Partida Rol por web

Habiendo comprobado que la puerta estaba cerrada y que no había encontrado trampas, fue hacia ella dispuesta a manipular la cerradura, solo esperaba que esta puerta no escupiese nada raro, ni hubiese más sorpresas que una puerta parlanchina.

Se agacho delante de la puerta para inspeccionar la cerradura -¿listos?- dijo más para prepararse ella, por lo que pudiese pasar.

El nerviosismo empezó a apoderarse de parte del grupo, mientras Desdemona observaba con interés como Tarben se colocaba en frente de la recia puerta de madera, seguro de que nada ocurriría al abrirla. Kartag, golpeandose los puños con sus guanteletes metálicos, esperaba, al colmo de su paciencia, a que la planar abriese la cerradura, mientras Zoak y Leviathan, cubriendo la retaguardia, se lanzaban miradas de complicidad, preparados para lo que pudiese pasar al abrir esa condenada puerta, dadas las trampas que tenía la que acaban de dejar, en el pasillo sur.

En menos de un minuto, la cerradura había sucumbido a los "encantos" de Desdemona que, satisfecha, dió un paso atrás para dejar que Tarben, escudo en mano, agarrase el pomo y abriese la puerta que, en buenas condiciones, como las otras, se deslizó hacia dentro. Lo primero que asaltó las fosas nasales de todos fue un tenue olor a quemado que emanaba de la sala, junto al rancio punto de la falta de ventilación. La sala estaba a oscuras, pero con la antorcha de Anubis y el sable de Zoak, todos pudieron observar sus caracteristicas: se trataba de una sala rectangular de 20 x 30', una biblioteca. Bueno, o lo fue, porque ahora restos de estanterías, mesas y sillas , junto con incontables restos calcinados de libros, yacían tirados de cualquier manera en el suelo, en mitad de la sala, testigos mudos de la pira que había prendido allí hacía ya un tiempo.

Pero lo que mas llamaba la atención es una frase, tallada con rabia en un rudo común, en el muro oeste de la habitación, el opuesto a la puerta, en el que se podía leer:

Que peculiar siseo Braigon ¿una venganza?, quienquiera que fuese quien hizo esto, odiaba tanto a...¿Elzid?, que quiso borrarlo de todos los libros de historia, un esfuerzo imposible, pero la rabia no atiende a razones.

Con la mano en la espada, Baigron se mantuvo en su puesto en la formacion, puede que no hubiera amenazas visibles pero el draconiano sabia que un diabillo invisible estaba por la zona que una conjuracion podia aparecer en cualquier momento, listo para rematar al grupo, que ya estaba bastante tocado tras la batalla con los hellhounds.

Tarben entró tal y como había dicho que haría, pero lo cierto es que tuvo que salir un instante a coger aire. Pues la sala estaba muy viciada. Cuando se dio cuenta de lo que había sucedido, o de lo que parecia que había sucedido, se lamentó. No es que fuera especialmente estudioso, pero le gustaba leer. Y toda perdida de conocimiento era algo a lamentar.
Tras ver las palabras escritas asintió ante el comentario de Baigron.

Sí. Tiene pinta de que alguien quería vengarse de Elzid, y le quemó su biblioteca. Una lastima, quizás aquí habría alguna referencia a lo que buscamos. Nos habría sido útil.

Con cuidado, pues el diablillo o cualquier otra cosa podría estar acechando, echó un vistazo a la sala por si encontraban algo que les pudiera ser útil.

 Mientras los demás hablaban, yo no les escuchaba... Porque yo me encontraba petrificado, con los ojos desorbitados, con la boca abierta, consternado ante el horror que el horror que había ante mí...

 ¿Quien había podido hacer semejante acto de barbarie, por algo tan mezquino como una mera vendetta?. ¿Cuanto conocimiento se habría perdido, tal vez, para siempre?. Era una suerte que fuera un joven que gozase de buena salud, porque si llego a ser un anciano con un corazón delicado, me da un infarto ahí mismo, delante de todos.

 Tras respirar hondo unos segundo, para recobrar la calma, les dije a mis compañeros, con expresión pálida y voz apenas audible:

 - Hay que registrar el lugar, por si acaso algo se... salvó.

- Esperad, exclamo Kartag asiendo el hombro de Anubis.-  Quizás haya alguna trampa oculta. Adelantándose a Tarben y comenzando a explorar aquella antigua biblioteca, buscando trampas o indicios de algo oculto.

Mirando las losas del suelo meticulosamente y los restos desperdigados de antiguos tomos comenzó su cometido intentando ver algo que le avisará del peligro.

Después comenzó a palpar las paredes en busca de alguna entrada oculta a los ojos no preparados.

La sensación de pérdida, al ver el destrozo en aquella biblioteca, la pérdida de saber que constituía aquel acto de pura maldad o ignorancia, abrazó los corazones de algunos los componentes del grupo al entrar en la sala. Aquella frase tallada en la pared, con gran ira, a juzgar por los trazos salvajes que habían utilizado para hacerlo, hablaban de aquello como una venganza o similar.

Poco a poco, algunos empezaron a investigar lentamente la sala, con Kartag buscando trampas que pudieran poner en peligro su integridad, y Tarben y Anubis buscando entre los restos. Por su parte, Baigron prefirió quedarse en su posición, con la garra sobre el pomo de su espada, expectante. Sabían que el Diablillo podía estar por ahí, y no querían que les volviese a pillar con la guardia baja...

Sorprendentemente, aunque la mayoría de los tomos estaban calcinados, algunos habían sido solo lamidos por las llamas, dañando levemente sus cubiertas, por lo que Anubis pudo confirmar su temática. La mayor parte de los que empezó a ojear eran tratados sobre poesía.

Kartag, satisfecho, confirmó que no había ninguna trampa en aquel suelo, pero ni él ni Tarben encontraron nada mas que ceniza, y restos de papel y piel calcinada

El resto, permanecían, como congelados, cerca del umbral de la habitación, observando la destrucción y el deambular de sus compañeros.

Mientras estás vigilando, para que nada os soprenda mientras investigais la achicharrada biblioteca, escuchas un sonido, bastante leve a tu espalda, como a unos 15', en el pasillo por el que habeis venido: jurarías que es como un aleteo de una criatura pequeña...

Anubis parece muy afectado por la pérdida de esos... libros. Pero no son más que papel y letras; no se puede hacer nada con ellos salvo leerlos.
El que sepa.

Por respeto, prefiero no decir nada al respecto y mantener mi posición, atento a que nada ni nadie trate de atacarnos por sorpresa.

Compañeros, podéis entrar. No hay trampas!

Desdémona quizás tú encuentres algo que se me escapa. Algún compartimento o puerta secreta. Prueba a ver, algo me dice que  tiene que haber una puerta secreta, lo presiento.

Mirando al caballero Tarben, exclamó:

Estarás de acuerdo en que si no encontramos nada, deberemos dirigirnos a la sala de convocación, destruir los canes y buscar la llave que a buen seguro estará allí como las otras?

Es la opción más lógica, si no averiguamos nada más aquí dentro!

Tras una vuelta infructuosa, Tarben regresa con los demás.

Pues parece que no hay nada útil.
Menudo desperdicio de información. Es lamentable. Y seguro que Elzid lo habrá lamentado aún más.

El clérigo había enfundado su espada, pero seguía llevando el escudo embrazado. Estaba claro que esperaba problemas. Las palabras de Kartag hicieron eco de sus pensamientos.

Sí. Así es. No nos queda otra. No hay más formas de continuar que no sean por esa puerta de la cara. Y sin la llave no podremos. Por lo que habrá que buscarla en el único lugar que nos queda. Aún así, tendremos que tener cuidado.
Yo diría que entraramos Leviathan, Baigron, Zoak y yo. Dos parejas, cada una flanqueando a una de las estatuas. Desdemona, Anubis y tú fuera por si aparece de nuevo el diablillo o por si tenéis que ayudar a alguno de nosotros. Y para cuidar a la chica, claro está.
¿Os parece bien?

Cuando Tarben habló de Elzid, miró sin pensar a Erilyn que, al lado de Leviathan, y con la cara desencajada por el horror, llevaba todo el rato petrificada mirando los restos del incendio. Al escuchar el nombre de su amado, se giró hacia el joven escudero de la Corona, y con los ojos conteniendo a duras penas un torrente de lágrimas, dijo, en un hilo de voz:

- No... No le... Habeis visto... Ahí... Verdad...???, señalando al montón de tomos malogrados por el mordisco del fuego. Cuando quedó claro que nadie había visto el cadaver achicharrado del Renegado, la chica soltó el aire poco a poco para apoyarse contra Leviathan, buscando consuelo, y ponerse a llorar desconsoladamente, mientras decía: - Gracias... Gracias... Gracias...

 Miré con tristeza la destrucción ante mí, aunque se tratase de libros de poesía y no de textos arcanos, seguía siendo conocimientos y sentimientos de alguien y su perdida seguía siendo algo terrible:

 - Un mundo sin poesía, es como tener pinturas sin vida, cielo sin estrellas que brillan, cómo noches largas, sin día, como canciones sin notas...

Miro a Tarben completamente perpleja ¿hablaba en serio? ¿de verdad le estaba pidiendo que cuidase de... ella? ¿de aquella humana tan débil tan... estúpida? no podía creérselo, pero bueno si se lo pedía... -Me quedare con Anubis y con ella, pero que no se separe, ni haga tonterías, no pienso arriesgar ni un ápice por ella- la miro cruzándose de brazos.

Canturreaba una cancioncilla, claramente refiriéndose a al humana -Te prometen vida soñada, te dedican falsas baladas y seras un nuevo trofeo en su colección, la presa en las noches en su habitación, nunca seras especial, seras de usar y tirar- parecía que la planar sabia de lo que hablaba -ya sea túnica negra, vampiro o príncipe demonio, son todos iguales-

Leviathan asiente a la distribución de Tarben para que no ocurra lo de antes, parece que poco a poco va pensando. Aunque Leviathan a pasado mucho más tiempo que su amigo estudiando estrategia y combatiendo, parece que el joven escudero quiere demostrar mucho. De un tiempo a esta parte ha cambiado mucho, me gustaría saber el motivo. El gigante mira a desdémona y luego a Tarben alternativamente mientras se mesa su pequeña chiba. hummmm.

-Erilyn, ¿no recuerdas como entraste aquí verdad?- le pregunto mientas le paso una mano por la cabeza para darle tranquilidad como si fuera mi hermana pequeña. Era una pequeña posibilidad ya que estuvo hipnotizada, pero puede que se acuerde de algo, poco sabe Leviathan de magia.

- Me parece bien, - digo mirando fijamente a mi amigo - que ahora te avengas a hacer lo que debimos hacer desde el principio. Y que lo hagas con el mismo plan de acción que yo propuse hace un buen rato.

No sé qué le pasa a Tarben; si tiene que ver con la planar, con este maldito sitio o si hay algo más. Pero lo cierto es que empieza a preocuparme.

Tarben escuchó, una vez más, la queja del minotauro. Pero en esta ocasión no se calló, si no que se encaró con el guerrero.

No sé qué problema tienes Zoak. No sé si quieres demostrar algo por haber caído en el influjo de una ilusión en la sala central y casi haber muerto por ello, o es alguna otra cosa que crees que necesitas hacer. Pero desde luego lo que yo no pienso hacer es dejar que tú, o cualquier otro, nos matéis al resto sin necesidad.

Sí, hemos vuelto a la habitación que dejamos atrás. Porque ahora ya no hay más remedio que hacerlo y antes había más opciones.

Sí, vamos a entrar y flanquear a los perros. Como tú bien digiste. ¿Necesita tú ego que diga que la idea fue tuya?. Por mi encantado. Escuchadme todos. La idea de flanquearlos ha sido de Zoak, procurad no olvidarlo por favor.

El combate anterior no fue todo lo bien que podría haber sido, no nos coordinamos bien. Que es por lo que estaba sugiriendo la forma de actuar para el siguiente y además pidiendo vuestra opinión. No ordenando nada. Pero el estar criticando a cada paso no nos va ayudar precisamente. Como ya dije estamos faltos de curación, cualquier herida puede ser mortal. Y aun nos queda enfrentarnos al amo de la torre. No podemos desperdiciar recursos.

Así que si hay algo que tengas que decir hazlo ahora, o callas y cumples con tú parte en la misión. Pues no olvidéis que estamos aquí en una misión divina.

El tono del joven clérigo había sido duro pero claro, y no había alzado la voz tampoco. El minotauro le sacaba un trecho, pero eso no lo habia aminalado.

¿Y bien? ¿Alguien más tiene un problema?