese con ellos allí... pero cualquier posibilidad no era bonita.
Cuando finalmente levantó la vista para mirar a su destino y vio aquella cosa reptar por la pared, automáticamente la señaló aunque no tardó en desaparecer.

Miró a Robert, aún boquiabierta. Tenía razón, tenían que entrar, pero...

- ¿Habéis visto eso? -preguntó, aún jadeando tanto por el frío como por la impresión de lo que acababa de ver-. No sé qué diablos era... pero mil ojos. -Temblorosa, sacó entonces una estaca de su bolsillo y se la dio a Tessa-. Yo tengo una navaja. Vamos.

Y acababa de sentirse muy estúpida. Si aquello que acababa de ver, que parecía mucho más grande que ella, o el mismo vampiro aparecían dudaba que realmente pudiese hacer mucho con su navajilla, pero era lo que tenía.

Tessa empezaba a encontrarse muy mal. El terrible frío reinante sumado a aquella subida demencial hacia la torre le estaba pasando factura. Apenas sentía las manos y las piernas y había empezado a toser de manera incontrolable. Por si fuera poco, le pareció ver una criatura de pesadilla reptar por la pared de la torre. Parpadeó varias veces para aclararse la vista pero había desaparecido. Lo habría achacado a una alucinación producto de su precario estado de salud pero cuando Anne también lo hizo notar, un temblor incontrolable se adueñó de su cuerpo ¿Y si fuera verdad lo del strigoi? Aceptó la estaca improvisada de Anne con una sonrisa cansada.

-Cada vez me encuentro peor... no se si podré seros de mucha ayuda...

Rápidamente entraron en el interior de la torre para resguardarse del frío que hacía a la intemperie. Por desgracia, para su sorpresa, allí dentro hacía un frío sobrenatural que les encogía las entrañas. Casi desearon volver a fuera pues el frío de aquel lugar parecía ir de la mano de la muerte.

El interior de la torre era sencillo con un suelo de madera y un techo de madera, lleno de vigas viejas y gastadas. Unas escaleras decrépitas subían a la parte superior de la torre. Estaban a punto de hacerlo cuando Marius señaló hacia el suelo sobre el que estaba. Movió un poco el pie y todos pudieron ver que había algunas tablas que se movían y que parecían dar acceso a un viejo y oscuro sótano.

—Eso parece una trampilla, quizás abajo estemos algo más resguardados del frio, pero necesitaríamos algo de luz, ayúdenme a moverlas, parece que llevaran mil años aquí.

Mientras hablaba buscaba a su alrededor, algo que usar como antorcha, el fuego les haría bien en todos los sentidos.

Pasó un brazo por los hombros de Tessa intentando darle algo de su calor mientras la miraba algo preocupada.

- Aguanta. -Susurró. Eran palabras inútiles, pero no sabía qué más decir en una situación así.

Miró la trampilla que señaló Marius y aunque no le hacía especial gracia meterse ahí tampoco es que tuviesen mucha más opción. Soltó por un momento a Tessa y se acercó a ayudar a su compañero con las tablas que cubrían la trampilla-. Tengo cerillas. -Comentó mientras, a la vez que le ayudaba, miraba si había alguna tablilla que les sirviese como antorcha. No le gustaría tener que recurrir a la cruz o las estacas improvisadas.

-¿Es que no habéis visto lo que trepaba por el muro? No pienso entrar en ese sótano ni loca. Voy a mirar en el piso de arriba. Tal vez encuentre algo que nos sirva.

Tessa se dirigió hacia las escaleras y tanteó los escalones con cuidado antes de subir.

- Pero... -levantó la vista mirando a Tessa, preocupada- con el tamaño que parecía tener, casi parece más probable que esté ahí arriba, ¿no?

Su lógica le decía eso, pero claro, ¿qué tenía todo aquello de lógico? Estaban hablando de un bicho gigante.

Tessa miró hacia el piso superior, valorándolo.

-No sé, toda esta construcción parece estar a punto de venirse abajo. Seguramente soporte mi peso, pero si algo así de grande estuviera ahí arriba, todo se habría desmoronado. Aparte de que le hubiéramos escuchado armando ruido.

Sin más que decir, subió las escaleras con decisión.

Marius dejó a un lado las tablas de madera, no tenía intención de dividir el grupo y la parte superior parecía semi derruida y no tardarían mucho en inspeccionarla.

Esperó en aparte baja de las escaleras, escuchando atentamente por si ocurría algo arriba.

—¿Ven algo ahí arriba? —preguntó para asegurarse de que podían oírle y esperó.

Lo que decía Tessa también tenía lógica. Anne miró cómo su compañera subía y luego dedicó una última mirada a Marius antes de seguir a la estudiante de medicina escaleras arriba, agarrando con fuerza el mango de su navaja. No podía dejarla sola.

Cuando se Tessa asomó la cabeza al piso de arriba se quedó blanca como la pared e hizo un gesto a su compañera para que parara. Efectivamente allí había algo. El olor fétido era repugnante y olía muy fuerte. Allí, entre algunas maderas derruidas de lo que debía haber sido el piso superior de la torre, había una figura humanoide. Una figura contrahecha que parecía retorcerse sobre si misma para roer algo que sujetaba entre sus garras aunque la mujer no podía identificar lo que era. La piel pálida, los huesos marcándose en ella como si fuera un saco de escombros, algunos pelos negros y retorcidos por los hombros... si aquello había sido humano alguna vez desde luego ya no lo era. Ni su aspecto ni los gruñidos que profería al masticar eran de este mundo. Al menos no el mundo que conocían.

Desde que pusieron un pie en la vieja atalaya, al profesor le absorbió un estado de inanición. Apoyó una mano con debilidad sobre la desgastada pared, mientras veía los dos únicos caminos posibles que les ofrecía el oscuro lugar. Un pasadizo hacia algún tipo de sótano o de túnel que estuviese conectado con otra salida... O la cúspide de la propia torre, donde creyeron ver la extraña figura. Robert estaba ostensiblemente cansado y por ello no dijo nada, solo sujetó la cruz que había elaborado de un modo rudimentario y la pegó contra su pecho, murmurando palabras ininteligibles en susurros, en un intento de relajarse y mantener la calma.

Jamás había sido un ferviente seguidor de la Iglesia Católica, pero ahora anhelaba saber más sobre ella; tal vez encomendarse a sus santos y a su Dios. Quizá implorar una llamada de auxilio, aunque esta no sirviese para absolutamente nada. Estaba perdiendo, sin darse cuenta, cualquier rastro de cordura.

Esperó junto a Marius en la subida de las escaleras, mientras las dos mujeres avanzaban a la planta superior, cruzando los dedos para que nos les ocurriese ninguna desgracia.

Aunque en un principio hizo caso de lo dicho por Tessa, no pudo evitar que la curiosidad fuese más atractiva que la prudencia y se asomó.
Incluso antes de que llegase a ver aquella cosa un olor nauseabundo inundó la nariz de Anne, haciendo que se llevase la mano que tenía libre sobre esta, tapándola así para intentar que aquel hedor dejase de molestarla.

Contuvo la respiración al ver el ser que se hallaba allí arriba. Era esto, ¿verdad? Aquello de lo que tanto les alertaban en el pueblo.
Se agachó y tiró suavemente como pudo de la ropa de Tessa, intentando hacer que retrocediera. Aunque ya no estaba viendo a aquella criatura, su mente no podía dejar de recordarle ni su aspecto ni los sonidos que hacía al masticar aquello que tenía entre las garras y, que Dios sabía, Anne no quería ni tan siquiera imaginar qué podía ser.

Miró escaleras abajo con terror, buscando la mirada de sus compañeros, intentando hacerles entender que aquello estaba allí.

Cuando Tessa se asomó a lo alto de las escaleras y vio lo que allí se agazapaba casi se le para el corazón de inmediato. Se había equivocado de parte a parte pensando que la criatura, el strigoi o lo que fuera, se escondía en el sótano. Estúpidas novelas góticas. Aquello era real y estaba allí mismo, a tiro de piedra. Notó como Anne le tiraba de la ropa y retrocedió despacio hasta reunirse con los demás en la planta baja.

-Está ahí arriba -susurró-. Es... es horrible... casi no parece humano... ¿Sería eso lo que se llevó a aquel pobre desgraciado? -preguntó haciendo referencia al compañero desaparecido. Dios ¿¡Era eso lo que se estaba comiendo!? -¿Qué hacemos? Si intentamos abrir la trampilla del sótano seguro que nos oirá...

El piloto sacó la pistola de bengalas del avión de uno de los bolsillos de su chaqueta. Se encogió de hombros. Solo era una bengala y no tenía muy claro que fuese a servir para algo, pero dejó que los demás decidieran si querían ir a por esa cosa, fuese lo que fuese o buscar otra salida de la torre y de la aldea.

Marius estaba pálido y su mente dispersa bloqueada, no sabía que hacer, todo su cuerpo quería correr y alejarse de allí, pero… ¿a dónde? No había ningún lugar al que huir, no había nada más que frio, nieve, hambre y peligro a su alrededor.

Habían tenido suerte después del accidente, habían encontrado… algo, pero no era lo he esperaban. Aun así, era difícil salir a la nada y volver a encontrar algo o alguien, morirían en medio de la espesura congelados, seguro.

—¿Cree usted que esa bengala podrá hace algo contra eso? Si de verdad lo cree inténtelo, nadie va a salir de aquí si no acabamos con lo que sea que atormenta este lugar, si las leyendas son ciertas, quizás acabar con eso libere a esas gentes y les devuelva algo de humanidad… en todo caso, si no acabamos con eso no creo que ninguno de nosotros pase de esta noche…

Miraba al cielo calculando cuantas horas de luz quedarían, temiendo una noche que podría ser la última.

Anne bajó, aún mirando a la nada, junto a sus compañeros. No quería tener que enfrentarse a aquello. A nada en realidad. Solo quería estar en su casa, escribiendo mientras miraba por la ventana y dejaba su imaginación volar mientras seguía con la mirada un pájaro que iba hacia el infinito. Todo aquello había quedado tan lejano.

- Tenemos que ir todos. -Miró las manos del piloto-. Está eso, esto -sacó de su bolsillo cerillas y la navaja, mostrando ambas cosas- y eso -señaló entonces a las cruces y las estacas de sus compañeros- de algo servirá...

Tessa miró la pistola de bengalas. Se habían olvidado de ella por completo.

-¿Quien es el mejor tirador de nosotros? Ese es el que debería ir delante y disparar a ese monstruo. Esperemos que estos símbolos sirvan para asustarle.