Partida Rol por web

Dorg sintió un escalofrío con el relato del menudo clérigo. Demonios salidos del abismo por doquier, hizo un signo para pedir el favor de la Dama Enmarañada.

- Si nos acercamos nos arriesgamos a caer bajo el influjo del músico, como le pasó a la anterior expedición- especuló.- A lo mejor esto nos puede ayudar- ofreció, sacando una pequeña pieza de madera de su zurrón. Era una ocarina lacada de color verde oscuro, con símbolos florales grabados.- Se supone que es magica, pero nunca le he sabido usar- confesó.- Por mucho que soplo no sale ningun sonido

Acompañó a los demás al interior de la vivienda. Las casas tan grandes seguían sorprendiendole, a pesar de haber visto ya muchas. La gente vivía entre lujos con fuego bajo techo y camas mullidas, como en las leyendas de la Ciudad Plateada. Allí tampoco habían acabado bien las cosas, había signos de lucha por doquier. Dorg se agachó e insepecionó los rastros viejos, por si había algo que se les estaba pasando por alto.

El panorama era desolador, todo parecía haberse abandonado deprisa y corriendo, supongo que para bailar. Y esos manchurrones de sangre no auguraban nada bueno, amen de los cadáveres en el salón principal. Lo cual me llevaba a una serie de interrogantes y ninguna respuesta. ¿Será que algunos se resistieron a bailar a la plaza? Y si fue así, ¿quién los atacó, los mismos "bailarines" o hay otras fuerzas en acción en este lugar?

 ¿Subimos arriba? Es nuestra única opción de ver algo.

No creo que desde este edificio podamos ver nada, pues el que tenemos delante hará de pantalla. Propongo avanzar al siguiente edificio, desde allí deberíamos poder ver la plaza en todo su esplendor.

No sabía lo que encontraríamos más adelante pero una cosa estaba clara, no me iba a importar abandonar esta extraña escena...

Si nos acercamos nos arriesgamos a caer bajo el influjo del músico, como le pasó a la anterior expedición

Esa frase me hizo estremecer y rogué fervientemente al Astado para que me protegiera de semejante fin, si había de morir que fuera con el arma en la mano y luchando, no bailando es esa plaza... 

Se supone que es magica, pero nunca le he sabido usar- confesó.- Por mucho que soplo no sale ningun sonido

 Pues, por si acaso, no dejes de soplarla, Dorg… mascullé apretando los dientes.

La situación era más seria de lo que, en un principio, había pensado. Todo parecía haber sido abandonado por la fuerza y con prisas.

Mientras algunos abogaban por subir o acercarse un poco más a la plaza yo me asomé a las ventanas que daban a los corrales traseros, ya que me extrañaba que las bestias no hiciesen ningún ruido. Después de observar aquello busqué tras las escaleras alguna trampilla que me diese acceso al sótano. Quizá aún hubiese alguien que lograra esconderse de los agresores y pudiera dar alguna explicación a aquella barbarie y a aquel ritual de la plaza.

Salamina no sabía nada de música, pero, tampoco se lo había propuesto nunca. La verdad es que estos años se había dedicado más a otras cosas, como partir cabezas, así que no era algo que hubiera pasado por su mente, pero lo que si sabía era que si alguien trepaba y estaba atado no caía mucho, así que esa era una posibilidad.

- Si alguien se acerca, y está atado, siempre podemos recuperarlo, tirando de la soga.

Van Tharkan se acercó a las escaleras, arriba estaba más oscuro pues no llegaban las luces del exterior, escuchó un momento tras subir los primeros peldaños, dando tiempo a decidirse al resto pues por ahora subía sólo,  mientras el resto de sus compañeros se esparcían por la posada.

Dorg se agachaba aquí y allí, examinando, pero el tiempo que había pasado resultó demasiado para su escaso bagaje en ciudades civilizadas. Más allá de que allí había habido pelea y que había pasado gente y animales no pudo decir más. Seguir las instrucciones de Dim'goth respecto a la ocarina tuvo el mismo resultado que hasta ese momento: ninguno*.

Mientras Salamina, la única que parecía más decidida a acompañar a Van Tharkan al piso superior, rebuscaba en su equipo una cuerda Krendhulf entró decididamente en la taberna, más allá no solo que ellos sino incluso que los primeros pasos del rastreo de Dorg.

Pudo ver que los cadáveres llevaban días muertos, si es que no semanas. Habían sido muy mordisqueados, algunos casi comidos, por alimañas, no todas de pequeño tamaño. Tal como parecía, había una puerta bajo las escaleras, aunque al otro lado de la barra de bar; y no era la única también allí estaba el acceso a la parte posterior del edificio. Cabía suponer que a la despensa y, quizás, el domicilio del dueño y su familia, si la tenía.

Un vistazo rápido a los corrales sólo rebelaba que estos parecían vacíos, no tenían ventanas pues parecían más pensados para guardar los animales por la noche que para tenerlos estabulados. Sin entrar no había forma de confirmar si había o no animales dentro.

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   Mientras la gente piensa en subir arriba, me preparo para seguirles, pero antes les susurro.

   - Antes de subir, deberiamos echar un vistazo por las ventanas que dan a los callejones, no es la plaza la que nos interesa ahora, recordar que se oían ruidos rarísimos de los callejones, seamos meticulosos. -

   Me pongo de puntillas y miro por la ventana, la oscuridad y los reflejos de la plaza se enfrentan con mi aguda vista de, de... guiño los ojos y veo que... que... que no veo nada, mascullo por lo bajo para mi una maldición. - cangonlaostiaputaenverso... -

   Luego me aproximo con cautela, tropezando con el escalón, definitivamente, esta casa no favorecía mi suerte, pienso mientras mascullo por lo bajo - ditasea. -

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Salamina, ante la protesta de "El Rojo" no se sorprendió gran cosa, pero ya que podía ser que se metiera en algún jaleo, decidió seguirlo muy de cerca, para … si había que repartir un par de tortas, no estuviese indefenso.

Al ver los patéticos intentos del sacerdote por espiar en el callejón, Dorg se acerca y echa un vistazo él mismo, a ver a que viene tanto revuelo. Luego encamina sus pasos hacia el piso de arriba. Sigue siendo algo extraño para él, esos pisos de arriba, es como si construyeran una cueva sobre la cueva, pero práctico.

Era el momento de tomar la iniciativa. Desde el tejado podían intentar ver más allá de los edificios, salvo que fuesen más altos, y echar un ojo al callejón, o a las calles aledañas desde donde se oían los extraños ruidos de animales.

Pese a su primer impulso de ir con el arco en mano, sacó su espada, más apropiada para ataques cerrados si los pillaban por sorpresa.

Echó un vistazo atrás para ver quién lo acompañaba, y se dispuso a subir silenciosamente las escaleras, justo cuando escuchó a Izurde moverse haciendo algo de ruido.

- Cuidado, sacerdote. Nos jugamos la vida.

Justo en ese momento la escalera crujió bajo sus pies, perdiendo toda opción de subir sin ser oídos.

Dorg miró por el callejón. Pudo ver que el siguiente edificio era uno de los que tenía luces encendidas, al menos tres o cuatro fuentes sólo una de las cuales parecía ser una chimenea. También pudo distinguir una sombra saltando de un tejado a otro, no era demasiado grande, pero aún así significativa. Del tamaño de un perro grande.

Van Tharkam, Salamina - a quién Izurde había cedido amablemente el paso - y el propio Sumo Sacerdote subieron al piso superior. Este estaba bastante aprovechado, de modo que el pasillo era estrecho y sin descansillo. Una docena de puertas, seis a cada lado, le abarrotaban; al final el techo bajaba, probablemente ya cerca del alero, indicando que las últimas dos habitaciones serían abuhardilladas.

En esa parte había una trampilla en el techo que permitía el acceso al tejado, a unos dos metros del suelo.

Yo estaba ensimismado con la posibilidad de bajar al sótano. Tanto que no me di cuenta de que los demás se iban a la planta superior. Total que tiré de la trampilla hacia arriba para abrirla y acceder al piso inferior. Seguía pensando que podría haber alguien encerrado, por su cuenta o por como rehenes de otros, y necesitaba comprobarlo por mí mismo.

- ¿Tenéis preferencia por alguna? - Dijo Van en voz baja a sus compañeros mientras señalaba las puertas. - Voto por ésta de la derecha. - Se refería a la primera, sería más fácil escapar desde ahí si las cosas se ponían feas.

Dorg se acercó con paso sigliioso a las escaleras.

- He visto algo en el tejado, tendría el tamaño de un perro grande- susurró, para los que estaban subiendo.- Ha saltado desde el tejado a la casa de al lado

Según entramos en el edificio, todos se encaminan hacia el piso de arriba. Todos menos Krendhulf... Lo veo como desaparece bajando hacia el sótano y observo la espalda de los que suben las escaleras hacia el piso superior. Me encojo de hombros y voy también al piso superior, en estas condiciones tengo la sana intención de permanecer junto al grupo más grande de personas.

Con el escudo bien jalado y el falce empuñado sigo a mis compañeros escaleras arriba.

El acceso al sótano estaba bloqueado, la pequeña puerta debajo de las escaleras había sido trabada desde el interior.

Krendhulf tiró con todas sus fuerzas y, tras media docena de empellones, la trabilla cedió con cierto estruendo de madera rasgada y clavos arrancados. La puertecilla daba acceso a unas escaleras resbaladizas que se internaban en una importante penumbra sólo rota por el débil titilar de una luz en algún lugar, relativamente lejano, penumbras abajo.

Sollozos quedos y el llanto de un niño, amortiguado por una mano era todo lo que llegaba a sus oídos. Le servía para estimar que debería bajar unos dos metros hacia abajo por una escalera lo bastante empinada para no tener más de cuatro de largo. También estimaba que le sótano era relativamente profundo.

El resto del grupo había desaparecido escaleras arriba, dejando sólo al clérigo de Grome para internarse bajo tierra, el dominio de su Señor.

Mientras Van Tharkan empezaba a abrir puertas, Dim'goth comenzaba a subir bloqueando una potencial retirada apresurada. Salamina y el bárbaro no estaban a su vista, pero sí Izurde, que justo llegaba al final de las escaleras y Dorg, al que el pequeño sacerdote trataba de dejar pasar por el estrecho pasillo. El pantangita pudo oír unos golpes y un ruido de madera rota que provenía del bar.

Las puertas de la derecha debían dar al edificio que tapaba la vista de la plaza - y los danzantes macabros - las de la izquierda a las cuadras y el camino por el que llegaron

Van Tharkan abrió la primera puerta con aprensión, la luz de la antorcha iluminó un cuarto sencillo de posada. Una cama apenas suficiente para dos, un baúl que resultó contener sólo una manta extra un poco raída, un par de sillas simples y un aguamanil. El único sitio dónde esconder algo o alguien era debajo de la cama, pero sólo ocultaba un orinal. Los postigos de madera cerraban con efectividad la ventana, aislando casi el ruido de la falsa fiesta y del todo cualquier luz exterior.

Siguió abriendo puertas, revelando más habitaciones iguales, hasta la cuarta de la derecha. Esa estaba bastante dañada, con los postigos de la ventana abiertos y signos de lucha por todo el lugar; o más bien de matanza, pues había arañazos y sangre, en particular un rastro arrastrado hasta la ventana. Mientas el resto vigilaban ésta puerta cerrada Van pudo terminar de mirar las demás, que volvían a ser iguales que la primera

La última de la derecha, aunque era igual de que las demás, era la que más potencial tenía para ver un poco de la plaza.

Al escuchar el ruido proveniente de la planta de abajo, aprieto los dientes. ¡¡¡Maldición!!!

En voz baja, le digo a Izurde: He escuchado un ruido abajo, voy a ver si Krendhulf está bien.

Y me voy escaleras abajo, lo más sigilosamente posible sin poder impedir que los malditos escalones crujan a cada paso que doy. Al llegar abajo, me asomo pero no detecto nada raro, así que con más miedo que vergüenza me voy acercando a la abertura por donde se metió Krendhulf, interponiendo el escudo entre mi cuerpo y lo que sea que pudiera salir de ahí.

Krendhulf, ¿estás bien? Susurro hacia la boca del sótano.

A Dorg no le gustaba un pelo aquel lugar. Había algo en los tejados que les había visto y se había ido, seguramente a contarle a alguien que estaban allí. Tenían que moverse deprisa. Bajó al primer piso, donde el pantangiano se acercaba a la puerta del sótano, y esperó tras él, con la mano en la empuñadura de su espada extraña. La tensión se notaba en el aire.

- Vamos a ésa donde parece haber estallado una batalla.- Susurró señalando la puerta marcada de sangre. Fuese lo que fuese que había al otro lado lo iba a tener difícil si lo pillaban desprevenido. Estaba ya claro que se habían metido directamente en la boca del lobo, pero al fin y al cabo alguien tenía que limpiar esto... y esperaba que fueran ellos.

Lo más inteligente sería mandar ya a alguien de vuelta a la taberna, y que avisase de los hechos para que una gran fuerza volviese al lugar. Según lo que vieran lo propondría. Incluso volver todos para arremeter después con más garantías.

Pero ahora estaban allí, y tendrían que salir si quería cumplir estas elucubraciones.