Partida Rol por web

La criatura Draconiano cae tragándose sus burlas gracias al fuerte golpe de Kylian. Es en ese momento que logra ver cómo Briand se defendía aguantando una mueca de dolor, rápidamente corrió en apoyo de la noble, quien por su orgullo no había pedido ayuda hasta ahora.

-Espíritus ancestrales, infundan alivio a esta mujer para reconfortar su dolor... Sahanahráy- Nuevamente el halo de luz celeste resplandeció en la mística que posaba su mano en el hombro de Briand transfiriendo la energía a todo su cuerpo.

- ¡¡Ughh!! - Suelta entre dientes, queriendo no hacerlo pero aquellos mazazos eran difíciles de retener por el cuerpo de la dama guerrera. Impulsivamente, y ante lo insultante que era su ataque, dejó sostener su ballesta sólo con su mano izquierda (e incómodamente agarrada) para intentar agarrar la pequeña maza que aún tenía cerca de su tórax.

- Suelta. Eso. - Le gruñió, en un débil intento de forcejeo, buscando arrebatarla el arma sin bajar la guardia con su otro antebrazo y su escudo.

El sonido del cráneo al  resquebrajarse bajo el peso de su bastón vaticinó la derrota del maldito draconiano. Poco a poco empezaba a moverse con más destreza y fluidez en el baile de la muerte. Cuando acabaron con la principal amenaza, Lowen dio órdenes para asistir a Briand, mientras el hacía frente a los enemigos del frente. Si Lowen confiaba en sus fuerzas, que así fuera. Se dio la vuelta y avanzó un paso con el palo volando sobre sus hombros en un molinete, tratando de golpear al goblin con ambos extremos en un rápido movimiento de ida y vuelta.

- Aguanta Lowen, ahora vamos. 

¡Maldición! ¡No tengo ángulo! ─maldijo para sí el elfo.

Con la necesidad de separarse del draconiano para no exponerse a disparar teniendo un combatiene del cuerpo a cuerpo "encima", Glinthalas se había desplazado y ese movimiento, aunque corto, había hecho prácticamente desaparecer de la vista al cultista. Por fortuna sus compañeros habían logrado deshacerse del draconiano por lo que el arquero elfo volvía a tener espacio para "perseguir" al cultista.

El silvanesti, arco en ristre, avanzó en diagonal hacia delante, atento a la reaparición en su campo visual del cultista. Su intención era ver sin ser visto, disponer de uno o dos segundos para apuntar y disparar donde más le doliera.

Briand comienza a forcejear con su pequeño atacante en un intento de arrebatarle su maza. Por desgracia, resbala al pisar el cadáver de uno de los defensores y termina cayendo de culo al suelo. Al verlo, Lluvia acude presurosa en auxilio, situándose tras ella para ayudarla a levantarse y aliviar el dolor de sus heridas.

El goblin intenta aprovecharse de la ventaja, pero lady Le Besco consigue apartarse ágilemente del mazazo y es en ese momento cuando Kylian, atacándole por la espalda, le propina tal bastonazo en la coronilla que le hunde el cráneo con la fuerza del golpe; acabando en el acto con su miserable existencia.

—¡Retirada, retirada! —grita alguien entre las filas de los atacantes, provocando una caótica desbandada general entre las fuerzas invasoras que amenaza con engulliros.

Lowenherz atraviesa con su espada a uno de sus dos tenaces adversarios y su armadura absorbe el ataque del otro, pero dos goblins más se lanzan contra Lluvia en su desesperada huida, intentando alcanzar la poterna. Afortunadamente, la mística que-shu logra esquivar la torpe acometida de uno de ellos y bloquear la del segundo con su escudo.

Entretanto, Glin vuelve a disparar al siniestro cultista situado al otro lado de la puerta secundaria. Este vez, su flecha vuela certera, pasando por encima de la cabeza del goblin que combate a Lowen y sorprendiendo al clérigo de Zeboim. Aunque sus oscuros ropajes disimulan la sangre, cae fulminado.

Es entonces cuando el caballero negro que dirige las restantes fuerzas invasoras carga contra la desestabilizada Briand, que todavía intenta levantarse del suelo. La poderosa espada bastarda se abre paso a través de la blanca carne de Le Besco y solo la magia curativa de Lluvia evita un trágico desenlace para ella. Briand rueda por el suelo, dejando tras de sí un rastro escarlata; apenas capaz de volver a levantarse.

—¡La victoria está cerca! —grito en cuanto oigo la orden de retirada del enemigo—. Ya has oído a tus amos, ahora lárgate —le digo al goblin que se encuentra justo en la entrada.

A mis espaldas, un caballero acababa de atacar con fiereza y precisión a la joven noble de Kalaman, dejándola herida de gravedad. A pesar de haberse ordenado la retirada insistía en pelear y poner en peligro la vida de mis compañeros. Y eso no podía consentirlo.

Le doy la espalda al goblin y me dirijo rápidamente al encuentro del caballero. Debía tratar de evitar que continuase atacando a Briand o a Lluvia a toda costa.

Lluvia se defendía cómo podía de los agresores enemigos cuando el grito de dolor de Briand le hizo temer lo peor, se giró para ver el momento justo cuando la espada salía de sus carnes después de una mortal estocada.

-¡Briand!- Gritó preocupada a la vez que daba un paso lateral cuidando sus defensas.

-¡Levántate!- ​​​​​​Se inclinó brevemente para infundar nuevas energías a la noble de Kalaman. La reconfortante energía celeste la recubrió y la mortal herida recién abierta se cerró de inmediato. -Los espíritus ancestrales están de nuestro lado... Sahanahráy-​​​​​​​

Su fiel bastón dio muerte a otro piel verde, justo antes que la llamada a retirada se extendiera entre los soldados enemigos como el fuego entre hojarasca. Pero quería apresar a sus cabecillas, necesitaba saber qué movimientos se habían puesto en marcha con los primeros acordes de una guerra que amenazaba con asolar todo Kryn. El deber de un clérigo de Gilean era anotar, recoger y comprender cada uno de los actos en la historia del mundo, como fiel reflejo de la sabiduría contenida en el libro de Thoryl.

Pero para ello debían interceptar al caballero, comprobar si también portaba los símbolos sacrílegos de Zeboím e interrogarlo ¿Se había reconstruido la temida orden de los caballeros de Neraka bajo el auspicio de otra diosa oscura?

Avanzó pisando inmisericorde el cadáver que acababa de vencer. Dando otra vuelta en el aire con su bastón, tratando de que salvar las defensas de su enemigo y lanzando una estocada de su extremo directamente contra su cabeza.

Lowen era demasiado caballeroso para lo que le convenía. Sin pensar en su propia integridad partió al rescate de la damisela en apuros, aunque dicha damisela no estuviera indefensa ni falta de ayuda. Las curaciones de Lluvia estaban resultando cruciales, pero seguramente no pudiera emplearlas a voluntad, sino un número finito de veces.

En cualquier caso, aquel movimiento dejaba al guerrero enemigo rodeado del variopinto grupo de amigos visitantes de Belleria, complicando considerablemente un disparo limpio. No obstante también dejaba otros blancos libres de obstáculos, a saber: el que Lowen dejaba atrás y uno de los cercanos a Lluvia, aunque ese último probablemente se viese acompañado en breve.

El elfo se decantó por el goblin más cercano, el abandonado por Lowen, puesto que no quería que el pequeño monstruo humanoide tuviera la tentación de buscar la espalda de alguno de los defensores. Si el susodicho prefería huir y era lo suficientemente rápido, Glinthalas podría dedicar su atención a algún otro...

¿Sería capaz de disparar por la espalda a un enemigo que huía? Tal vez a uno honorable no, pero aquellos eran goblins que habían atacado su pueblo. Si fuera por él no dejaría títere con cabeza.

Esta vez no salió un gemido de su ser, que fue despedido hacia el suelo apenas danzando entre el mareo y la inconciencia mientras veía la borrosa imagen de lo que parecía su sangre azul derramada sobre la palma de su guante... No fue hasta que sintió una infusión de energía y restablecimiento que dejó de toserla, y su visión se enclareció. Así como los sonidos. Los gritos se volvieron cada vez más entendible y parecían sufrir una estampida en retirada. Sus ojos, no obstante, se centraron en el falso caballero que se había atrevido a atravesarla.

Continuó rodando hacia atrás, estirando su pierna para volver a ajustar la cuerda de su ballesta, para terminar de rodillas con una bota firme sobre el suelo y con su arma reposada sobre su pierna. Tomó una saeta, la preparó y, desde el suelo, no vaciló en apuntar y disparar hacia el bastardo.

La grave herida de Briand obliga a Lluvia a actuar con premura, apelando una vez más a sus sobrenaturales poderes para restañar la hemorragia.

Prácticamente retornada de la muerte por segunda vez, Briand amartilla nuevamente su ballesta a toda prisa y dispara a su temible atacante. Desgraciadamente, el virote rebota inofensivo contra la negra y brillante cota de mallas del caballero negro.

El clérigo de Gilean, desafiando al peligro, avanza para hacer frente al oscuro guerrero. Sin embargo, no tarda en darse cuenta de que enfrentar de frente a este enemigo es mucho más difícil que acabar por la espalda con un goblin distraído. A punto está Kylian de alcanzarle con un certero bastonazo, pero el guerrero consigue desviarlo con su pesado escudo de acero en el último instante.

Lowen acude en auxilio de sus compañeros, dando la espalda a su rival y pagando caro su exceso de confianza cuando la criatura le golpea a traición. Apretando los dientes para ahogar un quejido, Lowenherz se sitúa hombro con hombro junto a Kylian para encarar al caballero enemigo. Su estocada está bien dirigida pero su rival demuestra ser un consumado espadachín y desvía el golpe con su propia arma.

La pareja de goblins que originalmente habían atacado a Lluvia sin éxito, optan por mantener su acoso sobre ella y Briand. Afortunadamente, las dos muchachas demuestran una vez más su competencia a la hora de evitar los ataques enemigos.

Al ver a sus compañeros enzarzados en combate cuerpo a cuerpo con sus enemigos y cómo el traicionero goblin ha atacado por la espalda a Lowen, Glinthalas tensa su arco y dispara contra él tratando de abatirlo. La flecha hace diana en el brazo izquierdo de la criatura por encima de su pequeño escudo, arrancándole un grito de dolor y rabia. Con un gruñido salvaje, el hombrecillo embiste contra Glin maza en mano, golpeándolo brutalmente en el pecho.

Con Lowen y Kylian interponiéndose entre él y la salida, el vengativo caballero negro contraataca al clérigo de Gilean,que es quien más cerca ha estado de golpearle. La estocada a fondo de su espada bastarda atraviesa de parte a parte el estómago de Kylian, que cae al suelo, a las puertas de la muerte.

En un desesperado intento por alejar a aquellas detestables criaturas, La joven Que-Shu desenfundó la lanza e intentó ensartar a uno de los Goblin que tenía frente a ella. Su destreza marcial distaba mucho de la de los guerreros de su tribu. Sin embargo se mantenía lanza en ristre y con el escudo preparado para enfrentar a los invasores.

Por el rabillo del ojo ve como Kylian es abatido quedando únicamente Lowen como el último baluarte entre aquel caballero negro y los demás.

-Vamos Briand... Acabemos con estos Goblin para ir a apoyar a Lowen- Intentaba aparentar temple y valía, pero su voz se entrecortaba al ver mermada sus fuerzas. Solo esperaba que aquella mujer consiguiera reparar la poterna pronto, pues no aguantarían mucho más.

Debía ser un caballero de Neraka, aunque no tubo tiempo para tratar de identificar sus símbolos impresos en la armadura. Con el escudo desvió sin dificultad su bastón, atravesándolo de parte a parte con su acero. Pensar que iban a sobrevivir a un ataque de caballeros consagrados al mal. Él, quien apenas había salido semanas antes de los salones de mármol en la biblioteca de Palanthas para ver el mundo. El resultado no podría haber ido de otro modo. Tan solo lamentó no poder realizar su escrito sobre los siervos de Zeboím saqueando la aldea. Puede que no quedara ningún superviviente de todos modos para leerlos. Otro caballero aguardaba dentro del patio, solo podían confiar en la magia de aquella enigmática elfa para salvar la situación.

La inconsciencia recibió a Kylian mientras escupía sangre sobre el suelo, arrastrando su túnica por el enlosado del patio de armas. Solo quedaba esperar el juicio de Gilean.

Glinthalas se encontraba en una situación insual: alguien le atacaba y no estaba corriendo desesperadamente. Lo había hecho durante años y hasta el momento le había funcionado estupendamente. ¿Por qué iba a dejar de hacerlo en estos momentos?

Me necesitan, necesitan a alguien que les proteja de criaturas como esta, a la que, dándole opción a huir, sigue atacando. ─pensó para sí.

Con esta idea en mente, el elfo arquero perseveró, encajó el golpe con dignidad y se echó hacia atrás en cuanto tuvo oportunidad mientras tensaba el arco para disparar una vez más. No iba a ser un buen disparo, pero si el goblin se abalanzaba a por él justo en el momento oportuno...

En una muestra de poderío y destreza, el caballero negro consigue dejar fuera de combate a Kylian de un solo golpe, dejándolo a las puertas de la muerte. Sin duda era un combatiente peligroso, alguien a quien no debería tomar a la ligera.

—¿Por qué habéis atacado Belleria? —le pregunto al caballero mientras intercambiamos golpes. Sentía cierta rabia al ver que un hombre atacaba un pueblo de los suyos, sobre todo cuando se había juntado con goblins y otras criaturas malignas.

Empuñando su lanza, Lluvia intenta atravesar con ella al atacante de Briand, ignorando a su propio adversario. Desgraciadamente, la criatura esquiva con facilidad la lanzada y esboza una sonrisa burlona. Una sonrisa que se ensancha al ver cómo lady Le Besco retrocede y abandona la ballesta para echar mano de su estoque.

Viendo que se enfrenta a un rival que le supera en experiencia y en habilidad con la espada, Lowen opta por mantener una actitud precavida frente a él, lanzando cautelosas estocadas para poner a prueba la solidez de sus defensas.

—Aparta de mi camino si no quieres acabar como tu compañero, patán —replica el oscuro caballero, apretando los dientes con rabia y desviando con facilidad las tímidas acometidas mientras mira con desasosiego cómo las fuerzas invasoras están siendo aniquiladas.

Por su parte, la pareja de goblins aúnan esfuerzos para someter a Lluvia atacándola desde ambos frentes. Sin embargo, la mística que-shu continúa manteniéndolos a raya con su lanza y con su escudo, frustrando por el momento sus aviesas intenciones.

El último de los goblins se dispone a acabar con Glinthalas echándosele encima. El pequeño arquero silvanesti logra tender su arco y disparar su flecha en el mismo instante en el que recibe un mazazo en la cabeza. Ambos oponentes quedan tendidos bocarriba en el suelo, el goblin con el astil de una saeta asomando en su pecho y Glin con la sangre resbalando por la mitad izquierda de su rostro.

Tras comprobar que la amenaza para su vida es muy real con la práctica aniquilación de todos sus compañeros, el caballero oscuro abandona toda prudencia para lanzarse contra el único que le impide huir en estos momento: Lowen. Lo embiste con su escudo para desequilibrarlo y le acuchilla brutalmente con su espada bastarda.

Todavía consciente pero con los ojos vidriosos y vomitando sangre, Lowenherz trastabilla, tropieza con el cadáver que tiene tras él y queda tendido en el suelo bocarriba, luchando por incorporarse. Su sádico atacante echa entonces a correr hacia la salida, pisoteando el cuerpo inerte de Kylian y tratando de alcanzar la poterna que Xirlie está comenzando a reparar. Briand intenta detenerlo pero su flexible estoque no consigue penetrar las defensas del fugitivo asesino.

Tras haber rodado hacia atrás para desenvainar su florete y ponerse finalmente de pie, sosteniendo pobremente la ballesta sólo con su mano izquierda, más ocupada en utilizar el escudo en su antebrazo; no tardó en ver nuevamente la escena del caballero rival. Lowen, quien había demostrado hasta ahora ser el mejor luchador entre ellos, había sido abatido de un sólo golpe. Intentó estocarlo por la espalda al pasar cerca de ella, aunque naturalmente sin éxito. Ponerse en su camino con tal de asegurar un golpe, no era una buena idea en absoluto. Sabía reconocer a una amenaza que era incapaz de detener. Sobrevivir era suficiente victoria para ellos, así que no le detendría.

Por otra parte, dio media vuelta y se enfocó en su sanadora que se encontraba rodeada por un par de persistentes pestes verdes. Reenganchó su ballesta de nuevo en su cinto para no entorpecer más su brazo, y con la ligereza de su arma se dirigió a pinchar al pequeño trasgo, con un débil golpe que quizás no fuere suficiente para atravesar sus vestiduras de protección.

- ¿Estás bien? Retrocede, ya has luchado bastante. - Le sugirió al combatiente caído entre forcejeos, estocadas y paradas con su oponente, viendo que el primero aún parecía tener fuerzas para hablar mas no combatir. Sus palabras no eran de preocupación, sino más bien estratégicas. No había necesidad de mostrar más temeridad y seguir arriesgando su vida, tanto a él mismo como a todos le sería más útil vivo a la larga.

A la vez que se defendía vio como el guerrero más capaz del grupo era abatido por el caballero negro, que se lanzaba a la huida quizás al percatarse que el Caballero de Solamnia ya había acabado con la mayoría de los que habían ingresado. Lluvia se movió con rapidez para flanquear con la noble de Kalaman mientras intentaba acertar una dentellada de su lanza tribal, que aún no había reclamado ningún tributo de sangre de sus enemigos.

Tardo en darme cuenta de que el caballero me ha superado con facilidad. Tan sólo soy consciente de ello cuando mi espalda golpea bruscamente el suelo y noto el sabor a sangre en mi boca. Siento un calor abrasador por donde me acababan de acuchillar y trato de apretar con ambas manos para evitar desangrarme.

Y aunque todavía no había perdido el conocimiento, apenas notaba mi cuerpo entumecido y tenía la mirada parcialmente nublada. A mí alrededor aún podía escuchar los sonidos del combate, pero no era capaz de quien continuaba batallando o de donde procedían.

Morir matando, vengando a los suyos, siendo su defensor. Glinthalas perdió la consciencia con un sentimiento de paz como no había tenido en su vida. Todo se resolvía, finalmente, como siempre debía haber sido: haciendo lo correcto, siguiendo por fin la senda del bien para beneficiar a otros.

El elfo jamás se había sentido cómodo robando, buscándose la vida en las calles, siempre había querido poder evitar esa vida, pero por circunstancias vitales no había podido eludirlo. El niño elfo de la calle. El problemático adolescente elfo que siempre se metía en problemas. El pequeño elfo pícaro a quien había que tener bien vigilado. No recordaba apenas momentos en los que hubiera podido sentirse seguro, integrado o querido. Aquel momento final, paradójicamente, lo había sido.

Y sin embargo, Glinthalas, al fin en paz consigo mismo, perseveró. Estando de nuevo al borde de la muerte, se negó a abandonar este mundo. No con semejante situación. No podía abandonar a los bellerianos. No podía dejar que un grupo de visitantes salvara la villa sin su ayuda. Se repondría. Volvería a cazar goblins, cultistas, draconianos y lo que hiciera falta. Estaba resuelto a ello.