Partida Rol por web

Os tomáis vuestro tiempo registrando los cadáveres, atendiendo vuestras heridas, decidiendo vuestro siguiente paso y hojeando los libros de la biblioteca por si hubiera en ellos información de especial importancia para vosotros en estos momentos.

Muchos de ellos están amontonados sin catalogar y gran parte de los que estaban catalogados ya no lo están después de que volcarais las estanterías para bloquear el acceso al torreón la pasada noche. Os llevaría horas hacer una relación pormenorizada de todos y semanas leéroslos. Aun así, Kylian es un experimentado bibliotecario y le bastan unos pocos minutos para hacerse una idea general del tesoro que suponen. Para vuestro asombro y el suyo propio, aunque parece tener problemas para tocar las cosas físicas, es capaz de levantar libros de uno en uno y pasar sus páginas sin dejarlas demasiado pringosas, como si existiese todavía una fuerte conexión entre él y el saber escrito que veneró durante toda su vida.

Hay libros de áreas muy diversas, desde astronomía, hasta historia, pasando por recetarios de cocina, bestiarios con cuidadas ilustraciones e incluso algún diccionario. Pero sobretodo abundan los libros de teología y arquitectura. Además, los orígenes y la encuadernación son también muy dispares y no todos ellos están escritos en lengua Común, lo que os lleva a pensar que estos tomos forman parte del botín de los cultistas traídos desde todas partes del continente.

Por lo que respecta a desvalijar cadáveres, habéis adquirido una cierta soltura y no os lleva mucho tiempo reunir las pertenencias de vuestros enemigos. Ayudada por sus antepasados, Lluvia Estelar afirma que la mayor parte del equipo de sir Kragger está hechizado, aunque necesitaréis tiempo y conjuros más poderosos para determinar la naturaleza de estos encantamientos y descubrir si los objetos están malditos o podrían serviros de ayuda.

Pero lo que más os llama la atención es un pergamino doblado bajo la negra pechera de sir Kragger que milagrosamente ha sobrevivido a las llamas protegido bajo la coraza. En él puede leerse una larga sucesión de nombres entre los que reconocéis tres de ellos: Sir Guiler Abrena y Goggar de Robban, casi al principio del listado y Valev Carnicero, cuyo nombre aparece en la mitad inferior. Una lista de los agentes encubiertos que operan (u operaban) en la región, por la que la Legión de Acero probablemente os pagaría muy bien y tal vez incluso los caballeros de Solamnia.

Muerte. Mire donde mire es lo que veo, muerte y la promesa de un trabajo ímprobo dando sepultura a todos ellos.

En primavera y otoño la tierra del pantano debe ser un barrizal debido a las lluvias estacionales, pero bajo este sol de justicia será como arcilla irrompible. Cavar en ella sería un suplicio incluso aunque contáramos con las herramientas necesarias para hacerlo.

Arrojar los cadáveres al foso tampoco es una opción, contaminarán sus aguas e igualmente atraerán a miles de insectos mientras flotan hinchados y hediondos.

Habría que sepultarlos, construyendo un túmulo comunal a las afueras de la fortaleza. O bien desmontar las chozas sembradas alrededor de Mem y arrastrar hasta aquí sus estructuras de madera para construir una gran pira funeraria en el patio, donde el fuego no pueda descontrolarse. Cualquiera de las dos son opciones razonables y las dos llevarán más tiempo del que tenemos ahora mismo.

Nunca he sentido más miedo de los muertos que de los vivos, pero hay algo en sir Kragger que me da repelús y prefiero no tocarlo. Ni a él, ni a ninguna de sus pertenencias. Debería ser incinerado con ellas y dejar que el fuego las purifique antes de que alguien las reclame.

Por otro lado, la palabra escrita despierta en mí tanto interés como el equipo de batalla del oficial nerakano. Y encuentro de lo más inoportuno el que Kylian decida ponerse a leer precisamente ahora cuando tiene toda la eternidad por delante para hacerlo. Está claro que la biblioteca es el lugar ideal para el fantasma de nuestro erudito amigo, pero los demás deberíamos hacer algo más que mirarle leer, por fascinante que resulte verle pasar páginas como si todavía estuviera vivo.

—Propongo que echemos un vistazo a ese edificio de allí —sugiero a mis compañeros, señalando la puerta situada a la derecha del torreón que hemos ocupado—. ¿Alguno se viene conmigo?

- Si. - Intervino entonces el sacerdote. - Vamos a inspeccionar ese edificio. - Cualquier edificio estaba bien. 

Catalogar todos aquellos libros le iba a costar un tiempo. A decir verdad, tiempo era ahora lo que le sobraba, pero no deseaba permanecer demasiado tiempo en su nueva forma. Si quería cumplir con los designios de Gilean, debía recuperar su cuerpo y eso no lo haría entre libros.

El fantasma se acercó a la puerta situándose junto a Lluvia. Podía ser que su destino estuviera en el edificio que había señalado, fuera cual fuera. Kylian ni sabía de cual hablaba, pero al no conocer absolutamente nada de aquel recinto, en el fondo daba lo mismo por donde empezar realmente.

- ¿Seguimos? - Preguntó al grupo, que parecía haberse puesto cómodo. Demasiado cómodo para su gusto. 

Enrielle estaba de cuclillas junto al cadáver del caballero. Ignoró por completo la curiosidad de Kylian por los libros de la biblioteca y como aparentemente era capaz de pasar páginas. Qué apropiado. Destar de humor le hubiera dedicado alguna burla o gruñido de impaciencia.

Pero no lo estaba. Miraba ceñuda la nota de Sir Kragger, llena de nombres de gente muerta, pero también algunos vivos. No cabía duda que la Legión de Acero tendría muy en cuenta ese pequeño documento. Si habían conseguido herir a los seguidores de Takhisis en la región, eso supondría un golpe aún mayor. Daría a Enrielle un impulso notable dentro de la Orden. Si es que vivía para hacerlo. Quizás eso limpiase su conciencia. ¿El fin no justificaba los medios...?

Valev Carnicero... Leyó. Desgraciado. Debería tirar tu asqueroso dedo.

Pero no lo haría, de momento.

La voz de Lluvia Estelar la arrancó de sus cavilaciones. Guardó la nota en su propia pechera, bajo la armadura y terminó de organizar el botín que había recuperado*. Un momento después ya andaba a pasos largos hacia Lluvia Estelar, arco en mano.

Kylian aguardaba a su lado, pero procuró no mirarlo. Le resultaba escalofriante verlo con aspecto de muerto.

—Voy con vosotros, vamos.

─Mira por donde, interesante listado...¹ ─exclamó el enano al encontrar el documento bajo la coraza de Sir Kragger.

La milagrosa supervivencia de aquel pergamino podría suponer un importante golpe para las actividades del ejército de Nordmaar. Y una interesante recompensa para el grupo de héroes que la diera a conocer. O dos, si jugaban bien sus cartas.

─Coged sólo lo que podáis emplear... y los objetos mágicos, que valen una fortuna. Lluvia, ¿cabe en tu bolsa la coraza de Sir Kragger?

El enano había ido seleccionando, junto con los demás, los objetos más valiosos, primero los mágicos y después los de buena factura y metal. Allí había una pequeña fortuna en armas y armaduras, eso sin saber siquiera las cualidades mágicas exactas de los objetos mágicos que habían encontrado. Las posibilidades de convertir todo aquello en monedas que reinvertir en los materiales necesarios para empezar de una vez por todas con la elaboración de objetos mágicos le hacía casi marearse. Pero no era momento de perder el tiempo. Era el momento de actuar, ya habían perdido demasiado tiempo.

─Ojalá pudiéramos llevárnoslo todo. Tal vez podamos. Imaginad que conseguimos hacer que esta fortaleza acabe volando... Vamos, no perdamos más tiempo. Voy contigo Lluvia, a ver si de paso me libro de esta luz tan desagradable.

Klunurig rebuscaba entre los muertos como una hiena entre los cadáveres, mientras miraba sus dedos con ojos golosos. Sin embargo, algo en su interior le decía que a la gente alta que le ayudaba ahora no le gustaría verle comerse a otra gente alta. Asi que se limitó a recoger lo que consideró que le sería útil, dejando los cadáveres de los trasgos lo más a mano posible por si le entraba el hambre más tarde. Aquellas alimañas eran correosas y malolientes, pero ahumadas se podían llegar a tragar. Fue entonces cuando la voz de una de las mujeres-altas le sacó de su hambriento ensimismamiento, haciéndole asentir con un gruñido. 

- Humph. Sí, vayamos a explorar. 

Terminó de agarrar los últimos bártulos y se puso en marcha, mirando a su alrededor todo el tiempo en busca de señales que pudiesen indicarle dónde estaban sus hermanos. Como sus ojos no le desvelaban nada, trató de pegar el oído.

Habiendo actuado como lo había hecho el grupo incursor, la fortaleza había pasado de un lugar lleno de actividad y gentes a un lugar abandonado y vacío. Teniendo en cuenta a lo que se dedicaban, no era un mal destino, así que Thorwyn no iba a quejarse. Ni siquiera por aquellos yunques en desuso y fragua fría.

Resistiendo la tentación de ponerse a encender el fuego de la fragua para volver a poner en marcha la producción y crear algún arma o artilugio útil, el arcanista enano miró a su alrededor con interés. El lugar parecía muy mundano, sin nada reseñable. Debían continuar con su inspección.

─La escalera ─susurró mágicamente al oído a Enrielle─ Tal vez alguien se haya escondido, vayamos con cuidado ─añadió para todos, de nuevo susurrando mágicamente─ No nos separemos, revisemos la parte de abajo a conciencia antes de subir arriba.

Ser sistemáticos, eliminar la casualidad y quedar sólo con la seguridad de las cosas comprobadas. Actuar más como un enano. Eso debía hacer el grupo, así sobreviviría. Thorwyn no quería perder a nadie más.

—Qué mal huele. —comentó Enrielle arrugando la nariz, mirando la forja y más allá los montones de paja.—Seguramente aquí dormían esos apestosos hobgoblins de la guarnición.

Se mordió la lengua, mirando de soslayo a Klunurig. Mejor no volver a nombrar los hobgoblins, cuyos cuerpos destrozados yacían entremezclados con los de los "hermanos" del enano peludo. Carraspeó, tratando de desviar la atención.

—Sí, echemos un vistazo antes de subir. — respondió a Thorwyn en un susurro.

Enrielle avanzó hacia los montones de paja, husmeando por aquí y por allá, deteniéndose de vez en cuando para escuchar con atención algún paso que hiciera crujir las tablas de madera sobre sus cabezas.

— Oye, Kylian. —susurró. Le resultaba terriblemente extraño hablarle a un fantasma, así que lo hizo sin mirarle, y sus ojos siguieron rastreando la zona. — Estaba pensando en algo. — removió algo de paja con el pie — Valev Carnicero es Valev. Tu Valev, ¿verdad? — le miró brevemente, pero apartó la vista enseguida — A propósito... ¿cómo estás?

Klunurig olisqueó el aire, y luego se arreó un par de palmadas en la oreja. Seguía oyendo aquella extraña voz en su cabeza, hablándole en una lengua que no era la suya (y esto último era lo más raro) y diciéndole cosas sobre la escalera. Gruñó, y dirigió su atención hacia aquella estancia llena de paja, que inspeccionó superficialmente.

- Mis hermanos estuvieron aquí. - dijo con voz queda.

Se adentró en el interior, tratando de discernir por dónde podían haber ido. ¿Los habían liberado? Klunurig no lo creía. Quizá habían aprovechado el caos y se habían amotinado contra sus captores. Aquella idea le hizo sonreir por un momento. Sí sin duda tenían que haber encontrado al fin agallas para rebelarse contra sus captores.

Mantengo a Jiłhazhí a mi lado en todo momento y no entro en el edificio hasta que mis compañeros me confirman que es seguro cruzar la puerta.

Al otro lado hay una herrería y, aunque a mí no me produce el mismo entusiasmo que veo en los ojos de Thorwyn, me alegro por él.

—Ahora tendrás un lugar donde fabricar esas impresionantes armas mágicas de las que siempre hablas —le animo con una sonrisa. Todos necesitamos una razón para convencernos de seguir adelante y no salir corriendo de aquí sin mirar atrás.

Entonces oigo a Klunurig y no puedo evitar sentir curiosidad sobre lo que dice.

—¿También capturaron a tus hermanos? —me resulta inverosímil que pueda haber por aquí más enanos que se crean hombres-lagarto pero quién sabe. Más raro es ser una madre sin haber dado a luz y estar criando un bebé de dragón.

Con los fuegos de la fragua apagados, el lugar estaría a oscuras si no fuera por la escasa luz que se cuela por la puerta abierta y a través de las pequeñas ventanas y porque la punta de mi lanza emite su propio resplandor azulado. Bajo esta luz inspecciono la zona tratando de descubrir indicios de alguien oculto acechándonos entre los montones de paja.

Tras el indispensable saqueo de los muertos en el que Kylian no pudo participar por motivos obvios, por fin se pusieron en marcha. Al menos había podido ojear los libros de aquella pequeña biblioteca y sinceramente, le parecía un pequeño tesoro. 

Notó también como algunos de sus compañeros evitaban mirarle a la cara. Podía ser que su nueva forma les fuera desagradable a la vista. Él no lo sabía, pues aún no se había cruzado con espejo alguno. ¿Se vería reflejado en uno? Esa era sin duda una buena pregunta. Sólo Lluvia parecía poder comprender en cierta medida su "transformación", y el sacerdote difunto lo agradecía. 

Ya en camino hacia el edificio que la chamán había marcado con el dedo, fue Enrielle quien se dirigió a él. Una pregunta extraña, que le cogió por sorpresa. Al parecer habían encontrado un nombre del pasado que Kylian seguía teniendo muy presente, en una lista oscura llena de identidad es nerakanas. 

El espectro encaró a la arquera y dudó unos momentos antes de responder. Si no tuviera la terrible mueva perpetua en su rostro, puede que la arquera hubiera visto la duda en el bibliotecario, e incluso hubiera empezado a sudar de estar vivo, pero no fue así...

- Si. - Respondio Kylian. - Ese era mi Valev. Aunque no conocían su sobrenombre. "El carnicero"... - Hizo una breve pausa. - No suena muy agradable. - Añadió. - Sabía que estaba con Arbena. Le conocí cuando me infiltré entre sus filas. Nunca pensé que fuera un miembro importante de la organización, pero si está en esa lista... - Hizo otra pausa. - Se que había oscurecidad en su corazón, pero también había luz tratando de abrirse paso. O eso me pareció a mí o eso quise creer. Lo cierto es que nadie me trató nunca como lo hizo él. Supongo que... - Hubiera inspirado profundamente de haber tenido pulmones. - ... supongo que me dejé llevar. 

Enrielle se detuvo, viendo a Lluvia Estelar pinchando los montones de paja, pero escuchando a Kylian.

—Hmm...— respondió, tomándose un momento para mirarle.

Era muy extraño hablar con él porque parecía que no estuviera muerto. Salvo por el sonido sobrenatural de su voz y su horrible aspecto etéreo, claro.

Por qué estaba allí y Lowen no era una incógnita a la que ni siquiera Lluvia Estelar tenía respuesta. Y quizás por el extraño sueño que había tenido esa mañana, de alguna forma era reconfortante para Enrielle.

—Ya, entiendo. Sabes, recuperé su... su dedo de tu... cuerpo. — dijo en un susurro casi imperceptible, sin saber bien por qué quería contarle aquello. — Lo puedo llevar, hum, hasta que me digas lo contrario. Sin... sin problema.

No os lleva mucho tiempo registrar por encima la planta baja del torreón noroeste, al que se llega desde la herrería cruzando una arcada sin puerta.

El lugar está totalmente desocupado y no encontráis en él nada que pueda ser considerado de valor. El único elemento destacable, si es que puede ser considerado como tal, son las grandes escaleras que conducen a los niveles superiores de la torre. No escucháis ningún sonido procedente de ellos que indique la presencia ni de enemigos, ni de aliados. O están preparándoos una emboscada ahí arriba, o verdaderamente no queda nadie.

- Enrielle parece mucho más dulce de lo que desea aparentar. - Reflexionó para si el bibliotecario fantasma. - No todo el mundo portaría el dedo putrefacto de un hombre con fama de "carnicero", porque el espectro de un fanático difunto del que sospechaba en vida que era un traidor, se lo pudiese en sueños...

Ciertamente así era. Enrielle podía aparentar ser dura como una roca, pero en el fondo era como casi todas las mujeres, esperaba a un príncipe azul que canbiara su mundo y la colmará de felicidad e hijos. ¿Encontraría a ese príncipe? Difícilmente, pues por desgracia no existían y en aquella historia ya había uno, el bueno de Valev, o su dedo al menos y dada su fama era cuanto menos, un príncipe azul algo defectuoso. 

- Gracias. - Le dijo de forma sincera. - Mi idea era buscar un sacerdote que pudiera devolverle a la vida, pero... - Se quedó pensando unos instantes. - De cada vez estoy menos seguro de lo que debo hacer. Supongo que... Le idealicé. 

Podría estar hablando con Enrielle, "la Confesora", durante horas, y aunque él tenía todo el tiempo del mundo, había una fortaleza que explorar y él ni se iba a quedar atrás, sino todo lo contrario. 

- Voy a echar un vistazo allí arriba. - Comunicó. Sin más, avanzó flotando hacia el primer piso. 

Enrielle no respondió. Le seguía dando mucho asco el llevar ese dedo, que apestaba incluso dentro de la bolsa y envuelto en la tela, y más sabiendo que su  propietario original que había sido un asesino, por mucho rizo dorado al viento o la supuesta alma luminosa que tuviese en su corazón.

Pero...

El fantasma de Kylian, tal y como hablaba, parecía anteponer la resurrección de ese tipo antes que la suya propia. Cosa que por otra parte Enrielle dudaba fuertemente de que fuese posible, menos aún a partir de un sólo dedo podrido.

Observó a Kylian marcharse flotando al piso superior. Sí, podía ser que lo hubiera idealizado y ahora dudara, pero no cabía duda que ahí había amor. Y aunque no le gustase reconocerlo, era posible que esa fuera la fibra sensible que el clérigo había tocado 

Incómoda, Enrielle apartó de su cabeza tan tontos e inutiles pensamientos y avisó a los demás, chasqueando los dedos.

—¿Nada por ahí? Bien, vamos a subir. Kylian se adelantará, nosotros le seguiremos.—dijo en voz baja conforme se acercaba a la escalera, esperando al resto para subir todos juntos.

Como no encuentro nada entre los montones de paja y tampoco escucho ningún ruido en la planta de arriba, me imagino que el torreón habrá quedado abandonado. Me gustaría pensar que ese mago del que nos habló la naga ha aprovechado nuestro sueño nocturno para escabullirse y que la fortaleza ya es nuestra, pero es posible que si todavía está por aquí sea capaz de herir incluso al fantasmal Kylian. Es mejor ser prudentes y no separarnos por si acaso hubiera alguien al acecho.

En silencio, por señas, indico al pequeño dragón de Latón y a los demás que sigamos a nuestro despreocupado amigo escaleras arriba.

Klunurig revisó aquellos jergones de paja, asintiendo brevemente a la pregunta de Lluvia sobre sus hermanos. El bakali no terminaba de entender lo que le preguntaba la mística, pero en su mente todo tenía sentido, pues para él los escamosos eran sus hermanos, los únicos que tenía. Cuando el vengativo espectro decidió subir hacia arriba*, y la mujer-arquera indicó que le siguieran, el bakali asintió con un gruñido, e hizo un gesto con las manos, taponándose la boca, como para dar a entender que andasen en silencio.

- Klunurig delante. No ruido. Chsss.

Haciendo honor a sus palabras, sobrepasó a la mujer-arquera, adentrándose por las escaleras con pasos lentos, cuyo sonido quedaba amortiguado por la pátina de musgo que cubría parcialmente sus pies. 

Subís a la primera planta del torreón tan sigilosamente como vuestro equipo de batalla os lo permite y descubrís que también en este nivel, la estructura está conectada con el edificio anexo por medio de un arco de piedra, sin puerta.

Registráis la zona a conciencia y Enrielle reconoce, por los arañazos en los suelos de madera, que este nivel de la torre albergaba las habitaciones de los draconianos. Ninguna de ellas cuenta con grandes lujos, aunque la estancia situada más al norte tiene su propia chimenea y una cama de mayor tamaño que ninguna que hayáis visto hasta la fecha. Los arcones están todos cerrados pero en su interior Lluvia Estelar no detecta ninguna aura arcana.

Tampoco en la armería detecta ninguna fuente de magia más allá de las que vosotros mismos lleváis encima, pero el lugar está bien surtido. Thorwyn estudia con ojo experto las armas y se da cuenta de que, aunque en su mayoría son funcionales, no son de una calidad extraordinaria. Incluso algunas están embotadas, oxidadas y descuidadamente amontonadas en el suelo como chatarra sin valor. Sin duda, potencial materia prima a partir de la que trabajar más adelante para fabricar armas legendarias, piensa el arcanista enano.

Una escala de cuerda sube desde la armería hasta una trampilla en el tejado desde la que os dispararon los arqueros nerakanos. En el torreón, en cambio, la escalera de piedra sigue ascendiendo hasta el nivel superior en caso de que deseéis explorarlo. Tampoco allí arriba se oye a nadie desde donde os encontráis.

─Aquí no hay nada digno de mención, salvo por las flechas... ─susurró una vez más el enano haciendo uso del hechizo de Cuchichear mensaje.

Aquello era un desperdicio de metal amontonado. Los humanos eran descuidados, ineficientes y vagos, unas condiciones que el compartir hogar con draconianos, bakalis y goblins no debían mejorar.

El enano tuvo el instinto de escoger un escudo para él, dadas sus escasas reservas mágicas, pero para alguien como él, que había esquivado hábilmente la instrucción militar, sería más un perjuicio que una ayuda. Incluso una rodela le molestaría y le impediría lanzar la poca magia que tenía todavía disponible.

─Subamos ─susurró en plural, pero echando una mirada de reojo al otro "enano", fue hacia arriba tratando de hacer el menor ruido posible.

Resultaba curioso que precisamente ellos, que eran de raza enana, una raza famosa por llevar armaduras pesadas y ser ruidosos y gritones, fueran tan discretos y sigilosos a la hora de avanzar. Eso sí, sus cortas piernas no les permitían avanzar demasiado deprisa precisamente.