Partida Rol por web

DRAGONLANCE POST GUERRA DE LOS ESPIRITUS: EXTRAÑA COMPAÑIA

PRIMERA AVENTURA: EL DESTINO DE UN MAGO - CAPITULO II: LA TORRE

Cargando editor
28/08/2019, 14:39
Leviathan

Leviathan estaba sentado en una mesa de madera redonda, jugando con una jarra medio llena de algún líquido pegajoso y de olor fuerte. Frente a él estaba Lord Fashtel du Terminaard que lo miraba fijamente, lo sabía aun sin encontrar sus ojos. Pasee mi mirada derredor, con la mente embotada y movimientos lentos, observé que me encontraba en una habitación sin paredes. Había mesas hasta donde alcanzaba la vista, había una bruma amarilla que no dejaba ver bien, el aire era sofocante, espeso, sólo lo justo para respirar, pero sin poder dar una inspiración fuerte, que es lo que tenía ganas.

En casi todas las mesas había personas, unas con la cabeza entre las manos, otras mirando embobados para el cielo, y muchas hablando con alguien que tenían en frente que no existía. No oía nada, sus labios se movían pero no articulaban palabras. ¿Había una que se parecía a su padre o era su imaginación?

-Fallaste- la sentencia le cayó como una guillotina en las entrañas cuando habló su superior- Fallaste a tu familia, fallaste a la caballería, fallaste a tus amigos, fallaste a tu deber, fallaste a tu honor, fallaste, pequeño aspirante a escudero con ínfulas de héroe- sus palabras eran como espadas que atravesaban mi carne.

-Yo… yo…- me costaba poner en orden mis sentimientos, ¿estaba muerto? ¿Había traído la vergüenza a mi familia?- hice todo lo que pude, no tenía la fuerza para…- no pude terminar porque me interrumpió.

-FALLASTE, maldito engreído, te moviste por egoísmo, te pensaste que podías salvarlos y ahora todos están muertos por tu culpa, TODOS ESTAN MUERTOS POR TU CULPA- repetía mientras me mira con rabia y pena, con agresividad y con compasión. El intento por levantarme resulta infructuoso, no tengo fuerzas suficientes- ¿Ahora quiere huir? ¿A dónde vas a correr, pequeño cobarde? ¿AHORA? Es demasiado tarde, ahora me vas a contar todo y entonces podrás irte, cobarde de mierda.

Con el dolor en mi rostro, le empecé a contar, hablé de todo lo que me carcomía, como había dejado a Asthor sin la protección necesaria, como no fui precavido en tomar las más elementales medidas de seguridad, rompí a llorar en varias ocasiones, el dolor era muy agudo. Le conté como me molestó que abatieran a mi “presa” y la furia se adueñó de mi corazón, como me sentía ninguneado por mi compañero de orden, sin que él lo supiera lo empecé a odiar, sólo quería demostrar mi valía, que todos supieran quien era Leviathan de Sharkenar. Le conté mis sueños de poder en un futuro lleno de sangre y oro, como me veía como torbellino de enemigos, matando a todos lo que se pusieran en mi camino hasta alcanzar la cima. Según me oía a mí mismo, las explicaciones me resultaban más vacías, acabé mirándome las manos y sin reconocerlas.

Me derrumbé sobre la mesa. Me parecía que llevaba días hablando, mi voz estaba ronca, no me quedaban lágrimas, apenas tenía fuerza para mantener la mirada fría de Lord Fashtel. El mareo hacía que todo me diera vueltas aun estado con la cara contra la mesa. Cuando me incorporé, vaciado, con un espejo del monstruo que me estaba convirtiendo, no quedaba nada de mí, me había exprimido, reconocer que eres un fraude hace que algo en tu alma se rompa.

Lord Fashtel, me ayudó a beber de mi jarra. El líquido se arrastró por mi garganta como si me tragara anzuelos. Me llevé las manos al cuello y me la empecé a arañar. El dolor era tan intenso como para perder la cordura. Tras unos instantes pude ponerme derecho en la silla a duras penas.

 

-Fallaste- la sentencia te volvió a sacudir como un martillo en la parte de detrás de mi cabeza cuando habló su superior- Fallaste a tu familia, fallaste a la caballería, fallaste a tus amigos, fallaste a tu deber, fallaste a tu honor, fallaste, pequeño aspirante a escudero con ínfulas de héroe- sus palabras eran como cuchillas que atravesaban mis ojos.

-Yo… yo…- no me sentía muy centrado, ¿Dónde estaba? ¿Esto había pasado antes? ¿Estaba muerto?- no sabía que mi enemigo era tan fuerte, pensé que yo…- me interrumpió con la fuerza de un puñetazo en su voz.

-FALLASTE, maldito engreído, te moviste por egoísmo, te pensaste que podías salvarlos y ahora todos están muertos por tu culpa, TODOS ESTAN MUERTOS POR TU CULPA- te mira con rabia y pena, con agresividad y con compasión. Algo pequeño en tu interior te dice que tienes que irte de ahí, que huir con todas tus fuerzas- ¿Ahora quieres huir? ¿A dónde vas a correr, pequeño cobarde? ¿AHORA? Es demasiado tarde, ahora me vas a contar todo y sólo entonces podrás irte, cobarde de mierda.

Mire mi jarra que estaba otra vez llena, y empecé a contar todo con la mirada baja. El dolor era real, era físico, mi cuerpo tenía espasmos como si me flagelaran con cada pecado. Volvía a narrarlo todo, esta vez con más viveza, siendo mucho más cruel conmigo mismo, pensando que así me dejaría marchar, desgarrando mis secretos más ocultos, suplicando clemencia durante días, hasta que mi garganta no pudo más y me volví a derrumbar exhausto.

Lord Fashtel, me levantó la cabeza y me llevó de nuevo la jarra a los labios. Nononononono, otra vez no, ¿Cuántas veces había pasado esto? ¿Cuantas más pasarán? Mi  embotada alma me dio un momento de lucidez, para deleite de mi interlocutor, que sonreía y se relamía. Pero la jarra ya estaba en mis labios y la rueda seguiría.

 

Una mano agarró la jarra. Una mano enguantada en plata. Con las pocas fuerzas que me quedaban miré hacia arriba para ver de quien era esa mano. Seguí la brillante armadura que hacía que mis ojos pestañearan hasta su rostro. Era Tarben. ¿Qué hacía él aquí? Su rostro con una sonrisa sincera, como siempre me había sonreído cuando éramos niños, me dijo que no con la cabeza.

Solté la jarra y me sentí cogido por las axilas mientras me levantaban. ¿Siempre había sido Tarben más fuerte que yo? Claro que sí.

-Tarben…- logré articular pese a no poder hablar. Puede que lo dijera con mi corazón- lo siento...

- Vámonos grandísimo tontorrón- me dijo con cariño, mientras me sacaba por la puerta que estaba justo detrás de mí, pero que nunca hubiera alcanzado solo.

Detrás de nosotros, alguien se removía con rabia, insultaba, prometía torturas inimaginables, lanzaba desafíos y destrozaba todo a su alrededor, pero para los dos escuderos, su voz era pequeña y débil.

 

Junto al cadáver de Leviathan. La antigua espada del aspirante a caballero parecía temblar levemente. Damocles, La Espada Maldita, vibraba de furia, había pasado lo inconcebible, se le había escapado un alma. Sin embargo alguien la cogería, alguien a quien susurrarle palabras de poder y ambición. Pero que no sea un caballero de Solamnia, suponía demasiado esfuerzo, estaba harto de ellos. Un Ogro. Un Ogro estaría bien…

Notas de juego

Este epílogo fue escrito, por propia iniciativa, por Assa, tras la muerte de Sir Leviathan y, a instancias de Deathstalker, lo pongo aquí como parte del epílogo de la partida. Creo que es un buen homenaje al PJ y al jugador, porque pega, y porque se lo merece!!

Y ahora sí:

--- FIN ---