Partida Rol por web

Trasus tosió. Y tosió. Y tosió hasta que el sabor a cobre de la sangre inundó su boca. Y aún tosió un rato más antes de ser capaz de levantar la cabeza. El polvo se había posado, parte sobre sus ropas, su piel y su cabello. Una capa de suciedad más. Cuando llegara a alguna parte, si es que llegaba, podría ganarse la vida de la limosna, tocando en alguna esquina.

¡Oh, Hacedor!

Un pánico feral lo invadió, arrastrándolo a un maremágnum de pensamientos que se abalanzaban los unos sobe otros, como gusanos ansiosos. Se elevó sobre sus rodillas y buscó con ojos y manos a su alrededor, meneando la cabeza espasmódicamente de un lado a otro, hasta que la familiar silueta de su acordeón quedó a la vista. Como él mismo, había sobrevivido sin un solo rasguño. Trasus lo abrazó con ternura, como si fuera un hijo recuperado del derrumbamiento.

Recobrada al fin la compostura, se puso en pie.

—¿Damas? ¿Caballeros? —preguntó al aire. Preguntó a las rocas. Se sacudió el polvo de la cara y miró a su alrededor—. ¿Habéis sobrevivido a este desafortunado accidente? Espero que no hayáis quedado irremediablemente atrapados por este rocos abrazo. No confío en mis posibilidades de levantar algo más pesado que una del tamaño de dos puños. Mas recuerdo a Tal’Vashoth sosteniendo una caverna sobre su espalda, como algún ser mitológico destinado a sostener el peso del mundo sobre sus hombros. Puedo llegar hasta él y traerle para que os libere de vuestras pétreas sábanas.

Esta vez Asthan hizo ademán de llevarse las manos a la cabeza pero no se tocó la herida. Claro que descubrir que no tocarla sólo hacía que no diera pinchazos de aquella sensación desagradable que era el dolor pero tampoco hacía que éste desapareciese, no parecía consolarlo mucho.

—Usar mágia con este cuerpo es más difícil que en el Velo—suspiró. Y asumiste que debía referirse a que "se cansaba"—. En cuanto a la curación, no estoy viendo cosas raras así que...

—¿Damas? ¿Caballeros?—escuchasteis la llamada de Trasus a través de la polvareda—. ¿Habéis sobrevivido a este desafortunado accidente? Espero que no hayáis quedado irremediablemente atrapados por este rocos abrazo. No confío en mis posibilidades de levantar algo más pesado que una del tamaño de dos puños. Mas recuerdo a Tal’Vashoth sosteniendo una caverna sobre su espalda, como algún ser mitológico destinado a sostener el peso del mundo sobre sus hombros. Puedo llegar hasta él y traerle para que os libere de vuestras pétreas sábanas.

Asthan se quedó inmóvil mirando en la direccción de la que había venido la voz durante, exactamente, tres segundos. Luego añadió en tono monocorde:

— ...pensándolo mejor, creo que sí necesito: No las veo, las oigo.

—¿Damas? ¿Caballeros?—escuchaste en ese momento la llamada de Trasus a través de la polvareda—. ¿Habéis sobrevivido a este desafortunado accidente? Espero que no hayáis quedado irremediablemente atrapados por este rocos abrazo. No confío en mis posibilidades de levantar algo más pesado que una del tamaño de dos puños. Mas recuerdo a Tal’Vashoth sosteniendo una caverna sobre su espalda, como algún ser mitológico destinado a sostener el peso del mundo sobre sus hombros. Puedo llegar hasta él y traerle para que os libere de vuestras pétreas sábanas.

Dos segundos después, escuchaste chillar a Gabrielle dos octavas más alto de lo que seguramente ni ella misma se hubiera creído.

—¡Cállate Trasus!

—¿Damas? ¿Caballeros?—escuchaste la llamada de Trasus a través de la polvareda—. ¿Habéis sobrevivido a este desafortunado accidente? Espero que no hayáis quedado irremediablemente atrapados por este rocos abrazo. No confío en mis posibilidades de levantar algo más pesado que una del tamaño de dos puños. Mas recuerdo a Tal’Vashoth sosteniendo una caverna sobre su espalda, como algún ser mitológico destinado a sostener el peso del mundo sobre sus hombros. Puedo llegar hasta él y traerle para que os libere de vuestras pétreas sábanas.

Dos segundos después, escuchaste chillar a Gabrielle dos octavas más alto de lo que seguramente ni ella misma se hubiera creído.

—¡Cállate Trasus!

Gabrielle se pellizcó el puente de la nariz, sabiendo que sus desventuras bien podían ser publicadas en un libro de sátiras orlesiano.

—¡Cállate Trasus! —chilló dos octavas más alto de lo que se hubiera creído capaz, agregando en un tono de hartazgo no por más bajo menos sentido:—. ¡Hacedor!

Sanó la herida de Hastan y le ofreció una mano para que se levantara.

—¿Sientes a Ayla o al demonio? ¡Debemos perseguirlos!

—¡Cállate Trasus! —escuchaste chillar a Gabrielle dos octavas más alto de lo que seguramente ni ella misma se hubiera creído.

Asthan suspiró cuando lo libraste del molesto dolor.

—No siento a Ayla, sólo puedo sentir demonios—te respondió—. Siendo "físico" cuesta más pero estoy seguro de que el de antes anda por aquí cerca todavía.

Cayó en la cuenta de lo que acababa de decir.

—¡Lynn! ¿Dónde está?—se levantó como impulsado como un resorte—. La perdí con todo el maldito barullo.

Un bramido rabioso y "crepitante" llegó de algún lugar bastante cerca de vosotros y una bofetada de aire caliente os azotó acribillándoos con gravilla. Pudiste ver el fogonazo de llamas que lo provocó a cosa de cien metros gracias a que aquello disipó un poco la polvareda.

Asthan directamente salió corriendo en aquella dirección. ¿Qué pasaba ahora?

—¿Es esa la voz de Gabrielle o la de un niño desconocido? —preguntó al aire, buscando el origen de la voz de la muchacha.

Era alentador escuchar una voz conocida, aunque fuera la de la maga en evidente estado de irritación, incapaz de reconocer el brillante faro de esperanza que le ofrecía la locución de Trasus. Una superviviente al inoportuno desastre, cuanto menos.

—¿Puedes mostrarte o necesitas ayuda? ¿Están los demás contigo?

Los gritos de Trasus habían provocado un escalofrío en la espalda de Cedric. Si quedaban enemigos cerca, aquel idiota los estaba llamando a gritos, y Cedric no estaba tan lejos como le hubiera gustado del poeta. A decir verdad, desde que lo conoció nunca había estado tan lejos de Trasus como le hubiera gustado. 

El grito de Gabrielle creó el silencio. Cedric empezaba a pensar que estaban a salvo, después de todo, pero esperó un poco para asegurarse. Si sus ruidosos compañeros iban a ser masacrados, no quería verse envuelto.

Cuando se sintió seguro, caminó hacia Gabrielle, a falta de un plan mejor.

—¿Puedes mostrarte o necesitas ayuda? ¿Están los demás contigo?—sonó en aquel momento la voz de Trasus.

Antes de que Gabrielle respondiese nada, un bramido rabioso y "crepitante" llegó de algún lugar a varios metros de ti y una bofetada de aire caliente te azotó acribillándoote con gravilla. Pudiste ver el fogonazo de llamas que lo provocó a cosa de cien metros gracias a que aquello disipó un poco la polvareda. Y una silueta delgaducha corriendo en aquella dirección.

—¿Puedes mostrarte o necesitas ayuda? ¿Están los demás contigo?—volviste a escuchar la voz de Trasus.

Antes de que que pudieras dar un paso más, un bramido rabioso y "crepitante" llegó de algún lugar a varios metros y una bofetada de aire caliente te azotó acribillándoote con gravilla. Pudiste ver el fogonazo de llamas que lo provocó a cosa de cien metros gracias a que aquello disipó un poco la polvareda. Y una silueta delgaducha corriendo en aquella dirección.

—¿Puedes mostrarte o necesitas ayuda? ¿Están los demás contigo?—volviste a escuchar la voz de Trasus.

Antes de que que pudieras dar un paso más, un bramido rabioso y "crepitante" llegó de algún lugar a varios metros y una bofetada de aire caliente te azotó acribillándoote con gravilla. Pudiste ver el fogonazo de llamas que lo provocó a cosa de cien metros gracias a que aquello disipó un poco la polvareda. Y una silueta delgaducha corriendo en aquella dirección.

Cedric no era tan estúpido como para correr hacia un demonio, pero aparentemente sí para acercarse. El demonio de la cólera había ayudado en el combate contra los engendros tenebrosos, y se había mostrado especialmente interesado en Ayla. Tal vez la chica estuviera cerca, o quizá aquella criatura de fuego supiera cómo encontrarla.

No es el momento para hacerse el héroe.

Aunque ningún momento lo era. Si todo lo que quería ese demonio era hacer callar a Trasus, no sería Cedric quien se interpusiera. Lenta y sigilosamente se acercó a la fuente de luz tratando no pensar en una polilla que se lanza de cabeza a una hoguera.

Trasus arrugó los ojos, tratando de reconocer la silueta, infructuosamente.

Ninguna otra voz le había respondido. Si los demás seguían vivos, debían estar inconscientes o ya se habían marchado de allí. Puede que incluso hubieran esquivado de alguna forma milagrosa el derrumbamiento. Si estaban bajo las piedras, no había manera de ayudarlos por el momento, así que decidió seguir a la figura delgada que corría, el único indicio de vida que quedaba allí.

Gabrielle lanzó un conjuro y se vio rodeada por una armadura hecha de luz pura.

Se enjugó el sudor de la frente. El lanzamiento de conjuros le estaba pasando factura, estaba agotada.

—No lo sé —dijo con un hilo de voz—. ¡S-sí! ¡Estoy bien! Está Asthan conmigo, pero no veo a nadie más.

Gabrielle lanza Armadura Luminosa, subiendo a CA 18 durante 3 horas.

Pc: 8/17

—¡S-sí! ¡Estoy bien! Está Asthan conmigo, pero no veo a nadie más—respondió Gabrielle.