Partida Rol por web

- Entiendo - respondió procesando todo lo que comentaba el guardabosques - Me alivia de hecho el saber que Ren tuviese la precaución de poner a alguien del lugar a supervisar la explotación de madera - terminó con una sonrisa.

- No hay que perder tiempo - se incorporó de un salto - la información que me has proporcionado ha sido muy valiosa, Écedor, ahora debo retornar para encontrarme con mis compañeros que viajan más lento y decidiremos el siguiente paso - se dio vuelta saludando.

- Si lo prefieres puedes acompañarme, seguro tu conocimiento del terreno nos será de utilidad para hallar la raíz de todo este asunto - agregó antes de partir definitivamente - Voy a caballo -

 --- Mosco "Goodfire" Murdock ---

Leandro tomó de nuevo la palabra para despejar las dudas a Mosco.

Bueno yo no soy ningún experto en orcos. Tal vez tu hayas visto muchos, pero yo es la primera vez que me topo con ellos. O más bien que ellos se echan encima nuestra y no me paré a ver lo que hacían con la mercancía. De hecho no intentamos protegerla. Nuestras vidas valen más. Nos dispararon pero no nos dieron, no tenemos flechas de recuerdo. Quiero decir que no nos dieron a nosotros, me consta que alcanzaron a algunos ciervos. Pero nosotros estábamos preocupados en salvar nuestro culo y no miramos atrás ni una sóla vez. No sé cuántos eran, no los conté. Más de diez seguro. ¿Menos de veinte? Yo vi como una docena, pero no me fije, puede que hubiese más.

Écedor es un semielfo que se queda en el Refugio mientras nosotros traemos la mercancía. Se mueve por el bosque como pez en el agua. He visto pocos tipos tan competentes y autosuficientes como él, es como un hermano mayor para nosotros. Y adora el bosque. De hecho le llamamos Écedor amigo de los fresnos, para que veas. Ha llegado a un acuerdo con Chakta Ren para hacerse cargo de la explotación y que solo tomemos lo que el bosque puede darnos sin dañarlo. 

Luego añade con curiosidad.

Y tú, cómo sabes tanto de orcos. ¿Has luchado contra ellos?¿Has vivido entre ellos? 

--- Ralfinder ---

¿Viajas acompañado? Pareces moverte bien en los bosques. ¿Cuántos sois? Tal vez podáis transportar vosotros la mercancía que queda en El Refugio hasta Ciudad del Río Púrpura. - Se pasó una mano por la cabeza pensativo - eso daría un poco de aire a Chakta. ¿Qué me dices? Seguro que os paga bien.

Por mi parte, no tengo interés en ir a la ciudad. Sabiendo que los muchachos no han resultado heridos me quedo más tranquilo y no veo motivo para avanzar más en esa dirección. Rastrearé la zona, aunque igual que en las otras ocasiones no creo que encuentre nada útil.

- He luchado con casi cualquier cosa que puedas imaginar, muchacho. – apuró su segunda jarra – En el ejercito del Emperador te acabas enfrentando a casi todo… si sobrevives el tiempo suficiente y, maldita sea, yo sigo jodidamente vivo jajajaja – fue a darle otro trago a su cerveza y estaba vacía – Bah, maldita sea. Sentado aquí no voy a resolver nada. Muy bonito todo eso de no dañar el bosque – dijo con un tono que dejaba en bastante evidencia que aquello no le preocupaba – Hablaremos con ese Écedor y a ver que sacamos en claro sobre el terreno. Si os acordáis de algo más antes del alba, buscadnos en la Neverwas Haul. En la caravana todos saben cuál es. Si no, saldremos para allá con las primeras horas del sol para arreglar esto. – con lo que se levantó dispuesto a marcharse.

Augusta dudaba que hubiese forma humana, o enana, de hacer que el Haul pudiese desplazarse por el bosque. La casa rodante era invaluable para recorrer las calzadas imperiales, y con cierto cuidado, podía llevarles por los caminos de las llanuras. No obstante, había visto a Balaudrin hacer algunos milagros con sus ingenios y sus runas, y no se llevaría una gran sorpresa si el enano se sacaba de la manga alguna manera de obrar lo improbable.

Ralflinder habrá tenido más éxito que nosotros, dijo. Nadie se movía por la floresta como los elfos, y su compañero era un guardián de los bosques entre los suyos. 

Recogió su petate y el arcabuz, y se echó a andar junto al enano, camino de vuelta hacia Ciudad del Río Púrpura y el Haul. 

- Somos cuatro viajeros en total - replicó - somos un grupo variopinto la verdad. Creo que es una buena idea, la propondré cuando los vea - extendió la mano en señal de saludo meintras avivaba el paso.

- ¡Estoy seguro que nos veremos nuevamente Écedor! Si ves un vehículo bastante peculiar yendo hacia Refugio, somos nosotros - termino de hablar, se colocó la capucha y se internó rápidamente entre los árboles.

Su amigo equino no estaba muy lejos de la zona, lo llamó con un grito, se montó y galopó raudo nuevamente camino a la Ciudad del Río Púrpura.

Aquel lugar había sido tan bueno como cualquier otro para montar un pequeño campamento para pasar la noche, encender un pequeño fuego (solo con ramas que ya se hubieran caído… no tanto por no enfadar a Ralf como porque de otra forma no estarían secas para arder bien y habríamos montado una humareda para ahumar sardinas púrpuras…), sacar las provisiones, degustar lo que había podido cazar Ralf en el camino y ahora ya disfrutar el licor que estaba pasando Mosco, que a pesar de ser un bebedor empedernido era generoso en compartir con sus compañeros lo poco (o mucho) que tuviera.

La cabra de Mosco estaba atada cerca mascando algo probablemente incomestible para cualquier otro animal.

- Si no están en las cuevas, que fue una gran idea Balaudrin, y no encontraste huellas, quizás estén en las ramas. ¿Lo habéis pensado? – propuso como idea descabellada a explorar.

- Por mi parte o bien nos damos una vuelta a revisar las opciones ilógicas como buscarlos en los árboles o bien nos preparamos para llevar la madera del segundo envío. – encogiéndose de hombros como si le diera lo mismo lo uno que lo otro

- Si nos decantamos por hacer el envío, yo diría de explorar bien el camino y preparar unas cuantas trampas en la zona que es más probable que nos ataquen, como esa en la que atacaron a los chicos, y, por supuesto, inspeccionar el Refugio ese dónde hacían vida mientras reunían la madera.

Se giró a Ralf.

- ¿A ti que te pareció el Écedor ese? ¿Te pareció de fiar?

El reencuentro del grupo había sido un momento esperado. Mosco y Ralflinder traían cada uno sus noticias, aunque las del halfling ya las conocían. Nada más ver a Raflinder, el enano se había acercado a tocarle la mano izquierda, algo que había hecho también con Mosco y con Augusta antes de partir, y que, de hecho, hacía cada cierto tiempo, aunque ninguno entendía porqué. Y si preguntaban, Balaudrin sólo respondía con un "por si acaso".

Balaudrin escuchó con interés la información dada por el elfo, confirmando que el tal Écedor tampoco había podido asegurar que los atacantes fuesen orcos. Aquello le pareció interesante, aunque no dijo gran cosa en lo que se ponían en marcha, y solo cuando ya hubieron detenido el Haul y se hubieron sentado en torno a la hoguera, barruntó alguna cosa.

- Nadie ha confirmado que sean orcos, y todos coincidimos en que la naturaleza de los ataques hace pensar lo contrario. - decía el enano - Nunca he sabido de orcos que tengan tantos miramientos a la hora de matar a sus víctimas. Así que o son orcos muy peculiares e interesantes, o no son orcos.

El razonamiento de Balaudrin siguió en la línea de la segunda hipótesis.

- Debo de reconocer que fue decepcionante no encontrar indicios de cavernas bajo nuestros pies. Pensé que tal vez estas hubiesen servido a las gentes del Cruzado, que bien sabemos que andan cerca, y bien sabemos que tienen intenciones cuestionables, aunque saquear cargamentos no sea su signo. Pero esta idea se me antoja remota, sin que nada conecte el nido infernal cercano con estos parajes. - se rascaba la barba con la mirada perdida en el horizonte - Mi pensamiento es que quizá fuese el propio Écedor el que sabotease la expedición, o incluso el propio Chakta Ren, por motivos que no resultan del todo claros. Tal vez Écedor no está tan de acuerdo con la actividad como parece, y solo finge apoyarla al tiempo que la sabotea para así desalentar a Chakta Ren, pero sin causar muertes, pues eso no sería propio de su naturaleza.

Todos aquellos pensamientos escapaban sin filtro alguno de la boca de Balaudrin.

- Aunque parece extraño que Écedor matase a los ciervos, por otro lado. - se encogió de hombros - No me opongo a transportar la madera, aunque no tengo razones para ayudar a Chakta Ren tras el trato que nos dio. Pero no quisiera hacer el trabajo de cargarla con éxito y que el asunto de los ataques quedara sin resolver. Tengo demasiada curiosidad. - asintió - Creo que hemos de asegurarnos de que los asaltantes actúan de nuevo. - miró a Ralflinder - Supongo que tu apego general hacia los animales incluye también a los ciervos, ¿no?

Balaudrin pensaba en usarlos como cebo, pero seguro que al elfo no le gustaría la idea. Pero quizá esos bichos no le importasen tanto...

Sorprendió a Augusta encontrarse a Mosco en buen estado de salud. Ni siquiera lo habían perseguido hasta el bosque con garrotes. La moral debía estar todavía demasiado baja. Una buena noticia para el cuarteto, que tal vez podrían contar con un recibimiento amable entre los aldeanos. 

Ralflinder estaba también de vuelta, con noticias frescas, pero ni uno ni otro, ni ellos dos, habían averiguado nada que les fuese a evitar una campaña por la floresta. 

¿Saben en el pueblo que planeamos traer el cargamento? preguntó la mujer. Ya que sospechamos de juego sucio, no descartemos a los lugareños. Algún enemigo de Chakta Ren, o alguien que quiera quedarse el negocio, o lo interese que fracase por la razón que sea. 

Augusta acababa de encender su pipa, y el aroma del tabaco, entre sulfuroso y floral, se entrelazaba con el de madera quemada de la hoguera.

- Yo les dije que nos íbamos a encargar del tema, pero no de lo del cargamento. De todas formas, el Refugio está a varios días del pueblo. No creo que tengan unos días fijos para llevar la carga y si algún espía los vigilaba tendría nada más que uno o dos días para avisar a los “orcos” y ponerse en marcha para lanzar el ataque en el sitio adecuado. Seguro que el viejo – levantando la “petaca” en dirección a Balaudrin – puede calcular al segundo la distancia máxima a la que podrían estar. Eso acotaría el área a revisar para buscarlos y quizás hiciese más fácil la tarea. – propuso.

Balaudrin le dio algunas vueltas al comentario de Mosco. Dos días en un área radial desde el punto del ataque, pero teniendo en cuenta que el informador tendría que partir desde el Refugio, y que la guarida no podía estar en la ruta de la madera (salvo que fuese invisible). Aquello trazaba un área con forma elíptica, con dos posibles focos, uno el campamento, el otro la base, y radios determinados por la distancia que pudiesen recorrer los atacantes en un día, que no era sencilla de calcular. Se encogió de hombros.

- Son muchas variables. Y la superficie es muy amplia, aún suponiendo que los atacantes no sabían nada de antemano. - es decir, que no eran ni Chakta Ren ni nadie de la ciudad. Miró a Ralflinder - Lograste encontrar el lugar del ataque. ¿No había ningún rastro que partiese desde allí?* Algo que nos pudiese guiar hasta ellos de forma directa...

El enano quedó sumido en sus pensamientos un rato. Posibilidades, muchas posibilidades, un bosque de ellas.

- Estaría bien echar un vistazo al lugar del ataque. Quizá nos aclare las ideas.

Después de aquello y de darle un trago a su jarra de cerveza para pasar los últimos trozos de cecina y pan, el enano se acurrucó junto a su manta, con intención de dormir.

A la mañana siguiente, Balaudrin revisó las ruedas del Haul, y se aseguró de acercarlo a una zona arbolada, donde musitó un pequeño encantamiento rúnico que hizo que el carro adoptase el color del entorno, haciéndose menos visible para los viajeros. Por si acaso, grabó también una pequeña runa de alarma en su puerta, y cerró con cerraduras triples para evitar la entrada de animalejos. Si alguien más diestro hallaba el carro y forzaba su entrada, al menos él lo sabría**.

- Si, pasaremos por el sitio de la emboscada camino a Refugio, por lo que todos podrán contemplarlo - respondió al enano y agregó - Algunos creen que tener animales atados para carga, tiro y monta es cruel; yo asevero que la crueldad, si la hay, viene del trato de quién lleva a esos animales. Os puedo asegurar que es posible contar con la ayuda de bestias, grandes y pequeñas, sin necesidad de arneses, fustas o espuelas - suspiró y miró el cielo azul nuboso.

- Se que no entenderian cómo lograrlo aunque quisieran, cómo yo tampoco entiendo los artilugios de Balaudrin ni su necesidad de crear una imitación de una criatura usando runas y extrañas artes - se encogió de hombros - Cada uno a lo suyo, todos tenemos que morir y saben bien que cazar es una actividad necesaria para alimentarnos y vestirnos -
- Aunque sacrificar ciervos solamente cómo carnada es algo que me suena demasiado desesperado, seguro encontraremos otros métodos menos cruentos -

Se volvió al mediano - Todo lo que me dijo Écedor tenía sentido con lo que pude ver con mis propios ojos, aunque claramente alguien astuto podría haber enmascarado los hechos para que encajen con su historia - dio unos pasos y se irguió sobre una roca musgosa - No me dio la impresión de ser alguien de corazón taimado, sobre todo porque su primer impulso fue intentar saber sobre la salud de los trabajadores. Aparentemente hay una relación estrecha entre ellos -

Augusta aspiraba de la pipa en profundidad. Retenía el humo largo tiempo, disfrutando de sus picotazos aromáticos, y cuando lo dejaba salir, lo hacía sin forzarlo, abriendo apenas los labios.

No nos persigue la urgencia, dijo. No nos faltará el tiempo para inspeccionar el refugio, preguntarle a ese Écedor y preparar cuantas trampas les hagan sentirse con confianza. 

Era bueno, se decía, tras las largas jornadas de viaje y pasividad, volver a estar en acción. Tan sólo le preocupaba la presencia de cruzados en la región, mas no podía evitarles por siempre, así que, si cruzaban caminos, no dudaría en hacer lo que fuese menester. 

Mosco dio un trago a la petaca de nuevo que empezaba a pesar demasiado poco. Tendría que coger dos o tres de reserva del Haul para el viaje. Mejor cuatro o cinco. Seis. Seis estaba bien. Con eso debería tener para al menos… un par de días… más o menos… probablemente menos…

- Entonces tenemos: investigar el lugar del asalto, investigar el Refugio, preparar trampas y mi primo – refiriéndose a Raflinder – se encargará que los ciervos tiren de la carga sin necesidad de usar arneses ni fustas. ¿Es correcto? ¿Me dejo algo? – resumió para tener todos las cosas claras antes de irse a dormir.

- ¿Cómo organizamos las guardias esta noche? ¿Cómo siempre?

Balaudrin se concentró en su magia, escogiendo algunas runas que esparció por el lugar, mientras invocaba una serie de palabras concretas. Sin embargo, aquel día no estaba muy inspirado. Tanta planta le daba un poco de alergia, y entre estornudos no se concentraba demasiado bien. Al final, para compensar, le echó unas pocas ramas por encima al carro, confiando que eso bastara.

- ¡Mal, viejo! Estás usando las runas de siempre. ¿No lo notas? Estamos sobre una línea dragón del bosque. Tienes que cambiar el orden y la distribución, asemejarlo a un árbol para que trabajar a favor de la magia del lugar en vez de en contra.

- Anda, dame la tiza y yo empezaré a redibujar por este lado. O mejor, olvídate de la tiza. Trabajaremos con lo que tenemos a mano. Seguro que las ramas y barro podemos hacer unas runas super apañadas. – le dijo poniéndose manos a la obra.

Hacía tiempo que llevaba ayudando a Balaudrin con sus rituales y aunque aún no los dominaba como el enano algo se le estaba pegando… claro que al viejo cascarrabias no le solía gustar los efectos del caos que la intervención del helfling atraía.   

Por fin llegaron a la zona del ataque, dónde yacían los cuerpos de los ciervos ensartados con flechas. Ya estaban despidiendo un olor nada agradable y estaban siendo devorados por los carroñeros de aquellos parajes: algunos mapaches y cuervos de plumas grises y blancas se amontonaban, limpiando huesos y pieles por igual.

El elfo observó hacia un costado, señalando marcas de sangre negra y un claro rastro de que el cuerpo había sido arrastrado - Un oso se ha llevado la pieza entera. Je! el bosque está reclamando a los suyos, el espectáculo ha cambiado bastante en estos días - algunas de las aves aletearon y se subieron a las ramas bajas de los árboles cercanos - Y esos cuervos... la primera vez que los ví no los reconocí como tales, esos plumajes claros muestran que han venido del norte -

Llamó con el brazo a sus compañeros - Por aquí están los restos de los ciervos despellejados - una nube densa de insectos de movía entre los restos - Si algo más había para ver, los mismos animales se están encargando de ocultarlo -

Balaudrin se acercó a la zona del ataque sin prestar mucha atención a los animales abatidos. Aquello debía de ser un espectáculo común en el bosque, ver animales muertos siendo devorados por animales vivos. Nada que le interesara demasiado al enano.

- Buen Ralflinder, ¿podrías mostrarme la localización de las pisadas?

Tras recibir las indicaciones de su amigo elfo, el enano se acercó, tomando una varilla recta de metal que introdujo en diversas huellas, al tiempo que él mismo se ubicaba en zonas de terreno que le parecieran similares. Un planteamiento sencillo para tratar de discernir si los atacantes llevaban armaduras de metal.

- Augusta, ¿puedes ponerte aquí un momento? - le pidió a la guerrera en varias ocasiones - Gracias, gracias.

Sus compañeros tenían paciencia con él, confiando quizá en que sus cábalas arrojarían nueva luz sobre aquel asunto.

Balaudrin se entretuvo un rato con aquellas maniobras, y en algún momento sacó de su bolsa una pequeña libélula metálica, que se encendió con un brillo rúnico y comenzó a zumbar con sonido agudo y vibrante.

- Busca ramas rotas en los alrededores, o marcas en las copas de los árboles. - la soltó, y la libélula comenzó a revolotear a su alrededor.

Balaudrin le había echado casi literalmente a patadas mientras realizaba el ritual, pero Mosco sabía que lo estaba haciendo mal y con esas ramitas que le había lanzado por encima nada más no iba a ser suficiente. ¡No estaba teniendo en cuenta las malditas líneas dragón!

Cuando terminó su trabajo Balaudrin se limitó a adelantarse con el resto del grupo, pero Mosco se demoró discretamente. Ser pequeño, silencioso y que no te tomen en serio tiene grandes ventajas.

Rápidamente utilizó lo que tenía a mano para arreglar aquel desaguisado. En aquella runa utilizó un poco de barro (¿o era boñiga? Bah, no había tiempo) para modificarla, en esta meo encima para borrarla porque sobraba y allí añadió otra con unos rayajos rápidos con una piedra y acá otra con unos palitos unidos con barro.

Bah, no era bonito, pero era efectivo. Ahora el poder de las líneas dragón fluía con harmonía en la dirección correcta con las runas para que el camuflaje fuese dinámico en vez de estático, se ajustaría mejor a lo que el observador esperaba encontrarse.

- ¿Es que uno no puede ya ni mear tranquilo? El maldito bosque no se va a mover de su sitio… - se limitó a contestar refunfuñando al ser preguntado por su retraso.

- Viejo, te estás olvidando de tener en cuenta la humedad del suelo. Si el suelo estaba más mojado cuando lo transportaron que ahora sus huellas serían más profundas de lo que lo estamos dejando y en estos días la lluvia y el viento habrá reducido el perfil de las huellas. - le apuntó Mosco para que lo tuviera en cuenta en sus cálculos.