Partida Rol por web

Un rostro te observa desde la oscuridad de la inconsciencia. Un rostro que son muchos, una figura que son muchas, un ser que son miles de seres. Un hombre que es mujer, un humano que es animal, un animal que es vegetal. Un todo que es uno, un uno, el uno. Y sus ojos te inspeccionan, te desnudan, se introducen en tu alma, y no puedes hacer nada para evitarlo.

Hasta que parpadea. Después de tanto tiempo, de tantos ciclos, de tantas generaciones humanas. Parpadea, y la oscuridad se desvanece.

Y despiertas.

Abres los ojos, y algo se introduce por ellos. Es molesto, escuece, de modo que parpadeas y alargas los brazos, que se sumergen en ese algo. Tierra. Te sumerges en tierra, y surges de ella.

Sales de un agujero en la tierra removida. Un agujero que has creado tú misma al arrastrarte fuera. Estás completamente desnuda, puedes recordar un antiguo ritual en que se te desnudó, se te limpió la piel y se perfumó para hacerte regresar a la tierra con la pureza con que se crea la vida. De ese mismo modo surges ahora, aunque con la piel cubierta de tierra y sudor. Lo consideras igual de sagrado. A tu espalda, en el agujero, ves un viejo taparrabos de piel y cota de malla, y un sujetador a juego. El cuero está desgastado y reseco, y el metal se ha oxidado. A un lado ves una espada herrumbrosa, con el metal corroído por el tiempo.

Levantas la mirada. Te encuentras en algo parecido a una cueva, de techo bajo y piedras rectangulares como las de los templos de los servidores de la cruz. Hay luz filtrándose entre dos de ellas, y no te cuesta demasiado apartar una de ellas y ver el exterior. Te sorprende ver referencias celtas en un templo presidido por la cruz de los cristianos, un templo casi derruido por cuyas ventanas y puertas se filtra vegetación salvaje e incontrolada.

(Ignora la figura humana)

De hecho, esa vegetación te resulta confusa. Y solo es una parte. Desconoces donde te encuentras, porque no logras conectar con el ciclo. No sabes qué estación preside los cielos, porque no reconoces el mismo ciclo que las ordena. Es como si fuera un ciclo distinto, como si el gran ciclo hubiera cambiado, ¿o eres acaso tú quien ha cambiado? No sientes la misma conexión con la flora, y estás segura de haber perdido también parte de tu conexión con la salud humana...

Aún estás tratando de sobreponerte a esa revelación, cuando oyes un rugido procedente del exterior. El rugido de una bestia, de un ser salvaje, animal. Un rugido que hace vibrar el lugar cuando decenas de aves alzan el vuelo, despavoridas.

Despierto. Había un despertar. Existía un fin a esta muerte inducida. Estoy despierta. Estoy viva. Viva.

Mi cuerpo no parece agarrotado, aunque tardo unos segundos en asegurarme. Intento dar órdenes a mis músculos, enviar instrucciones a los nervios. "Responde". "Muévete". "Informa". El peso que noto sobre mí refrena mi lento proceso de despertar. Estoy enterrada. ¿Cómo? Lo recuerdo. Mi mente tarda un poco en reordenar la información y las prioridades. Me enterraron, así que tengo que desenterrarme.

El aire que me golpea cuando consigo abrirme paso me arranca lágrimas. Pensé que nunca volvería a sentir la caricia de la brisa en mi rostro. Pensé que jamás volvería a tomar tierra entre mis manos, a mancharme con ella, a sentir su tacto cambiante. Recibir la vida desnuda es glorioso. Siento el Ciclo que decía representar cumpliéndose en mí. He renacido como la Rueda nunca dejaba de girar. Es final es el principio, y el principio es el final. Siento el pulso de Gea en mis sienes, retumbando en mi pecho al sentirme resucitada. Viva sin morir.

Echo una mirada a los artefactos que quedaron sepultados conmigo. Han cambiado. El tiempo que no ha pasado para mí sí lo ha hecho para ellos. ¿Acaso los regalos que Gea me hizo perdieron su poder cuando fui castigada? ¿Se convirtieron en romos objetos humanos? Sería triste, pues un día albergaron poder. En fin, no puedo preocuparme por eso ahora, hay cuestiones mucho más acuciantes.

Y mi extraño santuario es el primero, ¿Cómo han permitido mis hermanas que descansara bajo la Cruz, causa de todas mis faltas? Me rodean emblemas que comprendo, las espirales de mi pueblo y sus escrituras y pictogramas, que sacralizan este lugar tan solemne. Pero la cruz que preside el templo es una ofensa para mí, para estas piedras, para este bosque. ¿Acaso mis hermanas lo permitieron? No, nunca lo habrían permitido. ¿Acaso...?

¿...no están?

Cierro los ojos. A mi alrededor hay vida. Vida que crece en un lugar abandonado. Este templo está en desuso, si es que es un templo y no simplemente mi prisión, mi santuario. La vida se expande por doquier con formas persistentes y escurridizas, ya sea en forma vegetal o animal. Extiendo la mano. Siento mi poder. El poder de Samhain, que une la Muerte y la Vida. Mas solo encuentro entre mis dedos el poder oscuro e inmisericorde del segador, lo que los griegos que me conocían llamaban "el Beso de Perséfone". La cálida luz otoñal que restaura los pesares brilla tenue en comparación con tanta oscuridad, incapaz de brillar con fuerza y entregar el don de la Vida curando o extendiendo los bosques.

Un negro temor me atenaza. Soy el Equilibrio y rompí el Equilibrio, y ahora no existe, ni siquiera en mi interior. Recuerdo mi sentencia; "Hasta que el Mundo cambie". ¿Ha cambiado el Mundo? Es la única razón posible de mi despertar. Pero, ¿Cómo ha cambiado? ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo por el que me siento tan lejos de la naturaleza que es mi dominio y mi señora a un tiempo?

Entonces, suena el rugido.

No tengo tiempo de ponerme mi ropa cochambrosa, pero una espada carcomida es mejor que nada. Me dirijo a toda prisa en busca de mi fiel filo devastado por la edad y me dirijo, disfrutando de mi desnudez en la naturaleza, hacia la fuente del ruido.

Retornas a la misma tierra, disfrutando del aroma de su humedad, a través de la apertura entre las piedras. Reconoces sellos y símbolos tallados en ellas, pero solo al regresar a la oscuridad lo reconoces en la misma tierra.

Es un símbolo arcano, un glifo de la Antigua Tradición pintado sobre la tierra que has abierto al renacer. Reconoces el olor, el color, la textura. Una mezcla concreta de savia, sangre y pigmentos minerales, propio de los grandes poderes. Es, sin duda alguna, lo que te mantenía prisionera en el seno terroso. La pregunta es ¿qué motivo había para que el sello se rompiera?

No tienes tiempo para pensar en ello. Un nuevo rugido, más cercano, te trae a la realidad. Tomas tu espada oxidada y retornas nuevamente al exterior, a la luz, con tu cuerpo desnudo y sudoroso presto para el combate.

Y al brotar de la roca, lo ves.

Sus gruñidos guturales y movimientos salvajes hacen que le detectes inmediatamente. Se encuentra en uno de los ventanales superiores, carente de vidrieras y surcado por ramas y enredaderas. Es una bestia de aspecto humanoide, con potentes piernas y fibrosos brazos culminados en afiladas garras. Su piel está completamente cubierta por piel animal de color pardo, y su rostro animal está deformado en una mueca salvaje de ferocidad indómita, mostrando grandes fauces. Pero te fijas que porta ropas, destrozadas pero humanas, por lo que albergas esperanza de que sea un ser racional, y no un mero animal.

¿Ha sido esta criatura la que ha roto el sello de mi prisión? ¿Acaso lo ha sido su presencia? No sé si hay personas cerca que hayan podido interrumpir mi encarcelamiento...Porque me resisto a pensar que he sido liberada porque el mundo ha cambiado. El suelo parece el mismo, a pesar de cierto regusto amargo, el aire, si bien arrastra un toque ácido, es similar. El mismo cielo y las mismas piedras viejas, pero golpeadas por el tiempo que a mí me ha mantenido intacta. ¿En qué sentido habrá cambiado el mundo? ¿Por qué estoy tan ciega?

Me aparto el pelo de la cara con un gesto raudo. Siento mi cuerpo quejándose por la repentina velocidad tras tanto tiempo quieto. A mis huesos se les ha olvidado moverse, y mi cabeza está gritando afónica las órdenes. Me pongo en guardia, poniendo el filo entre ésa cosa y yo, dejando claro mi mensaje de cortas y acuchillar si se acerca mucho. Ojalá me sintiera lo bastante segura.

Intento hablar. Hilo palabras en mi cabeza y las llevo a la garganta. Espero que me salga la voz ronca, pero no es así, mi voz sigue siendo la dulce y autoritaria voz que recuerdo, aunque suena pastosa.

- Cathain? - pregunto, "¿Cuando?". Puede que ésa cosa sepa hablar - Cá bhfuil …? - ¿Dónde está qué, Samhain? Si no sé dónde estoy difícilmente puedo preguntar por ningún lugar

Sigo en guardia. No sé que preguntar. No sé si sabrá constestarme. Sólo se me ocurre decir:

- Fág i m'aonar! - "¡Déjame sola!"

La bestia se agita, nerviosa, y husmea el aire antes de descender de un salto de su posición elevada. Es entonces, con él ya en el interior de las ruinas del templo, cuando le gritas con la espada en la mano. La bestia se gira hacia ti,sorprendida y rabiosa, y libera un poderoso gruñido, pero no se abalanza hacia ti tomándote por la desvalida presa que no eres. En lugar de ello, se tranquiliza y te observa unos instantes, sorprendido. Puedes notar la consternación en él, una expresión muy humana.

¿#&%*#? -La bestia habla con una voz ronca pero humana, incluso con tono cortés. Sin embargo, no conoces su idioma. Le encuentras cierto parecido, lejano y residual, con la lengua sagrada de los portadores de la cruz- #%@&...

La bestia permanece pensativa, con una expresión que te resultaría incluso cómica en otra situación. Pero finalmente, y tras observarte detenidamente, incluso sientes cierta incomodidad. ¿Acaso a esta bestia le incomoda tu desnudez?

¿Gaélico? -Dice en tu idioma natal, expresado torpemente con un acento propio de un extranjero- ¿Hablas... gaélico antiguo? Nadie lo habla hoy en día...

La criatura habla una lengua por completo incomprensible. Entresaco algunos tonos del idioma en el que hablaba en mi anterior vida, antes del confinamiento, pero este idioma es bárbaro, espantoso, burdo. Carece por completo de musicalidad, es como escuchar un enfrentamiento entre muchos dialectos, una batalla confusa de palabras y entonaciones.

Entonces pronuncia palabras que entiendo. Me abrazan de nuevo las notas de la lengua de mi gente. "¿Gaélico antiguo?" ¿Así lo llaman? Entonces...¿Mi gente es antigua? ¿Ya no existe su idioma? ¿Tampoco su cultura? "Nadie lo habla hoy en día..."

El Mundo ha cambiado. Me aterro. Mi pueblo, mi gente, las personas a las que protegía, las personas que me convirtieron en lo que soy, que me ofrecían sacrificios...Nimue...mis hermanas, ¿No queda nadie?

- Aon duine...

"Nadie"

- Samhain is ainm dom - "mi nombre es Samhain" digo - Cad is ainm duit? - "¿Cómo te llamas?" 

Me llamo Jacinto Larraín, aunque todos me conocen mejor como Lobisome, pero no tenemos tiempo para...

La bestia se muestra inquieta, detiene su frase moviendo sus orejas adelante y atrás, mientras husmea el aire.

¡¡Rápido, debes irte!! ¡¡Escóndete, están al llegar!! Esa espada no te servirá de nada contra ellos, busca ayuda y diles que Iberia está bajo el agua. Juan Pedro Lázaro, debes buscar a Juan Pedro...

La bestia interrumpe su nerviosa explicación cuando el sonido de metal hace que os fijéis en la entrada de las ruinas, donde media docena de caballeros ataviados con extrañas armaduras de metal avanzan hacia vosotros portando armas sin filo.

#&%@ *&#%# -Dice uno de ellos, sin que logres comprenderle. Lobisome no parece dispuesto a hablar, te hace un gesto para que huyas y se encara con ellis, dispuesto a hacerles frente.

Jacinto...qué nombre tan ridículo. ¿Qué clase de nombre es ese? Los celtas saben que los nombres tienen poder. Por eso las criaturas a las que adoran...o adoraban, tenemos nombres para ellos y nombres para nosotros. ¿Qué implicará Jacinto? Larraín, no obstante, me recuerda a algunas palabras de la lengua de mi gente, así que deduzco que es de la Gran Familia.

Antes de que pueda empezar a preguntarle, sin embargo, aparecen unos cuantos problemas. Como una bestia, husmea, y como una bestia, reacciona. Empieza a decir cosas sin sentido. Que me vaya, que busque ayuda, ¡Que Iberia está bajo el agua! ¿Iberia? ¿Nuestra patria más occidental ha quedado sumergida? Debe ser algo reciente, si es una noticia tan urgente. ¿Qué se supone que nos amenaza? Pocas cosas hay que puedan amenazarme. Y luego me dice que encuentre a Juan Pedro Lázaro. Suena latino, maldita sea, suena cristiano. ¡Claro! Esos tres nombres son de héroes de los cristianos. ¿Y este monstruo, este Jacinto, quiere que me junte con cristianos? ¿Qué tienen que ver los cristianos con que Iberia haya sido inundada?

No puedo pensar más, ya que aparecen los hombres que tanto miedo dan a "Jacinto". No armados, pero sí ataviados con corazas extrañas, como hombres honorables, aunque se tapan la cara como los ladrones, los verdugos y los guerreros saqueadores. ¿En qué quedamos?

Uno de ellos habla, y el monstruo que me acompaña reacciona de nuevo como si fueran una amenaza importante. ¡Maldita sea! ¡No puedo iniciar mi nuevo despertar cosechando vidas, pero necesito información!

Aún desnuda y con la espada en posición de guardia, me planto frente a ésos extraños hombres.

-  Samhain is ainm dom - "mi nombre es Samhain". Espero que alguno reconozca el nombre -. Ta athas An Bás  - "Soy la Muerte" -. Les miro intensamente -. Na dean sin! - "¡No lo hagáis!"

No quiero que haya pelea. No puedo permitirme matar indiscriminadamente. No sin poder restaurar lo que rompa, como, de hecho, parece que no puedo hacer. ¿Por qué soy la Muerte y sólo la Muerte?

Hablas con decisión, pero los hombres parecen verte solamente como a una bella mujer desnuda que les habla en un idioma que no entienden ni les interesa. Uno de ellos, el que parece liderar el grupo, da unas instrucciones a dos de ellos, mientras los otros cuatro comienzan a acercarse amenazadoramente a Lobisome. Los dos restantes te apuntan con sus báculos metálicos mientras te dicen algo en su extraña lengua cristiana y te hacen gestos que sí identificas.

Que te mantengas al margen.

Desde luego que no me aparto. Me apuntan como lo harían unos arqueros. Pero no veo qué munición pueden tener sus extrañas armas si no se trata de magia. ¿Y si se trata de magia? ¿Los soldados ahora tienen acceso al poder que antaño era sólo de los seres como yo? El Mundo ha cambiado, definitivamente.

- Tá brón orm - "Lo siento"

Mis ojos verdes lanzan destellos de luz esmeralda. Puede que sólo sea la Muerte y haya perdido mi equilibrio como el Ciclo y la Rueda. Pero aún soy muy capaz de esgrimir el poder del Segador. Samhain es la Última Cosecha, el Fin del Verano, y en cada uno de mis poros persiste ése poder, mi faceta destructiva.

Mientras uno de los caballeros se queda atrasado, y otros dos se acercan a ti con la clara intención de contenerte, los otros tres comienzan a rodear a Lobisome. Uno de ellos, levantando su báculo, señala con él a la bestia parlante y, de repente, resuena un estallido, como un trueno, al tiempo que brota una pequeña llamarada del bastón. Lobisome apenas tiene tiempo de moverse, cuando una roca a su espalda es golpeada por una fuerza invisible, haciendo estallar varias esquirlas de piedra en todas direcciones.

Ahora ya comprendes la magia de los bastones. Como ballestas sin virote, como arcos sin flecha, pero igualmente mortales.

Cierro los ojos. Abro los ojos. Cierro...acompaso el parpadeo a mi respiración. Siento el poder. Es Muerte en su esencia. Por cada latido de vida que logro hacer manar de mi alma, son varios los latidos de muerte. Recuerdo a aquellas diosas del este, aquellos seres helénicos que no teníamos claro si eran alienígenas o espíritus; eran madre e hija. Deméter y Perséfone. Ambas compartían poderes como los míos, pero la hija era particularmente oscura, muy vinculada con la muerte, ¿Será así como ella se sentía?

Escucho un ruido extraño y veo fuego, un pequeño fuego al final del extraño objeto que resulta ser un arma. Sus proyectiles son poderosísimos. Seguramente podrían atravesar una armadura forjada...

No daré esa oportunidad a quienes me amenazan. He terminado de preparar mi mente para matar. Es el Ciclo, y el Ciclo soy yo. Yo soy la Muerte.

Extiendo la mano hacia el hombre que tengo frente a mí* y trato de cortar los hilos que le atan a Gea. Evito pensar en lo caprichoso de mi acto, nada más despertar, sin tener en cuenta más consecuencias que lo que me dice el corazón...repito el acto que me costó un sueño de siglos.

Extiendes tu mano hacia tu víctima, la víctima del ciclo, el objeto del sacrificio que debe dar paso a la nueva creación. Invocas la vida en él, la reclamas para ti, pero algo sucede. El caballero, cuyo rostro ves sufrir una ligera palidez momentánea, no te entrega su salud. Algo va mal.

Pero él sí se da cuenta de que lo que está sucediendo es cosa tuya. levanta su báculo y te apunta con él, sin mediar palabra, unas palabras que tampoco hubieras comprendido. El báculo suelta un estruendo, y sientes un doloroso impacto en medio del pecho, que te hace dar un par de pasos atrás por la sorpresa. Ahora comprendes la magia de esas armas sin filo, aunque necesitarán más poder para hacerte daño, daño de verdad.

Los dos caballeros te observan con sorpresa, parecen no comprender cómo has soportado el daño de su arma. ¡¡Eres una diosa!! ¿Es que no comprenden su lugar, y el tuyo?

El hombre al lado de tu agresor levanta su báculo y dispara el mismo trueno, golpeándote el estómago. Te ves desplazada hacia atrás, perdiendo momentáneamente el equilibrio y clavando una rodilla en el suelo. Sientes el vientre dolorido, pero lo tocas y no ves sangre en él, ni hematoma alguno. Estos caballeros-brujos precisan aún mucho más poder para doblegar a una divinidad.

Detrás de tus agresores, el hombre bestia se abalanza sobre uno de sus agresores, lanzando una lluvia de zarpazos con sus afiladas garras. Sin embargo, la robusta armadura metálica del caballero se lleva la mayor parte del daño, haciendo que los salvajes ataques de Lobisome caigan en saco roto. Los otros caballeros le disparan con sus armas de trueno. Uno de los disparos impacta en el muro junto a la bestia, y el otro golpea su costado, haciéndole aullar de dolor y apartarse de su contendiente. Lobisome salta lejos de las escaleras y corre en dirección a una salida lateral del templo, seguido por los tres brujos que le rodeaban.

El que se había quedado más atrasado, aún trata de decidir si emprende la persecución o apoya a sus compañeros ante ti.

Siento en mis carnes el poder de las armas de mis enemigos. Golpean con mucha más fuerza que las flechas, con un ardiente golpe de metal. ¿Cómo podrán disparar estos proyectiles? No me preocupan en exceso. He sobrevivido a estocadas, hachazos, a ser atravesada por lanzas y pisoteada por caballos. Pero la simple escala del golpe me asombra. Qué fuerza...

Mi poder, ya sea por mis propias dudas internas o por algún tipo de protección de mis enemigos, no alcanza su amarga floración. No quito una vida con el poder de la Muerte. Quizá sea mejor así. Mi pulso se acelera ante el frenesí de la lucha que me envuelve. Hace tanto que no participo en una batalla que mi alma de ruega que me lance a la carnicería. 

Desnuda y con una espada oxidada, obedezco a mis impulsos. Embisto al oponente a quien quería destruir con una estocada que, según mi experiencia, destrozará mi cochambrosa arma.

Mueves tu mano, sosteniendo la herrumbrosa espada que te resulta tan molesta e insignificante en estos momentos. Demasiado tiempo sin emplear un arma, demasiado tiempo sin moverte siguiendo las enseñanzas de los grandes héroes del pasado, cuando las diosas observabais a los mejores guerreros celtas y aprendíais de ellos el manejo de las armas humanas.

Lanzas una torpe acometida contra uno de los caballeros-brujo, con tan mala fortuna que golpeas levemente el metal, apenas un roce que hace saltar algunas chispas, sin que tu adversario se inmute apenas.

De hecho, los tres parecen más preocupados en cambiar su armamento. Sueltan sus báculos de trueno y extraen otros nuevos de arneses a su espalda. Báculos más grandes, con una forma diferente. ¿Acaso más poderosos?

Mi espada herrumbrosa resbala en sus armaduras. No tenía muchas esperanzas puestas en el ataque, pero bueno, así he podido acercarme lo suficiente. "Siempre se fijarán en la espada", decían los maestros de armas de los celtas que tanto nos adoraban y tanto nos enseñaron. Realmente, ésa frase era un refrán para animar a golpear con el escudo, pero a falta de escudos...

Estoy en una buena posición para descargar una patada sobre el pecho de mi oponente. No es posible que unas armaduras tan pesadas les permitan levantarse con rapidez. Los caballeros de antaño cuando caían al suelo tardaban demasiado en recuperarse.

Miro al hombre-bestia que habla mi idioma.

- ¿Qué hacemos? - le pregunto en gaélico -. ¿Podemos con ellos?

Acto seguido doblo la rodilla y descargo la patada.

No tenía que haber hablado, he dejado de mirar por un instante y me he desconcentrado.

Tu patada falla estrepitosamente. Recuerdas los tiempos en que lograbas impactar en el pecho de un hombre sin problemas, reventar su torso y lanzarle por los aires. En batalla, junto a tus seguidores celtas, los hombres eran derribados y arrojados por doquier por tu formidable físico divino.

¿Qué ha sucedido? ¿Donde está todo tu poder ahora?

Tu pie descalzo apenas logra rozar la armadura del guerrero-brujo, resbalando como un pescado en manos de un niño. El humano te apunta con su nuevo bastón, y tú te amparas en la esperanza de que no te cause más molestia que los anteriores...

Nada más lejos de la realidad.

El bastón estalla en un poderoso estruendo. Sientes una inmensa fuerza golpeando tu hombro, el lacerante dolor que quema tu interior y te lanza hacia atrás, dando un par de pasos y a punto de caer. La sangre brota como una fuente, sangre divina que no debería desperdiciarse. Oyes y sientes un segundo estallido, y un dolor abrasador se interna en tus mismas entrañas. Te retuerces hacia delante, comprobando que algo ha atravesado un costado de tu vientre. Levantas una furiosa mirada, comprobando cómo humea el bastón del segundo caballero, al lado del primero.

Por detrás de ellos, avanza despacio el tercero, apuntándote también. Sabes lo que va a suceder, pero no tienes tiempo para evitarlo. Su arma lanza un estruendo, y sientes un potente impacto en el pecho que te lanza hacia atrás. El mundo gira a tu alrededor, el dolor se convierte en todo, te mareas, apenas sientes tu espalda chocando contra el suelo.

El mundo se vuelve negro...