Partida Rol por web

- Creo que no nos han presentado, caballeros. - Dijo con naturalidad, aunque enseguida se arrepintió. Era más que posible que no pudiera diferenciar a un draconiano varón de uno hembra aunque los tuviera delante y esperaba no haberlos ofendido. - Mi nombre es Kylian Brickstone y no estoy aquí por un casual. - Sonrió. - El alférez Abrena me ha encargado una misión. Debo comparecer ante el Sumo Sacerdote  lord Mondreth Arcagum, pues tengo un mensaje para él. - Asintió con la cabeza. - Me dijo que alguien vendría a por mi. Supongo que ese alguien sois vosotros. - Dedujo. - ¿Tenemos que partir ya? No he dormido nada hoy. Ni ayer de hecho... - Se encogió de hombros. - Tuve cierto problema con unos caimanes...

Kylian había invertido bien su tiempo. Le faltaban todavía algunos conjuros que deseaba inscribir en pergaminos, pero no podía más. Sus ojos estaban enrojecidos y se le cerraban por momentos. Necesitaba dormir y recuperarse de todos los padecimientos que había sufrido. Aquella gente acababa de llegar. Con suerte no tendrían que partir de inmediato y podría dormir unas cuantas horas y por supuesto, rezar sus oraciones hacia Gilean, su dios patrón.

Si reaccionaban bien a su presencia y empezaban a hacer sus cosas mientras él descansaba un rato, que era lo que más deseaba hacer en ese momento si los draconianos le dejaban, lanzaría un sortilegio divino de forma disimulada. Uno no demasiado poderoso, pero su muy revelador. Quería detectar si aquella gente era portadora de objetos mágicos, pero también quería descubrir si la piedra metálica que le había entregado Abrena, era poseedora de poderes arcanos. 

16 Corij 433 AC

Después de vuestra accidentada noche, disfrutáis de un descanso intranquilo y os vais turnando en la realización de guardias hasta que las primeras luces del amanecer asoman en el horizonte.

El sueño ha ayudado a que os recuperéis un poco de los rigores que sufristeis anoche a causa de las sucesivas emboscadas, pero vuestros cuerpos todavía se resienten de ellas. Tan pronto como desayunáis algo, levantáis el campamento y os ponéis en camino de regreso a la posada El Susurro de la Ciénaga.

Con una rastreadora tan hábil como Enrielle en vuestro grupo, no os cuesta mucho trabajo seguir las rodadas de la carreta de Kylian durante un trecho y finalmente la descubrís semienterrada en el barro. El cadáver devorado hasta los huesos de su caballo, el cuerpo desmembrado que encontráis en la zona de carga de la carreta y el enorme cocodrilo apaleado hasta la muerte unos metros más allá os hablan de que vuestro compañero sufrió el ataque de alguna criatura del pantano durante su viaje de regreso, aunque no conseguís dar el clérigo de Gilean. Si logró escapar con vida o si fue arrastrado hasta las aguas pantanosas y despareció para siempre, es algo que no podéis saber. Lo que sí sabéis, es que sus pertenencias no se encuentran en el carro.

Así pues, continuáis vuestro penoso camino hacia Robann lidiando con los insectos y con el fangoso terreno en el que continuamente quedan atascados vuestros vehículos. El cielo permanentemente nublado, el constante aguacero y el calor bochornoso de los últimos días de primavera no ayudan a que vuestro viaje sea más agradable. Y para cuando divisáis en la distancia la fantasmal villa, hace ya tiempo que el sol empezó a trazar su arco descendente.

—¿Tú trabajassss para lossss caballerossss? —te interroga el hombre-lagarto, observándote desde una cercanía que te resulta incómoda y olfateándote—. No parecessss un caballero aunque... tienesssss el pecho de azzzzero como ellossss —prosigue, tamborileando con sus largos dedos sobre tu coraza—. Nossssotrossss cogemosssss nuesssstra carga y nossss marchamosssss. En el pantano hay cossssas mucho peoressss que los caimanesssss y viajar sssssolo no esssss seguro. Pero tú puedessss sssseguirnossss o quedarte aquí durmiendo.

A vuestro alrededor, la pareja restante de hombres-lagarto han abierto con ganzúas las cajas y cofres candados y han comenzado a cargar su contenido (bolsas y sacos tintineantes llenos de misteriosos tesoros) en las grandes cestas de mimbre que llevan atadas a la espalda. Primero uno llena la cesta del otro y después al contrario. Y cuando ambos tienen sus cestas a rebosar, comienzan a llenar la de tu interlocutor mientras este continúa hablando contigo.

—Al amo Mohrlex no le gussssta essssperar y sssse enfada con nossssotrossss cuando tardamossss en llevarle el tributo de losssss caballerosssss. Nadie quiere ver al amo Mohrlex furiossssso. A él lasssss intrigasssss de losssss caballerossssss no le importan nada en abssssssoluto pero está dispuesssssto a dejar que sssssse hayan inssssstalado en el pantano y nosssss usen a sssssusssss bakali como essssclavossssss a cambio de que ellossss le proporcionen grandessssss cantidadessssss de tesssssoro de manera regular.

Tienes que reconocer que son extraordinariamente eficientes a la hora de desvalijar el almacén y en unos pocos minutos se encuentran preparados para desaparecer nuevamente por el agujero por el que salieron.

—¿Tú qué hazzzzesssss, humano? ¿Vienesssss o te quedassss aquí?

- Un poco precipitado. - Dijo el sacerdote. - Pero creo que no me queda otra. - Sonrió. - No creo que el alférez se alegre de verme si cuando vuelve al almacén me encuentra durmiendo. 

​​​​​Lo cierto era que aunque tenía muchísimo sueño y estaba fatigado, tenía que seguir el plan que el mismo había tramado, que no era otro que seguir a as órdenes Guiler Abrena. No podía desobedecer, como tampoco fracasar. 

Recogió todos sus trastos y se dispuso a ponerse en marcha. Esperaba que las raciones que había obtenido fueran suficientes hasta la próxima parada, que esperaba que sí. No creía que estuvieran tan lejos.

- ¿Nos marchamos? - Determinó una vez estuvo listo. 

Enrielle había arrugado la nariz cuando su rastreo desembocó en el macabro hallazgo. Estuvo husmeando las aguas sin encontrar más pistas, pero la exploradora veía posibilidades de que el clérigo había acabado en la panza de otro cocodrilo, o sumergido en las aguas cenagosas. Y por crudo que fuese era la mejor opción. Si era un traidor sería un destino merecido, y si sólo había sido idiota, no habría que preocuparse por que pusiera en peligro la misión. No podía alegrarse de un final así para nadie, pero al final sería lo más práctico.

Por fin vieron en la distancia la villa, y Enrielle se detuvo. Estaba empapada, sucia y cansada de bregar con carretas. Qué estupidez meterse con carros por una ciénaga. Estúpidos sicarios.

Miró al cielo, y luego a sus compañeros. Llevaba al halcón en el puño, y éste los miró también con sus ojillos penetrantes.

— Creo que deberíamos descansar aquí, apartados y escondidos. Coincidiréis conmigo en que aparecer por la posada heridos y sucios con intención de descansar plácidamente en una habitación sin cerraduras no es la mejor idea, ¿hmm?

Comienzo la jornada atendiendo las heridas de mis compañeros y de mí misma por medio de largos y agotadores rituales en los que invoco al Espíritu de la Vida, Sahanahráy-iiná, para que descienda sobre nosotros cicatrizando nuestras heridas, aliviando nuestras quemaduras y soldando nuestros huesos fisurados.

Mis cánticos místicos se prolongan durante varios minutos mientras me balanceo hacia atrás y hacia delante con una mano puesta sobre la cabeza de Jiłhazhí y la otra cerrada sobre la blanca mano de Thorwyn. Esta breve pero intensa ceremonia me provoca episodios de aturdimiento mental pero sé que rodeada de tantos buenos amigos estoy segura y no permitirán que me ocurra nada mientras me encuentro indefensa, con mi alma abandonando mi cuerpo para atraer a los poderosos espíritus que habitan este inmenso pantano.

Solo cuando siento que los tres hemos recuperado nuestras fuerzas, me acerco a Enrielle para pedirle que me deje examinar a su valiente halcón. Es un espécimen majestuoso y de eso me doy cuenta incluso yo, que no soy una gran entendida en este tipo de aves. El pobrecillo sufre mucho a causa del impacto de varios pequeños fragmentos óseos que extraigo con diligencia de su tembloroso cuerpecito a pesar de sus enérgicas protestas, con la ayuda de su dueña.

Después, desmonto mi tipi y lo guardo en mi carro junto con el resto de mis pertenencias. Antes de subir al pescante y ofrecerle a Enrielle un sitio a mi lado, me acerco a nuestro silencioso prisionero.

—Te prometí la libertad al amanecer y es tuya, te la devuelvo —le digo, cortando sus ataduras y ofreciéndole suficientes provisiones personales para que busca subsistir dos o tres días si las raciona con prudencia—. Ya has visto que los tuyos están dispuestos a matarte y que para ellos eres más valioso muerto que vivo. Si yo estuviera en tu lugar, me iría a cualquier otra parte y les dejaría creer que han tenido éxito en su intento de asesinato. Te deseo una vida larga y feliz lejos de las malas influencias que te pusieron en esta situación. Yo te perdono por atacarme y confío en que sabrás aprovechar esta nueva oportunidad para reinventarte. Pero si decides no hacerlo... —me encojo de hombros.

Durante las siguientes horas me dedico a guiar mi pesado carro por el pantano o, más bien, a tratar de sacarlo del fango una vez tras otra. Si de mis propias fuerzas de pendiese, lo más probable es que se hubiera quedado atrapado para siempre en cualquier barrizal pero siempre está Lowen ahí para rescatarme, como un caballero andante de los cuentos salvando a una dama en apuros.

El hallazgo de la carreta de Kylian me hace temer por él la peor de las suertes pero los espíritus me dicen que se encuentra a salvo. ¿Cómo si no se explica que no haya quedado atrás ninguna de sus pertenencias? Contra todo pronóstico ha debido encontrar la forma de sobrevivir a los peligros del pantano y llegar a Robann mucho antes que nosotros. Al menos es lo que yo elijo creer para no aceptar que haya corrido la misma suerte que Briand y lo que le aseguro al preocupado Jiłhazhí cuando alguno de mis compañeros hace comentarios al respecto en sentido contrario.

Después de la dura travesía para llegar hasta las afueras de Robann me doy cuenta de mi enorme estupidez al escuchar las juiciosas palabras de Enrielle. No vamos a poder hospedarnos pacíficamente en la posada y eso significa que no podremos dejar los carros allí. Los hemos traído hasta aquí para nada, para acabar dejándolos abandonados a las afueras de la ciudad.

Esto me apena mucho, porque estoy verdaderamente orgullosa de este carro que mandé fabricar para Jiłhazhí con el asesoramiento de Kylian. Además, los caballeros necesitan atención, comida y agua y no vamos a poder llevárnoslos por esos túneles subterráneos de la posada de ninguna de las maneras.

Y entonces me acuerdo de la familia que perdió a su bebé en el Paso de las Astivar, asesinado por las arpías. Esa familia por la que velé con tanto cariño durante todo el viaje. Me dijeron hace un par de días que pensaban comprarse una casita en Robann e instalarse allí. Tal vez ellos acepten cuidar de nuestros carros y caballos mientras estemos fuera; y si no, siempre pueden venderlos. La verdad es que prefiero que los disfrute esa buena gente a que se los quede cualquier draconiano o nerakano que se los encuentre por casualidad.

—¿Qué os parece a vosotros? —les pregunto a Lowen y a Thorwyn después de comentar con todos esta idea y consciente de que a ellos les hará tan poca ilusión como a mí deshacerse de sus monturas y bestias de carga respectivamente—. Podemos visitar a esta familia, coger lo que pensemos a vamos a necesitar en los túneles y prepararnos para entrar en la posada, por la fuerza si fuera necesario. No me gustaría hacer noche en Robann si podemos evitarlo y quisiera poder entrar en esos túneles hoy mismo. ¿Quién sabe que le habrá pasado al pobre Kylian? Yo puedo pedir a los espíritus que os devuelvan vuestras fuerzas y desentumezcan vuestros músculos cansados y volveréis a estar frescos como si acabaseis de amanecer.

El despertar de aquel día fue un tanto extraño: rodeado del pantano, los cuerpos y los cada vez más numerosos insectos. No echaría de menos aquel lugar infecto ni lo que allí aconteció. Pero al menos seguían con vida. De momento.

El enano arcanista dedicó sus primeros esfuerzos del día en memorizar una nueva tanda de hechizos, apropiados para la futura incursión en la posada del semi-ogro. Con algo de ayuda mágica las cosas deberían fluir de manera más sencilla para el grupo de héroes. Y mientras Thorwyn se dedicaba a sus estudios mágicos, Lluvia se dedicó a restablecer la salud de los miembros del grupo. Buena falta les hacía. El enano, silencioso, asintió y dedicó una sentida sonrisa a la bárbara. El gesto no sería olvidado.

Tras esto vino la liberación del prisionero superviviente por parte de Lluvia, que siguiendo a rajatabla lo que le había prometido a éste, le concedió la libertad. Tal desprendida acción dejó un buen sabor de boca al enano. La bárbara cumplía su promesa e incluso le facilitaba algo de comida para que pudiera disfrutar de una segunda oportunidad. Pese a ser un sicario de pasado algo más que ligeramente turbio, probablemente no mereciéndose esa segunda oportunidad, Lluvia se la otorgaba graciosamente. Gracias a las sabias palabras de la que-shu a Thorwyn no le supo mal que aquel muchacho se fuera, incluso con 2 raciones de comida. El grupo seguía teniendo un buen fondo moral, con o sin Kylian presente.

Y hablando del clérigo de Gilean, oh, dioses, ¿por qué le dejaron marchar? El hallazgo del carro y los cadáveres por un momento hizo que Thorwyn se temiera lo peor, pero al parecer no quedaba ninguna de las pertenencias de Kylian, con lo que era de suponer que éste había logrado sobrevivir. Alternativamente alguien se había llevado el cuerpo y sus pertenencias, pero eso era mucho más dudoso. La lógica dictaba que el clérigo, superado su ataque nocturno en solitario, había abandonado el carro, del que no podía hacerse cargo el solo, especialmente sin su caballo, y se había dirigido a pie de regreso hacia la posada. Los restos pronto desaparecerían por la acción natural de la vida autóctona y la humedad imperante. Un desperdicio y una lástima, pero había poco que hacer al respecto.

Siguieron su penoso progreso hacia Robann y no fue hasta vislumbrar en el horizonte la villa que se desataron las lenguas de los miembros del grupo. Seguramente habían estado pensando cada cual en el futuro, pero no lo habían puesto en común hasta ese momento.

─Coincido con Enrielle que es mejor descansar antes de abordar el asunto. Y si pudiéramos localizar discretamente a la familia a la que ayudaste, podríamos dormir a su resguardo hoy. Si acaban de llegar y no disponían de mucho dinero seguramente se habrán hecho con una casa en las afueras, donde siempre suelen ser más baratas. Eso redundaría en nuestro beneficio, dadas las circunstancias. Pero no hay tiempo que perder. Tanto Lluvia como yo somos muy llamativos, pero Enrielle directamente o Lowen sin la armadura podrían preguntar por la familia sin llamar mucho la atención. Os podríais hacer pasar fácilmente por familiares, primos o algo así. Descansar una noche entera se me antoja todo un lujo. Mañana, despejados y plenamente recuperados, decidiremos cómo afrontar la jornada, ¿os parece?

Los poderes chamánicos curativos de Lluvia Estelar, que muy agradecida había comprobado como aplicables también a su halcón, y la posibilidad de alojarse en casa de una familia la hicieron dudar de cuál sería el mejor paso a seguir. Se pasó la mano por el mentón, pensativa, antes de hablar:

— En efecto, si tus espíritus pueden aliviar nuestra fatiga al igual que he visto que cierran las heridas podríamos asaltar la posada esta misma noche. Bien es cierto que el tiempo corre en nuestra contra, y quizás más aún en la contra de Kylian. — si es que no yace en el fondo de la ciénaga por imbécil — Pero he visto también que agota tus fuerzas. Por otro lado... la idea de descansar en un lugar seguro es tentadora. Apesto a ciénaga, y sin duda todos estaremos más descansados para afrontar lo que sea que nos espera, y que a buen seguro es peligroso. Puedo ir con Lowenherz para dar con ellos lo más rápido posible. — suspiró y frunció el ceño — Todo eso contando con que puedan encontrar nuestro refugio y acaben atacándonos en la noche, provocando además más víctimas inocentes. No sabemos cuántos agentes más pueden estar escondidos en este asqueroso pueblo. 

"En cualquier caso, si me preguntáis, yo me inclino por asaltar la posada esta misma noche. Es arriesgado, pero también lo es esperar demasiado. Compañera, — se acercó a Lluvia Estelar — en mi mochila hay tres redomas curativas más como las que di de beber a Thorwyn. Si vamos esta noche, podrías hacerte cargo de ellas y velar por nosotros si sucede algo."

—Si cuentan con draconianos entre sus filas, la noche les favorece a ellos —comento a mis amigos con verdadera preocupación después de la emboscada de anoche—. Yo preferiría atacar sin mucha demora, aprovechando que todavía nos queda algo de luz. O esperar al amanecer, aunque temo que si nos lo tomamos con tanta calma no encontremos a Kylian con vida. Me cuesta creer que nos haya traicionado, pero creo que se equivocó viniendo aquí él solo.

»En cualquier caso tenéis razón en que lo primero es encontrar a los pocos aliados que tenemos por aquí, darles todo aquello que no podamos llevar con nosotros y asearnos un poco. Tal vez descansar unas horas aunque, como Enrielle ha sugerido, me preocupa que tomen represalias contra ellos si pasamos demasiado tiempo bajo su techo y alguien nos descubre.

Mientras Thorwyn, Lluvia Estelar y Jilhazhí esperan a las afueras de Robann, Enrielle y Lowen entran discretamente en la villa y merodean por ella en busca de la familia que viajó con ellos en la caravana desde Kalaman.

Les lleva un par de horas antes de localizarlos en una ruinosa casita en el extremo oriental de la población; una zona que el creciente pantano se ha ido comiendo poco a poco y que ahora se encuentra prácticamente despoblada.

Al principio desconfían de la pareja porque, aunque los reconocen como compañeros de viaje, apenas han tenido tratos con ninguno de los dos. Sin embargo, cuando Lowenherz menciona a la mística que-shu, todos ellos se muestran bien dispuestos a devolverle el favor acogiéndoos en su muy humilde hogar. Un hogar que han empezado a reparar gracias a las discretas contribuciones económicas hechas por la cariñosa Lluvia Estelar.

Tras dar un largo rodeo a Robann para evitar aproximaros a la posada, los cuatro os reencontráis de nuevo en el hogar de esta humilde pero acogedora familia al final de la tarde. La planta baja de su vivienda está inundada en algunas secciones pero han reclamado para sí varios edificios ruinosos y en ellos prometen tener a buen recaudo vuestros carros y animales hasta que volváis si queréis dejarlos.

También os ofrecen hacer noche en el piso superior de su vivienda si deseáis hacerlo, aunque os piden disculpas por no poder proporcionaros un alojamiento más lujoso que una habitación seca en la que pernoctar. Por el momento no les sobran ni los medios, ni los alimentos; pero esperan poder prosperar con el constante tránsito comercial que pasa por la villa gracias, entre otras cosas, al Susurro de la Ciénaga.

Lowen aprovechó el lugar y la hospitalidad para dejar sus pesados fardos y descansar un poco. Le dolía todo el cuerpo, y sentía un cansancio que pocas veces antes había llegado a notar. Sin duda, actuar en su estado era una invitación al desastre, aunque Lluvia aseguraba que podía restaurar sus fuerzas con ayuda de sus ancestros, y Lowen no tenía ninguna duda respecto a su poder.

- Probablemente es mejor esperar y descansar. - dijo Lowen - Nuestros enemigos ya estarán prevenidos de nuestra llegada. - daba igual lo que hubiese contado Kylian, traidor o no, ya sabrían que habían masacrado a los sectarios - Es mejor acudir con nuestras fuerzas intactas.

Entendía los temores de Lluvia, pero pasar más o menos tiempo en la casa no iba a aumentar el peligro que corría la familia. Si les habían visto entrar, ese era un peligro real.

- La única forma de garantizar su seguridad es actuar con contundencia. Es posible que los sectarios tengan ojeadores en la villa, y que nos hayan visto venir hasta aquí. Pero precipitarnos en la acción no impedirá las represalias.

Se sentía mal por haberle llevado el peligro a aquella familia, aunque confiaba en que quizá no les habrían visto ir hasta allí*. Por otro lado, era mejor asegurarse.

- Mantengámonos alerta, y tratemos de averiguar si alguien nos ha seguido.

Me conmueve la generosidad y el cariño con los que somos acogidos en este hogar tan humilde. A fin de cuentas yo no tengo la sensación de haber hecho mucho por ellos. No más de lo que habría hecho cualquiera: ofrecerles consuelo por haber perdido a su bebé y evitar que murieran de hambre. ¿Quién no habría hecho lo mismo por ellos? Son un matrimonio trabajador, con dos niños pequeños y tratando de rehacer sus vidas en un lugar nuevo que les es hostil.

No sé si regresaremos algún día y la verdad es que no se me ocurre nadie mejor a los que dejarle mi carreta y la mayoría de las pertenencias que contienen. Si quieren guardarlas hasta que vuelva les estaré muy agradecida, pero si necesitan usarlas o incluso tienen que venderlas me sentiré orgullosa de haber ayudado a que prosperen. Nadie puede sentir más apego por unos pocos bienes materiales que por la vida humana.

Estoy totalmente de acuerdo con Lowen en que al venir aquí quizá les hayamos puesto en peligro y es cierto también que correrán más riesgo cuando nos marchemos que mientras estemos bajo su techo, de modo que me sumo a la opinión de que deberíamos hacer noche. Estoy bastante segura de que no nos han seguido, pero nunca se sabe y es mejor montar guardia también esta noche.

Propongo a mis compañeros que tratemos de colarnos en el almacén con las primeras luces de la mañana, antes de que la mayoría de los huéspedes de la posada se hayan despertado. Me gustaría no tener que matar a nadie si pudiéramos evitarlo porque temo que una masacre solo servirá para que otros ocupen el lugar de los anteriores pero haciendo más difíciles las cosas a los que se queden en Robann. Si pudiésemos infiltrarnos sin ser vistos, para mí sería lo ideal, aunque sospecho que no tendremos tanta suerte y menos si vamos a ponernos a buscar a Kylian, cosa que no tengo tan claro que los demás quieran hacer.

La generosidad y amabilidad propias del trato de Lluvia Estelar daba sus frutos. Un fruto tan cierto como no buscado. La bárbara que-shu no había actuado como lo había hecho en busca de un beneficio final, sino al revés: su forma de actuar le había llevado a actuar beneficiando a personas en mala situación y ahora esas personas se desvivían para tratar de estar a la altura de lo que les había entregado. Esas gentes podían estar salvándoles la vida ahora mismo. Y a su vez poniéndose en peligro por su culpa.

Aunque era de sabios recelar un poco para prever problemas y poder enfrentarse a ellos desde una mejor posición, en realidad nadie tenía por qué enterarse de nada. La presencia en Robann de ojeadores era más que discutible y, aunque existiesen, suponer que lo controlaban todo a todas horas no tenía sentido. Si así fuera, controlarían abiertamente la ciudad y eso era algo que no parecía haber sucedido. Al menos no todavía.

Cobijados en una habitación humilde pero seca, Thorwyn se sintió agradecido y afortunado. Al fin podría descansar. Aunque sus fuerzas arcanas no se habían visto mermadas durante el regreso a la ciudad, sí lo habían sido sus fuerzas físicas. En esas condiciones no era realista enfrentarse a un formidable enemigo como el dueño del Susurro de la Ciénaga, sus trampas, sus puertas secretas y cerraduras, los tenebrosos patrocinadores y protectores de ese negocio y todo aquello que no podían prever, así como a los captores de Kylian.

En su fuero interno el enano albino sentía que estaba traicionando a sus humildes anfitriones, puesto que no sería difícil que la incursión en la posada acabase mal y ésta ardiera hasta los cimientos por una u otra razón, pero se esforzaba en pensar que, si lo hacían todo bien, discretamente, podrían conseguir liberar a Kylian, encontrar los túneles y el botín y salir de allí sin apenas causar destrozos o bajas. Incluso sin enfrentarse al posadero... o acabando con él. Sin el semi-ogro para regentar el lugar algún otro tomaría su lugar y tal vez se opusiera a los nerakanos. Uno siempre podía soñar con cosas positivas. Aunque fuera de sabios prever que no fuera a ser así...

Un suelo seco era más de lo que Enrielle podía pedir, y con el cansancio arrastrado no se pudo negar a dormir toda la noche para asaltar la posada al alba. Así pues, de buen grado accedió a la que había sido su posición inicial, descansar todo lo que necesitaban de forma tradicional. Si lo pensaba bien, aunque los espíritus de Lluvia Estelar parecían ser generosos, una nunca sabía cuándo podían decidir cobrarse el tributo por ello. Era magia al fin y al cabo, y en el mundo todo tenía un precio.

A veces ese precio podía ser la propia vida, especialmente si se era un clérigo necio y testarudo. Se alegraba, pues, de hallarse en aquel humilde hogar en esos momentos, bajo techo, en vías de secarse y pronto dormida.

Por primera vez en mucho tiempo disfrutáis de una auténtica noche de descanso. Incluso teniendo que turnaros para montar guardia desde las ventanas sin cristales de la vivienda por las que se cuela la lluvia y la brisa nocturna.

Vuestro anfitriones están tan agradecidos por vuestra confianza y por la comida que Thorwyn y la mística que-shu les dejáis, que en ningún momento se sienten inseguros con vuestra compañía, sino todo lo contrario. Saben bien que Lluvia Estelar siempre ha velado por ellos y ni se les pasa por la cabeza que les podáis estar poniendo en peligro de ninguna manera. Y parece que su ingenua confianza se ve correspondida cuando el amanecer llega sin que hayáis sufrido ningún percance.

Os ponéis en movimiento con las primeras luces del alba y salís a hurtadillas por uno de los edificios anexos para no atraer indeseadas sospechas sobre vuestros benefactores. De todos modos, parece que la zona está desierta y debéis avanzar un buen rato hacia el corazón de Robann antes de cruzaros con algún transeúnte ebrio que vuelve a su casa tras una noche de juerga.

También divisáis algunas patrullas de draconianos deambulando por la ciudad en grupos de tres o cuatro, pero conseguís evitarlos y llegar hasta las inmediaciones de El Susurro de la Ciénaga sin que nadie os de el alto. Para acceder al patio interior de la posada solo tenéis que atravesar los últimos metros que os separan de la única puerta que da al recinto, situada al norte, o bien encontrar una forma alternativa de colaros.

Me siento como una delincuente abandonando la casa de nuestros anfitriones sin despedirnos de ellos pero supongo que es mejor así, no quiero que los niños monten una escena en la que lloran y me abrazan como la última vez. Tampoco sabría qué nota escribirles así que, en su lugar, les dejo dos atrapasueños como regalo de despedida que descubrirán cuando despierten.

Meto a Jiłhazhí en ese zurrón que tanto odia (haciendo caso omiso de sus protestas) y me dispongo a cargar con tantas pertenencias como puedo, incluso aunque parte de ellas tenga que llevarlas a rastras metidas en su saco. Desde luego era mucho mejor el carro, pero no nos lo vamos a poder llevar allá donde vamos.

Me parece casi un milagro que nadie intente detenernos mientras nos acercamos a la posada y supongo que eso confirma que Kylian no nos ha traicionado. Sin embargo, cuando nos detenemos a unos cuantos metros de la entrada, dudo que vayamos a ser tan bien recibidos como la primera vez. Y trepar hasta el tejado tampoco es que sea una opción para mí estando tan cargada como estoy. Por eso veo con buenos ojos la propuesta de Enrielle de adelantarse para así poder advertirnos después sobre qué nos espera ahí dentro.

Antes de separarse, el enano lanzó discretamente el Cuchichear mensaje para mantenerlos comunicados pese a la distancia. De esa manera Enrielle podría adelantarse e informarnos sin necesidad de que la siguiéramos tan de cerca. Un pequeño gran hechizo ese truquito arcano.

─La sala que estamos buscando está en la planta baja, accesible sólo a través de otra sala, la que sirve de almacén común y que está bajo el salón/cocina del primer piso. Tendríamos que ver si hay alguien durmiendo ahí. Si no lo hay, meternos por ahí con la máxima discreción. Ojalá sea tan sencillo.

Seguro que no lo sería. Uno traza planes con la esperanza de poder conseguir un camino sencillo hacia un objetivo concreto. La realidad siempre mostraba que el camino sencillo no lo era, estaba equivocado o el objetivo cambiaba a mitad de la misión. Aún así es bueno contar con planes. E incluso más con planes alternativos, por si se torcía el plan original. ¿Contaba con un plan alternativo Thorwyn?

─Tengo la esperanza de poder usar mi hechizo de Apertura y acabar con el asunto en un periquete, así que he tenido que prescindir del de Telaraña. No esperéis que pueda detener a una turba de clientes...

En realidad no, no disponía de un plan alternativo. Disponía de múltiples posibilidades, de infinitas combinaciones de hechizos y acciones. Se le ocurrían unas cuantas cosas que hacer. Pero no, todavía no contaba con un plan coherente, mucho menos con un plan alternativo...

— No lo será, Thorwyn. Pero entendido. Oh, un truco muy práctico. — respondió al mago casi sonriendo. Así era como habían estado hablando en la habitación unas noches atrás. Interesante y útil, a la par que algo incómodo, también.

Enrielle se cubrió la cabeza con la capucha de su capa con un gesto rápido y, halcón en mano y pertrechos a la espalda, fue a emprender el camino hacia la posada. Apenas había dado un par de pasos y se giró, mirando a sus recientes compañeros, pero no por ello poco confiables. Nudillos también los miró, ladeando la cabeza.

Pareció que la exploradora iba a decir algo, pero tras unos momentos simplemente les dedicó una media sonrisa de autosuficiencia de "volveré", y se volvió, dirigiéndose con paso resuelto hacia El Susurro de la Ciénaga.

— Estate atento, Nudillos. Tú también eres ahora ojos y oídos, ¿hmm? Si ves algo avísame.

El halconcillo la miró intensamente todo el trayecto mientras ella volvía a adoptar su acostumbrada cara de mal genio. El perfil bajo que la había hecho llegar hasta allí sin que sospecharan de ella. Una simple halconera en sus asuntos.

Lowen se arrebujaba ante el frío matinal, observando con una mezcla de incertidumbre y temor cómo las luces del alba aumentaban en intensidad. Se sentía expuesto ante aquella luz, aunque sabía por sus amigos que los draconianos que patrullaban la ciudad veían igual de bien de noche que de día. Pese a todo, el instinto le hacía preferir la oscuridad para aquel tipo de tarea.

Thorwyn hablaba de tecnicismos mágicos que a Lowen se le escapaban. Notó su presencia cuchicheante una vez más, y supuso que se había valido de nuevo de aquel truco con el que se comunicaran en días anteriores. Sin duda, la magia traía consigo enormes ventajas. Por otro lado, Enrielle se disponía a adelantarse y reconocer el terreno. Lowen confiaba en ella como había confiado en Glinthalas en el pasado. Solo esperaba que su destino no fuese similar.

- Ten cuidado ahí fuera. Si la cosa se tuerce, grita y entraremos a sacarte.

O a morir contigo, pensó. Pero se guardó esa última reflexión para sí mismo.

Enrielle entra en El Susurro de la Ciénaga con la naturalidad de un viajero que busca dónde refugiarse del aguacero. Entra en el patio y lo descubre deshabitado, no hay en él más que algunos carros vaciados, los abrevaderos para los caballos que se alojen en los establos, una gran tina de baño llena de agua de lluvia... Ni un alma.

A su derecha, se encuentran las habitaciones del personal de la posada y de los clientes frecuentes. Todos los dormitorios tienen las puertas entornadas, así que resulta imposible saber si están libres u ocupadas sin asomarse a su interior.

Mirando hacia arriba, sus ojos recorren la amplia pasarela al aire libre que sirve de distribuidor a las habitaciones de los huéspedes. Allí tampoco descubre a nadie apostado observando su llegada.

Frente a ella se encuentra el establo. Aloja un buey, un par de burros y un magnífico semental blanco; pero allí dentro no se ve a ningún ser humano. Probablemente el mozo de cuadra todavía no se haya despertado para atender a los animales aunque es probable que no tarde en hacerlo teniendo en cuenta la claridad que empieza a asomar entre el cielo encapotado.

A la izquierda del establo, está el almacén. La exploradora de la Legión trata de abrirlo pero descubre que la puerta está cerrada y tiene tres ojos de cerradura para otras tantas llaves.

De puntillas, remonta las escaleras hasta el piso que se encuentra sobre el almacén y que alberga el comedor y la cocina de la posada. Un rápido vistazo le permite localizar a cuatro draconianos sentados a una de las mesas bebiendo cerveza alegremente a pesar de las horas intempestivas. Ninguno de ellos repara en su presencia y tampoco lo hace la camarera que silba distraídamente mientras barre con desgana el comedor. A simple vista, no parece que haya más parroquianos, pero hay ángulos muertos que resultan invisibles sin entrar abiertamente en la estancia y atraer la atención de los ebrios hombres-dragón.

Desde lo alto de la escalera, Enrielle mira una vez más hacia su derecha, hacia las habitaciones de los huéspedes. Tres de ellas tienen sus puertas abiertas, lo que significa que probablemente estarán vacías o sus ocupantes se hubieran preocupado de cerrarlas. Las otras seis están entornadas y, al igual que pasa con las habitaciones del personal, no hay forma de saber si están libres u ocupadas sin entrar en ellas.