Partida Rol por web

Las voces continuaban, tanto de unos como de otros, y los únicos que permanecían en silencio eran Falin y Thyla.

Parecía que el caos se estaba apoderando del grupo, pero usaban una lengua desconocida por ahora para la clériga, que permanecía inquieta por el cariz que estaba tomando el asunto.

Cuando todos parecían haberse calmado, se acercó a la Esfinge, y en voz baja le preguntó:

- Oye, ¿que le ha pasado al humano?

Para después ver el estado general de todos y preguntar:

¿Quién puede curar y quién necesita ser curado? Antes de seguir debemos reponernos

- Antes de empezar, querrás decir... - Comentó de forma sarcástics sacerdotisa. - Porque desde que partimos en esta misión, todavía no hemos avanzado un solo paso hacia nuestro objetivo. - Dijo molesta. - No obstante, tienes razón en algo Thyla. Si alguien está herido, será mejor usar nuestros dones antes de reemprendea marcha... - Tomó aire. - ... reemprender la marcha hacia donde sea que nos lleven éstos... - Remugó, pero se guardó el apelativo que tenía preparado para algunos de sus compañeros, para ella misma.

Gileadai, 21 Mishamont del 362 A.C.

Aunque muchos de vosotros os encontráis en condiciones de seguir adelante, especialmente entre aquellos que han decidido no tomar parte en la limpieza del arrollo obstruido, vuestros mejores remeros están agotados y no contempláis la opción de regresar andando al embarcadero ahora que sabéis que la semielfa tiene un bote mágico que puede hacer aparecer y desaparecer a capricho.

Así pues, acampáis en un claro cercano y os disponéis a hacer noche en esta orilla una vez que Thyla y Xadrielie atienden vuestras heridas que, afortunadamente, no son muchas ni muy graves.

El sistema de guardias vuelve a ser el mismo que el de la jornada precedente: por parejas en turnos de dos horas, asegurándoos de que haya al menos un elfo en cada turno nocturno. Afortunadamente, la noche transcurre sin incidentes reseñables y al alba estáis en condiciones de partir.

A pesar de la insistencia de Suindhël, Ashe es categórica a la hora de descartar una nueva visita a la ninfa. Habéis perdido ya tres valiosas jornadas en no alejaros apenas de vuestro punto de partida y vuestra guía no tiene la menor intención de desperdiciar otro u otros dos días más en ir y volver del este cuando vuestro destino queda en el suroeste, Thon-Thalas abajo.

Aunque la balsa es pesada y lenta debido a sus grandes dimensiones, la corriente os ayuda a avanzar en la dirección deseada y eso os permite recuperar en parte algo del tiempo perdido. Os lleva medio día recorrer once millas de travesía fluvial y aunque para entonces la tarde ya está avanzada, todavía os sentís en condiciones de avanzar a pie otro par de horas antes de acampar ahora que sabéis que el campamento se monta prácticamente solo.

La decisión de Ashe sin duda era la correcta. Xadrielie no había colaborado en el tema del río, pero aún de hacerlo hecho, no necesitaría ir a ver a la ninfa para que le reconociera la labor y la colmase de agradecimientos. Si realmente Suindhël y Galahad habían actuado de forma desinteresada, cosa que no dudaba en el caso del humano, tampoco necesitarían ir al reencuentro de la driade.

Por suerte fue Ashe quien tomó la decisión y pronto se pusieron en marcha. Durante el trayecto en el bote, Xadrielie trató de descansar. Durante la noche le tocaría hacer guardias y era algo que no llevaba muy bien. No estaba acostumbraba a ello y lo pasaba bastante mal. Fuera como fuera, era parte de la misión y esperaba acabar acostumbrándose. 

Una vez tocaron tierra firme decidieron seguir avanzando. Buena decisión en su opinión, pues ya habían perdido mucho tiempo y gracias a los maravillosos objetos mágicos de Ashe, no tenían que perder ni un minuto en montar el campamento. Algo que realmente agradecía.

Durante el camino de acercó a Fillon. De todos era con quién menos palabras había compartido. Le intrigaba bastante aquel pequeño elfo sin pelo. No quería importunarlo, pero si conocerlo un poco. 

- ¿Y tú de qué vas? - Le preguntó. - Me refiero a que, bueno... Aquí hay magos, sacerdotisas, caballeros y kiriath, pero tú... ¿Cómo es que te uniste al grupo? - Me preguntó intrigada. Realmente no sabía muy bien que pintaba con ellos. Ormin también desentonaba, pero al fin y al cabo era un druida y debía querer lo mejor para el bosque.

   El jinete Kalanesti parecía no escuchar las discusiones del grupo desde las alturas hasta que se nombró a la ninfa. Entonces bajó en picado para unirse al caos de opiniones enfrentadas.

-¿¿Estáis locos?? ¡Claro que queremos el agradecimiento de una ninfa!- Dijo guiñando un ojo a Galahad. El druida no captó la mirada que recibió en respuesta y continuó: –Habría que invitarla a comer algo primero. Yo las prefiero un poquito más entradas en carnes- Añadió con una sonrisilla. Al ver que nadie compartía su euforia se ahorró contar una batallita de su juventud y volvió a montar. Fue entonces cuando, con un tono de voz mucho más grave, echó un trago a su odre de vino y dio su opinión sobre lo que había oído desde las alturas – Tenemos que respetarnos unos a otros. No podemos juzgar lo que no comprendemos- dijo antes de elevarse en el aire para seguir la balsa de Ashe.

Al llegar la noche el druida repitió su rito nudista. Tras cantar y bailar bajo las estrellas, el kalanesti cubrió su cuerpo desnudo de tierra y ceniza, confiriéndole su particular aspecto salvaje.

-Esas lunas no traerán nada bueno- murmuró con gesto aciago al contemplar la conjunción.

La euforia del Túnica Blanca se fue disipando rápidamente, desde las alturas la perspectiva lo llenaba de esperanzas, pero al poner los pies en esa tierra maldita la realidad lo golpeó como si fuese el Hatori quién intentaba despedazarlo con sus dientes. El grupo distaba de estar unido y coordinado, sus palabras tenían poco o ningún valor para los que viajaban con él, al igual que sus actos. El Galahad había ignorado todo el trabajo que habían hecho juntos e incluso que habían sido los conjuros de Suindhël los que lo habían ayudado a sobrevivir, Janis no había hecho nada para calmar los aires como tampoco había ayudado en nada desde que la había conocido, Xadrielie parecía burlarse de sus palabras haciendo de cuenta que no las había pronunciado e insistiendo en que no habían avanzado nada, Falindrithan seguía silencioso y tan sólo participaba cuando su vida estaba en peligro, y Ashe se creía con derecho a decidir el destino de los demás y había optado por pasar por arriba del Túnica Blanca sin tener en cuenta de que era un elfo y un noble silvanesti. Todo este asunto del Santuario surge por mis visiones, hasta la Reina que no es precisamente lúcida lo entiende, pero este grupo parece olvidarlo e ignora mi voz y desestima mi guía, hasta cuando he de soportar tanta impertinencia?, se decía a sí mismo mientras permanecía en silencio.

Afortunadamente las estrellas eran un refugio para él, observarlas siempre llenaban su espíritu y le permitían recobrar las fuerzas. Esa noche en particular se daba la conjunción de las tres lunas, un hecho poco frecuente y muy trascendente, en especial para los magos. Mientras Ormin hacía sus danzas salvajes deleitando a todos con su cuerpo desnudo, Suindhël se sentó cerca e hizo su propio ritual. De rodillas en el suelo alzó su rostro hacia la luna blanca e imponente - Solinari, intercedo ante ti por la vida de la ninfa que quienes me acompañan me han impuesto abandonar, que la luz no se aparte de sus caminos... - comenzó así sus oraciones en aquella noche sagrada, el brillo lunar parecía limpiar sus pálidas vestiduras y la convertían en un blanco reluciente mientras el Túnica Blanca comulgaba con su deidad.

Cuando terminó observó al druida cubierto de barro y a la enviada de la reina, ambos eran diferentes al resto y los dos hacían que el mago no perdiese las esperanzas de que aquella empresa pudiese llegar a buen puerto. El kaninesti en su ingenuidad y salvajismo era el único que lo secundaba en cuanto al asunto de la ninfa y mostraba un interés genuino en no abandonarla a su suerte, la silvanesti pese a oponerse a desviarse por la verde criatura, se había ensuciado las manos en el río y había sido la primera en sanar las heridas de los demás sin juzgar a nadie. Les pidió a los dos que lo acompañasen y les mostró lo que las estrellas tenían para decirles - En el firmamento están escritos sus nombres, los dioses ven el interior de cada uno y el de ustedes es noble, así que escuchen con atención porque estas cosas son han de sucederles pronto...- y continuó revelandoles trozos de su destino.

El caballero esbozó una sonrisa lacónica ante el comentario lujurioso del druida, ante el cual dijo únicamente:

-Lo siento compañero, no cuentes conmigo, hasta el matrimonio no hay cabida para dichos pensamientos -dijo con la castidad que exigía su orden.

Tras ello, se alegró de que nadie hiciera caso al mago para desviarse aún más, pues aunque los deseos del druida eran similares, los motivos de este habían quedado claros; pero para alguien que pregona bondad y altruismo como Suindhël, no era capaz de entender qué buscaba exactamente de la ninfa, y tratándose de un traicionero mago prefería no averiguarlo. Por lo que en cuanto este rehusó seguir con su plan, el solámnico se sintió algo más tranquilo.

Finalmente, y aceptando de buen grado la rutina, ayudó en lo que le fue posible, y agradeció enormemente las horas de descanso que tanta falta le hacían...

Cuando la tarde toca a su fin, os retiráis a descansar y nuevamente la noche transcurre sin sobresaltos a pesar de que algunos teníais el ominoso presentimiento de que algo extraordinario ocurriría en una noche como ésta, en la que las tres lunas comparten la misma fase.

Tal vez lo extraordinario haya sido que durante toda la jornada no hayáis tenido que enfrentaros a ningún infortunio.

Al alba os ponéis en marcha nuevamente siguiendo los consejos de Ashe y la guía imprecisa de Suindhël, cuyas visiones nocturnas le han indicado que debéis dirigiros hacia el suroese, a algún punto indeterminado entre vuestra posición actual y la costa que confía en que le sea revelado en algún momento.

Después de debatirlo largo y tendido, Jaenis y su colega Túnica Blanca están convencidos de que ese momento seguramente se producirá en los próximos cinco o seis días, cuando Solinari y Lunitari coincidan en fase de luna llena y la invisible Nuitari se encuentre en luna nueva. Hasta entonces, debéis seguir avanzando para llegar al indeterminado lugar donde ocurririrá la revelación.

No lleváis caminando ni siquiera un par de horas cuando os topáis con un precioso rosal de rosas rojas, con varios animales muertos a su alrededor. La exploradora os está advirtiendo que no os acerquéis a él cuando una música comienza a sonar desde un lugar próximo.

Aunque al principio algunos desconfiáis, pues todo en el bosque os resulta amenazador, acaba imponiéndose la conclusión de que solo una criatura inteligente y dotada de cierta sensibilidad puede estar detrás de semejante melodía. Una canción que Ormin reconoce haber escuchado entre su gente.

Cuando, cautelosos pero curiosos por igual, os acercáis al origen de la música, descubrís a una anciana elfa salvaje con su bronceado rostro cubierto de arrugas y su sucio cabello gris ondeando al viento matinal. Dibujos pintados adornan sus brazos, su cuello y su rostro y va vestida con una desgastada túnica verde con toscos dibujos de animales como decoración. Está sentada con las piernas cruzadas sobre una ancha roca plana y toca una flauta de madera con los ojos cerrados.

Sin embargo, capta rápidamente vuestra aproximación porque al momento deja de tocar y se vuelve hacia vosotros.

—Saludos —dice con voz quebrada por los años—. ¿Acuden los poderosos silvanesti... —se interrumpe con una tos— a oír mi... —tose de nuevo— música? Debéis perdonar mi voz, pero mi garganta está seca. Incluso nosotros, los kalanesti, necesitamos algo para apagar la sed de tanto en tanto.

Al contemplarla con más atención os dais cuenta de que lo que confundisteis con dibujos pintados son en realidad costras y llagas de alguna terrible y desconocida enfermedad. Probablemente contagiosa.

- Saludos. - Respondido a la anciana. - Cierto es que el agua escasea en este bosque. Nosotros también estamos sedientos. - Le contó. - ¿Cómo es que hagáis por este extraño bosque plagado de pesadilla? - ​​​​​Le preguntó. - ¡Por cierto, no nombre es Xadrielie! - Dijo algo avergonzada por no haberse presentado antes.

Lo cierto era que desconfiaba de aquella mujer. No tenía conocimiento de que vivieran elfos solitarios en el bosque y menos ancianas enfermas y despreocupadas que hacían música como llamando a los monstruos que habitaban la región, para ser engullida por ellos.

(…)  escuchen con atención porque estas cosas son han de sucederles pronto...- y continuó revelandoles trozos de su destino.

      El kalanesti correspondió los conjuros protectores de Suindhël revelándole las borrosas visiones que lo habían traído desde Ergoth hasta el continente.

-“La muerte blanca” lo llamo. No sé qué significa exáctamente.- Dijo encogiéndose de hombros. -Ahora que te conozco un poco, dudo que sea un túnica blanca lo que asole mi tierra- Dijo esbozando una sonrisa.

La ruta reveló una extraña anciana rodeada de animales muertos.

-Ahí tienes a tu preciosa ninfa- Protestó en voz baja por haber seguido en esta dirección. Ormin se alegraba tanto por ver a un compatriota como desconfiaba de que fuera la responsable de las muertes que la rodeaban. El rosal en perfecto estado no era menos sospechoso en mitad de aquel bosque agonizante.

-సలుడోస్ హెర్మానా- Saludó en Kalanesti. Después añadió en común para que los demás pudieran entenderlo: -Qué alegría ver una cara conocida- Dijo desmontando y arrodillándose para examinar las causas de la muerte de los animales. –¿Puedo ofreceros un poco de agua?- Dijo sacando su odre y conjurando 12 galones de agua pura con los que llenó tanto el suyo como los de sus compañeros. - Me llamo Ormin. No soy silvanesti, ni poderoso, ni mucho menos un músico, pero me atrevería a jurar que no tocáis tan mal esa flauta, como para matar a estas criaturas- A pesar de su ironía el rostro pintado de druida era incapaz de ocultar su malestar por la masacre. –Al menos este rosal parece apreciar vuestro arte- El druida vertió un poco de agua junto al tallo como excusa para examinarlo. No pudo evitar cruzar una mirada con Suindhël, preguntándose si el túnica blanca había tenido una visión de él estrangulado por una planta corrompida por una bruja.

Cuando fue a pasarle el odre a la anciana se quedó congelado al descubrir los síntomas de una posible enfermedad. –Esto…Ehhh…- dudó sin atreverse a acercarse más -…El agua no es problema, pero no tengo más odres, señora. Yo también voy sumando años ¿sabe?...y mi salud no es la de joven. Por cierto ¿Cómo os llamáis? Y ya que estamos ¿Qué le ha pasado a estos animales y no al rosal? Como la veo tan puesta en su piedra, diría que es de aquí y tal vez haya visto un santuario en esa dirección-

La anciana extiende la mano para coger el odre que Ormin le ofrece, pero no hace reproches cuando su compatriota se lo retira antes de que pueda beber de él, entendiendo sus precauciones.

—A mí me llaman Kadee, aunque hace mucho tiempo que nadie pronuncia mi nombre —se presenta la anciana, con una sonrisa triste—. Vivo en este bosque desde mucho antes de que ninguno de vosotros naciera y, desde luego, mucho antes de que los silvanesti corrompieran de este modo mi hogar haciendo uso de una magia que excedía en mucho sus capacidades y su entendimiento.

»Eso es lo que les ha pasado a estos animales, al rosal y también a todo lo demás. Esta maldición que hace que todo enferme y muera o se vuelva mortalmente peligroso. Tal vez debiera preguntaros yo qué hacéis vosotros aquí.

- Pero el rosal está florecido y no muerto. Los animales han ido a morir junto a él. Algo extraño sucede con él. ¿No lo cree Kadee? - Le preguntó. - En cuanto a nuestros motivos, somos viajeros en busca de un antiguo templo.

La alineación de las lunas era buen presagio para todo el grupo, los magos tenían clara la importancia de ese fenómeno único y también tenían presente la cercanía de Chislmont, un mes crucial para reconciliar a los dioses de la naturaleza con los de la luz. Suindhël miró los cielos con atención pero no pudo predecir qué lunas habría en lo alto la semana siguiente. Conforme con la bendición de Solinari, el Túnica Blanca hizo a un lado los intrincados cálculos astronómicos y contempló el paisaje durante el camino.

La presencia de una elfa desamparada atrajo su atención, se hubiese acercado aún más de no haber sido que notó al druida reticente de darle agua para calmar la sed de la flautista. Las arrugas de la anciana escondían costras y llagas y daban cuenta de su enfermedad, los cuerpos alrededor eran un signo aún más ominoso, tan sólo el rosal mantenía su vitalidad. La mujer aseguraba haber vivido allí mucho tiempo, el paso de los años no había sido gentil con ella pero aún así a Suindhël le llamaba la atención que hubiese sobrevivido sola tanto tiempo en ese bosque maldito.

- Venerable Kadee, es un honor conocerla - dijo manteniendo algo de distancia - Los esfuerzos de los silvanesti para alejar a los dragones del bosque terminaron trayendo algo igual de terrible, lamento que haya tenido que padecer las consecuencias de la imprudencia de mis congéneres. Pero no pierda la esperanza, cuando alcancemos el Santuario, la Pesadilla comenzará a ceder, se lo prometo - le aseguró con la misma convicción que mostraba en cada una de sus visiones.

- Nuestro encuentro no ha sido casual, señora, la conjunción de las lunas presagia grandes cosas, para nosotros y para usted. Hay algo en lo que podamos ayudarla? - dijo mostrando calidez y generosidad, aunque intuía que sus palabras no iban a repercutir de igual modo en los demás.

-¡Cof-Cof!- El druida empezó a toser nada más acercarse al rosal.

-Un aroma…Un tanto fuerte- graznó con la garganta destrozada. –No os acerquéis- advirtió a sus compañeros.

El rosal venenoso era la causa más probable de la muerte de aquellos animales. La flautista seguía rodeada de incógnitas, pero no vio motivos para desconfiar abiertamente.

Sus dudas al ofrecer su odre a la anciana arrancaron algunas risas a su espalda. El Kalanesti, abochornado, no tuvo otra que acabar por entregárselo a su compatriota.

-Quédeselo…¡COF-COF!- siguió tosiendo.

La tos acabó por remitir. Estaba claro que había agotado toda su suerte.

—Prodigios más extraños que ese veréis en estos bosques, pues a menudo lo lozano y hermoso oculta aquí los mayores peligros —responde a Xadrielie la anciana kalanesti.

A continuación, cuando Ormin le regala uno de sus dos odres, ella apura el refrescante contenido y dirige a él su atención:

—Que los dioses te premien como mereces.

Por su tono, resulta imposible saber si son palabras de gratitud o de maldición después de que el druida titubease a la hora de ofrecérselo y Suindhël se burlara silenciosamente de esa actitud a pesar de sus ahora obsequiosas palabras.

—Tal vez haya algo en lo que pueda ayudaros yo a vosotros —replica Kadee al ofrecimiento del Túnica Blanca—, aunque no tenga nada más que ofreceros que el escaso conocimiento que he atesorado errando por estos bosques. Si camináis hacia la puesta de sol durante todo el día de hoy y todo el día de mañana, sin desviaros, llegaréis hasta las ruinas de un lugar donde los elfos de antaño rendían culto a la luna blanca.

»Si, por el contrario, deseáis llegar al lugar donde las primeras tribus errantes de elfos ofrecían sus sacrificios a la Madre de las Bestias, deberéis viajar hacia el suroeste cuatro días completos y hacia el sur el quinto. Entonces llegaréis hasta un estanque rodeado por las mayores y más viejas secuoyas de todo Ansalon. Ese es el lugar donde, según la tradición oral de mi pueblo, el primer día del cuarto mes, Chislev se les apareció a los primeros elfos y ellos le ofrecieron holocaustos sagrados de animales y plantas en una festividad que durante mucho tiempo se convirtió en una tradición anual.

Si aquella mujer no mentía, que no tenía porqué, había descrito a la perfección el camino hacia el santuario de Chislev, lo cual era una gran noticia. Después de todo el tiempo perdido, tenían la ubicación del santuario que debían ir. Ya estaban encaminados, pero aquello confirmaban la ubicación y ponía de manifiesto que aún en ruinas, todavía quedaba algo del templo.

- Su información ha sido muy valiosa. - Le dijo la sacerdotisa. - Le estamos muy agradecidos.

Seguía sin entender muy bien como una mujer anciana y enferma como ella, podía sobrevivir en un bosque tan peligroso como aquel. Eso lo e provocaba desconfianza, por lo que aunque no ponía en duda la información obtenida, tampoco la creía a pies juntillas y la contrataría con Ashe una vez dejaran atrás a la anciana. Que precisamente era lo que deseaba hacer de inmediato.

- Creo que debemos continuar. Aún podemos avanzar un poco antes de que anochezca. ¿No creéis? - Comentó en alto.

—Que los dioses te premien como mereces.-

-Oh. ¡Gracias! Pero no se preocupe. Me espera una ninfa muy agradecida- sonrió sin captar la peligrosa ambigüegdad de la extraña. –Si arreglamos esto de la pesadilla cuento con que los silvanesti me obsequien con un poco de vino también.- Añadió ingenuamente.

Chislev se les apareció a los primeros elfos y ellos le ofrecieron holocaustos sagrados de animales y plantas

El druida no pudo evitar fruncir el ceño y levantar el índice: -Los holocaustos no están tan bien vistos como antes ¿sabe?- Ormin miró la piel apergaminada de Kadee y le pareció que la anciana bien podía datar de una época en que las cosas se hacían de forma realmente salvaje. –Bah…Olvídelo. ¡Gracias por la información! -

El kalanesti se sumó a las palabras de Xadrielie: -¿Necesita algo?¿Cómo podemos agradecérselo? ¿Quizás un sombrero? Debería de cuidarse esa piel. Tanto sol no es bueno. -

- Creo que debemos continuar. Aún podemos avanzar un poco antes de que anochezca. ¿No creéis?

Ormin quiso añadir algo, pero solo fue capaz de asentir mientras tosía. Lanzó un último vistazo a su Odre y, tras ejecutar una sencilla reverencia, volvió a montar a Perezoso.

El Túnica Blanca hizo un gesto de aprobación cuando éste le entregó un odre de agua a la kalinesti, y escuchó con atención las palabras de la anciana. Secundó a la sacerdotisa en los agradecimientos y compartía la disposición de Ormin para ayudarla. Entonces sacó de su bolso un mapa de Silvanesti y un libro cuyas páginas recorría buscando referencias de los santuarios que se habían mencionado, luego marcó en el mapa algunos puntos pidiendo guía a Solinari para no cometer ningún error.

- Su generosidad guiará nuestros caminos los próximos días, nuestro encuentro es un nuevo signo de que los elfos y la naturaleza podemos convivir en armonía y hacer frente juntos a La Pesadilla - el mago veía en cada detalle una parte del inmenso tapiz del destino en el que el grupo transitaba, y expresaba en voz alta sus pensamientos esperanzadores. También se daba cuenta que para la kalinesti la convivencia de los elfos y la naturaleza era algo habitual y no representaba ninguna novedad, los elfos del bosque habían elegido ese camino varios milenios atrás.

Xadrielie propuso avanzar e ir en busca del santuario de Chislev, que era su objetivo desde el principio. Afortunadamente llegarían un par de días antes de la fiesta de Chislmont, y eso le daba un pequeño margen que Suindhël propuso aprovechar - Estamos en deuda con usted, Kadee. El druida ha saciado vuestra sed, un buen gesto de solidaridad entre kalinesti. Pero los silvanesti aún no le hemos correspondido ni hemos sido generosos con usted - el Túnica Blanca no compartía la continua prisa de sus compañeros, siendo que el tiempo estaba a su favor - Tal vez nuestras sacerdotisas puedan hacer algo con vuestra enfermedad, o incluso podamos lidiar con la amenaza que causó la muerte de estos animales - le ofreció y desvió luego su mirada hacia las mujeres del grupo.