Partida Rol por web

Daeron había descansado bien, a pesar de haber sido un par de horas menos a lo que estaba acostumbrado. Cuando tuvo todo preparado, junto a la comitiva de hombres que llevaría, partieron ni bien salió el sol. No estaba totalmente apurado, pero tampoco quería dejar pasar el tiempo. Con que llegara por la tarde, antes de que cayera el sol, era suficiente.

Su guardia personal, Los Dracos Negros, y apenas cuatro sirvientes, partieron de (nombre de castillo)* en formación militar. No porque estuvieran esperando problemas, estaban muy cerca de la Capital, pero más bien por costumbre del Dragón del Valle Oscuro, que prefería prevenir que curar, y no perder la disciplina que se pugnaba por incrementar. Irían rápido, por lo que no necesitaba carros que ralentizaran el paso.

Los soldados estaban acostumbrados al camino hacia la capital y entre las patrullas del Dragon del Valleoscuro y las de los Rosby el camino estaba en buenas condiciones y era seguro. Los caballos se movían con presteza y en formación impecable, imponentes haciendo que otros viajeros se hicieran a un lado con reverencias y asombro en sus ojos ante la comitiva del príncipe.

Como de costumbre, oliste la capital antes de verla. El sol hace tiempo había comenzado su descenso y una fresca brisa del sur traía consigo los aromas del mar mezclado con los desechos de casi un millón de personas agolpadas tras esos muros. La Puerta del Dragón se alzaba imponente y a su vez detenía tu paso, aunque solo de momento pues los goznes crujieron mientras te acercabas. un grito se hizo oír desde las murallas.

-¡Abran paso al Príncipe Daeron! ¡Moveos ya!-

Cada vez que volvía la Capital, agradecía el haberse ido. ¿Cómo es que se podía aguantar ese olor? Claro que en la Fortaleza no llegaba, gracias a los jardines, la altura y el mar, pero lo pensaba por la gente de a pie.

El Príncipe entró con toda la comitiva, raudo hacia la Fortaleza Roja. Siempre observaba a su paso los rostros de la gente. Muchas veces hablaban mejor que los informes y ni hablar de que lo se decía en la Corte. Estaban alejados de la realidad, con un rey alejado de la realidad, y con una realidad pugnando por entrar a golpes de espada.

Sin mediar palabra, su espía se alejó de la comitiva en una parada prefijada de antemano, durante la cual el Príncipe, escoltado por dos de sus guardias, acudió a la panadería de Ollen, un hombre orondo con una habilidad en las manos que debería ser galardonado en la Corte. No era la primera vez que entraba, y se decía que el panadero contaba con la protección del príncipe, aunque sólo fuera por el simbólico hecho de haberlo recibido más de una vez.

El Príncipe lo usaba como punto de encuentro para reuniones de dudosa legalidad, pero especialmente para recibir los informes de los espías. Ollen era un hombre honrado, pero que necesitaba sobrevivir, y gracias a las monedas reales, él podía hacerlo y dedicarse a lo que más le gustaba sin preocupación de atracos, hambre o saqueos.

Una vez salió con sus informes, dos hogazas de pan y varios dulces, la sonrisa del Príncipe era sincera. Había una razón más por la que iba: era realmente exquisita la comida del gordo.

Cuando volvieron a partir, había un caballo menos, y un hombre menos...

La gente fue abriendo paso raudamente ante la comitiva del príncipe, pues es bien querido por el pueblo y muchos creen que cuando su hermano, el aún más amado Rhaegar, sea Rey, el se convertiría en la Mano... pues quien mejor mano que tu hermano. Algunas doncellas y mozas incluso lanzaron miradas furtivas al joven, y soltero, Targaryen e incluso a algunos de sus imponentes guardias... pero había algo en sus ojos, profundo en la mirada de todos los que vivían en Desembarco del Rey, y era un miedo persistente, pues aún desde las calles de la capital podía sentirse la tensión de la locura real. El conflicto a punto de explotar...

La excepción a la regla era el buen Ollen, a quien se le planto una sonrisa en el rostro al ver a su patrón. El delantal apenas si podía abrazarle la barriga y estaba manchado de arriba a abajo de harina pero se negó a recibir moneda por el pan. Jamás pediría pago de su benefactor y le dio un par de dulces extra no fuese a ser que faltase pues ese es delito mayor en su diccionario.

Devon se perdió de vista, pero le haría llegar la información a su señor, pues tenía sus métodos. La comitiva del príncipe mientras tanto, continuo camino hacia la más alta de las colinas en la capital, donde se alza la Fortaleza Roja, pero al llegar a la explanada antes del puente levadizo vio algo que le dejo helado tanto a él como a su compañía. Unas enormes piras... o al menos los restos de unas. Tres pequeñas pero más elevadas y una enorme debajo. Cenizas eran arrastradas por el viento pues se ve nadie había dado la orden de limpiar el desastre que no podía tener más de un par de días. La gente hablaba en susurros alrededor del lugar con evidente repugnancia y terror a la escena... Se ve que su padre ahora quemaba a sus enemigos en público ahora...

Uno de los guardias de la Fortaleza que estaba en la puerta grito lo suficientemente fuerte para que Daeron pudiera oír. -¡Mi príncipe, pasad, su Majestad lo ha convocado!- Si bien hablaba con seguridad y profesionalismo, un tinte de miedo se sentía aún en su voz.

Daeron observó las piras, y reprimió un gesto de enojo. No podía mostrar semejante emoción en público.

-De acuerdo, que mis hombres tengan todo lo que necesiten- le dijo al guardia una vez cruzó el portal -¿Mi hermano está con el Rey?- le preguntó dando la vuelta al caballo mientras los demás cruzaban sabiendo muy bien hacia dónde ir.

-Preparen mis habitaciones- les dijo a los sirvientes cuando pasaron a su lado -Iré en cuanto pueda-

Y sin mediar mayores palabras, se dirigió hacia la Corte. Tenía que buscar a su hermano, que si se encontraba con el Rey, entonces no podría hablar en privado. Cuando el Rey llamaba, había que acudir. Fuese quien fuese. Y él lo sabía muy bien.

El guardia bajo a recibir al príncipe mientras hacía señas a uno de los sirvientes del castillo que estaba cerca para que atendiera a los hombres de la comitiva.

-¿El príncipe Rhaegar? hace mas de cuatro mese que no aparece por la corte milord y su Majestad no esta nada feliz con ese hecho...- dijo con un tono sombrío mientras miraba las pilas de cenizas en el piso de la explanada cercana.

El corto y casi recto camino hasta la sala del trono estaba inauditamente desierto excepto por los guardias de rigor, por lo que parecía evidente que la corte no había sido convocada esta vez y que su podre estaría con poca compañía esperándolo. Al llegar a las puertas, el heraldo real soltó una sonrisa muy, con un toque de compasión y golpeo tres veces antes de abrir las puertas y golpeo el suelo con un cayado fuertemente anunciando.

-Llega Lord Daeron Targaryen, señor del Valle Oscuro y príncipe de los Siete Reinos.-

La enorme sala, decorada con blasones rojos y negros, ademas de calaveras draconicas, estaba casi vacía. En el grotesco trono, se sentaba el Rey, Aerys II en persona, con el plateado pelo tan sucio que parecía castaño al igual que su barba, uñas de casi 10 centímetros como garras, con las que el "rey costra" permanentemente se rascaba hasta el sangrado y un rostro arrugado por los años. A la base del trono, parado, el joven Guardia Real Jaime Lannister hacia guardia en solitario, estoico y serio más allá de sus 16 días del nombre.

El monarca se acomodó en su silla pero hizo una mueca de dolor muy leve. Uno de esos estupidos pinchos le había cortado un poco el muslo derecho.

 -Por fin aparece, el repuesto de Rhaegar, traidor hijo pródigo. Dime muchacho, viniste a traicionarme como tu hermano o por una puta. De seguro que las de ese pueblucho embarrado donde te deje jugar ya las rompiste todas.-

El guardia real se sacudio levemente en su puesto, evidentemente incómodo al ser el único testigo de la conversación pues el heraldo ya se había retirado. El Rey le lanzo una mirada reprobatoria al notar el movimiento. Enseguida volvió su mirada a su segundo hijo y lo miro amenazadoramente, casi temblando de rabia.

-Si estas con tu hermano en esta no me pidas piedad muchacho porque no te daré nada más. Demasiado han tomado todos ustedes de mi ya...- su tono fue bajando mientras hablaba con su hijo, casi un susurro al final pero enseguida recuperándose y lanzando de reojo un vistazo sospechoso a Daeron. -¿Pero que te trae aquí muchacho? No te quiero en la corte más de lo necesario para que complotes contra mi como una víbora rastrera-

Daeron maldijo por lo bajo. Su hermano aún seguía evitando la Corte, y eso sólo hacía que su padre se enfureciera. Las piras era una buena muestra de ello. Su paso era tranquilo: no correría, ni se distraería, pero no quería llegar agitado ante su padre. No le demostraría que aún le generaba temor su presencia, y sus reacciones, pero tampoco se mostraría arrogante, como su hermano hacía.

Una vez entró a aquella sala donde había jugado, con su consiguiente castigo, y donde su padre ostentaba su poder, se fue acercando al Trono.

-Ni una cosa, ni la otra- respondió -Si te fuera a traicionar, no me presentaría ante ti como lo estoy haciendo, ¿no crees?- se encogió de hombros -Y tampoco te pediría consejo, o a él- señaló con la cabeza a Jaime -Para conseguirme mis putas- y sonrió leve y fugazmente.

-Vine porque quiero saber si mi hermano ha sido tan idiota como se dice, o si sólo es un maldito rumor de los norteños- dijo cuando ya estuvo más cerca, pero sin subir la escalinata -Vine para saber qué estaba sucediendo, ya que me llegaron rumores de norteños prisioneros...-

Las palabras del príncipe apenas si entraron en sus oídos, mientras murmuraba algo por lo bajo, inaudible para los otros dos en la sala y se mecía casi imperceptiblemente en el trono hasta que por fin miro a su hijo con ojos llenos de furia mientras se agitaba visiblemente y escupía saliva a los pies del trono mientras le respondía a los gritos.

-¡Tu hermano no es un idiota!¡ES UN PERRO TRAIDOR! ESTÚPIDO AMANTE DE PROFECÍAS Y PROSTITUTAS EXÓTICAS... ¡NO LE ALCANZABA CON ESA ZORRA DORNIENSE Y SE TUVO QUE BUSCAR A ESA PUTA NORTEÑA!- Su respiración errática en el corto grito lo obligo a toser levemente para calmarse antes de continuar con el monologo rabioso. -¡El traidor incluso se atreve a desaparecer por meses con tres de mis guardias reales!- dijo escupiendo a la capa blanca de Ser Jaimie. -¡Todos traidores! Lo mismo que esos estúpidos liderados por el mocoso Stark, tendría que haberlos matados a todos pero el tal Brandon me servirá para castigar a su padre.... ¡o si les mostrare lo que se gana al despertar al Dragón!-

Continuo sacudiéndose en el trono, pero esta vez debido a un pobre intento de mantener una risa maniática a raya, apenas logrando no soltar la carcajada que hubiera levantado a toda la Fortaleza Roja.

A sus pies y esta vez inadvertido por su majestad el caballero blanco temblaba pero de terror con ojos perdidos, demasiado joven e inexperto para manejar en solitario la locura de su rey.

Daeron se movió en su sitio ante el exabrupto de su padre. Estaba acostumbrado, pero también no dejaba de influirle. Ahora lo podía manejar de otra forma. Y su temple le permitió observar la reacción del joven Lannister.

Avanzó un par de pasos, llegando a la escalinata, y le apoyó la mano sobre el hombro, aprovechando el desvarío del Rey para murmurar algo.

-Tranquilo, no te sucederá nada-

-Padre- llamó la atención luego de sacar la mano de la hombrera blanca del Guardia Real -Me ofrezco para remediar el conflicto que ha desatado mi hermano- dijo con firmeza, aunque realmente no estaba muy seguro de cómo lo iba a hacer -Ha sido un idiota, un impulsivo y un enamoradizo, pero esto no puede afectar a la Corona, no puede lograr que se desate un conflicto... de mayor escala.-

La voz de su hijo lo saco de sus desvaríos y dirigió su mirada hacia su rostro, examinándolo cuidadosamente, buscando algo, una mínima muestra de algo fuera de lugar.

-No hay nada que puedas hacer, no eres mas que el señor de un montón de chozas quemadas y un puerto venido a menos lleno de barcazas comidas por las polillas. Valle Oscuro es un lugar maldito, atreviéndose a desobedecer a los Targaryen- Agito su mano desestimando las palabras de Daeron como lo haría con un niño. -¡Lo que necesito es que vigiles tus tierras y si vez que tu hermano aparece mata al traidor bastardo y tráeme su cabeza! ¿Entendido?- dijo a los gritos he hizo una seña hacia la puerta de manera ruda y frenética, dando a entender que deseaba estar solo con sus.... pensamientos únicos.

Daeron odiaba esas reacciones de su padre, le afectaban sinceramente, pero había aprendido a ocultar sus verdaderas intenciones y pensamientos. Además de no olvidar cada uno de sus desmanes.

-De acuerdo, Padre- dijo mirando a su padre, para luego comenzar a retroceder.

Pero cuando lo estaba haciendo, se giró, y miró hacia Jaime Lannister, en un ángulo que dudaba que el Rey pudiera diferenciar de si era a él o era una mirada al vacío.

-Si necesitas algo, estaré en mis habitaciones- dijo para terminar de retirarse.

Ese muchacho podía ser una baza a tener en cuenta. Dudaba que cualquier en su sano juicio disfrutara de la presencia continuada de su padre, y por ende, sería un buen motivo para ver las flaquezas de la Guardia.

Nada salio de la boca del Rey, como si ni siquiera supiera que su hijo abandonaba la sala o ni le importase al menos. El joven Guardia Real en cambio dio un imperceptible y silencioso movimiento de cabeza hacia el príncipe mientras este se retiraba.

Apenas cruzo la puerta del salón, ademas de los dos capas doradas de rigor vigilando la puerta, lo esperaba una joven conocida. Vestida con sedas de hermosa calidad y fiel al estilo dorniense, destacando las curvas de su figura y exponiendo más piel de lo que cualquier dama se atreviera, Ashara Dayne se movía de un lado a otro, claramente impaciente y con visibles ojeras negras, que aún así no lograban opacar la belleza de sus ojos lilas. Cuando levanto su cabeza y vio al príncipe salir, se movió apresuradamente a su lado y tras la reverencia más rápida jamás vista de una doncella, se dirigió al joven Targaryen.

-Mi príncipe, lamento molestarlo apenas llegado de su cabalgata a la capital.- dijo mirando de reojo a los guardias y bajando levemente su voz para que estos no pudiesen oirla. -Pero vuestra madre, la Reina y la Princesa Elia solicitan su presencia y es urgente.- Por más que trató, la preocupación era evidente en su tono. -Ambas la esperan en las cámaras de la Reina.-

Daeron sonrió mientras se alejaba ya de espaldas al Rey. Seguiría cultivando la "amistad" con el muchacho Lannister, ya que nunca se sabía cuándo necesitaría de un Guardia Blanco...

Pero la sorpresa lo invadió cuando se encontró de repente con la hermosa doncella de su amada. Si hubiese podido, se la habría encamado, ya que una cosa era el amor, y otra distinta el hermoso deseo sexual por una joven dorniense. Había algo en sus solturas que lo enloquecía.

-Querida, qué bueno verte- dijo el Príncipe, adulador -Nunca me molestarías, y mucho menos si la Reina y la Princesa necesitan de mí- dijo caminando hacia la Recámara, al tiempo que le ofrecía el brazo.

-Dime, Ashara, ¿cómo te trata la Capital últimamente?- le preguntó amablemente, mientras su paso era tranquilo -Mientras me acompañas a visitar a mi madre, me gustaría que conversáramos un poco. Es más, deberían visitar mis tierras, y apreciar los cambios que está teniendo. Pronto su nombre será algo nuevo...-

Si algo no quería, era llamar la atención con un paso apresurado.

Una leve sonrisa le llego al rostro y tomo el brazo del príncipe sin dudar, evidentemente sintiéndose mas a salvo junto a el por los pasillos de la fortaleza pues so protector regular no estaba presente.

-¿La capital?- dijo con un titubeo evidente en su voz. -Ya no es muy seguro recorrer las calles sin guardias milord, y su majestad no ve provecho en despachar guardias para un simple paseo... y la verdad prefiero quedarme cerca de Elia.- dijo con una leve y sincera sonrisa, rebosante de afecto al usar el nombre de su mejor amiga.

Un leve tinte de curiosidad ataco su rostro ante la referencia del Valle Oscuro, pero enseguida lo borro uno de preocupación. -Me temo que el Rey ha prohibido a la princesa Elia salir de la Capital por cualquier razón... para su protección obviamente, asi que como su dama de compañía debo permanecer a su lado, pero si nuestra situación cambia tenga por seguro mi príncipe que convenceré a la princesa de daros una visita.- dijo con una sonrisa seductora volteándose para revelarle todo su rostro a Daeron. -Estoy seguro que la princesa amaría la idea.- 

Daeron escuchaba con atención, porque en sus palabras había información invaluable.

"...y la verdad prefiero quedarme cerca de Elia."

-Y haces bien- dijo dándole una pequeña palmada en la mano que llevaba al brazo -Seguramente ella te necesita, y en tiempos así, los que nos necesitamos y queremos, debemos protegernos aún más- y le sonrió -Cuenten con mi eterno... afecto-

Miró hacia todos lados, como sorprendido.

-¿Cómo es que tu hermano y su famosa espada no se encuentran intentando separarnos?- dijo con sobreactuado temor.

Pero la mención al aparente deseo de Elia, no pudo reprimir cierto escalofrío por la espalda.

-Serían más que bien recibidas en mi corte, y no sería sólo por ser bellas damas dornienses tan al norte- dijo -Precisa y casualmente, mi Maestre procede de aquellas cálidas y seductoras tierras-

La dama caminaba con pasos ligeros y silenciosos mientras oía las palabras del príncipe, pero cuando la fase "eterno afecto" salio de la boca de Daeron su brazo se tenso levemente sobre el tuyo y un rastro lleno de evidente tristeza se planto en su semblante, aunque apenas un segundo después desapareció sin dejar rastro, evidencia de la habilidad como cortesana de la dorniense. Enseguida siguió el cambio de teme a su hermano.

-Oh, Arthur no esta en la capital, desapareció junto con Lord Comandante Harold Hightower y Ser Oswall Whent a pedido de vuestro hermano mayor y no han vuelto en más de cuatro meses...- Por unos segundos, solo el sonido de sus pasos rompieron el tenso silencio del pasillo. Toda la fortaleza estaba a pie en armas por culpa del príncipe heredero y se notaba en el ambiente en general, pero las palabras de la joven le dieron un tinte de realidad a lo que solo eran palabras traídas por cuervos. Rhaegar se llevo 3 guardias reales y secuestro a la hijo de una de las casas mas poderosas de Poniente, que además esta aliada con alguna de las mayores casas de los Siete Reinos... Un desastre a punto de explotar.

Pero el silencio y la incomodidad pasaron y la conversación siguió, algo que agradecía la joven Dayne. -Pues suerte tiene el Valle Oscuro y usted milord, pues pocos son los dornienses maestres y cada uno de ellos es un maestro de medicina y... antídotos.- dijo con una sonrisa pícara asomando sus facciones.

Daeron vio materializarse con las palabras de la doncella sus temores. Esperaba, ingenuamente, que los rumores no fueran tan graves como se decían, pero parecía que lo eran más aún. Su hermano, el idiota enamoradizo, había desaparecido y se había llevado a parte de la Guardia... sin contar con el detalle de Lyanna. Pero su rostro ocultó su preocupación.

-Oh... esos benditos y tan útiles antídotos, uno nunca sabe cuándo le serán necesarios- respondió despreocupadamente.

-Pero algo me ha quedado en el oído retumbando... es decir que...- comenzó pícaramente, atrayendo el cuerpo de Ashara hacia él -Que no habría peligro alguno hoy en día...- y la miró de reojo, pero sin acortar el paso.

Realmente sería el momento preciso para desatar las fantasías que tenía con ella. Siendo la doncella de Elia, la había mirado más de una vez, y siempre ella había sido particularmente seductora. Hasta había cierto resabio de revanchismo ante la imposibilidad de yacer con su cuñada. Sin contar que eran ambas bellezas excepcionales en el reino.