Partida Rol por web

Hubo Lope de componer en su mente, y de una manera rápida y espontánea, unos versos con los que deshacer el tormento del alma de Pietro, y como muestra de respeto del difunto. Y tal que así, pensando Honoria en el causante de aquel mal (que no se decantaba por la misteriosa mujer de la noche anterior), hubísteis de seguir camino hasta el monasterio a donde íbais. Como bien apuntábais, tal vez los monjes de san Juan de la Loma hubieran de recoger el cuerpo y darle digno entierro tras unas oraciones. Pietro miró una última vez el cuepro de su hermano, quedándolo allí, bocarriba, a la suerte de las alimanas que bien pudieran hacerse con él...

* * *

Media hora después, siguiendo el rumor del Carrión en paralelo, cruzásteis un arroyo ahora seco que salía de él a modo de pequísimo afluente. Cruzásteis un puentecillo de madera (en el que fue suficiente dar un par de pasos para hacerlo) y pronto llegásteis a una zona floreada, una especie de pradera, bajo un montículo, que no era sino un hermoso paraje. 

Al fondo podían verse unas lomas, y antes de ellas se dibujaban algunos arbustos que pronto habríais de cruzarlos para acabar, finalmente, en el monasterio indicado. Algunos viajeros, durante ese tramo del trayecto, os pusieron en sobreaviso: el monasterio de San Juan de la Loma andaba cerca, e íbais con buen tino y dirección adecuada. Y resultó que, con el sol del mediodía en lo alto, la pradera terminó y llegásteis a la zona más peñascosas y arbórea (que no llegaba a ser bosque). Cruzásteis entre algunos árboles, y enseguida escuchásteis un llanto en una especie de recodo. Era el llanto de un bebé. A su vez, cuando os interesásteis por él llanto, el grito de una mujer acudió también a vuestros oídos. Entonces reconocísteis enseguida el mismo timbre de voz: la misma mujer de la que Honoria tenía tantas dudas. Procecían proceder de unas peñas altas concentradas en una zona, en realidad, algo escondida.

Al final estaba en lo cierto, un llanto de bebé acompañaba al de la mujer misteriosa. Llámalo sentido femenino o de mujer, llámalo destino, el caso es que sabía desde el principio que el bulto que ocultaba era un neonato. Esa sensación de madre acudió a mi; también mi valentía, o mejor dicho, locura. El caso es que algo en mi me hacía ir a ver qué la pasaba a la pobre mujer, pero sobre todo era el llanto del bebé lo que me empujaba sin remedio a ir a donde se escuchaba. Sin esperar a los demás, salí corriendo en pos de ayudar al pequeño y a su madre, si es que ella lo era. Al final, cualquier mujer era la madre de cualquier niño, si lo cuidaba.

-"Por Cristo, es la mujer y está otra vez en apuros."

Aquella maldita mujer no dejaba de aparecerse para causar problemas, no cejaba en su empeño de entrometerse en el camino que ellos estaban tomando. Clamó al cielo en silencio, pues él era hombre piadoso y temeroso del altísimo, no pensaba arriesgarse a que le castigaran por pronunciar palabras indebidas.

—Se entromete de forma constante en nuestros pasos y siempre lleva el caos y el peligro tras ella, estoy harto de bordearla. Vayamos y veamos que está pasando.

Pese a hablar con cierto arrojo, con el que buscaba paliar su cobardía anterior, realmente no deseaba encontrarse con la mujer. Pues después de haber escuchado los relatos de los hombres muertos que caminaban alrededor de ella, no se le hacía nada agradable su presencia.

Con el arco en la mano y a paso lento, pero medianamente firme se encaminó a ver que pasaba con la mujer misteriosa.

Yo sigo a mis compañeros, pero a paso normal y sin intención de ser sigiloso.

Añado que estoy totalmente convencido de que esa mujer es la misma que vimos por la noche, y que está definitivamente involucrada en los asesinatos y de hecho es la asesina de mi hermano. Como Lope y Honoria han expresado dudas al respecto no lo comentaré, pero avanzo detrás de ellos mientras doy golpecitos con los dedos en la funda del coltell y voy susurrando para mis adentros:

Desperta ferro... desperta ferro...

Para que se vaya espabilando, que pronto lo voy a poner a trabajar.

Honoria fue la primera en echar a correr, y tras ella acudió Lope, acariciando su arco y luego sujetándolo bien. Después Pietro marchó tras ellos, tentando su coltell con sus dedos, sin intención ninguna de procurar sigilo (y es que tal vez ya estuvieran tan despreocupado de la situación tras ver a su hermano morir en sus brazos que quizá aquella sería una reacción totalmente normal.

Tras recorrer un trecho y borderar las rocas salientes del suelo, vísteis una zona clareada y rodeada de árboles. Allí dos tipos con túnica que parecían monjes tenían retenida a la mujer de los gritos contra un árbol (efectivamente, era la mujer de la noche anterior). En realidad, uno de los tipos, uno que bastante más corpulento que el otro, retenía a la mujer sujetándola detrás de ella, a través de sus brazos en su espalda. El otro deshacía una soga y comenzó a enrrollarla por el cuerpo de la mujer, así como por su boca, para evitar que gritase. Ante todo ésto, un bebé recién nacido al parecer , tendido en la hierba junto a la inusual escena, estaba llorando desconsoladamente. Parecía estar bien, entre sus pliegues recogidos. Esto lo veíais a cierta distancia, a veinte o treinta varas.

Al llegar al claro y ver a los dos tipos, bueno, mejor dicho, a los dos monjes atar a la mujer a un árbol, me quedé de piedra. ¿Pero qué hacían estos desalmados? Vi cómo el bebé estaba tendido en el suelo, desamparado, llorando. Sin pensármelo dos veces, prorrumpí en el claro histérica y dirigiéndome hacia el bebé.

-"¿Pero qué demonios hacéis? ¿Por qué estáis atando a esa mujer al árbol? Y habéis dejado a esta pobre criatura desamparada en el suelo, al alcance de cualquier bestia. ¿Quiénes sois vosotros? Si de verdad sois monjes, no entiendo esta situación."

La locura se había apoderado totalmente de mi, febril como estaba, me arrodillé y recogí con sumo cuidado al bebé. Me levanté y le miré por si estuviera herido. Lo volví a arropar y me lo llevé al hombro para sosegarle, dándole pequeñas palmaditas en la espalda.

-"Ya, pequeño, ya. Ya está. Tranquilo. Shhhhh, tranquilo..."

Caminó con cierto cuidado, pero tras Honoria, que era demasiado impulsiva para su gusto. No podía hacer mucho más que acompañar a su compañera. La acción directa no era lo suyo y era más de fiar sus actos y logros a la palabra, por ese mismo motivo intentó hablar y sonar más amable que Honoria.

—Buen día buenos hombres, viajamos bajo mandato de la señora de estos dominios y nos gustaría saber ¿qué está sucediendo en este lugar? —dijo con una sonrisa amable e intentando sonar cordial. El diálogo tenía que ser la única vía posible para averiguar qué pasaba.

De refilón observó a esa mujer que de forma constante se les cruzaba, la misma que no cejaba en su empeño de meterse en líos y que dejaba un reguero muy profundo de cadáveres a su paso. Era normal, casi mundana, no entendía a qué se debía todo el ruido que provocaba.

—Os escucho con atención.

Cuando Honoria irrumpió en el claro los dos tipos se detuvieron un momento. El más grueso, quien tenía una barba poblada y vestía un hábito marron, levantó sus cejas y estiró entre sus manos la cuerda que ya tenía. El otro, un tipo más delgado y alto, dejaba ver una armadura de cuero (o al menos parte), bajo sus prendas con forma de hábito, también (y era quien tenía retenida a la mujer).

No dijeron nada antes las palabras de Honoria. La mujer corrió hacia el bebé, y enseguida contempló que era un niño recién nacido, a lo sumo con un mes o algo menos. Pero hubo algo que impactó de lleno a la curtidora: tenía por todo su cuerpos marcas o estigmas en forma de cruz. Brazos, rostros, pecho, piernas espalda... El muchacho tenía marcas a modo de cicatrices, pero a la vez parecía como pinceladas como si fuera un lunar expandido por la piel. Algo muy extraño. El bebé lloraba, pero era por el frío o hambre, tal vez (no porque estuviera enfermo, como así dedujo, a priori, Honoria).

Acto seguido llegaron tras ella Pietro y Lope. La palabra del segundo era la carta de presentación que siempre tenía delante de sí, pero pese a la cordialidad extrema no hubo respuesta contundente de aquellos tipos.

¡Mi hijo! ¡AYUDADMEEE! ¡AUXILIO...! ¡AUX... Uugh! -La mujer dejó de gritar cuando el tipo del cuero le apretó la soga entre sus labios.

Los dos tipos se miraron entre sí, y el más rechoncho asintió al otro, quien había dejado ya a la chica bien atada. Entonces caminó hacia vosotros, y mientras lo hacía sacó un cuchillo de grandes proporciones. Era un bracamante.

Acaba con ellos... -dijo el orondo, el de la barba, secamente, reteniendo él ahora a la chica-. Y quedó atrás, y el otro seguía marchando hacia delante, directamente hacia Lope. Sus intenciones eran del todo menos diplomáticas.

El tipo caminaba ahora más fuerte, y enseguida despuntó el bracamante que guardaba bajo sus prendas. En pocos pasos, pues su zancada era grande, estaría encima de Lope, con la intención de acabar con él.

Visto lo visto, saco el coltell y cargo contra el que tenga más cerca. Ahora sí, grito a pleno pulmón:

- ¡DESPERTA FERRO!

Ya no tengo tan claro como antes que la mujer sea culpable, pero lo que sí tengo claro es que aquí va a haber canto baturro, y alguien va a pagar por la muerte de mi hermano, y los tipos que atacan a mis amigos acaban de pasar al top de mi lista de asesinamiento.

Viendo que el tipo venía directa hacia nosotros, porque mis compañeros habían decidido esta vez intervenir, cosa que sumamente agradecía, decidí retrasarme unos metros y quedarme por detrás de Pietro y Lope. Ellos eran los hombres y los que sabían luchar, imaginaba. Con el niño entre los brazos, busqué un sitio resguardado y blando en el que poder depositarlo en el suelo, con cuidado. Una vez libre de cargas y viendo que el nene estaba bien y a salvo, busqué por el suelo guijarros que poder tirar a esos canallas.

-"Shhh, shhhh. Te voy a dejar aquí un momento pequeñín, no llores. En un rato estarás con tu mamá."

—¡Por Dios bendito! —exclamó el juglar sin poder evitarlo.

Él era un hombre de palabras, de música e historias, nunca de acción. No le gustaba la violencia y menos cuando la ejercían contra él. Por ese mismo motivo optó por echarse atrás en cuanto el desconocido más robusto amenazó con lanzarse contra él. Lope reculó todo lo que pudo buscar mientras agarraba su arco, con intención de defenderse de la única forma en la que podía llegar a hacerlo.

Turno 1:

Honoria tomó el muchacho de las marcas en su piel y se lo llevó lejos, desatendiendo el combate que ahora estaba ocurriendo delante de sus ojos. El niño seguía llorando, y la mujer miraba al niño desde la distancia. El tipo grueso y de barba retenía a la mujer con las sogas, mirando la lucha en sí en la distancia.

El tipo que marchó contra Lope trató de acuchillar al juglar con aquel gran filo, pero tal vez fue su gran ímpetu lo que le hizo errar; por contra, y en respuesta, Lope cargó una flecha y la disparo... Ésta viajó rápidamente hacia la cabeza del hostigador, pero lo único que hizo fue rozarle la oreja y desmembrarla... Ahora sangraba mucho por ella:

Daño (a Sujeto1): 1 (x2 en cabeza) (sin protección): 2 puntos de daño.

Actos seguido, y al grito de ¡DESPERTA FERRO!, Pietro se abalanzó contra su enemigo. En su interior pensaba en su hermano, y pareció que una fuerza desconocida lo hubiera poseído y se hubiera transformado en un auténtico almogavar como Pere... Entonces, el coltell del barbero entró una contundente vez en el brazo derecho del aquel sujeto, haciendo que su sangre saliera a borbotones... El tipo gritó un instante...

Daño (a Sujeto1): 11 (-2 por Gambesón Reforzado) (/2 por Brazo): 5 puntos de daño.