Partida Rol por web

Alissa tomó la iniciativa, y acabó teniendo la razón, para fortuna de todos, aunque aquella daga envenenada la tomó por sorpresa, sin poder reaccionar. Gracias al cielo que la maga tenía todos su sentidos alerta y la pudo esquivar. Sin embargo, cuando la puerta se abrió, Mara instintivamente dio un paso hacia atrás al ver a la figura que los había estado siguiendo en el bosque, apretando su maza con fuerza, pero cuando las dos armaduras cobraron vida, la alquimista tembló ligeramente. Sabía a lo que se enfrentaría tarde o temprano, pero una cosa era saberlo y otra estar frente a aquello.

La alquimista tragó en seco y se armó de valor, tomando una de las pequeñas bolsitas que había preparado antes de empezar el viaje, y se la arrojó a una de las armaduras, la de la izquierda. La bolsita explotó tan pronto impactó contra el ser.

Después de compartir su increíble idea, volvió su mirada al cielo y sus nubes, la verdad es que a la Joven Lanethe no le gustaba pensar demasiado las cosas, -¡Odio los acertijos!-, grito en su mente.

No se acababa de creer que fuesen las dos y media, pero no dijo nada, al menos las puertas se abrieron, además con el ruido no le cabía duda que todos los de la montaña se habían enterado de su presencia, no deberían bajar la guardia. Lanethe estaba preparada para tratar de coger el cuchillo pero parece ser que la maga no había bajado su guardia consiguiendo evitar el cuchillo, así que se relajo y observó al lanzador del cuchillo. No le sorprendió mucho que esta criatura fuese la misma que en el camino, -Después de todo perdimos el tiempo con el despiste de los carteles, ¡No te creas tan rápido!-.

-Pues claro, !Una flecha en cada ojo¡-, contestó enérgicamente al sirviente, y luego aparecieron esas grandes armaduras negras, ¿sus flechas causarían algún daño?… pues claro, solo tenía que dar en el lugar indicado. Después de retroceder un poco se dispuso a dispararle al de la izquierda, ella y Mara se asegurarían de dejarlo bien muerto.

El Sirviente de Azgum se lleva la mano a la cabeza tras las palabras de Alissa, confuso sin saber qué es lo que está ocurriendo. Empieza entonces a escuchar unas voces que le susurran... unas voces que le son familiares pero a la vez muy diferentes. Que le orden lo que debe hacer. Poco a poco se se recupera y aparta la mano de su rostro, su mirada ahora a cambiado y la dirige a los dos enormes guerreros del caos que se acercan a los aventureros.

—¡Deteneos! ¡Yo os lo ordeno! —chilló alzando una mano agarrando una de las oxidadas armaduras, enrojecidas por el oxígeno y la sangre— ¡Soltad las armas en nombre del señor Azgum!

Estos se detuvieron un instante y se giraron. El que estaba más cerca de él, el que había agarrado se giró un instante y de un solo golpe con su mano enguantada lanzó a la criatura varios metros hacia atrás, hasta que esta chocó contra una de las paredes. Tras ello... se giraron de nuevo, dispuestos a daros muerte.

Al parecer Alissa se había equivocado y realmente la criatura no tenía mando ninguno sobre aquellos guerreros.

Las dos enormes masas de hierro están cada vez más próximas a los aventureros, pero con rapidez la alquimista toma una de sus mortales bomba y la lanza contra el guerrero de la izquierda. La explosión llega al instante en el que toca su cuerpo, creando un gran estruendo en todas las montañas, pero de forma efectiva. Pues el hombre bajo la armadura produce un horrible gruñido de dolor tras el impacto que la joven Lanethe termino de acallar. Con la armadura quebrada sus flechas son certeras y se introducen en su yelmo perdiéndose en la oscuridad de sus ojos. El primero de los guerreros cae hacia delante, inmóvil, muerto.

Pero el segundo de ellos echa a correr en busca de sus adversarios. La elfa se encuentra demasiado lejos y el guerrero ni siquiera se ha acercado para entrar en acción, por lo que sus pesados pasos lo llevan hasta la joven alquimista. Su hacha se alza en el cielo y cae de forma lenta sobre Mara. 

Por un momento, la alquimista se permitió tener la esperanza de que el enfrentamiento no era necesario, pero al ver que una de las armaduras proyectaba a aquel ser contra una de las paredes tras un guantazo, negó lentamente. Había sido una buena idea.

Mara sonrió cuando vio que su bomba impactó de lleno contra el primer guerrero, y su sonrisa se ensanchó cuando la flecha de Lanethe acabó con la vida del ser de oscuridad. Sin embargo, la alquimista abrió los ojos con algo de temor cuando la segunda armadura se abalanzó sobre ella, y aunque el hacha que blandía descendió con lentitud, más pasmoso fue el intento de defensa por parte de la chica, quien alzó su maza a destiempo. Sin duda el filo del guerrero mordería su carne.

A pesar de haber sido impactada por el hacha del guerrero, Mara se las arregló para responder con un golpe de su maza, dirigido hacia el enlatado pecho de su oponente. La alquimista apretó los dientes por el dolor, pero en esa situación era matar o morir. Esperaba que sus compañeros pudieran acabar con la vida del ser antes de que este acabara con la suya.

Parecía que mi conjuro surtía efecto, pero no logró que la enclenque & pitiful criatura lograra lo que me había propuesto, que era desarmar a los dos bestias del Caos y que no hubiera combate. De una toba se quitaron de en medio al pequeño ser y cargaron hacia nosotros. Mara y Lanethe, ¡qué bárbaras! lograron acabar con uno de ellos, pero el otro logró llegar a ellas y golpear a Mara. Janus parecía haberse quedado petrificado por algún encantamiento. Fruncí el ceño al ver a mi amiga sangrando. ¡Nadie dañaba a mis amigas! Cabreada como nunca había estado, di un par de pasos para poder quedarme más o menos a la espalda del guerrero del Caos Absoluto, eso sí, con varios metros de distancia. Levanté de nuevo mi brazo derecho, mientras que con mi mano izquierda sacaba de uno de mis múltiples bolsillos secretos un poco de azufre. Apunté con el dedo índice de la mano derecha al culete del adversario y dije las palabras de invocación.

-"¡Apartaos! Klaatu barada nikto... No, no, que esas son de la telaraña. Ejem, ejem... ¡Ignus, ardere!" Formulé.

Una diminuta bola de fuego apareció en la punta de mi dedo, haciéndose más y más grande a cada instante. Cuando ya era una bola considerable, para poder chamuscar a una persona, la lancé en dirección al trasero del grandullón. No era una bola cualquiera, sino una de fuego, de las que quemaban y chamuscaban todo a su paso. Además, le había dado un toque personal. De la bola, salían pequeñas figuritas que bailaban alrededor de ella. Aún así, si Janus no hacía nada, podíamos lamentar la pérdida de Mara.

-"¡Janus, reacciona!"

La idea de Alissa realmente no llegó a funcionar pero por lo menos el sirviente, sino muerto, estaría indispuesto durante un buen tiempo. -¡Eso es, uno menos!-, grito feliz, lo cual para algunos podría resultar algo perturbador después de todo había matado a alguien y estaba saltando de felicidad toda loca. Aunque la felicidad no duraría mucho, Mara no había conseguido defenderse del ataque pero el dolor no le impidió devolverlo. Sin perder mucho tiempo preparó su arco y se colocó frente al enemigo pero a una buena distancia, después de que Alissa lanzase su hechizo se encargaría de acabar con el enemigo y sino confiaba plenamente en que Janus lo partiese en dos.

De repente aquel caos se vino encima de Janus, por un momento todo le superó y sus compañeras acabaron peligrando por sus vidas. En un abrir y cerrar de ojos estaban rodeados de enemigos que solo tenían la intención de acabar con sus vidas. Finalmente, cuando entró en si, agarró su enorme espada y se lanzó contra uno de los enemigos blindados, con la única intención de acabar con su patética existencia.

Las armas de los aventureros no parecían hacer mella en la gruesa armadura del guerrero, ni siquiera cuando la bola de fuego lo envolvió por completo consiguió dañarle. Las llamas se alzaron y desaparecieron con la misma rapidez con la que habían aparecido, dejando manchas negras sobre el oscuro metal. Pero el guerrero estaba aún en pie, enorme y armado con un afilada hacha que ahora estaba manchado con la sangre de la joven Mara.

Cuando Janus se acercó para atacarle este no hizo más que arañar el metal de la armadura con su espalda, pero consiguió así llamar la atención de la criatura. Se giró olvidándose de la alquimista, lanzando su hachazo esta vez contra el chico, haciendo un barrido horizontal con la pesada arma.

— ¡Guthum drak! —vociferó de forme metálica bajo su armadura.

Mara dejó salir un suspiro de alivio cuando el guerrero del caos cambió su foco, lo cierto es que la alquimista distaba mucho de ser una guerrera, y lo estaba pasando mal. Con el flanco del oponente expuesto por su rotación de objetivo, Mara aprovechó para encajarle un buen mazazo en el costado, a la altura de las costillas.

— ¡Iergh! —bramó al trazar la parábola con el arma.

La bola de fuego envolvió a la criatura por completo, pero ésta resistió el fuego abrasador y siguió combatiendo. Me mordí un labio, cabreada. ¡Tendría la poca vergüenza de no haberse quemado! Dolida en mi fuero interno, volví a extender el brazo derecho y apunté con el dedo índice a su espalda de nuevo. Me moví lo justo para tenerle enfrente.

-"¡Apartaos de nuevo! ¡Ignus, ardere! ¡Yaaaa!" Formulé con ganas.

Mientras se preparaba para lanzar su flecha pudo ver como Janus volvía a la carga, eso era bueno, -Más daño, ¡Si, señor!-, pero aun con la implementación de Janus no pudieron hacer daño al guerrero restante, parecía casi indestructible, -Este si que es poderoso-, comento totalmente sorprendida. Todos estaban dando su golpes, por otra parte Lanethe decidió pasar a la espada para así ahorrar en flechas, pero antes de acercarse para atacar, espero por el ataque de Alissa no quería acabar quemada por algún infortunio.

La estocada de Janus con su enorme espada no sirvió demasiado, se defendió como pudo del ataque de la enorme armadura y giró sobre si mismo para coger inercia. Con las manos aferradas al mango de su arma, lanzó otra estocada horizontal con intención de destruirle o mellarle parte de la armadura. En pleno giro, el fiero grito del joven se escuchó entre sus compañeras. Su dentadura se volvió agresiva, casi como si saliese un importante colmillo. Sus cejas descendieron hasta aplastar sus ojos, tornándose blancos por la ira que le corroía en ese momento.

Su armadura era gruesa y paraba los golpes con facilidad, pero aún así la superioridad numérica hacía que fuera imposible parar todos los ataques. Mientras el fuego volvía a envolver su cuerpo y esta vez conseguía quemar su carne, fue recibiendo los golpes de los demás aventureros, hasta que entre llamas cayó de rodillas y finalmente se desplomó ante vuestros pies produciendo un ruido metálico. Ya no quedaban más de esas criaturas delante de vosotros y la puerta a la guarida del brujo estaba abierta, dando lugar a unos escalones que ascendían. 

Al internaros en el lugar de nuevo pudisteis ver a la criatura que en primer lugar os había atacado. Esta aún se encontraba contra la pared que había sido lanzada gracias a Alissa, pero se movía y estaba con vida. En cuanto os vio levantó la mano asustada.

—¡No, no me matéis, os lo ruego! —suplicó mientras intentaba levantarse, apoyándose en la pared que tenía detrás.

Al verlo más de cerca, los aventureros pudieron notar entonces algo en la criatura. Bajo sus mugrientas y raídas telas se encontraba el cuerpo de una joven de una edad similar a la suya. Puede que su tez fuera de un color diferente, que sus orejas fueran más largas y poseyera los ojos de un animal. Pero sin duda, esa chica aún era una adolescente como ellos.

—Azgum... él me... me... ¡YHAAAG! —gritó de dolor mientras se llevaba la mano a la cabeza y se retorcía arqueando la espalda hacia atrás.

Parecía que estaba intentado luchar consigo misma durante unos segundos... hasta que tras ello se quedó completamente inmóvil. Entonces os miró y os sonrió, de nuevo mostrando una sonrisa llena de maldad en sus finos y rasgados labios.

—Moriréis por lo que habéis hecho, insolentes criaturas —pronunció con una voz aguda—. Arrodillaos ante mi señor o decoraréis su trono con vuestras calaveras.

Y nada más terminar sus palabras, una puerta al fondo de la sala se abrió. De esta provenía un humo que empezaba a llenar la habitación y que por alguna razón, dentro brillaba con una luz azul.

El condenado guerrero aguantaba demasiado bien los embates de todos, pero luego de un poco de trabajo en equipo, acabó por sucumbir. Mara relajó los brazos, jadeando por el esfuerzo del combate, y con su faz ligeramente enrojecida. Alerta, echó una mirada alrededor para asegurarse de que no hubiese otro oponente esperando por ahí. Tras asegurarse de aquello, empezó a caminar por el pasillo junto con los demás.

La actitud de la sirvienta de Azgum tomó por sorpresa a la alquimista. No se parecía en nada a la criatura que le había lanzado una daga envenenada a Alissa, casi parecía... ser como ellos. Cuando gritó de dolor, Mara volvió a alzar su maza, aunque miraba a la chica con duda dibujada en los ojos. Sus siguientes palabras fueron más propias de alguien que sirve a un brujo malvado, pero... ese instante de miedo fue suficiente para que Mara se apiadara de la criatura.

— Es obvio que está bajo el control del brujo —dijo, a sus compañeros, aunque sin dejar de mirar a la criatura con el arma en alto—. Sólo es una víctima más, alguien a quien podremos liberar si derrotamos a Azgum —no estaba del todo segura, pero era mejor eso a matar a alguien inocente.

Cuando la puerta se abrió, Mara la miró de reojo, extrañada ante el humo que emanaba de aquella habitación.

— Alissa, ¿podrías conjurar una burbuja protectora o algo así? Quizás el humo es venenoso —ella misma se cubrió la nariz con su prenda superior. Chapucero, pero era mejor que nada—. Ah, otra cosa. Esto no me sirve demasiado a mí... pero sí a vosotros —la alquimista sacó dos pequeños viales llenos de un líquido plateado—. Es un veneno, que podría servir contra el mago —le extendió un vial a Janus para su espada, y otro a Lanethe, para que untara las cabezas de sus flechas—. Avanzad, yo cubro la retaguardia para que ella no nos ataque por sorpresa —no quería enfrentarse a la criatura, pero lo haría de no haber otra opción.

Con la unión de nuestros ataques, el último de los adversarios cayó al suelo derrotado y chamuscado. Me llevé el dedo índice de la mano derecha a la boca y soplé para alejar la pequeña voluta de humo que quedaba. Satisfecha, sonreí pizpireta a mis amigas y puse una buena pose para la ocasión. Seguidamente, nos adentramos en la montaña. En el pasillo, la pequeña criatura resultó ser una chica de nuestra edad, que estaba subyugada al poder del malvado brujo. Vimos su intento de quitarse el control del mago, pero no debía de ser lo suficientemente fuerte, ya que volvió a amenazarnos. En el rostro de cada una de nosotras se podía ver la pena y la lástima que sentíamos por ella.

-"No te haremos daño, pero no te interpongas en nuestro camino." Le dije seriamente.

Las puertas del fondo se abrieron de repente, exhalando una humareda azulada muy cuqui, que avanzaba hacia nosotros. Podía ser venenosa o simplemente intimidatoria, pero no podíamos aseverarlo desde aquí. Miré a Mara cuando me preguntó.

-"Me temo que no tengo ese poder, Mara. Debemos de pensar en qué hacer... y rápido, la niebla se acerca." Miré a la desdichada joven. "¿Esa niebla es venenosa? ¿Tu señor está detrás de esas puertas?" Le pregunté.

Lanethe sabía que no lo había hecho lo mejor posible con su último adversario, pero al menos tenía el alivio de que el guerrero había sido derrotado al final. Al adentrarse más en la montaña pudieron ver como el sirviente aun estaba vivo, lo cual no sabía si tomárselo como algo malo o bueno. Fijándose mejor la verdad es que parecía de su edad, aparentaba estar asustada, -¡Oh, Oh!, ¿control mental?-, grito al ver sus cambios de actitud y Mara parecía estar de acuerdo. Sin darle más tiempo para formular más palabras una puerta se abrió dando paso a una luz azul y humo.

Después de coger el frasco de veneno que se le ofreció se quedó mirando hacia la sirvienta, esperando por sus respuestas a las preguntas de Alissa pero no sin antes añadir sus granito de arena, -Puede que simplemente le guste el humo y el color azul, desde luego se ve bastante bien-, dijo mientras asentía, llena de confianza.