Partida Rol por web

Derek dejó que se saludasen sin interrumpir, ahora era el momento que ellos hablasen pues ya lo había hecho y ayudaría a mantener la tapadera. Solo intervino para saludar y cuando se le ofreció el mapa.- Encantado de conocerte, mi nombre es Derek Durchdenwald, soy el sanado de la familia von Wick. Cualquier ayuda que necesites estaré encantado de proporcionártela dentro de mis posibilidades.- Cogió el mapa para poder observarlo.- Gehuilarde, reconozco este lugar si, por resumirlo brevemente se trata de un refugio pirata. La marca bien podría ser un tesoro pero no podría asegurarlo, aunque hay algún detalle más y es que en ese lugar muchos barcos han naufragado, quizás esconda algo también lo desconozco. Igualmente no se trata de un lugar agradable que visitar, deberías tener cuidado si piensas en ir allí. Siento no serte de más ayuda.

Devolvió el mapa y disfrutó de la conversación de ellos dos recordando los viejos tiempos en Wickland, soñaba despierto con aquellos días que ya nunca volverían pero por unos instantes se perdió en ellos para evadirse de todo lo que acontecía.

Una vez Tatyana regresó con los demás, vio que los soldados se estaban preparando para atacar mañana la cueva en la que se suponía que estaba la cocatriz. Su atención fue hacia los barriles de pólvora ¿Esto podría tener que ver con ese fuego que decía la vidente?

Brant alzó sus manos cuando Liselot le agarró de la pechera - Hum... ¿me he perdido algo? - los miraba con cierta confusión. Y miró a Derek por si él podría explicarle qué había pasado en su ausencia - La vidente... sí, me ha explicado algunas cosas - lo miró fijamente - Me gustaría tener una charla contigo en algún momento... hay algo que me gustaría que me explicases - en sus palabras no había ningún tono que diera indicios a que desconfiara de él, total, ella no era nadie para juzgar a otro cuando prácticamente, si era cierto lo que la vidente le dijo, estaban haciendo lo mismo. Y añadió - Y bueno... entre otras cosas, me ha dicho que debo cuidarme del fuego... No sé cómo de buena será esa vidente, pero lo que nos dijo a nosotros al principio, antes de decirle que quería saber del futuro - comentaba mientras miraba a Brant - podría decirse que es cierto... 

Luego desvió la mirada hacia los barriles de pólvora que habían llevado los soldados - Admito que después de decirme eso, aquellos barriles de pólvora me tienen un tanto preocupada y más, después de haber visto que hay alguna especie de rencilla entre Silvester y el Conde... O bueno, más bien por la parte de Silvester...

A las pocas horas el sol baja y la noche se apodera del campamento. Se encienden faroles iluminando las mesas que hay entre las tiendas a campo abierto. La gente se dispone a cenar rudimentarias comidas preparadas al fuego de hogueras. Patas de conejo fritas, costillas de cerdo asado, rodajas de pan negro y vino aguado comienzan a circular entre la gente. Un soldado de Silvester toca una melodía desafinada en un violín. Otros soldados se les unen con una canción de borrachos, que cuenta la historia de una princesa que besando a un ogro lo transforma en humano y viven felices para siempre. Un criado del Conde viene a buscar a Ethel y, con mucha pompa, le anuncia que la cena está lista. Ethel se marcha hacia la tienda del Conde Manfred von Lieber.

Artemi finalmente sale de la tienda donde estaba encerrado con la prostituta Pavlinka. Viene sudado y con la cara roja, respirando agitadamente.

—¡Qué mujer aquella Pavlinka! Nada mejor que una dama de compañía para sacarse de encima el estrés de casi haber sido asesinado y casi haber sido comido por un oso. Algún día os tengo que contar la historia de cierto prostíbulo de Antongrado, donde se decía que trabajaba una sirena...

>>Ah, en fin. Estoy desvariando. ¿Me perdí de algo interesante? Algo de vodka no nos vendría mal. Por cierto, Derek, ¿tu magia cura ladilla? Pregunto para... para un amigo.

A unos diez metros de distancia vuestra se está formando una pelea. Son seis hombres del Conde Manfred insultándose con cuatro de Silvester von Wick.

—¿Me estás diciendo mentiroso? —grita un soldado del Conde—. ¡Había diez barriles de pólvora en la tienda de provisiones! ¡Ahora solamente hay cuatro!

—¿Nos estáis acusando de ladrones? —responde el soldado de Silvester, no menos enfadado—. ¿Para qué coño queremos vuestra pólvora? ¡Tenemos nuestra propia pólvora!

—¡Último aviso! ¡Devolved esos putos barriles que os habéis robado!

—¡Que no tenemos tus barriles!

Un soldado del Conde desenfunda una pistola. Muy pronto se oye el siseo de una decena de sables saliendo de sus vainas y el clac de pistolas siendo amartilladas. Ambos bandos están a segundos de irse a los espadazos.

El Conde te recibe como si fueras una dama noble. Casi que podés sentirte como una aristócrata cuando es cortejada. La espaciosa tienda del Conde está iluminada por velas, y también hay velas aromáticas perfumando el ambiente. En el suelo hay una alfombra de piel de ¿lobo? cubriendo el suelo. Manfred no mira con mucho agrado a Tupac pero tampoco te dice nada. No se te escapa el detalle de que la cama está cuidadosamente arreglada.

Él se sienta en la cabecera de la mesa y permite que ocupes la cabecera opuesta. Ordenó que preparen un guiso de venado con zanahoria, cebolla, papas y arvejas que huele increíble. Entre ambos hay una jarra de vino dulce. No hay agua. Durante la cena el Conde se dedica a hablar de sí mismo y de lo bien que le va en los torneos de justas. Varias veces remarca que le ganó a Silvester von Wick en la justa. No te presta demasiada atención cuando hablás, aunque tampoco te deja mucho espacio a meter algún comentario.

—...aquella vez gané trescientas piezas de oro y tres caballos. La gente no paraba de vitorearme, así de bueno soy en las justas. Hasta mi hermano, que siempre fue muy envidioso de mí, no tenía más remedio que aplaudir. Todo eso será insignificante al lado de la fama que me espera cuando cace a la cocatriz. ¿Alguna vez conociste a un hombre tan audaz como yo, Ethel? ¿Cómo te trata el amor últimamente?

Mientras dice eso, extiende el brazo y su dedo índice va roza lentamente tu mano.

Estar con esas ropas luego de un día demasiado largo, era un poco ridículo al ver que tenía una cena digna de alguien noble mientras ella olía a tierra. Pero de alguna manera se aventuró hacia el interior con Tupac a su lado, eran inseparables y esperaba que su cita no quisiera quitarlo de allí. No obstante más allá de la impresión por comprobar que había una alfombra de piel de lobo, lo peor de todo esto era el tener que escuchar por un buen rato a alguien que no paraba de hablar sobre sí mismo. 

Esto le sirvió de alguna manera para distraerse entre pensamientos tras haber recibido una noticia que le había roto el corazón, pero como allí sentada no estaba Liselot sino Ethel, tenía que sobreponerse de alguna manera y seguir aquel juego porque no tenía demasiadas opciones. Por ello se limitó a asentir, a beber un poco de vino para animarse y probar el delicioso guiso que realmente hacía tiempo que no saboreaba tanto. Dentro de todo, no era tan malo tener a alguien que no para de hablar. 

—Nunca, mi señor. Sus proezas espero que algún día se conviertan en canciones y que todo el mundo pueda saber de usted—dijo para conformarlo y cuando las preguntas llegaron, intentó mostrarse natural—. No me he enamorado jamás, ningún hombre pudo conquistar mi corazón. Mi vida es muy solitaria. 

El roce la puso un poco nerviosa, pero mostrarse como la dama tímida le vino de perlas pese a ser genuino en este momento. 

—Señor... ¿Qué planea hacer una vez le dé caza a la cocatriz? ¿Tiene planes?

Las palabras de Tatyana pillaron por sorpresa a Derek quién no esperaba esa elección de palabras, parecía seria aunque quizás era su imaginación, al fin y al cabo todos estaban desempeñando un papel en toda la historia y por la seguridad de todos era mejor continuar con el.- Estaban bromeando ellos dos.- Dijo finalmente.- Paseaba con Ethel para comentar algunos asuntos sobre curas y remedios que me había pedido, a nuestro regreso nos encontramos con Brant y charlaban mientras les hacía compañía.- Respuesta simple y plausible, debería funcionar ante oídos indiscretos.

No interrumpió ni opinó sobre las preguntas de Tatyana hacia Brant, no eran de su incumbencia y aunque quisiera saber más podría levantar sospechas. La aparición de Artemis le asqueó un poco por la pregunta que le hizo.- No...No estoy seguro de ello, quizás sea posible pero nunca lo he intentado. Quizás un remedio casero sea más efectivo contra esas...terribles criaturas que comenta.- No quería ni pensar en tener que observar esa zona por un motivo tan egoísta y estúpido, el salvaba vidas no se dedicaba a remendar los desperfectos de alguien que no era capaz de mantener las cosas en su sitio o en sus pantalones, la pelea de los soldados fue algo que casi agradeció.- Si me disculpáis.- Dijo mientras rápidamente fue a buscar a Silvester, intercedería por ellos pero tras la última reprimenda no se le ocurriría volver a intentarlo. Si Silvester quería ser el noble, lo sería para todo.

Derek le explicó un poco la situación cuando llegó. También, después de mucho rato, Artemi salió de la tienda en la que estuvo con la mujer y comenzó a hablar con Derek, quien no se le veía muy cómodo. Unos soldados empezaron a discutir y la discusión que tenían los soldados respecto a los barriles de pólvora no tranquilizaron para nada a Tatyana.

Tatyana miró a Brant con cierta alerta - Movámonos... Esto me da muy mala espina... Busquemos esos barriles de pólvora o algún movimiento sospechoso de alguno de los soldados... - y añadió - y luego hablaremos con más calma... o mañana.

Puede que lo que le dijo la vidente estuviera volviéndola paranoica, pero tantos barriles de pólvora no desaparecen así porque sí... - Además, esta batalla puede que sea una maniobra de distracción para usar esos barriles... Voy a mirar cerca de donde la tienda del Conde, ¿vienes conmigo o buscas por otro lado?

Agradecía que Derek supiera algún dato más sobre la ubicación del refugio pirata, si bien en esos momentos tampoco es que le fuera la vida en ello. Había muchos mapas con falsos tesoros repartidos por el mundo y aunque aquel fuese real, no podría dirigirse hacia allí... aún.

Mientras el cazarrecompensas masticaba su cena, una un tanto frugal y humilde (unas piezas de cecina seca); mantenía la vista fija, con una ceja levemente enarcada, en el desencuentro que se había originado entre los dos bandos. "Idiotas, siempre tienen que estar llamando la atención" —pensó, ignorando en principio lo que ocurría. Meterse en medio de esa discusión únicamente complicaría las cosas para todos. Al escuchar las preocupadas palabras de Tath, terminó de cenar y se puso en pie con cierta parsimonia. 

—No deberías preocuparte tanto por lo que te haya contado esa vidente. Los de su calaña son alarmistas y agoreros por naturaleza; es su mecanismo para infundirnos miedo... —dijo, al tiempo que recogía su espada—. Te sigo, aunque solo sea para no tener que aguantar las voces de esos.

Además, Brant no podía negar que sentía curiosidad por esa conversación que quería mantener la joven con él. ¿Sobre qué querría hablar?

—¿Jamás te enamorate? Qué triste, Ethel. Pero uno nunca sabe qué le depara el futuro. Quién te dice, a lo mejor el amor te espera en este mismo campamento...

Entonces le cambiás de tema preguntándole qué va a hacer con la cocatriz. Tu táctica parece funcionar, porque aparta su dedo de tu mano y vuelve a esgrimir esa sonrisa orgullosa.

—Tengo planes. Primero, voy a poner su cabeza en el salón de mi castillo, como un trofeo, para que todos puedan ver la criatura a la que di muerte y maravillarse de mi hazaña. Segundo, voy a usar sus plumas como regalos para mis aliados y amigos. Vestidos hechos con plumas, sombreros decorados con una pluma... y una pluma para ti, Ethel, como ya te dije. Te lo prometí y voy a cumplir con mi promesa.

Te agarra de la mano. Por su mirada, estás seguro de que tiene intenciones de besarte. Y, afortunadamente, el momento se interrumpe cuando desde afuera se oyen tres disparos, gritos de hombres luchando y espadazos. El Conde suelta una maldición y sale de la tienda, espada en mano, a ver qué está pasando.

Nadie detiene a los dos bandos. Los insultos escalan. No pasan ni diez segundos antes de que suene la primera detonación. Un soldado de Silvester se derrumba con un balazo entre los ojos. Sus compañeros se lanzan a la lucha, las pistolas escupen fuego, y muy pronto hay dos hombres del Conde con sangre manándoles de heridas graves.

Todo el campamento ya está sobresaltado y la gente se reúne en torno a la lucha. Ahí están Artemi Valaev, el profesor Klaus Anker, la prostituta Pavlinka, la comerciante Imogen Mox. También el campesino que vio a la cocatriz, Ernst. Y, sobre todo, la tropa de ambos nobles. Los de Silvester están acusando a gritos a los del Conde de haber matado a uno de los suyos. Los del Conde acusan a los de Silvester de haberse robado seis barriles de pólvora. Cada bando cuenta con, aproximadamente, una treintena de soldados armados y enervados. El ambiente está listo para que lo que comenzó como una pequeña rencilla devenga en una batalla campal.

Tatyana y Brant se dirigen a la tienda del Conde a ver si detectan algún movimiento sospechoso que les indique quién robó los barriles de pólvora. Justo en ese instante, el Conde Manfred von Lieber sale de la tienda, sable en mano, alarmado por los ruidos de lucha. Derek, por su parte, va a la tienda de Silvester von Wick para ponerlo al corriente de lo que sucede. Silvester estaba echándose una siesta y quizás no se hubiera enterado si no fuera por Derek. 

La única que no está presenciando lo que sucede es la sacerdotisa Helga. Ni ella, ni su decena de seguidores, a quienes viste apenas llegaste al campamento. No están aquí.

—¡Basta! ¿Qué está ocurriendo aquí? 

Alguien le informa al Conde que los soldados de Silvester se robaron seis barriles de pólvora, pero no quieren admitirlo. El Conde frunce el ceño, y señala con la espada a Silvester.

—No me sorprende. Se sabe que los Wick sois basura sin honor. ¿En qué pensabas, Silvester, en hacerme volar por los aires para ser tú quien cace a la cocatriz? Hace dos años te vencí en el torneo de justas. No me será difícil hacerte morder el polvo otra vez.

Silvester, que luego ser llamado por Derek rápidamente se calzó su coraza y lleva la pistola en una mano y el sable en otra, casi echa espuma por la boca de tanta furia.

—Hijo de una GRANDÍSIMA puta, ¿me estás acusando a mí y a mis hombres de robo? —ruge—. ¿Basura sin honor? ¿Me has llamado basura sin honor? ¡ESPADA EN ALTO, LIEBER! Voy a destriparte a ti antes de matar a esa puta cocatriz.

Silvester y Manfred intercambian los dos primeros espadazos, y el cling clang de los aceros chocando llena la noche. Los soldados de ambos bandos miran con expectativa, pero sabéis que es cuestión de tiempo antes de que decidan apoyar a sus líderes e iniciar una batalla campal en toda regla.

Mientras todo el mundo tiene su atención centrada en la pelea, por el rabillo del ojo podéis ver que hay movimientos monte arriba, en la cueva de la cocatriz. Hay un grupo de personas entrando a la cueva.

«Oh no, no lo hagas...» pensó para sus adentros ante la cercanía del Conde y por suerte aquel soldado la salvó de algo que posiblemente estaría más que arrepentida en cuestión de segundos. No obstante una vez siguió los pasos de aquel hombre hacia los exteriores en el campamento, vislumbró como una revuelta entre ambos surgió de repente y más allá de las versiones sobre cada uno, prefirió no meterse en aquellos berenjenales. ¡Había aprendido la lección!

Así que mientras el Conde y su enemigo estaban en pleno combate, dirigió la mirada hacia aquello que había captado su atención. De alguna manera, supo donde estaba su destino así que acomodó su arco en la espalda y tras dar un silbido suave para llamar a su lobo, emprendió su marcha hacia la cueva donde aquel grupo de personas tenía intención de adentrarse. En teoría aquello no se puede y su intención era conocer a los osados de turno. 

Mientras iban caminando Tatyana miraba atenta alrededor. Le llamó la atención no ver a un grupo que antes sí estaba por allí - Oye Brant... La sacerdotisa y sus seguidores no están por aquí... ¿Habrán podido ser ellos? - le dijo.

Se escuchó un tiro y miró en la dirección del sonido. Vio cómo caía uno de los soldados Esto no me está gustando nada... Tanto Silvester como el Conde se dirigieron unas palabras que no fueron nada amables y comenzaron a luchar. Con la mirada empezó a buscar tanto a Derek como a Liselot, aunque el ambiente era todo un caos - Dejémosle a lo suyo, no aportaremos nada aquí. Estoy buscando a Ethel y a Derek, deberíamos reunirnos los cuatro e intentar salir de aquí - ¿Cómo le habrá ido su cita con el Conde? se preguntaba para sí con cierta molestia.

Todo se había descontrolado, absolutamente todo. Estaba claro que ninguna opción era correcta pero aquello no estaba en sus planes, aunque bien pensado era obvio que iba a pasar.- ¿En qué demonios pensabas Derek? Quizás podrías haberlos calmado y ahora estamos en medio de una guerra, y sin magia hasta mañana. Simplemente perfecto, va a morir más gente y si Silvester está entre ellos más vale que me de por muerto.- Había por fin cometido el error que tanto tiempo llevaba evitando, o al menos así lo veía, pero tenía claro que debía hacer algo para solucionar todo aquello.

Pensaba mientras el calor y la furia aumentaba, pero creyó ver su salvación cuando aquel grupo de personas iba camino hacia la cueva.- Esto creará otro problema si funciona, pero paso a paso.- Corrió para posicionarse entre los dos bandos pero de manera lateral sin estar en medio del fuego cruzado y gritó, lo más claramente que pudo.- ¡Mirad! ¡En la cueva! ¡Están entrando!- Esperó que aquello funcionase, ahora la segunda parte de toda aquella locura. Corrió de nuevo camino hacia la cueva, había visto a Ethel moverse hacia allí y tenía que pararla cuanto antes o la considerarían una de los que a hurtadillas intentaron entrar. Alguien más iba a morir, lo tenía claro, y nuevamente estaba fallando a su promesa de salvar vidas.- ¡Ethel para! ¡Ethel!- Intentaba detenerla, ya no pensaba con claridad. Todo se había descontrolado muy rápidamente. Miró hacia atrás para comprobar el estado de la batalla y de Silvester. Intentar salvar tantas vidas lo llevaba cada vez más cerca de la locura.

Las palabras, los insultos y las acusaciones quedaron atrás más pronto de lo esperado y de repente comenzó la verdadera trifulca entre los soldados de ambos bandos. Maldita sea. Si algo sabía Brant de sus meses sirviendo como soldado era que intervenir en un duelo entre dos miembros de la nobleza sería una muy mala idea, por temas de honor. Aquellos bravucones, a cada cual peor, serían capaces de aliarse si alguien trataba de impedir que se batieran en un combate. Nunca aprenderían el significado real de la palabra honra.

Con una mano sujeta en la empuñadura de su espada y otra agarrando la pistola, preparado para defenderse o defender a Tath de un ataque sorpresa, continuaron avanzando a paso rápido, en busca de los dichosos barriles. Quizá aún habría una manera de calmar los ánimos si los encontraban. 

—Espero que esa sacerdotisa no tenga nada que ver con lo que está ocurriendo... Iba a tener que rendir cuentas con su Dios Fenre antes de tiempo... —dijo, enfadado, mientras dirigía una mirada a la cueva, el lugar que tanto señalaba Derek, a punto de desgañitarse—. Mierda, ¡tu hermana se va a meter en problemas si no sale rápido de ahí! —exclamó, tras ver a Ethel encaminarse hasta aquella zona. 

Brant salió corriendo en su dirección. Por primera vez, en bastante tiempo, sentía que debía ayudar de verdad a alguien. Y, pese a que la chiquilla no perteneciera a su familia y prefiriera sacarla de sus casillas como simple divertimento, el cazarrecompensas admitiría que empezaba a cogerle cierto cariño a esa muchacha irreverente.