Partida Rol por web

—Deber, ah el deber. Alta palabra para altas situaciones, amigo Pietro. ¿Debemos adentrarnos en un bosque a oscuras a perseguir a Honoria, que a su vez persigue a una mujer, que es ciertamente perseguida también por unos hombres? —dijo el juglar sacando sus temores mediante una descontrolada palabrería— Quiero decir, y sin querer faltar a la persona de Honoria, hasta hace poco presente. ¿No debería Honoria haber pensado en el compromiso en el que nos ponía al echar a correr?

Carraspeó Lope mientras sostenía el arco, casi sin mover los pies de su posición, mientras en su interior se pugnaba una batalla de difícil resultado.

—Podemos acercarnos, pero a ver nada más. Desde la distancia... porque imagina que son soldados y nos confunden como bandidos... es complicado en mitad de la noche, con llovizna el hacer entrar a razones a hombres de armas. Y yo con poca luz, difícilmente podría defenderme con mi arco. Ahora ir a ver... si únicamente es a ver, eso sería otra cosa más aceptable Pietro.

Fue lo que finalmente dijo el castellano, tras aquel largo circunloquio.

Notaba detrás mía el aliento de los hombres que perseguían a la mujer que iba delante; ahora yo era su objetivo también. La mujer misteriosa corría como el viento, por lo que debía de conocer la zona muy bien. En la mano llevaba un bulto que no soltaba, por lo que debía de ser algo valioso para ella, quizá un bebé. Empecé a perder la distancia y tropecé con una rama que me hizo trastabillar varios metros. Cuando miré para adelante, vi desaparecer su figura en las sombras de la noche. Para no ser confundida con dicha fémina, intenté tirarme de cabeza en unos arbustos que hubiera cerca y que me taparan todo lo ancho que era. Con la oscuridad reinante, puede que esos tipos pasaran de largo y no me descubrieran. A ellos sería más fácil seguirles, debido a las antorchas que portaban, que irradiaban más luz que el farolillo. Una vez en el suelo, me tapé con helechos y hojarasca y me quedé quieta como un muerto. La capa, que era oscura, me cubría entera.

- Sólo a ver vamos, amigo Lope. Sólo a ver...- digo, y luego añado con desdén- Y sí, la moza debería haber pensado un poco, pero en fin, mujer es.

Así que lo dicho. Seguir a los hombres, pero sin arriesgar.

Maldijiste aquella caída un instante. Fue la acción justa y precisa como para que vieras a la mujer correr delante de tí y perderse, definitivamente, entre la oscuridad del bosque. Fue entonces cuando tus prendas se rebozaron entre la hojarasca mojada del hayedo, cayendo junto a unos arbustos. Tu capa, una vez, en estabas en el suelo, hizo el resto. Aquellos tipos, habiendo perdido la estela de la perseguida, ahora venían en tu dirección, y esperabas que no te vieran ahora a tí. Entonces escuchaste los pasos de las tres siluetas que pasaron a tu lado, se detuvieron un instante, y finalmente rumiaron algo:

Esa ramera no debe andar lejos -dijo uno-. ¡Hay que encontrarla! -añadió otro, con voz grave-. Debían estar decidiendo en qué dirección seguir- ¡Rápido! ¡No podemos pararnos! -añadió el primero-. Y notaste que siguieron su carrera, desapareciendo en algún lugar del bosque. Entonces alguien más venía detrás de tí, detrás de la estela dejada por los tres tipos... El sonido del pisar de la hojarasca, a paso normal (nada de carreras) comenzó a escucharse entonces.

Pietro comenzó a seguir la estela de aquellos "atleta" que echaron todos a correar en tal dirección y en medio de la noche... Sentía que en su interior no debía dejar a Honoria, a la que conocía de hacía bien poco, pues su corazón (o su sesera) así se lo dictaba. Lope estaba más reacio a seguirlo* pues reflexionaba sobre las acciones de su nueva compañera, y de las consecuencias que, al parecer, no sabía o no había podido medir. Aceptó de regular gana el juglar el ir a echar una ojeada.

Tras un rato caminando por la dirección en la que todos habían marchado, no vísteis nada. Ni candiles, ni personas y mucho menos huellas. Nada. Era como si todos se hubieran evaporado en el momento.

A punto estuvieron de verme y a saber qué hubiera pasado. Temblaba de miedo y de frío, tanto, que me empezaron a castañetear los dientes. Los tipos avanzaron hacia el interior del bosque, detrás del rastro de la mujer misteriosa. ¿Por qué la perseguían? Para nada bueno, eso seguro. Iba a levantarme para seguir su estela, cuando me percaté de que alguien se aproximaba despacio, sin ningún tipo de luz. Podrían ser mis compañeros, que hubieran cambiado de opinión y decidido seguir a estos tipos o alguien que ya los seguía de antes. Como no quería ponerme en peligro una segunda vez, decidí quedarme agazapada y esperar a ver quién venía.

En mi cabeza empezaba a disiparse ese punto de coraje y locura que me había invadido. Después de ese momento de nerviosismo, esperando que no me vieran, mi sentido común iba ganado terreno a pasos agigantados. Mantuve con mi misma una pequeña charla en mi cerebro.

-¿Pero dónde demonios crees que ibas Honoria? Siempre pensando en ayudar a la gente y al mundo. Para que te hubieran visto esos gañanes y te hubieran violado o matado...

Mientras charlabas mentalmente con tus pensamientos, giraste tus ojos y viste que aquellos dos nuevos invitados no eran sino tus dos compañeros, Lope y Pietro. Estaba a unos pasos de tí, pero estando tú agazapada, con tu capa, sumida en la oscuridad y totalmente quieta no te vieron. La cortina de agua también ayudaba. Sí tú fueras un bandido y ellos una presa, a buen seguro que hubieran caído en tus manos, y tal que así de cerca estaban.

—Desaparecieron, nosotros acercarnos a mirar nos hemos acercado, buen Pietro. Mas han desaparecido del bosque, ni rastro de ellas y ellos encuentro. Quizás la lluvia, la noche o el espeso follaje nos han hecho equivocarnos. Complicado de saber, veo lo más prudente el buscar un lugar en el que cobijarse, encender una fogata y quizás así Honoria pueda vernos. ¿No lo crees?

Su honra y masculinidad estaban salvadas, él había ido tal y como había dicho, pero nadie se hallaba en ese lugar. Desaparecido por completo. Si fuera otro hombre podría ir a la búsqueda de los desaparecidos, pero él era más de la clase de gente que cantaba las loas, no de los que las emprendían.

—Lo más prudente a mi juicio es desandar lo andado. —Quiso remarcar lo ya mencionado con anterioridad.

Estaba claro que cierto era lo que el juglar decía, pues hasta los juglares que más cuentos, chismes y canciones sabían tenían buen juicio para las cosas mundanas y corrientes; pero tal vez sería difícil que en aquel bosque se diera una cueva o una cabaña, pues no habíais visto ninguna en las horas que habíais estado por allí cruzando el paraje.

- Estoy de acuerdo, Lope. De todos modos, nada hay que podamos hacer. Quizá mañana, con luz y vuestra pericia como cazador podamos seguir su rastro...

Y nos volvemos a donde habíamos acampado, cerca del río, a pasar el resto de la noche.

—Bueno, yo no confiaría tanto en mi pericia heredada como cazador. El cazador de verdad era mi padre, un buen hombre, aunque muy seco en el trato —dijo sin prestar mucho interés a los alrededores, pues tras el primer vistazo había concluido que no había nadie por allí.

—Una pena lo de Honoria, se la veía buena moza, con caderas amplias. No demasiado agraciada, pero bajo una noche de frío y lluvia hubiera sido sin duda un buen remiendo —musitó el juglar, con clara intención de abandonar aquellos pensamientos futiles.

Cierto era, que le resultaba extraña la súbita desaparición de cinco personas sin dejar huella alguna. No era normal, no lo creía al menos, y quizás de haberse dado otra climatología o circunstancias hubiera intentado averiguar algo más. Mas la llovizna calaba y la oscuridad gobernaba todo en aquel momento. No era tiempo de aventuras.

La noche seguía dejando caer la lluvia, procedente de las ahora invisibles nubes allá arriba. El agua se mezclaba con los sonidos de la noche, alimañas, tal vez, y el crepitar de las gotas al caer sobre el terreno. Sin mucho más que hacer, dísteis la vuelta y comenzásteis a desandar vuestros pasos. Lo cierto es que no quedaba muchas horas para que amaneciera, y tal vez los primeros rayos solares podrían ayudar a deshacer esa humedad que vuestro cuerpo sentía. Tras unos minutos de marcha cuidadosa y oscura, llegásteis al claro donde antes habíais acampado.

La noche seguía dejando caer la lluvia, procedente de las ahora invisibles nubes allá arriba. El agua se mezclaba con los sonidos de la noche, alimañas, tal vez, y el crepitar de las gotas al caer sobre el terreno. Tus compañeros, al no ver nada en el lugar (tampoco a tí), se dieron la vuelta y se marcharon por el lugar por el que habían venido, desandando sus pasos.

Al ver que eran mis compañeros, me levanté del suelo embarrado y les chisté para atraer su atención antes de que se fueran del todo de mi vista. Hablando no muy alto, pero lo suficiente para que mi voz se oyera por encima del sonido de la lluvia y del viento. Salí de mi escondrijo y levanté ambas manos para que vieran mi posición.

-"¡Chist, chist! ¡Lope, Pietro, aquí! Volved, que soy Honoria. Hay que seguir a esos hombres, quieren hacerle algo malo a esa pobre mujer. ¡Volved!"

Esperé unos momentos para ver si me habían oído y regresaban.

Honoria chistó a sus compañero, pero ya se había alejado demasiado como para hacer que su voz llegara a sus oídos (dado el repiqueteo de la lluvia cayendo). Por ende, la mujer caminó unos minutos en la misma dirección en la que se habían alejado sus dos compañeros, y enseguida los vio en medio del claro. Éstos se alertaron un instante (al ver a acercarse a alguien en medio de la noche), pues la Honoria había regresado a su lado. Estábais ya finalmente, todos reunidos de nuevo, en el mismo lugar donde habías acampado un buen rato antes. La hoguera en el suelo estaba apagada y empapada, claro, como vuestras ropas.

Al ver que no me escuchaban, desanduve lo andado hasta que llegué al lado de los dos, justo donde habíamos acampado.

-"Rápido, debemos de seguir a esos hombres, quieren hacerle algo malo a esa mujer, los escuché. Además, creo que la mujer llevaba un bebé entre las mantas. ¿Quién sabe lo que les harán si la atrapan? Aún puede que el rastro no se haya perdido del todo..." Grité horrorizada.

No sabía si los dos me ayudarían, ya que antes habían decidido esconderse, pero debía de intentarlo. Sin ellos, yo no tendría ninguna posibilidad de poder ayudar a la misteriosa mujer.

Me alegro que nuestra compañera haya recuperado el juicio y vuelto. Estoy dispuesto a escuchar lo que diga, pero muy clara tendría que dibujar la situación para que me animara a internarme en el bosque en plena noche contra tres hombres fornidos sin saber quiénes son ni qué quieren de la moza.

- ¿Qué les oíste, Honoria? ¿eran hombres de justicia o felones? ¿por qué perseguían a la mujer?

Aparte de que seguir un rastro de noche es virtualmente imposible, a menos que sea el de un elefante. Quizá de mañana, si el barro sigue fresco, sea más sencillo...

Se sobresaltó al escuchar a Honoria a la que no esperaba por allí de nuevo en tan poco tiempo. El juglar contempló de nuevo a la mujer para asegurarse de que no era una imaginación y después la habló.

—Pero... ¿Qué sabemos de esa situación? Son unos desconocidos en mitad de un oscuro y húmedo bosque. ¿Estás segura que ella no es una ladrona? Lo mismo les robó dinero y por eso huye. ¿Debemos intervenir nosotros? —dijo mientras negaba lentamente con la cabeza—. No tenemos mando alguno en estas tierras, no sabemos nada de lo que está pasando... y es arriesgado.

Pese a que no parecía muy por la labor de perseguir a los hombres, Lope no soltaba el arco de caza que llevaba con él. Se sentía más seguro manteniéndolo agarrado en aquella extraña, oscura y fría noche.

Al parecer, mis compañeros solo tuvieron algo de coraje cuando se acercaron a mi detrás de los hombres para ver si me encontraban, imagino yo, que lo mismo se habían acercado para ver si se habían alejado los hombres lo suficiente de ellos como para sentirse a salvo. Por lo que comentaban, no iban a mover un dedo por esa pobre mujer... ni esa, ni cien más que vieran.

-"No se pararon a contarme el plan Pietro, pero los escuché despotricando sobre la mujer. De seguro que eran felones, no justicieros., pero claro, si hubiérais estado más cerca de ellos, podríais haberlos visto y haber sacado vuestras propias conclusiones..."

Solté la última frase con algo de ira, mirando a cada uno a la cara.

-"No sé si esa mujer era una ladrona, Lope, pero aunque así fuera, esos hombres no creo que quieran llevarla ante la justicia."