Partida Rol por web

Pueblo de Vintiver

El carro dejó atrás la granja y avanzó a buen ritmo por un camino rodeado de viñedos, el idílico paisaje de los campos cultivados y solo escuchar los cascos de los animales, hizo que todos os permitierais relajaros por un tiempo.

Cuando empezaron a verse las primeras casas del pueblo a lo lejos, Haran rompió el silencio. - ¿Qué os ha traído a Vintiver, viajeros? - Con un leve tirón de las riendas las mulas aminoraron ligeramente el paso y se giró hacia vosotros apoyando el brazo sobre el respaldo. - Tengo mis dudas de que viajarais todos juntos. - Puntualizó dirigiendo una mirada a Lanaya. 

Obediente ayudó en todo lo que pudo.

Preparó las riendas para el carro, atando con cuidado los animales y bajo la supervisión del resto al no estar acostumbrada a hacerlo, temiendo que se soltara con un golpe seco, y aupó a la hermana inconsciente de Lanaya al interior, procurando que estuviera lo más cómoda posible, incluso tapando el lugar donde antes estaba la herida con cualquier trapo o mantón si lo hubiera.

Después, si sobraba tiempo, quiso formar parte en el entierro, susurrando oraciones que recordaba de haber leído en sus libros sagrados y sobrecogida cuando tocara el momento de la madre con el niño, incapaz de olvidar esa atroz imagen de su cabeza.

Se subió a la zona de carga, apoyando un lateral derecho sobre la pared del carro y dejando los pies colgando, permitiéndose ese momento de descanso. No quería admitirlo pero estaba agotada, y el camino que veía avanzar bajo sus pies alzados se hacía cada vez más duro.

No supo qué decir al resto, tampoco tenía ganas de mantener una conversación ahora mismo. Cerró los ojos unos segundos aspirando el puro aire del campo, alejándose del olor a sangre y miedo para dar paso a las ruedas sobre el asfalto, el canto de los pájaros sobre su cabeza o la respiración pausada de sus compañeros. Sólo abrió los ojos, devolviéndola a la realidad cuando escuchó las palabras de Haran, girándose lentamente para no caerse del carro.

- Andraste nos juntó en el camino.- Sonrió ante su sencilla respuesta que, aunque más bien era una especie de excusa la creía cierta. No veía idóneo dar los detalles de su viaje.- Disculpe que mencione el tema, pero me gustaría preguntarle sobre la maldición que mencionó en la granja. Comentó que era una historia complicada.

Estoy preocupada por mi hermana asi que no me separo demasiado de ella, algunas de las palabras que intercambiaron los aldeanos me hacen estar más alerta por lo que mantengo mi arco cerca y listo para usar en cualquier momento por lo que posiblemente se pueda notar que estoy en permanente tensión.

Simplemente les eche una mano en un momento de necesidad y ella me devolvio el favor salvando a mi hermana llegado el momento. Por ahora no tengo buenas palabras para Daarken despues de lo ocurrido por lo que puntualizo que la buena obra fue solo de la maga.

Tras enterrar a los muertos soltó la pala y se fue directo hacia el carro, se encontraba cansado tras el largo camino y la batalla con esos lobos, aunque fuese muy divertido el poder rajarlos con sus dagas.

-Bueno, vamonos a la aldea, haced lo que queráis, os espero allí.

Tras subirse en el carro se pego lo máximo al fondo de este, tenia que aprovechar que era el primero, buscó algún saco que le pudiera servir para mantener su cabeza acolchada durante el viaje, se puso su capa por encima y se colocó la careta a modo de antifaz, prometía ser un viaje largo y no lo iba a desperdiciar hablando con el resto, ya tendría tiempo más adelante, de momento primaba el dormir y recuperar fuerzas.

Miro con recelo la careta de Daarken. "Esa mierda está sin curtir. Va a empezar a apestar de aquí a media hora." A la pregunta de Haran y las respuestas de mis compañeras, me encojo de hombros.

- Lo mismo. Andraste nos ha unido. Andraste y una bolsita de oro.- Señalo a Vival con la cabeza.- Daarken y yo somos sus guardaespaldas.- Taladro con la mirada a Haran.- Me uno a Vivial. ¿Qué maldición?

Al ver que evitasteis su pregunta de manera descarada, Haran emitió un profundo suspiro. - ¿No queréis decirme nada pero si queréis que yo os responda? - Negó levemente con la cabeza. - La maldición es una estupidez, una mera superstición. - Volvió a girarse para ver al frente y continuó hablando dándoos la espalda. - Por lo que podéis observar a vuestro alrededor este pueblo vive principalmente del comercio del vino y la uva, así que todos los años celebramos el comienzo de la vendimia, en las fiestas siempre invitábamos a los elfos dalishanos como muestra de hermandad de nuestras culturas. En las de este año hubo un altercado con los elfos y se arruinó la fiesta, desde ese día no hemos vuelto a ver ninguno. - Suspiró. - Muchos defienden que ellos nos han maldecido en venganza. Han estado ocurriendo cosas terribles, aunque lo de la granja de los Fuldor es hasta ahora la peor.

Volvió a girarse a vosotros con una media sonrisa, el tipo tenía la típica de bonachón de un hombre sencillo. - Así que no se han acercado los dalishanos hasta hoy... ¿me responderéis ahora qué hacíais en la granja y por qué esa chica esta tan herida? - fijó la mirada en Jareth que hasta ahora era el que más había llegado a hablarle, en ese momento Bertín también se giró esperanzado en escuchar vuestra historia. 

El carro llegó a las alturas las primeras casas del pueblo y empezaron a cruzarse con los primeros aldeanos que iban de aquí para allá en sus quehaceres, se giraban para miraros con desconfianza y comentaban entre ellos en susurros, era visible que no eran bienvenidos a excepción de Haran que mantenía su actitud afable.

Miro a Vivial. No quiero revelar más de lo normal, pero es que ese tío me cae la mar de simpático. "Por decirle algo no va a pasar nada".

- A ver, la cosa es así. Vivial tiene que hacer una cosa por esta zona, la verdad es que no me he enterado demasiado bien, y nosotros tenemos que protegerla. En la granja había unos lobos grandes como caballos. Bueno, igual no tan grandes. La cosa es que eran muy agresivos y nos intentaron devorar. Con el ruido de la pelea, llegaron ellas.- Señalo a Narelle y Lanaya.- Nos echaron una mano y nosotros se lo agradecimos. Lanaya (era Lanaya, ¿verdad?) encontró a su hermana en el cobertizo, y la pobre estaba hecha polvo. Yo estaba enterrando los cadáveres y entonces llegasteis vosotros. Más o menos eso es todo.-Miro a Vivial. El pavo no es idiota. Si no ha deducido que es una maga, lo hará con lo que le he dicho. "Me pidió que no lo divulgara... Espero que esto no cuente como 'divulgar', porque si no, me he metido en un lío".

Haran asintió animado a la versión de Jareth. - Ah eso está mejor, aunque sigo teniendo dudas, de poco me sirven vuestras respuestas. - Azuzó a las mulas para que apretaran el paso. - Con poder tener la seguridad de que no me rajaréis el cuello es suficiente. 

No tardaron en llegar al centro del pueblo, en total habrían recorrido poco más de 1 Km. Era pequeño, apenas contaba con una veintena de cabañas que rodeaban una plaza central en cual no había nada mas que un sencillo pozo de piedra. Cada cabaña contaba con un pequeño huerto familiar donde se podían ver arboles frutales y los brotes de distintos tipos de hortalizas.

El carro se detuvo frente a una pequeña posada, se trata de una construcción de dos pisos de argamasa y vigas de madera, con pesadas contraventanas de madera oscura y marcos repletos de macetas con flores de llamativos colores. Sobre la puerta de entrada prende un cartel de madera con un dibujo pintado y tallado que representa un racimo de uvas moradas rodeado de una maraña de hojas y parras.

- Bienvenidos a El Parral, mi posada. - Dijo Haran con una amplia sonrisa. - ¡No iba a ser tan amable con vosotros por nada! No puedo dejar pasar una oportunidad de negocio en ningún momento, por muy mala que sea la situación. - Se bajó del carro y ayudó a las mujeres a bajar. - Pero aquí podrá recuperarse la elfina y vosotros podréis comer algo caliente, que por vuestro aspecto parece que os hace falta.

Bertín por su parte se despidió de todos. - Iré a avisar a la hermana de lo ocurrido con los Fuldor, habrá que hacerles un funeral digno. - dijo en un tono seco, ausente y marchó hacia un edificio al otro lado de la plaza en el que destacaban unos grandes ventanales.

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Al entrar en la posada se escuchó el tintineo de una campana tras la puerta, el primer piso estaba dispuesto como una taberna con un par de grandes mesas y la barra al fondo, apenas tenía decoración pero resultaba igualmente acogedor. Como ya había pasado la hora de la comida, la taberna se encontraba totalmente vacía, probablemente todo el pueblo estuviera faenando.

Al poco de entrar una mujer bajita y algo rellenita alzó la voz desde el otro lado de la barra. - ¡Al fin apareces! ¿crees que es normal irte por la mañana sin decirme nada? ¡Con todo lo que esta ocurriendo! - Tenía un tono de voz chillón y excesivamente dramático. - ¡Sigue haciendo estupideces y...! - Se percató de vuestra presencia y enmudeció de golpe, pero no le duró demasiado. - ¡Ah! ¡Bienvenidos! oh... ¿Qué le ocurre a la mucha...? 

- Mujer, dame tiempo, traigo malas noticias. - Le interrumpió Haran y se giró hacia vosotros. - Los que quieran pueden subir arriba, allí hay una habitación donde poder descansar y donde se puede recuperar la muchacha.

- ¡Finella! - volvió a alzar la voz la mujer y una bonita chica de cabellos dorados asomó desde la cocina. - ¡Guíales a la habitación! - la chica obediente se dirigió hacia las escaleras y os señaló con la cabeza que la siguierais. 

- Seguramente se pierdan. - Murmuró Haran molesto. - Los que no queráis subir podéis esperar aquí, no tardaremos en sacar algo caliente. - Dicho esto se acercó a su mujer para susurrarle a sus palabras y ambos entraron en la cocina cerrando la puerta tras de sí.

Durante un segundo reinó la paz en la posada, pero fue un segundo literal, 2 niñas salieron corriendo de la cocina entre risas y se situaron tras la barra. Apenas eran capaces de asomar la cabeza por encima. - ¡Bienvenidos a la fantástica posada de El Parral!- Dijo la menor de ellas. - ¿Deseáis algo de beber? - Agregó la otra limpiando una jarra que ya estaba impecable con un trapo. - Tenemos el vino más delicioso de todo Ferelden.

 El camino se había hecho ameno gracias a estar durmiendo, con los ojos medio cerrados aun escuchó como decía ese hombre que habían llegado al pueblo.

-Por fin hemos llegado, me apetece beber algo para mojar mi lengua pastosa y después encontrare a un herrero, si de verdad saben trabajar aquí el acero.

Se quitó la mascara y la guardó, quizás tendría que visitar a algún peletero para vendersela o al menos comprar algo de tanino para aplicárselo a tan singular mascara. La taberna parecía grande, quizás demasiado, parecía un sitio venido a menos, por lo que podía haber visto del pueblo, allí cabía todo él y 20 personas más.

-Los que no queráis subir podéis esperar aquí, no tardaremos en sacar algo caliente. 

 -Uuuuum, comida caliente, la echo de menos ya, después de este par de días de travesía algo caliente le sentara bien a mi estomago.

 - ¿Deseáis algo de beber? - Agregó la otra limpiando una jarra que ya estaba impecable con un trapo. - Tenemos el vino más delicioso de todo Ferelden.

 La actuación de las 2 niñas hizo que se le saltara una sonrisa en la cara al elfo.

-¡Ey muchachita! ¿De verdad que tenéis el mejor vino de todo Ferelden? ¿Me podrías servir un vaso? Si no es mucha molestia para su merced. - Terminó haciendo una reverencia ante ellas, mostrando una simpatía inusual en él, sabía que, al contrario del resto del mundo, ellas eran inocentes y no ocultaban nada, debían disfrutar de su niñez, algo que a el le fue totalmente denegado.

-¿Sabiais que soy un mago? Mirad con atención. - Daarken no era para nada un mago, pero era muy ágil con las manos, lo que le sirvió para ganarse la vida en la calle, tanto robando como haciendo trucos en la calle para distraer a las personas....mientras sus compinches les robaban.

Quería constatar la información que le había proporcionado el Primer Encantador antes de partir de viaje con Haran, sorprendiéndose en cierta medida que sólo mencionara la maldición de los elfos en su respuesta. Tal vez Irving tenga razón.- Rozó con la yema de los dedos la carta que custodiaba con tanto mimo sin llegar a sacarla, temiendo perderla por el camino.

Al llegar al centro del pueblo contempló el espacio con cierta admiración. Era mejor verlo con sus propios ojos que en las ilustraciones de sus libros, grabados con carboncillo o pinturas. Denotaba el material de las viviendas, percibía los olores como si fuera la primera vez y estaba sorprendida de los pequeños huertos, algunos con frutos maduros a punto de recolección… Era algo distinto que nunca olvidaría.

La guía turística terminó frente a una posada, “El Parral”, sonriendo agradecida al pensar que no tendrían que buscar un alojamiento, sino que directamente les había llevado hasta el. Estaba cansada y hambrienta tras el viaje, queriendo disfrutar de un buen plato de comida y descansar en una reconfortarble cama, pero tenía antes una misión de más importancia.

Tras saludar a la mujer y las pequeñas con una tierna mirada, se dirigió a Haran y depositó una pequeña bolsita sobre la barra.

- El pago por nuestra instancia. Gracias por todo.- Esperaba cubrir las necesidades del día de todos los presentes, esperando que no abusaran de la generosidad del Círculo.- Disculpe, ¿conocéis a Tarl Dale? Tengo entendido que es guardia.

Mientras esperaba respuesta no pudo evitar observar a Daarken, sorprendida por la amabilidad hacia las más pequeñas de la posada. Tal vez se había equivocado con él.

Jareth al ser el más fuerte se encargó de cargar con Hannan desde el carro hasta una de las habitaciones, acompañado de Lanaya, Narelle y la muchacha que les guiaba subieron por las escaleras al piso de arriba.

Las habitaciones al igual que la sala de la taberna carecían de apenas decoración, en cada una de ellas habían unas 4 camas y un par de baúles para guardar las pertenencias. Sobre unas pequeñas estanterías de madera descansaban unas velas bastante usadas y unos libros que a juzgar por el polvo que acumulaban, habían pasado años desde la ultima vez que alguien se leyó alguno.

La muchacha os señaló al interior de una. - Con todos los que sois, necesitaréis un par de habitaciones, esta misma os vendrá bien. - Entró y deshizo una de las camas para ayudar a acostar a Hannan. - Si lo deseáis podéis bajar a comer, me quedaré cuidando de ella. - La muchacha era sencillamente encantadora, al acabar la frase os dedicó una bonita sonrisa.

Narelle agotada no tardo en caer cual peso muerto sobre otra de las camas - Gracias... - Apenas pasaron unos segundos hasta escuchar la respiración lenta y pausada, de alguien dormido. La chica comenzó a reír y agregó - También cuidaré de ella.

Al comentar lo de ser mago la mas pequeña retrocedió unos pasos y respondió temerosa. - ¿Un mago? - Pero al ver los trucos de manos se acercó animada y aplaudió sorprendida cada nuevo truco. - ¡Eres un mago bueno!

La mas mayor comenzó a llenar vasos para todos, incluidos los que fueron arriba, ante la duda de Vivial le respondió. - ¿Tarl Dale? No es un guardia, ¡Es el jefe de ellos! ¿Cómo se llama eso? -  La niña parecía tener la misma verborrea que su madre. - Aquí todos sabemos quién es. - bajó la voz encaramándose sobre la barra, imitando a su padre cuando se apoya en ella. - ¿Tenéis que verle? vive en el mismo pueblo pero no volverá hasta entrada la noche. ¡Hace guardia todo el día para mantener el pueblo seguro! - Pero conforme fue hablando se le olvidó el tono confidencial y volvió a levantar la voz. - ¡Mamá dice que gracias a él no nos comen los monstruos del bosque! ¡Tiene que ser muy valiente!

En plena cháchara incesante de la niña salió Haran de la cocina con varios platos en una mano y en la otra una olla con un guiso de verduras con una pinta deliciosa. - ¿Así que esa cosa que tienes que hacer es ver a Tarl Dale? - Con los gritos de la niña era fácil que os hubiera escuchado desde la cocina. - Os indicaré donde se encuentra la cabaña, pero ahora es inútil buscarle, estará patrullando los alrededores.  - Apoyó la olla sobre la mesa, empezó a cargar los platos con un cucharón y se percató de que Daarken estaba jugando con las niñas. - Vaya, elfo, nunca hubiera imaginado que te gustaran los niños, vamos niñas, traed la bebida. 

Una vez todos los platos estaban servidos, Haran se llenó su propio plato y se sentó a comer con vosotros. 

Tengo tantas cosas que preguntarle a mi hermana que estoy intranquila simlpemente dejandola aquí, estoy tentada a quedarme a su lado esperando pero eso de la maldición también me tiene intranquila. No tiene ningún sentido para mi, simple superstición sin duda pero sin duda causará problemas en un futuro y es mejor saber algo sobre ello.

Te la encargo, iré a comer algo... avisame si despierta por favor. 

Antes de marcharme de la habitación tapo bien a mi hermana y compruebo que este comoda.

Dejo mis cosas de cualquier manera en la cama y bajo hacia el salón de nuevo. Pido una cerveza y me siento junto a los niños, intentando adivinar como Daarken es capaz de hacer aparecer y desaparecer las monedas.

- ¡Venga ya! ¡Eres un apóstata o algo!- Le grito de vez en cuando, porque es absolutamente incomprensible que sea capaz de hacer algo tan guay.

 La ilusión de Jareth era similar a la de las niñas pequeñas, era tan inocente y tan simplón para algunas cosas, unos rasgos que le hacían merecedor de la confianza del elfo.

Los trucos le gustaban a todos, la gente se fascinaba con ellos y Daarken tenía vino, ¿Podría ir mejor la cosa?, pues sí, todo mejoro cuando llegó Haran con la comida.

-Venga chicas y chico bastante mayor ya, ¡A comer!

 Vaya, elfo, nunca hubiera imaginado que te gustaran los niños, vamos niñas, traed la bebida. 

 -Los niños por lo general son de fiar, no como la mayoría de nosotros. -Primaba más el hambre que la conversación, así que con esa frase la dio por finiquitada y se dedico a comer y escuchar lo que hablaba con Vivial.

Apuntaba en su libreta mental toda la información que las pequeñas le proporcionaran, desde la posición laboral del susodicho hasta su horario, cualquier dato podría ser importante para su búsqueda.

Sonrió al ver en el rostro de la pequeña la pura inocencia de la niñez, cómo hablaba y su expresión le recordó a sí misma con su edad, hablando con Irving en el Círculo sobre los guardias del exterior y las aventuras que vivían. Se agachó levemente para estar a su altura mientras olía el rico guiso, arrugando la nariz de forma inconsciente.

- Seguro que es un hombre muy valiente.- Al levantarse vio cómo Haran salía de la cocina cargado de platos y la comida que había olido previamente, apartándose a un lado si fuera necesario para no entorpecer su camino.- Gracias, le buscaré entonces por la noche.

Pensó en salir un poco antes del anochecer para dar una vuelta por el pueblo, visitar el mercado o hacer un poco de turismo antes de entregar la carta a su destinatario. Al fin y al cabo, una vez lo hiciera su viaje habría concluido y tendría que volver al Círculo.

Por ahora prefería no pensar en eso.

Se sentó frente a Daarken en la mesa sin llegar a tocar su comida hasta que el resto de comensales se sentaran, esperándolos por educación.

- Tiene una pinta deliciosa.

Al poco de bajar, Haran salió de la cocina con varios platos en una mano y en la otra una olla con un guiso de verduras con una pinta deliciosa. - ¿Así que esa cosa que tienes que hacer es ver a Tarl Dale? - Respondió ante una pregunta de Vivial que no llegásteis a escuchar - Os indicaré donde se encuentra la cabaña, pero ahora es inútil buscarle, estará patrullando los alrededores.  - Apoyó la olla sobre la mesa, empezó a cargar los platos con un cucharón y se percató de que Daarken estaba jugando con las niñas. - Vaya, elfo, nunca hubiera imaginado que te gustaran los niños, vamos niñas, traed la bebida. 

Una vez todos los platos estaban servidos, Haran se llenó su propio plato y se sentó a comer con vosotros.

- ¡Umm! ¡Por fin! Estaba a punto de desmayarme.- Digo, mientras me siento y me pongo una servilleta como babero y agarro el pan con una mano y la cuchara con la otra y me pongo a comer como si no hubiera tenido el placer de conocer la comida jamás.- ¡Efbo efbá muy fueno!- Digo. Trago.- ¡Esto está muy bueno!

Doy un largo trago, pero ha llegado la hora de hacer algunas preguntas. Preguntas inteligentes.

- ¿Quién es ese Tarl Dale?- Pregunto estúpidamente.