Partida Rol por web

Mateu tomó la cuchara y comenzó soplar la primera cucharada, bien llena. Luego sorbió el estofado. ¡Uhmmm! Esto está de muerte... y eso que aún no lo he probado, je je -dijo-. Luego acercó los labios a la cuchara y ¡¡Paff!! se quemó los labios. Aún abrasaba, pero era un impaciente.

El guiso olía muy bien y hacía que me salivara la boca. Por la comida, no como a Mateu, que le salivaba por la joven criada. Aspiré fuertemente y me deleité con el aroma. Aún debía de esperar un poco para hincarle el diente, dado que estaba recién sacado del fuego. A Mateu, por no esperar o soplar, se le quemó todo el cielo de la boca.

-"Sí, jovencita, está delicioso, muchas gracias. ¿Eres de la zona? Dunixi me ha dico que lleva casi un año bajo el servivio de tu señor. ¿Tú llevas también ese tiempo? Y, si no es indiscreción, ¿qué le ocurrió a Mikel?"

Esperaba sacar algo de información de la joven para saber algo más sobre estos tres que habitaban el castillo del viejo noble. Antes de irnos a dormir, esperaba poder dar una vuelta por el castillo y entrar en la biblioteca...

No -dijo la chica- yo soy de la aldea de Birañe, muy cerca de este castillo. Mi hermano ha tenido siempre esa naturaleza ancha de espaldas, y las marcas de su cara son fruto de una epidemia -relataba-. Cuando Mikel y yo venimos aquí Dunixi ya servía a don Paskal. Llevamos poco aquí.

La cena estaba muy buena y Mateu no hizo ademán te protocolos en la mesa sino que manípulo con sus dedos toda la comida que tenía delante de una manera sabuesa, pues así eran sus costumbres. El caso es que una vez terminada aquella cena una apareció a través de una de las ventanas, blanca y poderosa sobre el cielo, y enseguida fuisteis acompañados a vuestra habitación, pues la idea de que pululárais a solas por el castillo no lo contemplaban los tres criados (he hecho ellos no sabían nada de tus intenciones acerca de la biblioteca sino que se limitaron a ofreceros aquel cobijo).

Una vez en la habitación, visteis que está contaba con dos jergones bien amplios, almohadas de pluma, dos ventanas con cortinillas y un par de baúles vacíos por si queríais guardar algún objeto, pero nada más.

La panza de Mateu sobresalía de su cuerpo pues había comido una gran cantidad de estofado. Se quitó la ropa poco a poco y finalmente se metió en la cama llevando su mano detrás de su cabeza y apoyado sobre almohada. Seguramente estaba pensando en Alaiñe y a quien no había quitado ojo en toda la cena mientras os servían la comida.

Y tal que así la noche comenzaba aunque tú tenías en mente visitar el castillo y sobre todo su biblioteca.

Bueno pronto será medianoche y estáis en la habitación punto Mateu tiene pinta de querer dormirse en breve punto por tu parte dime si quieres que pasemos al día siguiente, si prefieres dar una vuelta por el castillo (ahora sí) o cualquier otra cosa.

Una vez en la alcoba, esperé a que Mateu se durmiera profundamente para levantarme sigilosamente y andar hasta la salida. Con solo el camisón puesto y una pequeña vela como iluminación, salí de la habitación con la intención de ir a la biblioteca a buscar el libro que ansiaba. Si acaso alguno de los criados me pillaba, tenía la excusa perfecta para decirle. Un hombre como yo, después de una copiosa comida, tenía que ir varias veces a las letrinas. Por la hora que era, estaba adormilado y despistado, por lo que me había perdido. ¡Lo tenía todo planeado! Cuando llegara a la biblioteca, buscaría con ahínco el libro.

Pero había una cosa que no me cuadraba en todo esto. Si el señor del castillo se había marchado, ¿por qué no había dejado a ningún hombre de armas defendiendo su hogar? ¿Por qué Dunixi me había dicho nada más llegar que Paskal tardaría varios días en regresar y luego que llegaría por la noche? Sin conocernos de nada, ¿este criado dejaba entrar a cualquiera y le daba alojamiento y comida? Con estas incógnitas, fui hacia la puerta de la habitación para abrirla e ir hacia la pequeña biblioteca.

Tus intenciones no fueron sino las de esperar a que Mateu se durmiera y, después, levantarte y andar por el castillo, oteando de puerta en puerta hasta dar con algún tipo de biblioteca. El caso es que mientras pensabas en la situación del castillo, de don Paskal y de sus criados*, el sueño profundo te iba venciendo, pero tú no te dabas cuenta. Llegó un momento en que cerraste los ojos (tras esperar bastante) y el sueño te vino enseguida.

* * *

¡CLAP! ¡CLAP!

Te despertaste.

¡CLAP! ¡CLAP! ¡CLAP! ¡CLAP!

Era el sonido de la lluvia, que golpeaba en la cristalera de la ventana y que debía ser tan fuerte, acompañada de viento, que desveló tu sueño. Aún con los ojos entornados recordaste tu cometido (el de que Mateu se durmiera para que tú pudieras salir en solitario). El caso es que las mantas de tu compañero estaban dobladas, y su jergón, vacío. Allí no estaba Mateu. La habitación estaba totalmente a oscuras.

De tanto esperar a que se durmiera Mateu, al final me había quedado dormido yo. Me levanté sigiloso de a cama para hacer lo que había tramado, pero me di cuenta de que el alcornoque de Mateu no estaba. Seguro que había ido en pos de la joven para tener sexo.¡El muy gañán! Esto podía costarme mucho si se enterara el noble Paskal.

-"¡Maldito cabeza hueca!" Exclamé entre dientes.

Con el camisón puesto, recogí un soporte con vela que había al lado de la cama, encima de una mesilla de noche, y salí al pasillo. Hacía algo de frío ya que afuera tronaba y llovía copiosamente. Mala noche para dormir al raso, menos mal que habíamos llegado a tiempo al castillo y habíamos podido entrar. Miré a un lado y a otro para ver si escuchaba algo, pero el repiqueteo de la lluvia no dejaba escuchar nada más. Decidí ir por el pasillo de la derecha, a ver qué veía por el camino. Tenía que encontrar a ese ladino mequetrefe y sacarlo de debajo de las faldas de esa lujuriosa joven.

Apostando en tu pensamiento sobre las razones de la no presencia de Mateu, tomaste el soporte de vela y saliste de tu habitación, momento en que tomaste una vela fina colgada de una pared y la instalaste en el soporte. Con aquel ínfimo pero suficiente haz de luz caminaste en ropas interiores por el pasillo. Oíste entonces un chasquido, algo más cercano al continuo "Clap" de la lluvia cayendo en los tejados y muros del castillo. Era algo así como un rozamiento, un frotamiento tal vez, como si alguien acariciara algo con fuerza, o como si un siervo lavara con insistencia las ropas sobre una piedra de río. Enseguida, teniendo aquella velita como improvisada vanguardia, giraste a la derecha y viste el pasillo que torcía también hacia abajo a través de las escaleras.

Pero también viste una sombra. Una sombra que al principio te heló el corazón de la impresión (pues de no ser por tí aquella figura estaba completamente a oscuras). Una silueta bajita, regordeta y totalmente conocida estaba allí delante, en un descansillo de las escaleras de la torre (las mismas que horas antes habíais subido). Era Mateu, y estaba de frente a la pared (y de espaldas al resto del lugar, incluido tú). La visión era terrorífica; no por que hubiera un mal o un peligro allí presente, sino debido a la excesiva extrañeza de aquella escena. ¿Qué hacía tu criado allí de pie, en mitad de la oscuridad de ese pasillo?

Sin embargo, la cosa no acababa ahí. Mateu no sólo estaba de pie mirando a la pared (y de espaldas a tí y a la luz de la vela), sino que tenía los brazos en alto, y con sus manos estaba arañando con fuerza la propia pared, de abajo a arriba, como si de un perro escarbando un hueso se tratara. Sus manos estaban ensangrentadas, y la pared que arañaba una y otra y otra y otra vez también lo estaba: tenía un par de uñas levantadas.

La luz de la vela le iluminaba, y sería suficiente como para que se girase y te mirara (o al menos mirara la vela). Pero no hizo ademán de girarse, ni de sorpresa; de hecho no le viste el rostro, pues el seguía de espaldas arañando y arañando la fría roca del muro interior de la torre. Jamás en tu vida habías visto semejante escena, y te quedaste perplejo. Mateu, como ya decimos, no se había percatado de tí, y entendiste que su movimiento era mecánico, como falaz, como si estuviera en algún tipo de trance o prueba: su tronco estaba rígido y sólo se movían sus extremidades superiores.

Al ver a Mateu allí pasmado, arañando la pared y con las manos ensangrentadas, se me erizaron los pelos de los brazos. ¿Pero qué estaba haciendo ese insensato? Ni siquiera la luz de la vela, que le iluminaba débilmente, logró sacarle del trance destructivo en el que estaba. Viendo que si me acercaba para pararlo, mi cara podía quedar desfigurada por la furia del muchacho, pensé en una manera de detenerlo. La verdad es que nunca le había visto de aquella manera y nunca había dado muestras de ser sonámbulo. Agarré mi amuleto, el que llevaba siempre atado al cuello, con la mano derecha y miré con atención en derredor. No quería que nadie me observara desde las sombras y viera lo que era capaz de hacer. Si alguien se enteraba podía acabar en la hoguera. Al ver que no había nadie, alcé mi brazo izquierdo y pronuncié las palabras que activarían el poder del amuleto. Mi intención era dormirle una de las piernas para que cayera al suelo y se despertara o por lo menos dejara de arañar la pared. En voz muy baja musité:

-"Toris ossibus nervisque oboedite meæ.*"

Al parecer el conjuro no había funcionado, ya que Mateu seguía araando como un poseso la pared. Al final me acerqué con precaución a él, le puse la mano en el hombro y le intenté llamar con voz fuerte.

-"¡Mateu, muchacho, detente!"

Tu hechizo paralizante no hizo efecto alguno. Tal vez fuera porque no estabas preparado mentalmente en aquella situación, la cual te cogió por sopresa totalmente. Sea como fuere, y con mucho cuidado, avanzaste con la vela hasta Mateu, aún imbuido en aquel letargo, y entonces pusiste tu mano en el hombro. Al grito de "Mateu, muchacho, detente", practicamente pronunciado con fuerza en su oido, el tipo se detuvo. Sentiste realmente que paró de rascar con fuerza la pared, sobre todo, cuando le pusiste la mano sobre el hombre, simplemente.

Entonces Mateu giró la cabeza, vio la luz de la velita y entrecerró los ojos, como tratando de escudriñar a quien la soportaba. En cuanto te vio se extrañó, se miró la manos ensangrentadas, y luego miró dónde estaba... parecía no reconocer nada.

Ra... miro -dijo sorprendidísimo, fuera de todo trance posible-, Que... ¿qué haces aquí? ¿qué esta pasando? -no se explicaba aquella situación-. Mis dedos... -el joven tragaba saliva, pero por dentro adolecía de sus uñas, ahora echadas a perder...-.

Entonces ambos vísteis una luz que se acercaba. Era el reflejo de una antorcha o candil que procedía tras una esquina de un pasillo. Alguien venía.

Al poner mi mano en su hombro y hablarle, parece que el influjo malévolo que lo poseía pasó. El chico estaba aturdido y no comprendía que le había pasado. Sus manos estaban bastante lastimadas y sangraban profusamente. Con curas y reposo, tardaría unas semanas en tenerlas en condiciones de poder utilizarlas. ¡Que no se pensara que iba a ayudarle a mear, eso nunca! Tendría que apañárselas como buenamente pudiera.

-"Tranquilo muchacho, ya ha pasado. Tendremos que echarle un ojo a esas manos tuyas y curarlas. Más tarde ya pensaremos en lo sucedido."

Justo en ese momento apareció una luz que venía hacia nosotros desde el final del pasillo. Seguramente fuera uno de los criados del castillo que se había despertado y venía a ver qué pasaba. Me venía de perlas, ya que necesitaba apósitos limpios, agua fresca y algunas hierbas para curarle las heridas a Mateu.

La luz que llegaba pronto se materializó en una figura humana, encorvada, y aquel no era sino Mikel, el siervo de las cuadras.

¡Oh! ¿Qué esta pasando, señores? -preguntó, portando una versión reducida de una antorcha-, venía de las cuadras tras echar un ojo a la yegua, pues se hallaba relinchando y... Eh... Dios santo, ¡sus manos! -se percató, y luego miró a la pared, ensangrentada, muy extrañada-. ¿Pero qué...?

La persona que venía por el pasillo resultó ser Mikel, el cual había estado en las cuadras mirando qué le pasaba a la yegua, ya que se había puesto nerviosa por algo y estaba relinchando.

-"Un caso de sonambulismo del chico. Se ve que se ha levantado por ello y ha decidido pasear hasta aquí. Seguro que tenía alguna pesadilla, pues se ha liado a arañar la pared. Pero ya está en sí y fuera de peligro. Si eres tan amable, Mikel, de llevarnos a las cocinas para curar al chico, te lo agradecería. Hay que limpiar y curar esas heridas, para después vendarlas con algún paño limpio. No hace falta que despiertes a los demás, yo sé sanarle y cuidaré de él."

Esperé a que el criado nos llevara a la estancia que le había dicho para curar a Mateu, pero subrepticiamente miraba cada dos por tres al punto de la pared donde había estado Mateu arañándola. Quizá mi imaginación o las horas que eran me hicieran ver algún pasadizo secreto o alguna cosa que allí hubiera y se me escapaba a la vista.

 Mikel levantó la antorcha para ver bien el rostro de Mateu, y gruñó algo tras tú confirmarle que iríais a las cocinas para curar las heridas de las manos. El criado, entonces, insistió en avisar a Alaiñe para calentar algo de agua y darte unos paños, pero preferiste apañártelas tu sólo.

El caso es que una vez en las cocinas, mientras calentabas agua para Mateu y preparabas unos trapos con los que limpiarle las heridas lo mejor posible,el chico te relató lo que recordaba, que era.... ¡Nada! Según él, lo último que recordaba era tumbarse en el jergón y luego ser despertado por tí, en medio del pasillo...

Hubiste pues de vendarle tres dedos con unas gasas que buenamente encontraste por allí: dos de sus dedos carecían ahora de uña y otro la tenía rota. Asique, sin demasiada queja (Mateu no era un tipo quejumbroso), volvísteis a la habitación, no sin antes pasar por el mismo lugar de los hechos.

Allí, aún con la velita entre tus manos, contemplaste con la tenue luz que era imposible que tras el muro hubiera algún tipo de pasadizo como pensaste; la razón era que justo al lado había una puerta, y que ese muro pertenecía a dicha sala. Seguramente fuera una habitación de alcoba. Y poco más.

* * *

Al día siguiente os despertó el sol entrando por las ventanas. Un gallo cantaba lejos, pues seguramente estuviera en la parte trasera del castillo. Mateu no tardó en despertarse, pero su ánimo no parecía renovado: parecía no haber pegado ojo en toda la noche. Y tal que así, tras vestiros adecuadamente, bajásteis a desayunar, pues un olor a fritura recorría los pasillos de la torre desde abajo.

Una vez en las cocinas, viste que Mikel y Dunixi estaban sentados en la mesa que allí había, acabando de degustar el desayuno. Alaiñe daba vueltas con un cucharón a un caldo puesto en una olla, sobre un buen fuego de chimenea.

Buenos días señores -dijo Dunixi, mirando a Mateu sobre todo-. ¿Está bien? -le preguntó a tu criado tras observar los remiendos en sus manos-. Mikel nos avisó esta mañana de lo sucedido. Si quiere puedo ir a avisar a Guzmán, un curandero a quien don Paskal acude de vez en cuando...

No -respondió Alaiñe sin dejar de dar vueltas a la cuchara y mirar el caldo-; Guzmán marchó a Olite hace unos días. Sin embargo, señor Ramiro, quizá pueda encontrar a alguien en la feria que le vea esas heridas a su compañero... La feria de Birañe -aclaró la joven-; se celebra en estos momentos en dicha aldea, y acuden cada año mercaderes y buhoneros. A veces algún herrero o algún médico al que le urja prestar su oficio por unas monedas... Qué modales... -añadió Alaiñe-, ¡siéntense y les serviré el desayuno! -dijo entonces, sonriendo-.

El molor a comida recorría los pasillos del castillo y nosotros, después de asearnos y vestirnos, fuimos siguiéndolo hasta las cocinas. Allí estaban los tres criados de don Paskal, que se interesaron por el pobre Mateu.

-"No hará falta ver a ningún curandero, no se preocupen. Anoche yo mismo le cure las heridas al chico. SOy un erudito y como tal estoy versado en muchas artes, y una de ellas es la medicina. En unas semanas tendrá las manos como nuevas."

Al decirnos Alaiñe que tomáramos asiento, eso hicimos. Tenía apetito, siempre lo tenía, y un buen plato recién cocinado era lo mejor ahora mismo para empezar la mañana.

-"Gracias, querida. Desayunaremos junto a ustedes, si no les importa." Dije salivando del hambre.

Comí todo lo que me pusieron y cuando me quedé a gusto, le di las gracias a la joven.

-"Todo delicioso, muchas gracias. Por cierto, espero que el incidente de anoche no os despertara. El pobre chico se ve que es sonámbulo y tuvo una pesadilla. En el lugar donde lo encontré hay una sala justo detrás. Me podéis decir que hay en esa sala, por curiosidad. No me acuerdo muy bien de cuando estuve antaño en el castillo."

Esperé que alguno me contestara y después le pregunté por la feria, para cambiar de tema.

-"La feria de Birañe me habéis dicho... Hace tiempo que no voy a una, pero seguro que hay baile para que los jóvenes se desfoguen, jejejejeje. ¿Vosotros pensáis ir?"