Partida Rol por web

El retorno de sus compañeros, no sólo sanos sino con la montura, alegró al mago y probablemente al resto del grupo. Los recién llegados cotaron la hazaña de vencer al sátiro y cada cual ocupó su lugar, entre guardias y descansos, amparados desde las alturas por las brillantes estrellas de la noche de Silvanesti.

Tras desayunar, y mientras Ashe transformaba el inmenso árbol en una pequeña rama, surgió el postergado tema de las monturas - Estas en lo cierto, Galahad, son nuestra responsabilidad, y sólo nuestra - dijo en lengua común, mirando al Caballero y al Druida, que también había traído la suya. - Pero no hace falta ser adivino para saber que continuar con ellos no es una buena idea. No sólo es un peligro para los animales, tanto en el trayecto como en el descanso... lo es también para nosotros. Su presencia atrae criaturas que de otro modo no se acercarían, y rescatarlos no sólo pone en riesgo al dueño del caballo, también a los que lo acompañan, sin contar que tenemos que estar dividiéndonos - el elfo negó de modo sutil y respetuoso, con evidente preocupación - Justamente porque no es un tema de los demás, es que no podemos exponer a nuestros compañeros a sucesos como los de anoche, cuando uno de ellos resulte herido lo lamentaremos - dijo mirando al Caballero, confiando en que entendería su postura.

- Pero si Ormin nos ayuda, entre los tres podremos resolverlo - parecía ser que el seguidor de Chislev no era sólo una esperanza para toda Silvanesti, lo era también para ese pequeño grupo y los dos caballos - También podemos regresar a Astarost los tres, el camino lo hemos recorrido una vez sin sobresaltos, con la bendición de los dioses podríamos tener un viaje tranquilo hasta la ciudad. Luego podremos regresar a lomos de nuestro alado compañero - la idea de tocar la piel del murciélago no le agradaba, prefería estar lo más lejos posible de esa bestia apestosa, pero era el único modo de viajar rápidamente hasta encontrarse con sus compañeros. 

- Por suerte, hemos sabido muy pronto que las monturas en este bosque maldito, sólo nos retrasarán y nos meterán en problemas. - Intervino Xadrielie. - Galahad dice que no tenemos porqué regresar todos para dejar los caballos a buen recaudo, que irán sólo ellos tres. - Sonrió. - Pero separarnos es una muy mala idea. Reencontrarnos luego sería difícil y como he dicho, todavía estamos cerca de la ciudad. Podemos regresar.

Xadrielie sabía lo importante que era su caballo para Galahad. Era evidente que tener que desandar el camino andado no era algo que a la sacerdotisa le gustase un pelo, pero si era algo necesario y lo correcto era no dividirse. Así que su voto, si servía de algo, estaba emitido.

   El Kalanesti meditaba sobre el curso de acción recostado contra un árbol. Limpiaba con la manga de su abrigo unas puntas de flecha ensangrentadas mientras daba largos tragos al vino de Astarost. –Siento como sufre el bosque- Se lamentó.

No veía clara ninguna de las opciones sobre los caballos. –Uno no abandona a los suyos- Explicó sin hacer distinciones entre elfos y animales. Era más un deseo que un plan. El Kalanesti miró al humano con dudas sobre como clasificar al gigante de hojalata, pero entonces vio en sí mismo los prejuicios que los silvanesti habían utilizado como excusa para esclavizar a su pueblo y concluyó: -Perezoso y yo os ayudaremos en lo que esté en nuestras manos. El murciélago podría con un segundo jinete, pero no con un animal grande. Puedo escoltaros de vuelta a la ciudad y regresar uno por uno o ambos empequeñecidos por algún conjuro. - dijo refiriéndose a Galahad y Suindhël. – Eso si, solo veo inconvenientes en separarnos- Opinó arrugando la frente.

Shinarai, 19 Mishamont del 362 A.C.

Si a Falin o a Jaenis les importuna tener que regresar a Silvanost, ninguno da muestras de ello pues ambos han sido hasta el momento muy reservados con el resto. No a todos los demás os agrada desandar el camino recorrido pero sí existe un consenso para no separaros, de modo que no tardáis en poneros en marcha.

Apenas habéis caminado una hora cuando llegáis a un arrollo limoso. El cauce del río está casi seco y también los árboles marchitos que crecen en sus orillas. No recordáis haber tenido que cruzarlo ayer, aunque perfectamente podríais cruzarlo a pie con facilidad, dado que sus aguas apenas os cubren más allá de los tobillos.

Una joven de tez verdosa y aspecto desnutrido, tan delgada que podéis notar sus huesos marcándose bajo su blanca piel y sus ropas hechas de hojas, se lava el pelo en las turbias aguas del río. Posiblemente la hubiérais pasado por alto, confundiéndola con la vegetación circundante, si no se hubiera dirigido a vosotros desde la distancia con tono amargo.

—No se os quiere aquí, silvanesti, enemigos de la Naturaleza. ¿A qué habéis venido, a regodearos de los estragos de vuestra magia terrible? Idos, no sois bienvenidos en este lugar de muerte antaño rebosante de vida.

El caballero, aunque cansado, al ver a la joven desnutrida no lo dudó un instante y se bajó de su montura para acto seguido sacar una ración de su equipo, y acercándose lentamente y con las manos levantadas para que viera que no quería hacerle daño dijo:

-No todos somos silvanesti señora y desde luego ninguno nos recreamos con el dolor del bosque, permitidme ofreceros algo de comida y mi ayuda en todo lo que esté en mi mano -expuso en actitud educada esperando no asustar a la fémina.

—No se os quiere aquí, silvanesti, enemigos de la Naturaleza.

Perezoso aterrizó sin emitir ningún ruido y a una distancia prudente para no asustar a la muchacha.  -Pues ni lo uno, ni lo otro, jovencita- Respondió el jinete retirándose la capucha de su abrigo negro para que la muchacha pudiera verlo mejor. –Me llamo Ormin Huesonegro. Soy un druida de Ergoth del Sur, y en cuanto mis compañeros y yo arreglemos este desastre regresaré con los míos- Explicó sin ocultar su acento Kalanesti.

El solámnico se acercó ofreciendo comida a la joven, que le recordaba a su primer amor –Cuando era joven, una dríada a la que tenía por mojigata, me llevó detrás del sauce sagrado y…Ahora no viene al caso. – El druida rezó a Chislev por que aquella criatura que le traía tan buenos recuerdos no estuviera corrompida como el sátiro. Carraspeó y dejó sus batallitas para averiguar algo de utilidad para su misión - ¿Cómo te llamas? ¿Qué le pasó a los tuyos, y cómo podemos restablecer el equilibrio de este lugar? -

La joven dejó que tanto el solamnico como Ormin se acercasen a la driada, aunque no bajaba la guardia. Si aquella criatura pensaba hacerles daño, se lo habría hecho antes de hablar con ellos. No entendía ni una sola palabra de lo que estaban diciendo, pero por las reacciones de ambos no parecía ser nada malo, aunque había que estar prevenidos.

La joven se acercó a Xadrielie.

- ¿Qué están diciendo? - susurró intentando no perturbar la conversación que mantenían sus compañeros.

- La joven cree que somos enemigos del bosque por ser silvanesti. - Le respondió a Thyla. - Le cuentan que no es así, sino más bien lo contrario. 

Que no todos pudieran entenderse era engorroso. A Xadrielie no le importaba hacer de traductora, pero lo cierto era que sería mucho más fácil que todos pudieran entenderse de alguna forma. Quizás con el paso de las semanas, los que no hablaban élfico pudieran comenzaran a poder chapurrearlo y viceversa con el solámnico, aunque se antojaba difícil.

- El druida dice la verdad. - Xadrielie se adelantó un paso. - Ningún mal queremos para estas tierras, sino todo lo contrario. Deseamos que el esplendor que un día tuvo este antaño precioso bosque, regrese y se olvide para siempre la pesadilla en la que ha sido sumido. Ese es nuestro cometido y por ello estamos aquí.

Algo cambió en el camino de regreso, el arroyo que habían cruzado estaba distinto, seco. Fue allí dónde pareció una joven desnutrida, verde como las hojas de los árboles. No disfrutaba de la presencia de los elfos, estaba enfadada con los silvanesti, pero los prejuzgaba y claramente no entendía de qué se trataba la pesadilla. Suindhël la observó desde lejos, sin acercarse ni un paso, mientras el Galahad avanzó hacia ella. Ormin, haciendo uso de su diplomacia tan particular, le habló con soltura y Xadrielie reafirmó esa postura con sus propias palabras.

- Soy silvanesti y soy mago, pero ningún mal he hecho a vuestro bosque, y es mi intención sanar esta tierra de lo que otros, en su ignorancia, provocaron. Estamos aquí para acabar con La Pesadilla de una vez y para siempre, como bien dicen quienes me acompañan - le dijo en tono amable, con la espalda erguida y la mirada en alto desde arriba del caballo.

—¿Qué eres tú? —pregunta con recelo la joven dama, arrugando la nariz cuando Galahad se le acerca—. Hueles al metal de las hachas que talan los árboles y al sudor salado de los faunos, pero está claro que no eres ni una cosa ni la otra. Tampoco un elfo, eso está claro, eres veinte o treinta centímetros más alto que cualquiera de ellos. Nunca había visto nada parecido a ti.

Se acerca cautelosa a ver qué es lo que el caballero le ofrece y contiene una arcada al descubrirlo.

—¿Carne de animal muerto, desecado y en salmuera? ¿Qué clase de bestia se alimenta de tal cosa? ¡Aléjate, sal de mi vista! Creo que ya sé de ti más de lo que me gustaría conocer.

A continuación, dirige hacia los demás.

—Yo soy Nibriann y me temo que soy la última de mi familia. Cuando los silvanesti desataron su magia sin control la tierra se agostó, los ríos se secaron, las plantas murieron, la lluvia se volvió corrosiva y los animales enloquecieron. El bosque se llenó con el material del que están hechas las pesadillas y unos y otros nos matamos entre nosotros presas de la demencia o por piedad. Yo misma no viviré mucho más si no sucede un milagro.

»No sé que es Ergoth del Sur —añade, centrando su atención en Ormin—, pero sí sé lo que es un druida y tú no me lo pareces. He crecido escuchando las leyendas de los druidas, aunque nunca he conocido a ninguno de verdad. Dime, ¿eres tú un auténtico druida o solo otro de esos torturadores elfos que se llaman a sí mismos "de la Casa de Arboristería Estética"? Monstruos que retuercen la belleza natural de la vida para aprisionarla dentro de sus cánones retorcidos de los estéticamente correcto.

»Dime, ¿puedes hacer que las plantas crezcan y reverdezcan con tu mera voluntad o hacer que caiga del cielo agua dulce en lugar de sangre o roedores muertos? —pregunta, antes de volver su anhelante mirada hacia Suindhël— ¿O puedes tú volver atrás en el tiempo y revertir los efectos de la maligna magia élfica? ¿Puedes devolverme a los míos? Si podéis, os lo suplico, hacedlo... Y si no, marchaos y dejadme morir en paz.

-La paz sea contigo Nibriann- Saludó a la ninfa.

¿eres tú un auténtico druida o solo otro de esos torturadores elfos que se llaman a sí mismos "de la Casa de Arboristería Estética"? Monstruos que retuercen la belleza natural de la vida para aprisionarla dentro de sus cánones retorcidos de los estéticamente correcto.

Ormin bajó la cabeza apesadumbrado. El kalanesti había comprobado en su piel de lo que eran capaces otros elfos. Pero, aun siendo un pésimo diplomático, sabía que no ganaría nada echando leña al fuego con sus propias denuncias.

-Los silvanesti llaman a eso “topiaria”. La encuentro relamida y hortera- sentenció con su voz áspera. –Los kalanesti aceptamos la naturaleza tal y como es- El Druida señaló al solámnico con un movimiento de cabeza y sonrió con malicia: - por ejemplo: Esa criatura es un humano. Comen carne como los lobos y huelen como un perro mojado, pero apostaría que este ejemplar es tan leal como el mejor de los lebreles. De modo que no lo juzgues con tanta dureza- Explicó disfrutando de la oportunidad.

-Ergoth del sur es mi tierra. Está en poniente, a muchas lunas de vuelo. Te llevaré a conocerla si es tu deseo. Pero antes queremos sanar esta tierra. Aunque no sabemos cómo. Puedo hacer que lluevan un par de roedores vivos y reverdecer una pequeña porción de tierra cada día, pero nada garantiza que no se vuelva a marchitar, de modo que exploraremos este lugar hasta encontrar la forma de curarlo. ¿Por dónde debemos empezar? ¿Puedes guiarnos hasta el santuario de Chislev?-

Ormin se disculpó de Galahad con una mueca burlona e indicó al caballero que no se acercase demasiado. –Mi noble caballero, lo que ven tus ojos es una ninfa, Su belleza es capaz de dejarte ciego o hacerte enloquecer, de modo que vamos a procurar no enojar a nuestra anfitriona- Recomendó a sus compañeros.

El druida se atrevió por fin a desmontar, se acercó a Nibriann y le mostró el contenido de su saquillo de raciones perpetuas. – Si hay algo que os plazca, os lo ofrezco- Dijo educadamente. Luego añadió desenfadado. –También tengo un vino excelente. No es lo más nutritivo, pero doy fe que engorda más que las verduritas- sonrió rascándose sus alborotadas rastas.

—No abandonaría mi río ni aunque pudiera —replica la ninfa en respuesta al ofrecimiento de Ormin de llevarla a conocer su patria—. Jamás entenderé cómo podéis los elfos abandonar vuestra tierra como si no fuera el más valioso de los tesoros. Dices que quieres sanar la tierra pero si tú que afirmas ser un druida no sabes cómo, no sé quién podría saberlo. Yo, desde luego, lo desconozco.

»¿Para qué querría ratas callendo del cielo o uvas pisadas por pies de elfos? —pregunta con desagrado, arrugando la nariz nuevamente—. Si eso es todo lo que puedes hacer por este bosque, me temo que no nos quede ya esperanza.

A continuación, se aproxima recelosa a la bolsita que el druida le ofrece y extrae de su interior una lozana manzana roja. Sonríe, la acaricia y se la lleva a la mejilla para disfrutar de la suavidad de su tacto.

—Eres tan bonita... —parece susurrarle a la fruta, antes de devolver su llorosa mirada a todos vosotros—. ¿Y agua, alguno tenéis un poco de agua o eso también es demasiado pediros?

Galahad se retiró en cuanto pudo por temor a que su presencia importunara a dicha mujer, si no comía carne es normal que estuviera tan desnutrida, pero no iba a ser él quien criticara al prójimo por morir cumpliendo con sus ideales. Así pues, escuchó la charla entre Ormín y aquel ser feérico; no le hizo la menor gracia cuando el druida lo comparó con un perro, y por ende le dedicó una dura mirada dejando claro que no permitiría otra afrenta así. No obstante, entendía que aquel no era el mejor momento para hacer que el kalanesti se retractara de sus palabras, por lo que lo dejó continuar con la conversación.

Finalmente, la joven pareció animarse un poco al ver la manzana, y cuando pidió agua, el solámnico le lanzó su cantimplora pues no sabía si quería que se acercase de nuevo, pero no iba a ser él quien le negara agua a alguien sediento, incluso aunque se tratara de un enemigo, no lo haría...

Aquello era un poco desesperante, no entendía nada de nada y tenía que basarse en lo que veían sus ojos. La joven se había acercado a la bolsa de Ormin y había cogido una manzana, y el solámnico le había lanzado una cantimplora. Ya la había advertido Xadrielie sobre el temor que tenía hacia los silvanesti, por lo que lo que hizo, lo hizo cuidadosamente.

Abrió su caja de raciones y sacó numerosas frutas apetitosas, y también agua. Pidió a Ormin que se las acercara.

- ¿Cómo podemos ayudarla? - preguntó la clériga preocupada. Estaba con sus sentidos alerta, no se terminaba de fiar de la criatura, aunque hasta que no diese alguna señal de que pensaba atacarlos, se comportaría con total cortesía.

- Siento escuchar lo que dices. - Comentó Xadrielie apenada. - No tenemos la solución para acabar con la pesadilla, pero aún así, no nos rendiremos sin luchar por qué este bosque vuelva a ser tan esplendoroso como fue. - La sacerdotisa realizó una pequeña pausa. - Dices que te mueres... ¿Por qué? ¿Estás enferma? Si es así, alomejor podemos ayudarte. Sanar tu dolencia.

El Túnica Blanca escuchaba las palabras de Nibriann y sentía compasión por ella, la última de su familia, fiel a su hogar como los silvanesti lo eran del suyo, sufriendo la agonía de la pesadilla en su cuerpo y en la porción de bosque que había habitado desde siempre. El lugar se había secado en apenas un día, y la muchacha verde parecía sufrir por ello, algo que iba más allá de la pena y de la rabia por ver cómo su arroyo se secaba, hasta qué punto está ligada esta criatura a este lugar? 

El buen corazón de quienes lo acompañaban salió a la luz de inmediato, le ofrecieron alimento y bebida para que se repusiera, incluso le ofrecieron curar su enfermedad. Suindhël intuía que esa enfermedad no era ninguna de las que le ocurrían a los elfos, sino que estaba ligada a la salud de ese arrollo, marchito y agonizante. - Tal vez podamos ayudarte, Nibriann, como muestra de que hay elfos que aman este bosque, a pesar de los errores del pasado - le dijo a la ninfa en silvano¹ .

Entonces se volteo hacia sus compañeros elfos y en su idioma les explicó lo que pensaba - Nuestra esperanza es que los dioses de la luz y de la naturaleza trabajen juntos, recuperar el santuario y bendecirlo es un modo de sanar el bosque, el definitivo probablemente, pero esa unión divina debe crecer, como una semilla. Este grupo representa que esa unión es posible, pero podemos sembrar una semilla aquí. Hay un servidor de Chislev, una de Quenesti Pah, una de Kiri-Jolith, una de Lunitari y uno de Solinari, tenemos la oportunidad de que las bendiciones de nuestras deidades alcancen este lugar y a esta criatura, la naturaleza escuchará nuestra voz si la alzamos en conjunto - cada cual podía aportar lo propio - Las sacerdotisas pueden crear agua abundante, verdad? incluso pueden bendecirla para que la Pesadilla no la corrompa. El druida podría reanimar la vegetación del lugar, cierto? Y los que servimos a las lunas, podemos invocar la presencia de elementales capaces de colaborar en la restauración. No se si eso alcanza para restaurar el sitio, pero es importante que unamos nuestras fuerzas para sanar esta porción de bosque y cuidar de esta hermosa criatura, sería un gesto que no pasaría desapercibido por pequeño que fuera - les propuso.

La ninfa se acerca cautelosa a la cantimplora de Galahad, que no ha caído lejos de ella. La examina durante un rato antes de quitarle el tapón y olfatear su contenido. A continuación y para vuestra sorpresa, vacía el recipiente en las aguas embarradas del cauce medio seco.

—Gracias, humano —le dice al solámnico, al tiempo que le arroja la cantimplora de vuelta; todavía reacia a aproximarse a él—. No cambiará mucho las cosas, pero aprecio el gesto. Mi río se muere y yo me muero con él, tal es el vínculo que los míos tenemos con la naturaleza.

»Esa es mi dolencia —le aclara a la sacerdotisa guerrera de Kiri-Jolith—. Y salvo que podáis restituir su caudal de forma permanente, me temo que no haya remedio. Por eso os pido que me dejéis y sigáis vuestro camino, no hay nada que yo pueda hacer por vosotros, ni vosotros por mí, me temo a juzgar por las palabras del druida.

Aunque oye las palabras de Suindhël, no da muestras de comprenderlas o no encuentra en ellas ningún consuelo ni esperanza.

Ormin se llevó la mano al corazón: -Sabrás que hemos cumplido nuestra promesa cuando el río fluya de nuevo. Y si no es así…Si no es así nos habremos unido a la tierra de nuevo- Graznó con amargura.

El druida se despidió y se embozó la capucha antes de emprender el vuelo.

-Vamos Perezoso, abre bien los ojos. – Dijo a su montura -Necesitamos encontrar un santuario, o alguien que nos ayude a encontrarlo-

Todo aquel misticismo no tenía mucho sentido para Galahad, por lo que preocupado por el inminente final de aquel ser y sabiendo que al parecer estaba ligado al río, le dijo a los demás:

-Debemos ayudar a Nibriann, sí su río se ha secado recientemente, quizás sea porque algo o alguien ha desviado su curso -expuso entendiendo que aquello tendría una solución para acto seguido mirar a la fata y decirle- ¿por dónde está el nacimiento del río? intentaremos hacer que vuelva a fluir, mientras tanto, quizás mis compañeros dotados puedan crear algo más de agua para que vuestra existencia no corra tanto peligro... -masculló mirando al resto a la espera de si podrían ayudar momentáneamente a la mujer.