Partida Rol por web

17 Corij 433 AC

Os escabullís por el túnel excavado por debajo de la posada y, cuando volvéis a salir a la superficie, descubrís que fuera el sol ya brilla con fuerza.

Habéis emergido en algún lugar de Robann medio tragado por el pantano, oculto por los árboles y la maleza y donde el agua os cubre casi hasta la altura de las rodillas. Fuera, el ambiente es casi insoportablemente caluroso y húmedo y los mosquitos zumban por doquier, convirtiéndoos en su objetivo más apetecible.
Conscientes de que incluso aquí corréis un gran peligro, dedicáis las siguientes horas a deambular a pie por la ciénaga. El terreno es todo menos seco: incluso en "tierra firme", el suelo está empapado, con pequeños charcos de agua creados por la incesante lluvia.

Los Grandes Páramos albergan una increíble variedad de plantas y animales, todos ellos adaptados a la vida en este terreno cálido y pantanoso. Son comunes los cipreses, sauces, eneas y otros árboles y hierbas resistentes. Los árboles frutales y las enredaderas producen bayas y frutas de hueso. Las semillas, las hierbas con flores y las raíces de las especias hacen que incluso un día de viaje por los Grandes Páramos sea el sueño de un herbolario, aunque ese no sea precisamente el campo de especialidad de ninguno de vosotros.

Los reptiles y las aves encabezan la lista de especies que se encuentran en la región. Muchas son notablemente más grandes que las variedades ordinarias que se encuentran en otros lugares, ya que se han adaptado a la combinación única de clima, alimento y refugio disponible en los Grandes Páramos. Aves acuáticas de todos los colores y tamaños hacen que en el pantano reine un ambiente bullicioso y hasta molestamente ruidoso. Y, por supuesto, los insectos y alimañas, desde diminutos mosquitos hasta enormes ciempiés y libélulas, garantizan la representación de todo el espectro de la vida del pantano.

El lugar es como un laberinto y en realidad tampoco sabéis hacia dónde os dirigís, así que vagáis de forma errabunda hasta la caída de la noche con la esperanza de encontrar no sabéis muy bien qué. El campamento escondido de los nerakanos, tal vez.

Cuesta creer que hayamos conseguido escapar con vida de la posada. ¡Casi indemnes! Lo teníamos todo en contra pero nuestra temeraria incursión ha sido todo un éxito. Bueno, razonablemente exitosa al menos, aunque tengo que reconocer que pensé que los túneles nos llevarían directamente hasta el tesoro de los fanáticos de Takhisis.

Que lleven al pantano solo confirma que el campamento enemigo está en alguna parte de los Grandes Páramos pero, con ese nombre, no va a ser fácil encontrar nada aquí.

Tan pronto como dejamos atrás Robann, me apresuro a atender las heridas que Lowen, Enrielle y yo misma hemos sufrido. No son graves pero eso no significa que estemos fuera de peligro ni mucho menos.

Tengo el convencimiento de que si sacan el botín por esos túneles, tiene que haber algún tipo de marca que indique el camino a su guarida o al menos huellas, pero las horas pasan y terminamos cansados y desorientados en mitad de ninguna parte. Sin saber a dónde vamos y sin poder regresar a una ciudad en la que a estas alturas debe estar buscándonos todo el mundo.

La única nota positiva de la jornada es que Jiłhazhí puede deambular libremente a nuestro alrededor sin tener que preocuparse de nada más que de alejarse demasiado de nosotros. Lo reconozco, estar rodeada de naturaleza salvaje es para mí cien veces mejor que cualquier ciudad, incluida Kalaman. Especialmente Kalaman, de hecho.

Así que, aunque no tengo verdaderos motivos para sonreír, sonrío. Me hace feliz ver a mi pequeñín correteando alegre de acá para allá y tener a Lowen a mi lado y viajar en compañía de tan buenos amigos sin tener que preocuparme de fingir que no los conozco por temor al qué pensarán los sectarios de Neraka.

—¿Qué os parece si buscamos un lugar resguardado en el que acampar por hoy? Thorwyn, a lo mejor querrías echarle un vistazo al contenido de esta mochila que me he llevado del almacén. Los espíritus piensan que está llena de objetos mágicos y de eso no hay nadie que sepa más que tú.

— Gracias, compañera. — le dijo cuando ésta atendió sus heridas. Y aquello había sido prácticamente lo único que había dicho en toda la tarde.

Había estado toda la tarde bastante enfurruñada. No a causa de sus compañeros, que gracias a ellos aún estaba viva. Ni siquiera por el condenado saco de cacerolas que había provocado todo esto. Bueno, quizás eso la enfadaba un poco. Realmente la enfadabada el hecho de que ella también había puesto sus esperanzas en llegar a la raíz del asunto en la posada, y haber llegado a mitad de ninguna parte, deambulando entre mosquitos sin dar con ninguna pista. La sensación de haber perdido el rastro. Por lo menos no había perdido la espada.

Empezó a caer la noche y decidieron detenerse. Fue a sentarse en algún sitio, pero era difícil encontrar un maldito lugar seco donde hacerlo. Al final resopló y lo hizo de todos modos, envolviéndose en su capa para protegerse de los mosquitos, a El halcón Nudillos se arrebujaba entre sus plumas sobre la exploradora.

— Estoy de acuerdo, creo que por hoy ya está bien... Mañana con luz volveremos a rastrear el terreno. Tienen que haber dejado algún rastro. No pueden estar tan lejos. — dijo, aunque más para convencerse a ella misma que otra cosa, porque lo cierto era que no tenía ni maldita idea.

Bien justo les había ido, pero los hechizos habían funcionado como debían, así como las mentes y brazos del grupo de héroes y una vez más habían logrado salir, bueno, victoriosos no, pero al menos sí de una pieza. Sin el clérigo. Tenía la esperanza de haber encontrado con vida a Kylian, pero seguramente se lo habían llevado a alguna otra parte. O tal vez no había sobrevivido a un segundo encuentro en el pantano. No sería de extrañar. Le echaría de menos. O al menos a sus hechizos de curación. Aunque puestos a elegir, los espíritus de Lluvia eran, cómo decirlo, de una orientación moral más estable.

El emerger a orillas del pantano, a las afueras de Robann, fue una grata sorpresa. Deambular sin rumbo en un lugar desconocido tampoco era tan mala situación. Seguían vivos y no había enemigos a la vista. Si no fuera por el agobiante clima y la incesante molestia de los mosquitos, el enano casi disfrutaría del paseo.

─Acampemos, sí. Y, por favor, no encendamos ninguna hoguera. Atraeríamos mucho la atención y es lo último que nos conviene. Y tendríamos que decidir nuestro próximo paso, ¿no creéis?

Muchas cosas habían salido bien, dadas las circunstancias, pero otras tantas lo habían hecho al contrario. Aunque habían asestado un golpe a los nerakanos saqueadores y acabado con el posadero corrupto que ayudaba con el botín para el ejército nerakano-mercenario-draconiano y algunos draconianos más en el proceso, de pasada, ahora habría efectivos buscándoles, no podían regresar a Robann y seguían sin conocer la ubicación de la fortaleza secreta del ejército. Y no tenían noticia alguna de Kylian.

─Sí, dámelo, le echaré un vistazo ─dijo recogiendo la mochila de manos de Lluvia─ Aunque seguramente necesitaré lanzar el hechizo de Identificar y tendré que sacrificar una perla de al menos 100 piezas de acero de valor... ─añadió un poco molesto el enano. Raro enano sería si "sacrificara" piedras preciosas alegremente.

Lowen sonrió a Lluvia cuando salieron al fin, envolviéndola con su hombro en un gesto cariñoso de agradecimiento por los cuidados prestados. Después resolló, dejándose caer, por unos momentos, sobre una roca.

No tuvieron mucho tiempo de descanso. Sabían que no podían permanecer en las inmediaciones de los túneles, y ni Enrielle ni Lluvia parecían capaces de hallar un rastro confiable que pudieran seguir. Terminaron vagando por aquella ciénaga, indudablemente hermosa, pero también peligrosa, sin un rumbo claro. Cuando Lluvia sugirió buscar refugio, Lowen asintió con abatimiento. Habían arriesgado mucho, sacrificado mucho, y seguramente ahora no valdría de nada.

- Busquemos un lugar seco, sí. - dijo Lowen, con una voz que arrastraba el pesado cansancio de la jornada.

Aunque quería dejarse caer en el primer charco de barro pestilente que encontrase, Lowen se esforzó por recordar algo sobre aquel lugar, alguna cosa que hubiese escuchado en los tiempos en que viajaba con su padre a las grandes ciudades para intentar sacar algo de valor por el trabajo anual en la herrería. Los grandes páramos siempre les habían quedado muy lejos, y no eran una zona particularmente transitada, pero estaba seguro de haber oído hablar de ellos a algún viajero. Rebuscó en su memoria, pensando que quizá esos viajeros hubiesen contado algo útil sobre cómo sobrevivir allí.

Aunque a la mayoría de vosotros os gustaría dejaros caer en cualquier lado, Lowen conserva la esperanza de encontrar un lugar seco en el que podáis acampar. Tiene el vago recuerdo de que el mar de Miremier se encuentra al este de los Grandes Páramos, así que os sugiere que avancéis en dirección contraria en busca de terreno seco.

La fortuna os sonríe cuando os topáis con un pequeño campamento. Apenas es una porción de terreno ligeramente más seca que el lodazal que has estado vadeando desde que saliste de Robann, con cuatro cobertizos de mimbre y una plataforma de piedra para encender un fuego sobre la tierra empapada. Tanto Lluvia como Enrielle están de acuerdo en que la última hoguera que se encendió aquí fue recientemente, como mucho un día.

Registráis el lugar de arriba abajo pero allí no hay nadie, ni tampoco nada de valor. Diez metros más allá del campamento en la dirección en la que habéis estado viajando, finaliza el terreno "seco" para dar paso a un lago insondable. Aparte de los arboles cubiertos de musgo, troncos caídos y grandes matas de cañas, sobre la oscura superficie del agua se encuentra preparada una gran balsa de madera cerca de uno de los cobertizos.

Es entonces cuando los agudos chillidos de Nudillos os alertan de que ha descubierto algo. Al acercaros descubrís, tendido entre cañas a orillas del lago, un cuerpo escamoso flotando bocabajo sobre las aguas.

El oportuno hallazgo del campamento despierta en mí un gran recelo. Es perfecto, con sus adorables chocitas de mimbre y su hogar para encender un fuego con el que calentarnos después de caminar todo el día bajo el aguacero. Demasiado perfecto, diría yo.

Sin embargo, por más vueltas que doy cautelosamente alrededor del campamento, no consigo identificar ningún peligro en las inmediaciones mayor que los voraces mosquitos que llevan atosigándonos toda la jornada.

Supongo que debe ser algún tipo de campamento de paso para los nerakanos entre Robann y su guarida y esa es señal de que estamos en el camino correcto. En el peor de los casos, lo único que tenemos que hacer es quedarnos aquí hasta que llegue un grupo de ellos y podamos interrogarlos. En el mejor de ellos, bastará con que naveguemos mañana en la balsa por el lago hasta dar con su escondite.

Mientras enciendo una hoguera para secarnos, no puedo evitar echar de menos mi olla de hierro para preparar una cena en condiciones para todos. Por desgracia, pesaba demasiado y tuve que dejarla en el carro junto con muchas otras de mis pertenencias y buena parte de mis provisiones.

Acabo de pasarle a Thorwyn la mochila que encontré en el almacén de la posada cuando los chillidos del halcón de Enrielle me sobresaltan. Lanza en mano, me acerco a inspeccionar qué es lo que ha descubierto y mi asombro es grande al descubrir que hay un cuerpo allí tendido. En lo primero en lo que pienso al ver sus escamas es que tal vez sea uno de los draconianos, por eso lo toco con la empuñadura de mi lanza, tratando de voltearlo y averiguar qué es lo que hemos encontrado.

Tan pronto como Lluvia Estelar mueve el cuerpo atrayéndolo hacia la orilla, las dos os dais cuenta enseguida de que no se trata de ningún animal, sino de un humanoide con rasgos reptilianos. Pero no es como ninguno de los draconianos a los que os habéis enfrentado anteriormente, sino que pertenece a una raza de hombres-lagarto.

Nunca os habíais topado con ninguna criatura de esta especie pero ambas habéis escuchado hablar sobre ellas en los cuentos que os contaban de niñas. Y en ninguno de esos cuentos los hombres-lagarto eran los héroes, sino guerreros feroces que vivían en ruinas antiguas y protegían grandes tesoros de eras olvidadas.

A juzgar por la musculatura de este que habéis encontrado, está claro que aquellos relatos de la infancia no mentían. Mide más de dos metros y su piel varía entre el amarillo verdoso y el marrón moteado y está muy chapada, como la de los cocodrilos. Tiene una cola larga y poderosa y una cresta dorsal recorre la longitud de la columna vertebral, comenzando en la parte posterior del cráneo y desapareciendo finalmente hacia la mitad de la cola. Sus manos y pies son palmeados y tienen garras vestigiales.

Una fea herida recorre la mitad izquierda de su rostro, donde le faltan también varios colmillos. La criatura parece muerta y debería estarlo teniendo en cuenta que la habéis encontrado flotando bocabajo en las aguas del lago, pero ahora que lo ve de cerca, Lluvia Estelar tiene la sensación de que podría estar vivo.

Me llevo un gran sobresalto al dar la vuelta a la criatura y darme cuenta de que es algún tipo de humanoide y todavía más al descubrir que no es un draconiano. Cualquier otro podría pensar que esta es una buena noticia, pero yo no, porque lo reconozco como uno de los bakali de las historias de mi infancia. Todo niño de Que-Shu ha crecido escuchando las historias de cómo el poderoso guerrero Riverwind se ganó el amor de Goldmoon yendo a Xak Tsaroth, enfrentándose a los hombres lagarto que allí moraban y consiguiendo para su amada la Vara de Cristal Azul; el artefacto sagrado de Mishakal que trajo de vuelta a los dioses al mundo después del Primer Cataclismo.

Este ser me da miedo. Me aterroriza, de hecho, pero está indefenso y a las puertas de la muerte. ¿No sería yo un monstruo peor que él si lo dejase morir pudiendo salvarlo?

—Rodeadlo —pido a mis amigos, temiendo que la criatura tenga una reacción agresiva si consigo revivirla—. Si vive en este pantano tal vez esté dispuesto a hablar con nosotros si le ayudamos. Y si no lo está, de todos modos le dejaremos marchar en paz, ¿de acuerdo? No vamos a hacerle daño si él no intenta hacérnoslo a nosotros.

Acto seguido, me arrodillo junto a su escamoso cuerpo e invoco el poder sanador de Sahanahráy-iiná para tratar de devolverlo a la vida. Tal vez no haya nada que pueda hacer por él, pero por lo menos debo intentarlo. Por él y por nosotros.

Enrielle husmeaba el cadáver, muy cerca de Lluvia Estelar. Le dió distraídamente un trozo de carne seca de sus raciones al halcón, que atrapó hábilmente con su afilado pico.

A juzgar por lo que hacía la que-shu, el cadáver que al parecer no debía estar tan muerto como aparentaba.

Miró a su compañera alzando una ceja. Esa bondad le iba a salir cara en este mundo podrido y lleno de monstruos -muchos de ellos humanos- que se aprovecharían de ella sin dudarlo un momento... Y sin embargo, también la admiraba por ello.

Preparó su arco sin perderlo de vista, con desconfianza absoluta en el terrible hombre lagarto, pero plena en su compañera.

— Adelante Lluvia, estoy aquí. Eh Lowen, tú ponte por el otro lado. Atentos, puede que esté vivo.

Lowen observó con satisfacción cómo su intuición sobre aquella región era correcta, y más aún, cómo esa intuición parecía haberles puesto en la dirección correcta. Recordó las lecciones de su antiguo maestro de escuela, a las que nunca prestaba demasiada atención.

El conocimiento os ayudará en esta vida tanto como unos brazos recios o una voluntad trabajadora.

Ciertamente, aunque no había estudiado gran cosa, Lowen había viajado con su padre, y había aprendido cosas en el camino que nunca le habría enseñado un maestro. Y sin embargo, quizá nunca había valorado mucho ese saber, hasta ese preciso momento, en el que sus pies se posaron al fin en tierra seca, y tuvo la sensación de haber encontrado de nuevo el rumbo.

- Parece que nuestros amigos pasaron por aquí. - dijo, sin poder reprimir cierto orgullo - Podemos hacer noche en este sitio, y continuar buscando mañana.

Después, centró su atención en la criatura escamosa que había encontrado Lluvia. La que-shú se apresuraba a acudir a ella con su magia sanadora, pero a Lowen le parecía improbable que el ser estuviese vivo. Una criatura flotando boca abajo en el agua, con flechas clavadas en su espalda, era el arquetipo de cosa muerta en todas las historias de los bardos. Pese a ello, se encogió de hombros, sacando el arco, más por no ofender a su compañera que por un auténtico temor a que aquello despertase.

Un campamento, ¿¡un campamento!? Los campamentos eran, por definición, un lugar donde acampaba gente. No iban sobrados de amigos en la zona, así que las probabilidades jugaban en contra del grupo para encontrar a alguien amigable... pero pronto se demostró que estaba abandonado. El único ser vivo, escasamente para ser precisos, era un hombre-lagarto.

Los hombres-lagartos no eran precisamente amigos de la humanidad. No era de extrañar, su cultura y la de los civilizados humanos chocaba diametralmente, competían por los mismos recursos y, por si fuera poco, tenían fisiologías y fisionomías muy diferenciadas, lo que hacía todavía más fácil odiarse entre sí.

─Vale, dale la vuelta y cúralo, Lluvia, pero sólo por saber a qué atenernos ¿alguien puede reconocer esas flechas? Y, por cierto, no creo que nadie hable su idioma, veremos si chapurrea algo de común...

¿Eran aquellas cabañas para humanos o para hombres-lagarto? Desde luego el clima era el apropiado para esas criaturas, pero Thorwyn imaginaba que no necesitarían separarse del agua para estar cómodos. Y era poco probable que necesitaran de una balsa. Entonces, las flechas, ¿quiénes se las había disparado? No se veía ningún cuerpo en el campamento, ni tampoco rastros de sangre, al menos a primera vista. Seguramente hubiera sido inteligente registrar el campamento a conciencia antes de proceder con el ser escamoso, pero la bárbara era impulsiva y tal vez tuviera razón y había que salvarle la vida antes de que no hubiera posibilidad. Nunca se sabía, tal vez les podría proporcionar información interesante de la zona. Como la ubicación de cierta fortaleza secreta.

Lowen se sorprendió de ver que la criatura seguía viva. Le había parecido ver flechas clavadas en su espalda, pero solo era su colorida cresta, que con la escasa luz y el cansancio parecía un penacho*. Se alegró de no haberle dicho nada a Lluvia ni a Enrielle. Quizá se había crecido en exceso con su pequeño logro al orientar al grupo.

El ser se identificaba como bakali, y preguntaba el motivo por el que le habían salvado. Lowen se lo preguntaba también, aunque la respuesta era sencilla: la compasión sin límites de Lluvia Estelar. Miró a la criatura, escuchando su voz siseante.

- Nosotros no somos como ellos. - dijo con voz tranquila - No hemos venido aquí a atacar a los bakali, ni a ninguna otra criatura, sino a perseguir a esos caballeros y expulsarlos de aquí.

No era mentira, aunque la preocupación del consejo solámnico no eran precisamente aquellos pantanos. En todo caso, la plaga que suponían los nerakanos se extendía por todas partes.

- Quizá tú puedas ayudarnos a encontrarles. Ellos te atacaron, pero no se atreverán con nosotros. - esbozó una sonrisa - ¿Hace mucho que aparecieron por aquí?

Afortunadamente aquel hombre-lagarto hablaba común. Con su curioso acento sibilante, pero lo suficientemente claro para resultar comprensible. Rodeado como estaba, parecía bastante abordable.

─No, no somos humanos convencionales. De hecho, yo ni siquiera soy humano. Te ha salvado ella ─dijo apuntando hacia Lluvia con la cabeza─, nuestra líder espiritual ─añadió, una verdad a medias, en parte reconocimiento, en parte una simplificación para que el hombre-lagarto pudiera entenderle─ a ella le debes tu vida. No sólo no trabajamos para los caballeros, somos sus enemigos ─aquello sí que era completamente cierto─ y por ello queremos saber dónde están. ¿Tú lo sabes? Tal vez podríamos ayudarnos mutuamente. Tú y los tuyos. O sólo diciéndonos lo que sabes.

Los hombres-lagargo, capaces de habla coherente, aunque no brillaran por su inteligencia seguro que eran capaces de unirse en partidas de caza, tribus y acosar a sus enemigos por los pantanos, que eran su hogar. Tener a uno de esos como aliado en esas circunstancias, en ese entorno, podía suponer una gran diferencia a la hora de escapar de los nerakanos y los draconianos. Tener como aliados a una tribu entera de hombres-lagarto podría suponer un grave problema para sus perseguidores.

─Tal vez necesitéis algo que nosotros os podamos ayudar a conseguir. Y luego nos deberíais una, ¿no? ─dijo, tratando de encontrar un punto de conexión que pudiera beneficiar a las dos partes.

Enrielle miraba con los ojos muy abiertos. No sabía bien qué esperar. Quizás que se revolviera contra ellos como una bestia salvaje, que balbuceara algo ininteligible en un idioma desconocido y se alejara sin más, o que ni siquiera se despertase porque en realidad estaba muertísimo.

Pero no, allí estaba, devuelto a la vida por medio de los espíritus de Lluvia Estelar, y hablando con ellos en su idioma gracias a ella. No lo perdía de vista, pero tampoco parecía amenazador, así que ella hizo lo propio y bajó la guardia. Lo observaba con fijeza más por curiosidad que por miedo. De niña se había imaginado con su arco dando caza a esos seres y otros igualmente formidables que aparecían en los cuentos que le contaban, pero aquello era ya muy lejano.

— Yo me llamo Enrielle, y así es, venimos en busca de esos caballeros. ¿Cómo... cómo te llamas tú? ¿Fueron ellos los que te atacaron, pues? — le preguntó para confirmar lo que sospechaban, pero con las acertadas preguntas de sus compañeros pensó que poco más había que añadir.

El Espíritu de la Vida nos ha traído de vuelta al vigoroso hombre lagarto respondiendo a mi súplica y eso me llena de dicha, con independencia de si el desdichado se muestra dispuesto a colaborar con nosotros o no. No parece agresivo, ni asustado tampoco. Yo lo estaría si despertase y me viera rodeada de personas armadas, así que le tiendo mi mano para ayudarle a levantarse.

—Yo soy Lluvia Estelar y estos son mis amigos. No queremos hacerte daño ni a ti, ni a ninguno de los tuyos. Hemos visto un pequeño campamento aquí cerca e imagino que debe ser de tu pueblo. Ven, acompáñanos esta noche y déjanos compartir contigo nuestra cena —le ofrezco con una sonrisa—. Seguro que estás cansado y hambriento. Y, si después de haber recuperado fuerzas quieres marcharte, nos despediremos amistosamente. No tienes que hacer por nosotros nada que no quieras. No nos debes nada.

—Lossss caballerossss no me atacaron —replica el hombre-lagarto a la afirmación de Lowen, con desagrado—. Tú no ssssabessss nada, pero creessss que eressss muy lissssto. Como todossss lossss humanosssss. Pensssaáissss que ssssoisssss lisssstossss y los bakali, tontossss. Por esssso creéisssss que podéissss utilizarnosssss como a herramientassss o que no sssssomossss mássss que bessstiasss de carga.

Mira a Thorwin a continuación.

—Ssssssí, yo sssssé dónde se essssconden lossss caballerosss, pero no puedo decírosssslo. No sssssi la Voz del Gran Ssssseñor no lo autorizzzzzza. Al amo Mohrlex no le gussssta essssperar y sssse enfada con nossssotrossss cuando tardamossss en llevarle el tributo de losssss caballerosssss. Nadie quiere ver al amo Mohrlex furiossssso. A él lasssss intrigasssss de losssss caballerossssss no le importan nada en abssssssoluto pero está dispuesssssto a dejar que sssssse hayan inssssstalado en el pantano y nosssss usen a sssssusssss bakali como essssclavossssss a cambio de que ellossss le proporcionen grandessssss cantidadessssss de tesssssoro de manera regular.

»En el pantano hay cossssas mucho peoressss que los caballerossss y viajar no esssss seguro —continúa la criatura, dirigiéndose ahora a Enrielle—. Nosss atacó un dragón anfibio. Uno pequeño. En realidad, fue uno de lossss míossss quien me tiró aczzzzzidentalmente de la balssssa cuando nosss defendíamosss de ese monssstruo con aparienzzzzzzia de rana. Sssssupongo que perdí el conozzzzimiento a caussssa del golpe y floté hassssta aquí.

Entonces ve la curtida mano tendida que Lluvia Estelar le ofrece y, rechazándola, se levanta por sí mismo.

—Lossss míossss me llaman Iblirack, que en vuessstra lengua sssssignifica El Del Pecho Fuerte —esboza una mueca que tal vez podría ser una enigmática sonrisa—. Pero lossss nombresss no sssson importantesss, lo sssson nuessstrassss aczzzzionessss. Y tus aczzzzionessss me dizzzen que tú eresssss una reencarnazzzión de nuesssstra diossssa Krik'klettz o, al menossss, una enviada ssssuya.

Se golpea su pecho con ambos puños de forma primitiva y alzando la cabeza con orgullo.

—Losss bakali tenemossss una larga memoria y recordamossss tanto el bien como el mal que nosss han hecho. Tratamossss a losssss demásssss como lossss demássss nosssss tratan. Por esssso, ssssi lo dessseáisssss, ossss llevaré hasta Mohrlexctlan para que comparezzzzzcáisssss ante Esssssmani, la Vozzzzz del Gran Ssssseñor. Yo intercederé por vossssotrosss ante mi pueblo y hablaré de cómo me habéissss ayudado hoy. Y Esssssmani decidirá qué hazzzzer con lossss heraldosss de Krik'klettz.

Me divierte la idea de ser confundida con una diosa, precisamente yo que no creo en ninguno de ellos.

—Iblirack, no soy ninguna diosa, pero puedo ser una aliada leal de los bakali de Mohrlexctlan —le aseguro con una sonrisa amable—. Tú y tu pueblo no deberíais ser esclavos de nadie y menos que de nadie, de los pérfidos caballeros de Neraka. Si podemos ayudaros de alguna manera contra ellos, te prometo que lo haremos, porque allí de donde venimos los hemos visto hacer mucho daño a gente que no lo merecía.

Echo mano a mi mochila y le ofrezco una de las raciones de campaña que he traído conmigo.

—Ven, cena con nosotros y recupera fuerzas. Sé que no es gran cosa, pero lo que tengo siempre lo comparto con mis amigos. Así, mientras comemos algo, podrás hablarnos del amo Mohrlex y de la Voz del Gran Señor y preguntarnos lo que desees saber de nosotros.